Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18

Dedicado a YesicaMartinez794

***

A Martín le agradó mucho Charlie. Bueno, a Martín le agrada cualquier compañero potencial para fiestear, en realidad, así que se alegró de que Charlie se nos uniera. Se lo presenté como mi cuñado y le dije que necesitaba tener la juerga de su vida. Eso sí, aclaré que no podía haber chicas incluidas porque mi hermana estaba de por medio —algo bastante ingenuo de mi parte, porque no necesitábamos chicas para cagarlo todo—.

A Charlie le intimidó un poco Martín cuando lo vio. No es para menos, Martín nos saca una buena diferencia a ambos de tamaño, eso sin contar lo mamadísimo que está por ir tanto al gimnasio. Durante el semestre lo acompaño, pero tengo la regla inviolable de que las vacaciones son para descansar, ni siquiera me ejercito en ese tiempo —además de que ni en sueños llegaré a tener una complexión física como la suya—. Sin embargo, luego de unos minutos de charla y de un par de comentarios estúpidos de Martín, Charlie terminó por relajarse.

Martín siempre tiene una fiesta bajo la manga. No tengo idea de cuántos contactos tiene para enterarse de cada fiesta universitaria que se celebra en la ciudad. Esa noche tuvimos que caminar bastante para llegar al lugar señalado, pero la buena vibra del lugar hizo que todo valiera la pena. Charlie quería fiesta, y exactamente eso le íbamos a dar.

—¡Diablos! —exclamó Martín al darse un trago de uno de los vasos rojos que alguien le alcanzó—. ¡Esto está jodidamente bueno!

No tenía siquiera que mencionarlo, su cara de éxtasis lo delataba.

—Ahora vuelvo, traeré para ustedes.

Él era el que siempre conocía a alguien en la fiesta, así que me encogí de hombros y fui a sentarme a uno de los sofás con Charlie. Aún no había demasiadas personas, pero sabía que en menos de una hora estaría tan lleno el lugar que no habría espacio ni para caminar. Siempre ocurría del mismo modo, por eso me gustaba llegar temprano.

Martín volvió a los pocos minutos con un vaso rojo para cada uno.

—¿Qué diablos trae esto? —preguntó Charlie mientras olía con escepticismo el contenido del suyo. Trató de encoger la nariz de manera inconsciente, pero no le salió muy bien. Todavía le dolía, al parecer.

—No te matará —respondí con una sonrisa divertida.

—Juro que si muero mi fantasma te perseguirá hasta el último de tus días y no te dejará en paz ni un jodido segundo, Rodolfo. ¡No te dejaré ni dormir!

Solté una risotada.

—¿Tu versión fantasma dormirá conmigo, entonces? Suena tentador, Charlie.

—Dios —dijo Martín con una mueca de desagrado—, ¿pueden dejarse de mariconadas? ¿Acaso no te estabas cogiendo a su hermana?

—¡Ey! —protesté y le di un puñetazo en el pecho—. No hables de Nae de ese modo, imbécil.

Martín soltó una carcajada. Sin embargo, Charlie dejó de sonreír y bajó la mirada con incomodidad. Optó por encogerse de hombros y probar finalmente la bebida. No estoy seguro aún de qué le molestó, pero por suerte se le pasó rápido.

Una hora después, íbamos por el cuarto o el quinto vaso del coctel misterioso. Estaba tan eufórico que la música y el ambiente me envolvían cada vez más. Charlie también parecía estarse divirtiendo, a pesar de que no nos habíamos movido del mismo sitio. Solo estábamos hablando de tonterías sin relevancia y riendo del ridículo que estaban haciendo unos chicos y chicas que jugaban Twister frente a nosotros. Martín nos había traicionado justo después de que una mujer —que podía ser perfectamente la madre de alguno de los invitados—, había aceptado bailar un poco con él.

Según fueron llegando más invitados, el espacio en el pequeño sofá se fue acortando, sobre todo, porque la atención estaba puesta sobre la reñida partida de Twister. Apenas podíamos respirar entre tanta gente, pero si nos levantábamos perderíamos el lugar.

Una cuarta chica llegó para ver el juego y se metió entre sus otras dos amigas en el extremo opuesto a nosotros. Sin quererlo, me acerqué mucho más a Charlie, tanto que el lado izquierdo de mi cuerpo estaba en contacto por completo con el suyo. Pensé que se sentiría incómodo y se movería, pero ni siquiera pareció notar lo cerca que estábamos uno del otro, a tal punto de que estaba casi sobre él. De no ser por el alcohol, quizás me hubiera sentido algo nervioso e intimidado en ese momento. No obstante, tampoco me importó.

—¿Lo ves? —dije con dramatismo e intenté señalar con un dedo a Martín mientras se enrollaba con la mujer al otro lado de la habitación. Mi lengua ya estaba un poco enredada—. Él no me merece... siempre me hace ese tipo de cosas... Me cambia por cualquiera y ya estoy harto de llorar por su indiferencia...

Charlie soltó una carcajada que me llevó a sonreír también.

—Dios... ni siquiera recuerdo la última vez que fui a una fiesta como esta —comentó y se tomó otro trago. Sus palabras también salieron algo atropelladas a causa del alcohol—. Creo que... estoy trabajando demasiado últimamente... Es más, creo que siempre he trabajado demasiado...

—Solo dime cuándo quieres que vuelva a romperte la nariz para que tengas otra noche libre. Mi madre me castigará de por vida y jamás volveré a ver la luz del sol, pero puedo sacrificarme por ti, Charlie. Tendrás que recordarme como tu héroe.

