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Capítulo 35 - Noticias del exterior

Dante

Dos años después.

Me desperté cerca de las seis y media, como todos los días. Ayudé a los pacientes con su desayuno, y después acompañé a algunos a la sala de juegos. Allí también había unos cuantos libros ordenados en una biblioteca y una televisión.

Tratábamos de no incentivar mucho el uso de la televisión, no lo usábamos más que para ver algún documental de la naturaleza o de animales; ya que las películas, o sobre todo los informativos podían confundir a los pacientes. Lo mismo ocurría con los periódicos. Estaba prohibido dentro de las normas de la clínica que los visitantes llevaran información sobre noticias del exterior. Todo se hacía en pos del bienestar de los pacientes.

Tras dos años de permanencia continua en la clínica, la dueña se había dado cuenta de que iba en serio, entonces, en contra de mi voluntad, había terminado por contratarme como director de la misma. Ella cada vez se involucraba menos en las gestiones diarias, y me dejaba eso a mí. Según me decía, yo tenía el conocimiento y la sensibilidad para hacerme cargo de todo, mientras ella se apartaba a un lugar menos visible y me dejaba las riendas del funcionamiento de la clínica.

Igualmente mi rutina no había cambiado. No era un director de escritorio. De hecho hacía muy poco papeleo y ni hablar de reuniones. Del cien por ciento de mi tiempo, el noventa y cinco estaba dedicado a mis pacientes, y el otro cinco restante lo destinaba a tareas administrativas o reuniones. ¿El secreto? Delegar. Nunca dejaba desatendida la necesidad de un paciente, mientras que las reuniones o los trámites siempre podía hacerlos otra persona, incluso la dueña. Esa había sido la condición que había puesto para aceptar el cargo, y ella había estado de acuerdo.

Había algo, sin embargo, que seguía latente en el fondo de mi corazón: Eva. Habían pasado dos años y seguía extrañándola. No sabía nada de ella, y así era mejor. Ella no había aparecido, lo que era la respuesta más elocuente. Había seguido con su vida, cosa que yo no había podido hacer. Quizá sus sentimientos no eran tan fuertes, después de todo. O simplemente había podido hacer lo que yo no: olvidar nuestra historia.

Sostuve una taza de té en mis manos, y observé que mi mano temblaba un poco. Estaba intranquilo, especialmente después de la llamada que había recibido dos días atrás de mi hermano Alejandro. Daba vueltas en mi cabeza una y otra vez. Me había prometido dejar atrás esa etapa de mi vida, pero parecía que algo (o alguien) estaba empecinado en que no lo hiciera.

Paseé por el jardín, observando a los pacientes que disfrutaban del sol y de la compañía de sus familiares. El horario de visitas en la clínica era diario, pero bastante estricto en cuanto al tiempo, porque a los enfermos les hacía bien seguir una rutina establecida. Eso los ayudaba a que su día tenga un ritmo adecuado, y les permitía prever las actividades, dándoles más confianza en sí mismos y en poder controlar algunas cosas en los casos menos avanzados de la enfermedad.

Me llamó la atención una pareja que estaba algo apartada del sector donde se reunían todos diariamente. Me acerqué, disimuladamente, y alcancé a ver que eran Grazia, una paciente de setenta y cinco años, con un Alzhéimer avanzado, y su nieta. Ella sostenía un periódico en sus manos y le leía algo a su abuela con mucho entusiasmo.

Me presenté frente a ellas con una sonrisa, y saludé a ambas.

Buongiorno, caríssimi. ¿Come stanno?

Tutto bene, grazie. –respondió Carolina, la nieta de Grazia.

¿Possiamo parlare alcuni minuti per favore, Carolina?

–Certo.

Caminé hasta mi oficina, con Carolina detrás de mí. Entré, la dejé pasar y cerré la puerta. Me senté en el sillón y le hablé, recordándole nuestra política de no ingreso de información a la clínica .

Carolina, tu sai che in questo luogo non permettiamo l'accesso d'informazione. Comunque tú hai portato un giornale e lo stavi leggendo a tua nonna. Questo é pericoloso per lei.

Carolina bajó la cabeza y se mostró avergonzada, pero inmediatamente levantó la mirada, desafiante, y me mostró la noticia que le estaba leyendo a su abuela.

Lo só, ma ho pensato che questa è una notizia veramente importante per la sua condizione. Leggi, per favore. Non posso credere che tú non sai niente.

Tomé el periódico en mis manos y leí la noticia. En letras enormes y negras, el titular rezaba: "¡SE HA ENCONTRADO LA CURA DEL ALZHÉIMER!".

La noticia me resultó familiar: en un lenguaje simple y fácil de entender, la nota explicaba de manera sintética, en una página completa, los años de investigación que habían llevado a Star Labs a encontrar la cura del Alzhéimer. Pero lo que me llamó la atención fue un recuadro en la parte inferior derecha de la página. Los ojos se me perdieron en esa fotografía, y no pude evitar emocionarme al leer la información del recuadro.

"La doctora Evangelina Rojas, principal investigadora del Laboratorio, recibirá el premio Nobel de Medicina el próximo diez de diciembre en Estocolmo."

Era una foto de la cintura para arriba. Vestía su clásica bata blanca. Aquella en cuyos bolsillos dejé tantos bombones que no se podrían contar. Su perfecto rostro sonreía a la cámara y sentí un calor en mi cuerpo que no sabía que había perdido. No sabía cuánto la había echado de menos hasta ver su foto.

Agradecí a Carolina y le expliqué brevemente que para los casos avanzados de la enfermedad, como el de su abuela, el tratamiento poco podría hacer. Pero le prometí que investigaría un poco más y le comentaría si había novedades. Le pedí que me dejara el periódico y lo hizo gustosa.

Una vez que me quedé solo en la oficina, apoyé mis codos sobre las rodillas y sostuve mi cabeza con las manos, como hacía siempre que algo me preocupaba.

¿Cuáles eran las chances de que, en un lugar prácticamente aislado del exterior, me llegara esta noticia y en este momento tan particular? Miré al cielo y sonreí: «Esto es cosa tuya, mamá».

No quería enfrentarme a ella. No quería volver a verla en persona. Sin embargo, necesitaba hacerlo cuanto antes. En pocos minutos me encontré tomando las llaves del coche y conduciendo al centro de la ciudad a comprar un pasaje para el nueve de diciembre, dos semanas después.

«Estocolmo, aquí vamos». 

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