
Único.
Chloé levantó su cabeza, analizando a los empleados que entraban y salían, acomodando flores por cada espacio libre que encontraban, reviso nuevamente su peinado y el suave maquillaje que había tratado de colocar, bajo la mirada avergonzada al notar que pequeños espacios de sus labios carecían de color.
—al fin te encuentro —escucho detrás de ella, reconociendo aquel timbre dirigió sus manos a su rostro para ocultarlo entre estas.
Se sentía avergonzada, pues la tarde pasada había asegurado que podría sola, hasta ese momento descubría que no era así, su rostro ya no tenía la misma suavidad, su cabello era cubierto por una capa de nieve, sus manos ya no parecían ser las que el quisiera tomar, sus ojos azules ya no parecían el cielo, su cuerpo ya no era el de un violin, su voz ya no era delicada ni suave, su capacidad parecía de un bebé, los otros problemas solo le hacían parecer ante sus ojos, un verdadero desastre.
—¿Qué le sucede a la reina? —escucho a su nieto, obligándose a relamer sus labios.
—creo que deberías buscar a tu mamá para averiguarlo —el sonido de zapatos pequeño se fue a alejando, Chloé suspiró sabiendo que tendría que enfrentarse a su esposo, lentamente se fue girando, notando la confusión en su rostro.
—ya sé lo que dirás, que me amas sin importar como me vea —exclamó impidiéndole hablar —sé que ya no puedo controlar mis manos como para maquillarme, lo sé, sé que necesito ayuda porque haciéndolo yo misma me veo...
—hermosa como el día que nos casamos —interrumpió, logrando que la fémina respirara con dificultad, sintiendo sus ojos acuosos.
—que barbaridades dices —musitó, llevando sus brazos a sus costados para abrazarse a sí misma, observando las esmeraldas del Agreste —mírame, aquí solo hay sobras de lo que fuí.
—yo veo a la reina más hermosa que existe —realizó una rápida reverencia, ignorando el dolor en sus articulaciones.
—¡Deja de hacer eso! —exigió, el hombre soltó una sincera carcajada —podrías lastimarme —pronunció con preocupación.
—sabes que estoy más sano que una manzana —alardeo.
—una muy vieja —soltó entre dientes.
—¿Así que viejo? —la de ojos azules asintió con una sonrisa tímida.
—pareces una momia.
—bueno, al menos esta momia a vivido tan feliz al lado de la mujer que ama...
Chloé sonrió, rememorando aquel recuerdo que creía oculto.
[—Perdóname, siempre dije que eras irreemplazable —escuchó, lamentando el irlo a buscar, sabiendo que aquello terminaría mal —te prometí que jamás amaría a nadie más que ni fueras tu —ahí estaba, su corazón se había roto en pedazos, aquella ilusión se desvaneció y sintió sus ojos empaparse —pero yo te he fallado, me he enamorado de Chloé —con esas palabras sintió la dicha llenar su corazón, no logrando comprender como este se había destruido y reconstruido con un chasquido de dedos.
Esas palabras eran las que llenaron de orgullo su corazón y borro las inseguridades, fue lo que la impulso a decir un suave "Sí" frente al altar].
No entendía a que se debía, pero desde la mañana tenía esos recuerdos que llenaban de alegría su corazón, aquello que agradecía no se perdiera dentro de su cabeza, observó al hombre frente de ella, lo amaba tanto que deseaba jamás perderlo, volvería a pasar una vida a su lado y juraría que no se cansaría de sus malos chistes, su sonrisa traviesa, el como trataba de levantar una ceja (acción que jamás logro como el quería), que se desacomodara el peinado cuando estaba nervioso, sus malas referencias, apostaría que ya no podría vivir sin esas esmeraldas que la miraban con dulzura y amor.
Amor, ahora que lo pensaba, sonaba tan bien cuando se lo decía.
—¿Te quedas hipnotizada por mi belleza? —susurró, antes de dejar un beso en su frente, logrando arrebatarle una sonrisa a su esposa, con la que había compartido una vida, con la que deseaba perderse en la eternidad.
—desde hace años —musito.
Su historia no era la más dulce, quizás se debía a la suerte.
Chloé había estado enamorada de él desde mucho antes de que entendiera el amor, ciertamente aún no lo hacía.
Adrien no sentia por ella algo más que una extraña complicidad.
Después de la muerte de su padre y la mujer a la que le había prometido la luna y las estrellas; habían logrado reencontrarse.
Adrien adoraba contar la historia, de como le compró miel a la que ahora era su mujer.
Las citas, los aniversarios, las cenas, las noches de fogata, los días que se perdían en la nada.
Cuando a Adrien le pico una abeja mientras trataba de recolectar miel e inevitablemente lloro. En esa ocasión le había parecido lo más tierno, Adrien a su vez comprendió que había encontrado a la correcta.
Claro que a su vez los problemas no faltaban, ante los fantasmas que constantemente tocaban a su puerta.
Chloé seguía con aquel miedo de que lo que había construido se acabará, que ya no existiría, amaba a Adrien, con su vida.
Rodeo con sus brazos rugosos el cuello de su esposo, sintiéndose plena de tenerlo junto a ella.
—perdóname —susurró con suavidad, sabía que el no entendería, ni ella misma lo hacía, en sus años de matrimonio solo había existido una mentira, quizás al final de sus días esa mentira terminaría por ganarse su odio.
[Adrien respiro con dificultad, observando fijamente a la pequeña rubia frente a ella, quien jugaba con sus dedos.
—¿Papá?
—quiere decirme algo —murmuró, la bebé se soltó a reír, estirando sus brazos en dirección a su madre —¿Lo has visto?
—está bebé se quiere burlar de ti —soltó, haciendo gestos que sólo ampliaban las carcajadas de su primogénita.
—es mi desgracia —exageró —siempre seré de quien se burlen.
—te lo has ganado, tus chistes de gatos parecen nunca mejorar —susurró, logrando que su padre formará una mueca.
—ella... Decía eso, tu madre también lo hace —acarició su barbilla —para André son bastantes buenos.
—quizás porque le da risa que digas pudin —sonrió de lado —¿Dónde está mamá?
—no tengo idea, esta mañana salió por la puerta diciendo que necesitaba un nuevo vestido.
—ya sabes lo que dicen, Chloé Agreste es la mayor despilfarradora de la moda.
—y nadie lo contradice —se encogió de hombros —es Chloé.
—Hey, mamá podría escucharte —se acerco a tomar en brazos a la menor, acariciando su nariz con ternura.
—y bien que lo hice —ambos dirigieron la mirada a la rubia que los miraba adormilada, no era un secreto que últimamente sus fuerzas se habían venido abajo, cada vez estaba más cansada (Eso decía ella misma), rápidamente el Agreste mayor se apresuró a ayudarla, deteniéndose al ver la expresión de la rubia.
—iré a preparar la cena —exclamó la rubia de ojos esmeralda, abandonando la estancia con rapidez.
—con que despilfarradora —se cruzó de brazos con una sonrisa, que al parecer del de ojos esmeralda, demasiado turbia.
—solo un poco —relamio sus labios —pero en mis votos dije, que aceptaría cada compra aunque fuera ridícula —la risa de ella logró que diera un pequeño salto.
—y yo prometí que aceptaría tus chistes, bromas y referencias que no podrías superar —se acerco a su marido a pasos lentos —porque te amo.
—wow, eso ha hecho explotar mi corazón —la ojiazul volvió a reír —¿Podrías repetirlo?
—te amo... —susurró, haciendo uso de sus fuerzas para ponerse de puntillas.
—no me refería a eso, prometiste aceptar mis chistes, bromas y referencias, pero cuando estabas embarazada de Amelie tuve que dejarlos bien escondidos por el bien de nuestra familia —recordó aquellos momentos —que incluso llegaste a golpearme con el portaretratos —levantó sus cabellos dejando ver la cicatriz que se mantenía ahí, a pesar de los años que habían pasado
—te lo merecías —él sonrió para después besar con lentitud sus labios.
—te amo.
—como los Hotcakes y Miel —completó ella]
Tragó saliva, recibiendo un leve asentimiento, el había entendido otra cosa, estaba segura.
Alguna parte de ella repetía en silencio que debería de dejar las cosas claras.
—Adrien —tanteo el cuello de la camisa de su amado, tratando de jalar aire —yo quiero decirte algo.
—¿Quieres miel? —cuestionó de pronto, obligando a su contraria a parpadear confundida.
—no quiero miel, quiero hablar.
—recuerdo cuando la abeja reina se quedó atrapada en el auto con Claude —soltó una risita —se escondió abajo del asiento mientras lloraba —señaló el marco en el que aguardaba una vieja nota —dejó sus ositos a su hermano, pidió que sus dulces fueran donados.
—y que lo recordaramos como un héroe —agregó Chloé, riendo al compás que su esposo —fue un buen día, aunque traumatico para Clau —murmuró —desde ese día no puede ver a una abeja.
—y no puede esperar 5 minutos en un auto —ambos suspiraron.
—es cierto —le dio la razón, dirigiendo sus azules a quien amaba con la vida entera.
—¿Recuerdas nuestro primer aniversario? —la mujer asintió avergonzada.
—no tenía dinero en esa época, mi negocio de miel ya no era el mismo —relamio sus labios.
—y aún así fue el mejor regalo —susurró —lo mejor de los girasoles del papel, es que nunca se marchitan.
—pero si dejan su belleza —pronunció con leve puchero —y el papel poco a poco deja su color.
—y a pesar de eso, siguen siendo hermosos —la miró con firmeza —así como tu, sin importar que no me creas, lo eres, porque a mi, no me importa tu belleza externa, he aprendido a admirar hasta lo arrugado de sus manos, tu manera extraña de mantener la calma, con todos estos años, me has enseñado a amarte de todas las maneras posibles y así lo seguiré haciendo...
Una tímida sonrisa adorno los labios de ella, una que se borro al verlo sacar de su bolsillo trasero una receta médica.
—¿Por qué le pediste a Camelia que fingiera ser tu hija? —preguntó, refiriéndose a la mujer que solía preparar los alimentos que consumían.
—es...
—te amo Chloé —murmuró —y claro que me dolió enterarme por Claude, pero al final es lo que quisiste —señaló —lo comprendo, pero esto... Es de hace 6 meses —musitó.
—Adrien...
—calculo 4 meses, entonces quizás...
—Adrien...
—quizás te curaste, estas mejor que nunca, no te voy a perder —hablo con ilusión —es obvio, hoy est...
—¡Adrien! —un sollozo escapó de sus labios, permitiéndole al Agreste a salir de su nube y notar sus ojos acuosos —yo quiero pedirte perdón, por esto, pero ambos sabemos que aquí no va a suceder un milagro —se limitó a decir, logrando que sus ojos llorosos se le contagiaran al rubio,
A su memoria acudieron flashes veloces, aquellos momentos en los que amaba, aquellos que se sentía destrozada e incluso cuando no sabía que hacer.
—Chloé...
—yo estoy lista —admitió suplicandole con la mirada que no replicará más —hay una fiesta allá afuera —sonrió con calidez, acercando su mano a la de él —sabíamos que esto llegaría a acabarse.
[—tengo miedo —le confesó, ambos esperaban frente a un escritorio de color blanco.
—yo también —murmuró sonriendo con simpatía —pero sin duda serás adorable.
—¡no quiero est...!
—lamento la tardanza —escucharon, quedándose quietos en su posición, el doctor los observó dudoso, Chloé Bourgueois había golpeado al que creía, era su pareja —les contaré algo —exclamó con un tono tranquilizador —en todos mis años trabajando aquí, he tenido tantas personas que atender, tantas parejas esperanzadas —los observó tratando de encontrar las palabras correctas —por día recibo aproximadamente 4 casos similares.
—disculpe ¿A qué quiere llegar? —preguntó el Agreste.
—a que, aunque les diga lo que les diga, no deben perder la esperanza.
—quiere decir que...
—hay muchas alternativas, pero es solo que Chloé... —la miró de una manera que no logro interpretar —lo que hiciste años atrás...
