Capítulo 39 - Eres toda mi verdad
Dante
Me quedé parado en el umbral de la puerta, frente a Eva, que tenía la mirada desencajada. No entendía nada. No hizo falta que la invitara a pasar, porque entró como un torbellino y se quedó parada en el medio de la sala. No esperé a que siguiera gritando.
–¿De qué jueguito estás hablando, Eva?
–¡De todo esto, Dante! De que apareces y me dejas bombones, y las flores, y las miradas...
–Eva, yo no estoy jugando a nada. Yo vine aquí a buscar un tratamiento para Carla, y créeme que no...
–¡No me vengas con esas estupideces! ¿Crees que no me doy cuenta cómo me miras?
–¿Cómo te miro? ¿Y tú qué, Eva? ¿Tú no me miras? ¿No me provocas? Si estamos sacando los trapitos al sol saquemos los de los dos. Este juego lo estamos jugando los dos.
–No sé de qué hablas –dijo, haciéndose la distraída. –Y por favor, vístete, porque...
–¿Porque qué? ¿Tienes miedo de no poder dejar las manos quietas? –la estaba provocando, y me gustaba. Me acerqué a ella y me pegué a su cuerpo, que reaccionó echándose a temblar y acelerando la respiración. No creía que hubiera vuelta atrás. Sus ojos brillaban con un deseo que ya había visto antes, se mordía su labio inferior, como intentando frenar lo que ambos sabíamos que iba a suceder, pero sabiendo que ninguno de los dos deseaba evitarlo realmente.
Tomé su mano y la apoyé en mi pecho aún mojado. Ella no la quitó de allí. No dijimos nada. Nuestros cuerpos estaban gritando. No había necesidad de palabras. Mi corazón latía desbocado y sé que ella lo sentía. Su respiración, agitada, y sus pupilas dilatadas me indicaban que necesitaba esto igual que yo. Jamás había deseado tanto a nadie como la deseaba a ella, y después de dos años sin tenerla, tenía miedo de no hacerlo bien.
Entonces abandoné el poco control que me quedaba. Tomé su boca y la besé hasta que nos quedamos sin respiración. Mis manos tomaron el control de la situación y ella no se quedó atrás. Se quitó el vestido que llevaba puesto con rapidez y casi sin separar sus labios de los míos. Mi toalla fue a parar al suelo con un rápido movimiento y terminamos de desnudarnos mientras íbamos a trompicones hacia la habitación. En la radio comenzó a sonar "Mi verdad", de Maná, aquella canción que escuchamos cuando apenas estaba comenzando lo nuestro, como un guiño que el tiempo nos regalaba. Habíamos pasado por tantas mentiras, y poder probar su piel nuevamente era todo lo que necesitaba para confirmar que ella era mi refugio y mi verdad. Como decía la canción, nos refugiamos en el oasis del amor.
Hicimos el amor hasta quedar exhaustos, y, como era de esperar, apenas nos liberamos de nuestro deseo descontrolado, hizo su aparición la culpa. Lo noté por la rapidez con la que Eva corrió a vestirse. No pude evitar hacer un paralelismo con la Eva de la Creación, que también corrió a vestirse cuando apareció Dios y se dio cuenta de que había pecado. Sabía que se sentía culpable, pero esperaba con todas mis fuerzas que no se hubiera arrepentido.
Yo, por mi parte, me sentía exultante. Aunque no había sido algo premeditado, daba gracias a Dios por no haber estado con nadie más en estos años que estuvimos separados. Le había sido fiel sin saberlo, me había guardado para ella. Pero también me sentía culpable. El acostarme con ella, que estaba comprometida, no cabía dentro de mis planes y dentro de mi nueva personalidad, que intentaba hacer las cosas bien, que intentaba decir siempre la verdad. Pero, como siempre, Eva acababa con mi autocontrol. Y no podía sentirme mal del todo, simplemente porque, para mí, estábamos destinados a estar juntos.
Cuando se terminó de vestir, se acercó a la habitación con aspecto avergonzado y me dijo que se iba. Yo me levanté de la cama, me puse mi ropa interior y la abracé. Ella se prendió con fuerza de mi espalda mientras comenzó a sollozar. Besé su coronilla para tranquilizarla y le susurré que todo estaría bien. Tomé su rostro entre mis manos, le di un corto beso en los labios y sonreí.
–No puede estar mal querernos así, Eva. Esto es más fuerte que tú y yo.
–No, Dante. Tengo treinta y cinco años. No puedo actuar como una adolescente. Me costó mucho llegar a tener lo que tengo, no puedo echarlo a perder por...
–¿Por un calentón? ¿Eso es lo que ibas a decir? ¿Eso es lo que soy para ti, Eva?
–Yo no dije eso. No sé qué pensar. No sé qué hacer, Dante. Tengo que irme.
No le dije nada más, y la contemplé mientras se iba. Sentía un hueco en el estómago, pero entendía cómo se sentía, porque yo también me sentía mal. Miré el reloj y eran las diez de la noche. Me quedé tumbado en la cama, con los brazos en jarra detrás de la cabeza y mirando el techo, mientras que la música seguía sonando y reproducía canciones que solo me hacían pensar en ella.
Empezó a sonar, como burlándose de mí, una canción de Bruno Mars: When I was your man. Me reí de la ironía. Acababa de hacerle el amor en esta cama, pero ella se había ido con su hombre, con su futuro esposo. Cerré los ojos y seguí con mis oídos la tortura musical.