Volvió a reír al escucharme y yo también reí como un tonto, sin que tuviéramos ningún motivo real para hacerlo. Ya no solo tenía sonrojada la nariz, sino todo el rostro. Su cabello verde hacía un contraste hermoso con sus mejillas bajo las coloridas luces que iluminaban la semioscuridad de la habitación.

—¿En serio no les da vergüenza colarse así en todos lados? —preguntó sin dejar de sonreír—. Me siento como un delincuente... Me falta poco para entregarme a las autoridades.

—¿Por qué nos daría vergüenza, Charlie? Casi todos aquí van a la misma universidad que nosotros, eso los convierte en nuestros compañeros.

—Viéndolo así, tiene sentido —respondió y soltó una risilla—. Ya me siento menos descarado.

—¿De qué te sirve tener la conciencia limpia, Charlie? —dije con malicia—. Todo lo divertido es inmoral o ilegal... Si quieres mañana podemos pasar por la iglesia.

—¿A la iglesia? —dijo con una ceja levantada—. ¿Tanto piensas pecar hoy que vas a necesitar confesarte?

Sonreí de una manera perversa. ¿Me estaba retando acaso? Me acerqué un poco para hablarle al oído.

—Créeme, Charlie —susurré con voz ronca—, de lo único que me arrepiento es de las cosas que no he hecho, y no creo que pueda contarle a ningún cura lo que tengo en mente...

Permaneció en silencio observándome con detenimiento.

Nuestros rostros estaban peligrosamente cerca y mis pensamientos comenzaron a volverse demasiado turbios. Podía sentir su respiración y el ligero toque de alcohol en su aliento muy cerca de mi boca. Mis ojos se desviaron hacia sus labios húmedos y rosados. ¿Qué pasaría si me dejaba llevar por el impulso y lo hacía?

Por fortuna, volteó el rostro hacia el frente y se tomó lo que restaba de coctel en su vaso.

Me aclaré la garganta y pensé mejor las cosas. Él seguía siendo el novio de mi hermana y territorio prohibido. No podía cruzar ninguna línea de la que luego me arrepentiría.

—¿Queda algo en tu vaso? —preguntó.

Asentí y se lo entregué. Se lo bebió de una vez. Por algún motivo, yo también estaba sintiendo la necesidad urgente de tomar más alcohol. Quizás para ahogar mis pensamientos.

—Voy por otro vaso —dije y me levanté con dificultad del ajustado espacio. Ya no me importaba no tener dónde sentarme luego, solo quería salir corriendo de ahí.

Aproveché la distancia de Charlie para mentalizar que no podía cometer ningún error esa noche. Nae estaba confiando en nosotros y no podía cagar la situación. Él era solo mi cuñado. Nada más.

Tomé dos nuevos vasos de la cocina de la casa y me di un buen sorbo por el camino. Cuando llegué a nuestro sofá, ya alguien había ocupado mi sitio y Charlie estaba arrinconado en un extremo.

«Mejor así», me dije y caminé hasta él.

—Aquí tienes, el próximo lo busc—

El manotazo me interrumpió y tiró el vaso de mi mano. Todos mis esfuerzos por evitar que cayera fueron en vano. El líquido voló y se derramó por completo sobre Charlie y un poco sobre la chica que había justo a su lado.

—¡Ey! —le reclamé al chico que me había golpeado en medio de su emoción por el jodido juego—. ¡¿Eres imbécil, acaso?!

—Déjalo —respondió Charlie. Se levantó y me tomó de la mano para alejarme de ahí—. Ni siquiera te escuchó, está más borracho que una uva.

Tenía razón, el muy idiota seguía tan metido en el juego que ni siquiera se había dado cuenta de lo que había hecho.

Charlie me guio entre la multitud hasta llegar a un cuarto de baño sin soltarme de mano. La puerta estaba cerrada, así que tocó con fuerza.

—¡Venga! —exclamó—. ¡Hay más gente que necesita utilizar el baño!

Unos segundos de espera fueron suficientes para sacarme de mis cabales y comencé a aporrear la puerta con todas mis fuerzas.

—¡Búsquense un cuarto para coger, maldita sea! —grité.

En el fondo, sabía que estaba enojado por una tontería, pero no quería que nada arruinara la noche de Charlie. Por otro lado, él no parecía molesto, más bien algo incómodo con toda la bebida pegajosa encima.

Finalmente, una pareja salió del baño. Me encargué de mirarlos con hostilidad, pero no creo que les haya importado mucho, de cualquier modo. Charlie no me dejó ni pronunciar una palabra antes de halarme dentro y cerrar la puerta con seguro. Me apoyé tras la puerta y él se miró al espejo.

—Mierda... —musitó.

La iluminación también me permitió ver que las cosas eran peores de lo que pensaba. Tenía coctel en los brazos, en el frente del jersey... y también en la entrepierna, sobre todo ahí.

Se lavó los brazos y mojó el jersey tratando que la mancha saliera.

—Tengo que quitarme esto de encima —se quejó—. Esa mierda tenía que ser anaranjada.

Solté una risotada.

—Ese color te persigue —canturreé envuelto en mi sonrisa de embriaguez. Ya se me había pasado la molestia.

—Definitivamente —respondió y me observó a través del espejo.

Luego de un instante, devolvió la vista a su ropa y se enfocó en el problema.

Me sobresalté al ver que se desabrochó la cremallera y comenzó a quitarse los jeans. Eso no lo vi venir.

—Charlie... ¿q-qué diablos haces?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro