Dante

–No puedo creer lo que me estás proponiendo, Marcos, de verdad no doy crédito.

Me froté las sienes mientras negaba con la cabeza.

–Te estoy proponiendo la oportunidad de tu vida, Dante.

–Es que es ilegal, inmoral y no sé cuántas cosas negativas más...

–¿Y cuándo te ha importado eso, eh? – sonrió con ese gesto de encantador de serpientes que sabía usar en el momento adecuado. –Esta es nuestra única oportunidad de hacerlo. Si lo haces, y lo haces bien, te haré socio de la firma. Es lo que siempre has querido, ¿no? –Asentí con la cabeza y bajé la mirada. –Entonces deja de comportarte como una niñita llorona y pon los huevos sobre la mesa, Dante.

Cerré los ojos, exasperado. Marcos me miraba desde su sillón presidencial como un gato que está a punto de comerse un ratón, sonriendo con suficiencia. Sabía cuánto deseaba ser socio, sabía también la ventaja con la que contaba para llevar a cabo este plan. Era la viva imagen del tentador. Y sin embargo, hice el pacto con el diablo.

–Está bien. –Asentí. –Lo haré.

Nunca me había considerado alguien con escrúpulos, pero esta vez me estaba sorprendiendo de lo que iba a hacer.