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Capítulo 13

Dedicado a Maga-15

***

Mi teléfono vibró una vez más. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había hecho en las últimas horas.

Suspiré profundo y me di otra vuelta en la cama. Debía ser alrededor de la una de la tarde, pero no sentía ganas de bajar y enfrentar la realidad todavía. Apenas había dormido en la noche y me sentía enfermo. Y patético, me sentía muy patético.

La puerta de mi habitación se abrió muy despacio y vi la silueta de Nae acercarse a la cama. Ni siquiera me esforcé por pretender que seguía dormido.

—Hola —susurró—. Ya es tarde, ¿no piensas bajar a comer nada hoy?

Sonaba nerviosa y algo avergonzada. Quizás pensaba que mi comportamiento estaba relacionado con el encuentro accidental entre su nuevo novio y yo. Y tenía razón, aunque no fuera por los motivos que ella imaginaba.

—Hola —respondí y me incorporé ligeramente.

Me dio una mirada de preocupación.

—¿Te... sientes bien?

Miré hacia el espejo del armario y me vi a lo lejos. Parecía un enfermo de gravedad. Las ojeras casi me llegaban a las mejillas y tenía los ojos inflamados. Sin contar que seguía con la misma ropa que la noche anterior y que mi cabello parecía el hogar de una familia de gorriones.

—Estoy bien. Solo me quedé jugando hasta muy tarde.

Mi afirmación pareció tranquilizarla un poco.

—Hice tu almuerzo favorito, aún está calentito —dijo con una pequeña sonrisa y se sentó a mi lado.

Por algún motivo, me sentí enojado. ¿Por qué tenía que ser tan ciega y tan jodidamente dulce a la vez?

—Nae, tienes veintitrés años —solté con algo de dureza.

—¿Qué? —Me observó con desconcierto.

—Eso. Que no necesitas aprobación ni permiso para tener novio e intentar ser feliz. Ni de mí ni de nadie.

—Lo sé —susurró.

—¡¿Entonces por qué te sientes tan culpable?!

Permaneció en silencio por un instante. Sabía que yo tenía razón. Subió las piernas a la cama y las abrazó contra su pecho.

—No lo sé. —Me miró a los ojos y me pareció que estaba a punto de llorar—. Esto de tener algo serio con alguien es demasiado nuevo para mí. Además, sé que Charlie y yo no tenemos nada en común, que incluso puede parecer raro que estemos juntos. Pero cuando lo conozcas mejor te darás cuenta de que él tiene algo que lo diferencia del resto, que impide que te alejes de él una vez que te lo cruzas.

«Por desgracia, ya lo sé», pensé mientras mordía mi labio inferior.

—No lo dudo, Nae, y sé que a mamá le agradará.

—Quizás, pero... ¿qué hay de ti?

—¿De mí?

—Sí, de ti. —Se puso de pie y dio un par de vueltas en la habitación—. Es que... anoche cuando nos viste actuaste demasiado raro. No entiendo por qué, yo ya te había hablado sobre él.

—Oh... es eso...

Resoplé y la evité con la mirada.

—Me sorprendí al verlos. Es todo.

—¿Estás seguro?

—Claro —respondí con simpleza—. ¿Qué más podría ser?

—Seokmin —dijo, mirándome a los ojos—, tu opinión y la de mamá son muy importantes para mí, lo sabes bien. Charlie es un buen chico y... estoy comenzando a tener sentimientos hacia él... sentimientos serios.

Sentí mi estómago revolverse al escuchar la seguridad tras sus palabras. Tragué en seco y pronuncié una de las oraciones más dolorosas que tendría que formular en toda mi vida:

—Lo sé, Nae, y solo quiero que seas feliz. Si Charlie es el indicado, pues... tienes todo mi apoyo.

Con las pocas fuerzas que tenía, fui capaz de fingir una sonrisa. Sin embargo, mi farsa fue suficiente para que sus ojos centellaran de felicidad y me abrazara. ¿Qué derecho tenía yo a arruinarle su momento?

—Gracias —me dijo al oído—, eres el mejor hermano del mundo.

No, soy el peor, pero ella aún no lo sabía.

—Eso sí —intenté bromear—, que no piense que por ser tu novio tendrá alguna especie de privilegios en casa. Sigo siendo el menor y el más mimado.

Soltó una risilla y asintió.

—Descuida, sin importar qué, siempre serás mi hermanito pequeño y estarás primero. Por cierto, ¿crees que deba contarle a mamá hoy mismo?

—¿Por qué no?

Mi desgano era tan palpable que no sé cómo no lo notó. Quizás soy mejor actor de lo que creo.

—Tienes razón, y quiero hacer las cosas bien. —Debatió algo consigo misma por unos segundos y añadió—: ¿Sabes qué? Lo invitaré a cenar mañana.

—¡¿A cenar?! ¿Aquí? ¿A casa?

—Oh —replicó, alarmada—, ¿crees que sea demasiado pronto?

Negué con la cabeza con rapidez.

—No, no. De hecho, creo que es... es una buena idea.

«Y lanzarme delante de un tren es incluso mejor», añadí mentalmente.

—Tienes razón —exclamó con emoción—, tengo que prepararlo todo.

Cuando finalmente salió de mi cuarto, me lancé hacia atrás en la cama y solté un bufido de frustración. ¿Cómo diablos iba a sobrevivir a tenerlo en casa? ¿Y si inventaba una excusa para saltarme la cena? Quizás Martín me dejaría quedarme a cenar y a dormir en su sofá esa noche... o hasta que Nae y Charlie se casaran, tuvieran hijos y se mudaran al otro extremo del país.

«Por Dios, ¿qué mierda estás haciendo?», me pregunté y me restregué los ojos.

Estiré el brazo y tomé mi teléfono de la mesita de noche. Tenía trece mensajes. Uno era de mi padre para saludarme y otro de Martín para preguntarme dónde rayos me había metido y por qué no me había conectado para jugar la noche anterior.

El resto eran de él.

Si apenas un día antes hubiera recibido tantos mensajes de Charlie mi grito de emoción se hubiera escuchado en todo el vecindario. Pero los leí todos una y otra vez y volví a soltar el teléfono. Estaba confundido y algo molesto, a juzgar por los dos últimos. No sabía por qué había fingido que no nos conocíamos.

Siendo honesto, ni yo lo sabía. Probablemente porque me enojé al darme cuenta de la verdad que estuvo ahí todo el tiempo. O porque una parte de mí se negaba a creer que ese era el mismo chico que me había metido en un club de strippers y que me había hecho encariñarme con un libro.

Como era de esperarse, mi madre se emocionó casi más que Nae al enterarse de que había un chico en su vida. En el resto de la tarde no se habló más nada en casa que sobre la cena del día siguiente, hasta que Nae se fue a ensayar. Esa noche lo vería en el teatro, y el simple hecho de pensarlo me carcomía por dentro.

Como era de esperarse también, mi solución fue bastante radical e inmadura. Apenas terminó la cena, me fui a casa de Martín, sin molestarme por esperar a que mi madre se durmiera o escapar por la ventana. Necesitaba alcohol y rápido. Él se sorprendió bastante al verme, pero para eso están los amigos, ¿no? Sin hacer preguntas, nos fuimos juntos a un bar y nos gastamos en cerveza barata todo lo que le quedaba de las ganancias del póker.

Cuando salimos de allí eran cerca de las dos y yo casi no lograba sostenerme sobre mis pies. Mi combinación favorita para irme a hacer tonterías de las que después me arrepentiría —o no—.

Terminé sentado en la acera frente a la casa de Charlie, decidido a esperarlo, aunque me sorprendiera el amanecer. ¿Qué iba a decirle? Eso no era parte del plan, algo se me ocurriría.

—¿Rodolfo?

Di un respingo al escuchar esa voz conocida y me levanté con torpeza. Porque, sí, me había quedado dormido.

Charlie me observaba con seriedad y un poco confundido. Me limité a mirarlo también, sin decir una palabra.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó finalmente.

Quise responderle, pero me fue imposible. Mi estómago dio un vuelco y lo próximo que sé es que estaba vomitando en plena calle ante su mirada de preocupación. Creo que expulsé hasta lo que había comido el día antes.

—¿Qué carajos pasa contigo? —preguntó cuando logré reponerme un poco. Sonaba enojado—. Ayer pretendiste que no nos conocíamos y hoy te apareces borracho y de madrugada en mi casa. ¿A qué mierda estás jugando?

—¡¿A qué juegas tú?! —repuse con las pocas fuerzas que me quedaban y lo enfrenté—. ¿Por qué ella?

—¿Estás hablando de Nae?

Arrugó la nariz.

—¿De quién más? ¿Por qué de tantas tuvo que ser mi hermana? ¡Mi hermana!

La desesperación coloreaba mi voz. En realidad, no quería preguntarle por qué ella; eso era bastante lógico, solo había que mirarla para comprender. Quería preguntarle por qué no yo. ¿Por qué había llegado a mi vida para ponerlo todo de cabeza y luego escogía a alguien más? ¿Y por qué ese alguien tenía que ser la única persona contra la que no podía competir?

Soltó un bufido y se desordenó el cabello.

—Escúchame, Rodolfo —dijo en un tono más bajo y calmado—. Estás muy borracho, debes irte a casa. Tu madre y Nae se preocuparán por ti.

Solté una carcajada burlona.

—¿Ahora de pronto te preocupa eso? ¿No amanecimos en un club de strippers hace solo un par de días?

—¿Y qué hay con eso? Yo tampoco imaginé que una coincidencia como esta pudiera pasar.

—¿Realmente la quieres? —pregunté con amargura. Temía escuchar la respuesta, pero necesitaba hacerlo.

Asintió.

—Sí. Si es eso lo que te preocupa, sí, quiero mucho a Nae. Ella y yo vamos en serio, Rodolfo. No le haré daño, lo juro.

Cuánto me gustaría gritarle cuán equivocado estaba. Sin embargo, en ese momento ni siquiera pude responderle. Sus palabras se clavaron tanto en mi pecho que se me dificultó respirar. Tenía que salir de allí lo más pronto posible.

—¿A dónde vas? —preguntó al ver que comencé a caminar—. ¡Rodolfo!

No miré atrás. Él no me siguió y lo agradecí.

Quería escapar de la realidad, pero el karma no me daría ni un respiro. Justo a la noche siguiente lo tendría frente a frente, sentado a la misma mesa que yo. Y, como siempre, yo terminaría haciendo mi especialidad: cagarla y hacer sufrir a las personas que más quiero.

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