Capítulo 40 - Eres mi debilidad
Eva
Cuando llegué a casa, Felipe no estaba allí. Me vino bien, porque no tuve que pensar en una excusa que explicara por qué estaba llegando tres horas más tarde de lo habitual.
Apareció a las doce de la noche, malhumorado. Apenas me saludó, se metió en la ducha y de allí fue a la cama sin dirigirme la palabra.
Yo no sabía qué hacer ni qué decirle. Me sentía muy culpable por lo que había pasado con Dante, pero no estaba arrepentida. Era como si hubieran dos Evas en mi cabeza. Una que solo me dictaba lo que debía hacer, y que me decía que lo que había hecho con Dante era una locura; y la otra que me invitaba a seguir mi corazón, a encontrar cuál era mi sueño y luchar por él. ¿Pero cómo podía ser que teniendo treinta y cinco años estuviera pensando en estupideces como seguir mis sueños? Eso eran cosas de adolescentes. Tenía que poner los pies en la tierra y dejarme de tonterías.
Al día siguiente fui a la clínica a primera hora de la mañana. Lo primero que hice fue ir a ver a Carla, que se encontraba perfectamente. Luego fui a mi consultorio, y cuando entré, me encontré con Dante.
Estaba sentado del otro lado de mi escritorio, con la cabeza baja, y tenía a su lado una maleta. Las llaves de mi departamento descansaban sobre la mesa.
-Eva, lo que pasó anoche no puede volver a repetirse, así que me voy. Me vuelvo a Italia.
Sentí el momento exacto en que mi corazón se rompió en mil pedazos, pero continué escuchando lo que tenía para decirme.
-No voy a dejar a Carla. De hecho ya hablé con ella y le expliqué por qué me voy. Alejandro ha pedido una licencia para venir estos dos meses que le quedan de tratamiento. Pero no puedo estar más aquí, Eva. Sé que si me quedo no podré controlarme, y no quiero ser el otro, no puedo serlo. Creo que no es justo que le mientas a Felipe tampoco. No quiero sacarme responsabilidad por lo que pasó anoche, pero la que tiene que tomar una decisión eres tú. No creo que ninguno de los tres merezcamos pasar por esto. Yo sé que tú estás comprometida con él, y no te haces una idea de cuánto me duele. Felipe no se merece no serlo todo para ti, y no saber en qué lugar está en tu vida. Tú tampoco te mereces esto. Tú mereces ser feliz, pero en un lugar real, no en lo que "deberías ser" o en lo que "quisieras", debes aferrarte a algo real. Toda tu vida has corrido para escapar de ti misma, y creo que ya es hora de que te dejes encontrar. Tú me conoces, y me conoces bien. Sabes que vine con otras intenciones, que vine por Carla, aunque no puedo desconocer que era posible que surgieran emociones fuertes entre nosotros. Ahora sé que tú sientes lo mismo, o lo de anoche no habría pasado. Pero la pelota está de tu lado, Eva. Tú eres la que está comprometida. Yo estoy libre. ¿No te parece irónico? Aquí estoy, después de dos años, diciéndote lo mismo que te dije después de la muerte de mi madre... Que la elección es tuya. Parece que no aprendo más, siempre termino esperando algo de ti, algo que no sé si estás dispuesta a darme. Y no vine para esto, yo vine por Carla. Pero evidentemente esto que pasa entre nosotros es más grande que tú y yo. Yo no vine a buscarte, porque hace dos años te dije que tú sabías dónde estaba. Creo que tu ausencia durante esos dos años fue respuesta suficiente, y llegó la hora de quererme un poco más a mí mismo. Eres mi debilidad Eva, y estoy cansado. Yo también me merezco más. Me merezco que me elijas, si es eso lo que quieres.
No sabía qué decirle, lo único que podía pensar era que se iba, y no quería, pero tampoco podía darle una respuesta en este momento. Las lágrimas corrían por mi rostro sin control. Dante siguió hablando.
-Hace dos años nos separamos por mi inmadurez, por mis mentiras. Pero ahora siento que ya no tengo nada que demostrarte. Tú sabes que en este tiempo he madurado, he logrado mantenerme en la clínica, he cambiado el dinero por estar para los demás...no me gusta hablar de mí, joder, pero ya lo sabes todo esto. Creo que estoy en otro lugar, y si no puedes venir conmigo, al menos no me retengas más, y yo seguiré buscando mis sueños, aunque no te pueda ver en ellos.