La mencionada sintió el terror palpable, su rostro había tomado un tono más claro al de su piel natural; un sollozo inevitable explotó de su garganta. Había temido eso por años, algo que ahora era real.
—dejó estragos, por lo cual sería poco probable que estés embarazada —finalizó, la pareja se quedó quieta, el joven se apresuró a rodear a la mujer con sus brazos.
—¿Loé? —la de ojos azules se guio por su voz, reteniendo la respiración se soltó de sus brazos, aquel secreto de esa pesadilla que había tenido que pasar, esa que jamás fue capaz de decirle.
Sin pensarlo mucho, abandono la estancia, teniendo una náuseas terribles, junto a su visión borrosa gracias a las lágrimas; de sorprendió al sentir la brisa golpear su rostro, junto a las preguntas sobre su estado.
—Chloé —logró escuchar, logrando detener por un instante todos sus malestares.
—yo hice algo terrible —fue capaz de decir.
—no es así, tranquila —acaricio su cabeza con dulzura.
—estaré bien si decides dejarme ahora.
—siempre estaré aquí, no te dejaría aunque eso pueda matarme.
—pero... Esto no es seguro, yo soy un desastre, tu quieres...
—estar a tu lado —musitó —aunque se nos acabe].
Aunque su esposo aún se mantenía en shock, se encargo de guiarlo a las puertas que daban al jardín trasero, donde se desarrollaba su fiesta de aniversario.
Dejó un suave beso en la mejilla del que consideraba y consideraría aunque fuera su último día, el amor de su vida.
—diviértete —le dijo —mucho, aunque no te acompañe, tienes que convivir con tus nietos, ríe, llora, sueña aunque ya estés viejito, pero sobre todo... Aprende a divertirte sin mí —se alejo tranquila, repitiendo en su cabeza que había tenido una vida espectacular.
Sí, había tenido una vida espectacular, llena de perdidas, regalos, sonrisa y amor...
Eso anterior aún en su último minuto, hacia que su corazón latiera ansioso, obligando a sus labios a rogar un último beso, uno que sabía bien, no recibiría, sabía que quizás del otro lado podría encontrarlo, aunque no podía ignorar que si bien existía otro lado, el que consideraba el amor de su vida, se iría con su alma gemela.
Pero no le interesaba, no le intereso desde que él le juro un amor, uno que ambos creían, no estaría más en sus vidas.
Claro que las situaciones no habían sido las propicias, según él le mencionaba, llegó para quedarse, llegó para ser por quien se levantará todos los días.
No lamentaba nada..., sí, en definitivamente había tenido una vida feliz.
Con muchas caídas pero ¿Qué vida feliz no se conformaba con estas?
Por lo cual estaba segura que al cerrar sus ojos, estaría bien, sus hijos y nietos lo estarían, Adrien estaría bien.
Porque ella estaba bien.
—amor... —escuchó a lo lejos, con cansancio se giró un poco, observó al dueño de esa hermosa voz, sus rasgos desgastados, esas arrugas que habían marcado su rostro, sus mechones ya plateados, una imagen que en su adolescencia, jamás creyó ver.
—te amo —musitó, su corazón le decía que era suficiente.
En ese momento fue en el que lo supo, ya no había vuelta atrás.
Lamentaba muchas cosas, sobre todo la idea que se mantenía en su pecho, posiblemente Rose le había reclamado, al mantener esa afirmación muda en su cabeza lk había generado, según su amiga 'así funciona el universo'.
Era algo natural, como cuando una flor se marchita.
Ahora estaba bien, estaría bien, sabía que Adrien se vendría abajo, pero lo conocía, esa fortaleza que mantenía era admirable, había podido continuar después de perder a su primer amor, lo haría con el segundo.
"Aunque se nos acabe".
Parecía que lo había hecho, se había acabado...
Y como todo ciclo, fue capaz de sonreír en el último minuto.
"Lo hicimos bien, aunque ya acabó"
.
Después de mucho llanto, me alegra dar por terminado este One-shot para el concurso organizado por unicorniosalpoder21 y Annie_Schade
Si llegaron hasta aquí, quiero darles mis más sinceros agradecimientos
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