Capítulo 31 - Keep breathing
Dante
Pasamos el día en una excursión por los viñedos y olivares de Chianti. Era un paisaje maravilloso. No importaba cuánto tiempo pasara o cuántas veces al día lo viera: no me cansaba de contemplarlo. Inevitablemente también, y como me pasaba continuamente, mi mente se fue hacia Eva. Sabía que ella valoraría esta vista como nadie. Ella siempre hacía todo como nadie. Me entristecí por lo mucho que la extrañaba, pero quería respetar su deseo, aunque no sabía por cuánto tiempo podría aguantarme.
Estaba disfrutando realmente de este tiempo en la clínica. Descubrí que no solo la medicina puede curar o ayudar a los enfermos, sino principalmente el amor. Estaba con ellos prácticamente todo el día, los acompañaba, les charlaba, hacíamos todo tipo de actividades recreativas, y ellos respondían con amabilidad y mucho afecto.
A veces no sabían quién era yo, a veces me confundían con un familiar, pero se sentían muy cercanos a mí, y yo a ellos. Era una injusticia esta enfermedad. Rogué internamente que Eva siguiera avanzando en la investigación. Para ellos sería tarde, pero quizá algún día esta mierda de enfermedad se podría detener.
Y otra vez pensando en Eva... todos mis pensamientos me llevaban a ella de una u otra forma, y al menos dos o tres veces al día, deseaba con locura llamarla y escuchar su voz. Creo que esa fue una de las razones por las que no quise llevar mi móvil, sabía que no podría resistir la tentación de llamarla. Cada día pensaba más en ella, a diferencia de lo que pensé que sería. Apenas hacía unos meses de nuestra separación pero a mí me sabían como años. Con las personas que seguía en contacto era mi familia, pero yo era quien los llamaba. Hablaba una vez por semana con mamá, y cuando estaban mis hermanos cerca, también con ellos. Necesitaba también este tiempo para mí, para saber qué quería hacer, y para decidir mi futuro.
Lamentablemente, lo único que podía pensar para mi futuro era estar con Eva, pero fuera de eso, la idea de quedarme indefinidamente en la Toscana no me parecía del todo desagradable. Sí, sabía que me estaba escondiendo de la realidad, pero por el momento era lo único que podía hacer.
La belleza del paisaje era impresionante, y era como si toda la región estuviera suspendida en el tiempo. Si bien Florencia, por ser la capital, estaba mucho más poblada y tecnologizada, todo estaba rodeado de un aura de antigüedad que le daba un encanto mágico a todo. Era como viajar en el tiempo, y me sorprendió lo rápido que me acostumbré a eso.
En la mañana, cuando estábamos paseando por uno de los viñedos de la zona, de pronto sentí una angustia repentina, que no logré identificar. Nunca creí en los presentimientos, pero si eso era, fue uno malo. Inmediatamente pensé en mi madre.
Me acerqué a la oficina de recepción del viñedo, que no era más que una casa muy antigua donde vivía el cuidador, y le pedí si me dejaba usar el teléfono. Dejé un billete de cinco euros en la mesita donde estaba apoyado. Llamé a casa de mamá pero nadie respondió. Eso no hizo más que aumentar mi nerviosismo, ¿había pasado algo?
Me maldije internamente por mi estúpida decisión de no llevar mi móvil. Si lo hubiera tenido sería cuestión de un par de teclas y listo. Ahora era cuando me parecía que la idea de no tecnología no era tan buena. Pero ya no podía remediarlo. Decidí aparcar el mal presentimiento, cuando volviéramos a la clínica intentaría contactar nuevamente.
El día pasó, lento y hermoso. Me sentía muy cómodo en esta nueva realidad, sin engaños, sin mentiras. Alguien podría decir, de manera acertada, que estaba desperdiciando mi talento de investigación, pero la realidad es que los avances que habíamos logrado con Eva estaban en estudio por parte de la EMA para lograr la aprobación, y no había mucho que pudiera hacer al respecto para acelerar el proceso, además del hecho que me consideraban un paria en el ámbito de la investigación. Rodolfo se había encargado de difamar mi nombre a diestra y siniestra, y lo entendía. Me había metido con sus dos amores: su laboratorio y Eva. En el tiempo que hacía desde que nos habíamos separado, me habían escrito correos varios colegas para preguntar si era cierto el rumor que les había llegado sobre mí.
Quise olvidar un poco esas cosas que me provocaban dolor, pero estaban ligadas a Eva, que era la que me daba vida, así que estaba cagado. Me sentía un gilipollas por haberla perdido, y cada día pedía al cielo que volviera a mi lado.
A la vuelta de la excursión estaba cayendo la noche, entonces la mayoría de los pacientes se quedaron dormidos con el suave balanceo del autobús. Yo paseé un par de veces por el pasillo, pero al ver que todo estaba en orden me senté en mi asiento y cerré los ojos.
Una suave música salía de los parlantes superiores del vehículo, era una canción que había escuchado alguna vez, pero no recordaba cuándo. La letra hablaba de que la tormenta venía y cerraba los ojos para no verla, porque lo único que podía hacer era seguir respirando... Te entiendo, tía. Conozco el modo "supervivencia".
The storm is coming but I don't mind
People are dying, I close my blinds
All that I know is I'm breathing now
I want to change the world, and instead I sleep
I want to believe in more than you and me
But all that I know is I'm breathing
All I can do is keep breathing
All we can do is keep breathing //
La tormenta viene pero no me importa,
La gente se muere, yo cierro mis ojos.
Todo lo que sé es que estoy respirando ahora.
Quiero cambiar el mundo, y en cambio duermo.
Quiero creer en algo más que tú y yo.
Pero todo lo que sé es que estoy respirando.
Todo lo que puedo hacer es seguir respirando.
Todo lo que podemos hacer es seguir respirando.
Llegamos a Florencia en pocos minutos. Descargué todas las cosas mientras dos de las enfermeras de la clínica, que habían venido con nosotros, ayudaban a bajar a los pacientes. Pagué al chofer y entré a la clínica.
Al rato cenamos y fuimos a la cama. Me costó conciliar el sueño, y cuando lo hice, dormí intranquilo.
Al otro día me levanté a las seis, desayuné y acompañé a algunos pacientes a pasear por el patio trasero.
Acababa de dejarlos en la sala de estar mirando un poco de televisión cuando sonó el timbre. Vi que no había nadie en los alrededores entonces fui a abrir.
Nada me había preparado para la sorpresa que había tras la puerta. Abrí, distraído, y me encontré con aquellos ojos marrones que tanto adoraba contemplar y que tanto extrañaba. Eva me miró con los ojos llorosos desde el umbral, y supe, con una certeza aplastante, que algo malo había ocurrido, ¿si no por qué estaría ella aquí, si me odiaba?
El contraste entre la belleza de la calle, que enmarcaba el perfecto rostro de Eva, y la gravedad de su semblante, me llenó de angustia, de la misma angustia que había sentido la mañana anterior. La tormenta había llegado. Antes de que pronunciara las palabras, de hecho, antes que pronunciara ninguna palabra, sabía lo que me iba a decir, y por una vez en mi vida deseé estar equivocado.
Eva se mordía una y otra vez el labio inferior y yo apenas fui consciente del hecho, porque necesitaba que hablara de una vez, que dijera esas palabras que sabía que diría.
–Dante...
Asentí con los ojos llenos de lágrimas, alentándola a seguir. Tragó saliva, como si estuviera buscando las palabras adecuadas pero no las encontrara. Y luego, soltó la bomba.
–Dante, lo siento mucho: vine a decirte que tu madre ha fallecido.
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