... Same bed but it feels just a little bit bigger now
Our song on the radio but it don't sound the same
When our friends talk about you, all it does is just tear me down
'Cause my heart breaks a little when I hear your name
... It all just sounds like ooh, ooh, ooh, hoo
Mm, too young, too dumb to realize
That I should have bought you flowers
And held your hand
Should have gave you all my hours
When I had the chance
Take you to every party 'cause all you wanted to do was dance
... Now my baby's dancing
But she's dancing with another man
... My pride, my ego, my needs, and my selfish ways
Caused a good strong woman like you to walk out my life
Now I never, never get to clean up the mess I made, oh
And that haunts me every time I close my eyes
... Although it hurts
I'll be the first to say that I was wrong
Oh, I know I'm probably much too late
To try and apologize for my mistakes
But I just want you to know
... I hope he buys you flowers
I hope he holds your hand
Give you all his hours
When he has the chance
Take you to every party
'Cause I remember how much you loved to dance
Do all the things I should have done
When I was your man
Do all the things I should have done
When I was your man //
La misma cama, pero ahora parece un poco más grande,
nuestra canción en la radio, pero no suena igual,
cuando nuestros amigos hablan de ti,
todo lo que hace es destrozarme,
porque mi corazón se rompe un poco
cuando oigo tu nombre.
Todo suena como: oh
Demasiado joven, demasiado tonto para darme cuenta,
que debería haberte comprado flores,
y sujetado tu mano.
Debería haberte dado todas mis horas,
cuando tuve la oportunidad,
llevarte a todas las fiestas,
porque todo lo que querías era bailar.
Ahora mi nena está bailando,
pero está bailando con otro hombre.
Mi orgullo, mi ego, mis necesidades, y mis hábitos egoístas,
causaron que una chica fuerte y buena como tú,
se fuera de mi vida.
Ahora, nunca, nunca llegaré a limpiar el desastre que causé,
y me atormenta cada vez que cierro los ojos.
Aunque duela,
seré yo el primero en decir que estaba equivocado,
sé que probablemente sea con mucho demasiado tarde,
como para intentarlo y disculparme por mis errores,
pero solo quiero que sepas que:
espero que él te compre flores,
espero que él te sujete la mano.
Que te dé todas sus horas,
cuando tenga la oportunidad,
te lleve a todas las fiestas,
porque todavía recuerdo cuánto te encantaba bailar.
Que haga todas las cosas que yo debería haber hecho,
cuando yo era tu hombre.
Que haga todas las cosas que yo debería haber hecho,
cuando yo era tu hombre.
Mientras "disfrutaba" de la canción, sonó el timbre. Corrí hacia la puerta, pensando que tal vez, solo tal vez, Eva se habría arrepentido y volvía a mis brazos. Pero cuando abrí la puerta me encontré frente a frente a Felipe.
–Felipe, ¿qué estás haciendo aquí?
–Necesito hablar contigo, ¿puedo pasar? –dijo, pero no esperó a que lo dejara entrar. Caminó hasta la sala, mirando para todos lados, casi inspeccionando cada rincón, esperando encontrar vaya a saber qué, o a quién.
–Adelante, ponte cómodo– dije con sorna. –¿Quieres tomar algo?
–No, gracias.
Me senté en el sillón, frente a él, esperando que dijera lo que había venido a decir.
–¿Sabes que allí, en la cocina, fue nuestro primer beso?
Lo miré, impertérrito, mientras esperaba que siguiera con sus palabras.
–Y aquí, en este sillón, hicimos el amor por primera vez... No llegamos a la cama, teníamos mucha urgencia, sabes a qué me refiero...
Me estaba provocando, y no podía saltar, no podía demostrar la rabia que me carcomía por dentro, porque él ganaría. Lo sabía con claridad, pero si no acababa ya, le iba a romper la cara. Puse mi mejor cara de póker e intenté sonar despreocupado.
–No sé por qué me estás contando esto, ni qué pinto yo con eso...
–¿De verdad no lo sabes? Dante: sé que vas tras ella. Y estoy aquí para recordarte que ella está conmigo, y nos vamos a casar. Quizá no sepas cómo estaba ella cuando empezó a salir conmigo, pero déjame que te diga que volvió a reír, volvió a tener esa sonrisa que tú le habías borrado. Vengo a pedirte, de hombre a hombre, si es que tienes algo de hombría y de honor, que la dejes en paz, que desaparezcas. Si es cierto que la quieres, como le dijiste a mi tío, déjala ir. Tú sabes que yo podré hacerla feliz.
Me quedé de piedra. No sabía qué responder. Todo lo que me decía tomaba un significado diferente por lo que acababa de pasar con Eva. Estaba seguro de que si se le daba por ir a la habitación podría sentir su aroma en las sábanas. Intenté mantener la calma.
–Felipe, no sé de qué hablas. Yo estoy aquí por mi hermana.
–¿Sabes que por repetir hasta el cansancio una mentira eso no la convierte en la verdad? Te huelo y te vi desde que llegaste. Viniste a por Eva, pero ella ya no te quiere. Ella está conmigo.
–Bueno, pues eso tendría que decirlo ella, ¿no te parece? –ya había sido suficiente. No iba a tolerar más tocadas de huevos.
Felipe se quedó callado unos segundos, con los ojos muy abiertos. Se levantó, amenazante, y yo hice lo mismo para mostrarle que no le tenía miedo.
–Ella se va a casar conmigo, se comprometió a eso y lo va a cumplir. Si tienes algo de dignidad, vete de aquí y respeta su elección.
Se puso de pie y caminó hacia la puerta. Yo no pude pararme, porque estaba haciendo uso de todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre él y molerlo a golpes.
La visita de Felipe me había jodido el día, pero no por eso dejaba de reconocer que era una medida desesperada de un hombre que solo quería retener a su mujer. La pregunta verdadera era: ¿Qué quería Eva?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro