Capítulo 4 - De tomo y lomo
Eva
Hacía dos minutos que lo había conocido, y ya lo odiaba. De hecho había decidido odiarlo desde antes de conocerlo, desde que Rodolfo me había impuesto este nuevo compañero, de la mano del consejo directivo.
Ahora tenía un buen motivo, y pensé aferrarme a él con uñas y dientes. El muy imbécil me había insultado y se había burlado de mí. Bueno, lo del insulto era real. Lo de la burla, tal vez estaba exagerando un poco, él no tenía cómo saber que yo estaba ciega. De todos modos, estaba cabreada y ya había decidido odiarlo.
Pasaron algunos minutos y nadie decía nada. Supuse que estaba tan incómodo como yo. Pues no pensaba ponérselo fácil.
–¿Qué ocurre? ¿Estás pensando en otra manera de insultarme, además de burlarte de mi discapacidad?
–Lo siento, ¿vale? Yo... No sabía que no puedes ver. No era mi intención insultarte. Hemos arrancado con mala pata. ¿Qué dices si empezamos de nuevo? Soy Dante Robaina, mucho gusto.
Percibí movimiento delante de mí y lo escuché carraspear, por lo que supuse que el muy idiota me había tendido la mano nuevamente y se había olvidado que no podía verlo. No hice ademán de saludar.
–Soy la doctora Evangelina Rojas, y te voy a dejar en claro algunos temas. Primero: No sé cómo has conseguido entrar en este lugar, pero estás frito si crees que voy a besar tus pies porque seas hijo de alguien importante que te acomodó aquí. Segundo: este es mi laboratorio, y aquí se hace lo que yo digo, tanto en la investigación como en el quehacer diario. Tercero: Es de buena educación tomarse una ducha antes de venir a nuevo trabajo, no sé si te lo habrán enseñado, porque no hueles muy bien.
Cuarto: No quiero trabajar contigo, pero me obligan, así que tratemos de hacer esta convivencia lo más pacífica posible, pero ten en cuenta que para mí eres como un grano en el trasero.
–Bueno, eso no está tan mal. Si tuviera que ser un grano no hay otro lugar donde quisiera estar que en ese trasero, créeme– dijo, mordaz.
–Y encima eres un salido...Cada vez me gustas más, Robaina– comenté con sarcasmo. – Así que de entre todas las cosas que te dije, ¿precisamente tienes que bromear acerca de mi trasero?
–Jamás bromearía acerca de su trasero, doctora Rojas. Es algo muy serio, sin lugar a dudas,– siguió. –Y para su información, sí me baño, pero tuve que cambiar la rueda de mi coche y ya estaba llegando tarde...
Decidí ignorar su provocación y traté de conocerlo. Si iba a tener que hacer trabajo forzoso con él necesitaba saber algo más, además de que era un gilipollas de tomo y lomo.
–¿Cómo es que nunca he escuchado sobre ti? La comunidad de investigadores es bastante pequeña...no habla muy bien de tu trabajo que ni siquiera conozca tu nombre– dije, con un dejo de burla en mi comentario.
–Pues resulta que terminé mis estudios en el exterior, en Inglaterra, y allí estuve trabajando en un laboratorio de la universidad de Oxford, hasta hace tres años, que fui a China a seguir mis investigaciones. Regresé hace tres meses. ¿Y tú? ¿Hace cuántos años que estás aquí? ¿Estudiaste en algún sitio más o solo aquí en el país?
Ahora el que usaba un tono burlón era él, y podía imaginarme su cara, aunque claramente no la podía ver. No se la dejaría pasar.
–Hice un posgrado y un doctorado en Harvard, y estuve un año y medio en Suiza haciendo investigación. Siempre que estoy en el país estoy aquí en el laboratorio porque es mi segunda casa, pero suelo viajar– Nuestra pequeña competencia de talentos no hacía más que empezar. –¿Cuántos años tienes, Dante?
–Tengo veintinueve, el mes que viene cumplo treinta.
–Fantástico, el año que viene quizá traigan un bebé. Mira niñato: Todavía no sé qué haces aquí, pero no me gustas nada. Que sepas que, aunque sea ciega, veo venir a los gilipollas desde muy lejos, y tú me apareciste en el radar hace varios kilómetros. Aquí se hace lo que yo digo, y si quieres trabajar conmigo, tendrás que ganártelo. Vete al laboratorio que está junto a mi puerta y pídele a Ramón, que es el tío de rastas, que te entregue los tubos de ensayo que hay que limpiar y...
–Alto ahí, guapa. Me parece que te estás confundiendo. Yo no vine aquí para ser tu friegaplatos, yo vine aquí a investigar contigo, mal que me pese. Si quieres los tubos limpios, que lo haga Bob Marley y sus rastas, pero yo no estoy aquí para eso, bonita.
Cerré los ojos con exasperación. Este tío era imposible. Mi vida se iba a convertir en un infierno si tenía que aguantarlo todos los días durante seis meses. Me lamenté por mi mala suerte y maldije aquel día del accidente.
–Entiendo. Así que quieres investigar conmigo...– le concedí –entonces será mejor que vayas al laboratorio y pidas a Mariana que te ponga al día con el trabajo que están realizando. Que ella te actualice y mañana podremos empezar. Buenos días.
Me senté, resignada, y tomé mi cabeza con las manos. Sería muy difícil trabajar con Dante. Necesitaba recuperar mi visión.
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