No dijo nada más. Me besó con suavidad y se fue. Así, como si no hubiera pasado nada. Como si no me hubiera destrozado con sus palabras. Me quedé sentada, ahogada en lágrimas.
Algo de lo que me dijo me recordó una vieja canción que siempre me había encantado, y que, como siempre, a la luz de Dante, tenía un nuevo significado para mí. Tomé mi celular y la busqué, para reanudar mi llanto mientras la escuchaba.
Es preciso mordernos la lengua
Y acabar de una vez esta guerra
Es preciso mirarnos de frente
Y cambiar de una vez el presente
Es urgente aclarar este embrollo
Y salir de una vez de este hoyo
Es urgente restarle importancia
Al orgullo, al rencor y la rabia
Y sentir el cosquilleo
Del amor cuando es deseo
Y el poder de tu mirada
Que se pierde por mi almohada
Y sentir el cosquilleo
Oh, suave y dulce de tus besos
Y si aún me quieres, deja de llorar
Que, a pesar de todo, eres mi debilidad
Tantos días ya es suficiente
No te puedo arrancar de mi mente
Y aunque el tiempo nos ha golpeado
No podemos vivir separados
Es preciso decirnos las cosas
Y volver a sentir que me rozas
Revivir los momentos felices
Y entender que el amor no se agota
¿Se habría agotado el amor? ¿Podía imaginar mi vida sin Dante? Estos dos años lo había hecho bien, ¿no? ¿O seguía adelante porque sabía que me estaba esperando? Ahora me había dicho que no lo haría más. Y en mi corazón sabía que esta vez iba en serio, que se había cansado de esperarme. ¿Felipe me hacía sentir un cosquilleo cuando me besaba? Quizás, pero seguro no tanto como Dante. Tenía razón en todo lo que me había dicho. Ya no dudaba si podría perdonarlo, porque ya lo había hecho. Confiaba en él más que en mí misma. Entonces, ¿qué me estaba deteniendo?
Esa misma tarde recibí un extraño mensaje de Felipe. Nada de consultas, como solía hacer. Su mensaje era una orden, y me arrancó una sonrisa.
****Empaca tu equipaje. Nos iremos quince días a San Andrés. Ya compré los pasajes. Salimos en dos días. Consigue a tu mejor alumno del curso y que se encargue de Carla durante ese tiempo junto con Dante. Por lo que me has dicho está todo bajo control. Tenemos que reencontrarnos, y lo haremos donde todo comenzó. Prometo que no volveré a desconfiar de ti. Te amo, Eva****
La idea de descansar del trabajo durante un tiempo me resultó tentadora. Evidentemente Felipe no sabía que Dante se había ido. Me dolía mucho que me estuviera diciendo que no volvería a desconfiar de mí. <<Deberías>>, pensé. Quizá esta era la oportunidad de dar vuelta la página, de encauzar mi vida nuevamente, lejos de Dante. Olvidarlo por fin. Al principio me costaría, pero podría lograrlo.
No muy convencida, pero decidida a hacer algo de una vez, terminé aceptando la propuesta de Felipe. Hablé con dos colegas del curso, que estuvieron encantados de hacerse cargo de Carla durante esos quince días. También hablé con mi equipo de investigación del laboratorio para que estuvieran a disposición de los doctores que se harían cargo del tratamiento.
Y allí estaba. Parada en la puerta del aeropuerto, con mi maleta, esperando a Felipe que había ido a estacionar el coche. Cuando él llegó, exultante de alegría, me besó y me tomó la mano.
Mientras enfilábamos al sector de partidas, me permití fantasear con mi futuro con Felipe. Nos imaginé casados, algunos años después, imaginé nuestros hijos, intenté imaginarnos felices, pero la imagen no venía. Tuve que frenar de golpe en mitad del camino, lo que provocó que las personas que venían detrás nos esquivaran con algo de violencia. Tragué saliva, nerviosa, y comencé a temblar. Un sudor frío comenzó a correr por mi espalda, pero no era un ataque de pánico. Era un ataque de "claridad". No tenía futuro con Felipe, simple y llanamente porque mi futuro era Dante. Mi pasado también lo era él. Y mi presente. No había tiempo verbal que no lo incluyera a él. ¿Por qué había tardado tanto en darme cuenta?
Como si se tratara de una señal divina, miré a mi derecha y vi un cartel de aerolínea que rezaba: "FLHT 505 AL Dest. Amerigo Vesp. Airp. FLR ITA Boarding NOW". No entendí mucho más que el nombre del aeropuerto y que estaba abordando ahora. Me pregunté si quedarían pasajes. Inmediatamente vinieron a mi mente los paisajes que tanto había admirado las pocas horas que había estado con Dante hacía dos años. Felipe trataba de llamar mi atención pero mi mirada estaba fija en ese cartel.
Estaba en una encrucijada. Quizá en la primera encrucijada de mi vida, y, Dios, cómo dolía. Cualquier decisión que tomara le destruiría la vida a alguien. Me acordé de la escena más profunda y dolorosa que vi en mi vida, de la película "Los puentes de Madison". El personaje de Meryl Streep tiene un profundo romance de unos días con un fotógrafo, interpretado por Clint Eastwood, durante la ausencia de su esposo. Ambos se enamoran profundamente y el marido vuelve. La escena a la que me refiero tiene lugar en la calle, bajo una lluvia torrencial. Ella está en la camioneta con su esposo, y el fotógrafo va en otro vehículo delante de ella. Ambos están parados por un semáforo. Durante el tiempo que demora en cambiar la luz, ella siente la tentación de bajarse de la camioneta y correr con su nuevo amor. Se puede ver en su mirada que lucha contra la estabilidad, su matrimonio y sus hijos; y las nuevas posibilidades que representa el fotógrafo. Nunca he visto un personaje tan bien logrado, el dolor que le causa tomar esta decisión, las dos posibilidades que se presentan ante ella. Nunca olvidaré ese llanto, porque mostraba la infelicidad que sentía en ese momento. No voy a contar qué decisión toma Meryl para no hacer spoiler, pero sí puedo decir lo que hice yo.
Comencé a llorar, sabiendo lo que iba a doler hacer lo que iba a hacer, pero a su vez, reconociendo que no había otra opción. Ninguna decisión en mi vida había sido fácil, pero eso no podía paralizarme. Nunca había tenido una familia, hasta que lo había conocido a Dante. Todos mis recuerdos felices lo incluían. No quería idolatrarlo. Era testarudo, malhumorado, muchas veces me sacaba de mis casillas, más de las que podía contar. Pero él también era mi debilidad. Él era con quien me imaginaba perdiendo la paciencia a los ochenta años, nadie más. El amor que sentía por él era más grande que cualquiera de nuestros errores. Él era mi refugio. Él era mi verdad.
Felipe pareció percatarse de lo que estaba pasando por mi mente y por mi corazón, porque cuando logré hablarle lo vi derrotado.
-Feli, perdóname por lo que voy a hacer, pero te haría mucho más daño quedándome aquí contigo.
Sus ojos, incrédulos, me miraban con dolor y con un dejo de rabia.
-Te diste cuenta antes que nadie. A mí me costó un poco más poder verlo, pero no puedo hacerte más daño. Te mereces a alguien que te ponga en primer lugar en su vida, y yo no puedo hacerlo, porque ya sabes quién ocupa el primer lugar. Lo siento de verdad.
Me quité el anillo de compromiso de la mano derecha y la deposité en la suya, mientras acariciaba su mejilla para limpiar una lágrima que corría por ella. Las manos me temblaban y siguieron haciéndolo incluso cuando me senté en el asiento de aquel avión.
Una azafata se acercó a mí y me habló con amabilidad.
-Buenas tardes. Mi nombre es Michelle Lara-Bonilla, y seré su azafata en este vuelo. No pude evitar ver que está algo afligida, me gustaría ofrecerle un cambio a First Class. Las lágrimas quizá no dejen de correr, pero tendrá algo más de privacidad. ¿Qué me dice?
Agradecí a Michelle, me trasladé a primera clase y cerré los ojos con una sonrisa, pensando en todo lo que había pasado desde que había vuelto a abrirlos y me había encontrado con los de Dante.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro