Capítulo 28 - Feliz Navidad, amor mío
Eva
Dani me contó que Dante estuvo en casa, y no pude evitar preguntarle cómo estaba, si lo había visto triste, enojado, normal, si le había preguntado algo sobre mí. Dani fue escueta en sus respuestas y después de un rato, se fue a su casa. Sé que no estaba a gusto haciendo esto pero no podía pedírselo a Rodolfo, temía que hubiera un enfrentamiento.
Hablando de Rodolfo, me había hecho jurar que pasaría la Navidad con él y su esposa. La verdad, no me apetecía celebrar nada, no estaba para fiestas y menos para alegrías, pero quise darle el gusto. Sé que en el fondo se sentía culpable porque él había accedido a contratar a Dante en el laboratorio. Me lo había dicho en el avión mientras volvíamos a casa, antes de que me quedara dormida, llorando en su hombro.
No podía evitar preguntarme por él: cómo estaría, dónde pasaría la Navidad, ¿me querría de verdad? No, pero es que a gilipollas no me ganaba nadie...me había humillado, se había burlado de mí, me había engañado, y yo como una tonta preocupada por él.
Estábamos en medio de las vacaciones de invierno, en el corte de las fiestas de Navidad. Por un lado me vino bien, porque no tenía cabeza para volver al laboratorio, donde también allí tenía tantos recuerdos de Dante por todas partes. Por otro lado, necesitaba ocupar mi mente ya que estaba constantemente pensando en él, y si estuviera trabajando al menos podría pensar en algo más.
Aunque honestamente no sé cómo podría retomar el estudio del Alzheimer. Se había vuelto demasiado personal, demasiado doloroso. Quizá podría hacerlo en un laboratorio del exterior, así no estaría rodeada de tantos recuerdos. Tendría que pensar en detalle qué hacer, pero ahora no era el momento para decidir mis próximos pasos.
Llegó la Nochebuena, y un rato antes de dar las doce, recibí un mensaje de voz de Dante. Dudé seriamente si escucharlo o no, pero lo hice, llena de espíritu masoquista, más que navideño, calculo.
***Feliz Navidad, bonita. Espero que no te moleste que te mande este audio. Necesitaba hacerlo. Quería llamarte pero creo que así es mejor. No sé si podría soportar oír tu voz y no correr a buscarte. Estamos en Navidad, y se supone que en la Navidad uno dice lo que siente, y espera un milagro. Bueno... aquí va el mío: dame una oportunidad, Eva. Escúchame, sé que quieres hacerlo porque te conozco. No quiero decirte por aquí todo lo que siento, me gustaría decírtelo en persona, pero tómate el tiempo que necesites. Te estaré esperando. No tengo nada más en la vida que tú, así que, cuando tú lo quieras, aquí estaré. Te estuve esperando toda mi vida sin saberlo. Ahora que lo sé, ahora que te conozco, no voy a desistir. Seguramente el Dante que empezó con este juego perverso no te esperaría y mandaría todo a tomar por culo, pero yo ya no soy ese Dante. Me has cambiado. Me has hecho mejor de lo que era. Gracias a Dios, debo añadir, porque el otro Dante no me gustaba nada. Y este tampoco me gusta mucho que digamos, ¿eh? Pero al menos lo tolero. Ahora estoy pagando las consecuencias de mis errores, y es justo que así sea. Ese es otro milagro de Navidad: que yo sea otra persona. Quizá no me creas porque has conocido lo peor de mí, pero por favor recuerda que, cuando estábamos juntos, te di lo mejor, me hiciste mejor. Y eso ya no va a cambiar. Me he prometido no volver a mentir...y no sabes la bronca que me ha echado mi familia cuando les conté la verdad, ¡ay, madre!, si es que casi me han echado de aquí. Mi hermana no quería que cenara con ellos, y hasta hoy no me habla, y mis hermanos me agarraron a golpes, mi madre tuvo que separarnos. En fin, que te extraño, y que te amo, Eva. Y sé que en el fondo de tu corazón tú también lo sabes. Por favor no lo olvides. Feliz Navidad, amor mío.***
No pude evitar echarme a llorar con su mensaje, aunque también reí escuchando el relato de su familia. Yo también lo echaba mucho de menos, pero tenía que ser fuerte. Aunque me había deshecho escuchar su voz, no podía caer de nuevo. Cada vez que se me cruzaba por la cabeza la idea de volver con él, me venía a la mente lo que había visto en esa carpeta: los informes, las fotografías, la mentira. No podía volver a confiar en él.
No respondí su mensaje, aunque me sentí mal por no hacerlo, pero es que de verdad no sabía qué contestar. Decidí que lo mejor era seguir en ese silencio que reinaba entre nosotros.
Brindamos a las doce, y mi único pensamiento fue Dante. Deseé de corazón que encontrara su camino, que pudiera cumplir su propósito de decir la verdad, y por su bien, que pudiera enmendar sus faltas. También pedí por mí, para que se me quitara este dolor punzante que sentía permanentemente, y que pudiera olvidarlo de una vez y para siempre.
No pasamos solos la Navidad. Rodolfo me la jugó, y trajo consigo a Felipe, su sobrino, que ¡oh, casualidad!, tenía mi misma edad y estaba soltero. Muy disimulado, Rodolfo... La cosa es que, pobre Felipe, era muy majo, muy simpático y muy buen mozo, pero no tenía el más mínimo interés. Por más buena voluntad que quise poner, no podía sacarme de la cabeza a Dante. Nos despedimos intercambiando números de teléfono, pero con la certeza de que no lo usaría jamás.
Recibimos el nuevo año, y repetí los mismos deseos que en Navidad. La Nochevieja la pasé con Dani y su familia, porque me obligó a salir de casa. Ya estaba preparada para pasarlo sola en casa, pero no me dejó. Así que allí estaba, desganada, pero recibiendo el año nuevo con mi mejor amiga. No hubo mensajes de Dante. Quizá interpretó mi silencio como una señal de que no quería que me escribiera más. No sé si eso fue bueno o malo, me sentía ambivalente: si no me escribía, quería que lo hiciera; si lo hacía, quería que me dejara en paz.
Pasaron las fiestas, llegó el nuevo año, y todo siguió su curso. Dante no volvió a escribirme y no había día en que no pensara en él, pero no quería escribirle. ¿Para qué? Si yo seguía enojada e incapaz de perdonarlo.
Rodolfo estaba peor. Quería destruirlo, denunciarlo a la junta de ética, destruir su reputación. Yo ni siquiera podía hacer eso, porque lo seguía amando como el día que nos separamos. Logré detener las acciones legales, pidiéndole que no lo denunciara, y que lo hiciera por mí, pero se encargaba de defenestrarlo con cualquier persona que hablara, y eso no lo podía evitar.
Volví al trabajo, y nada era igual. Nuestros descubrimientos estaban en estudio por parte de la EMA, así que lo único que podía hacer era seguir estudiando y analizando resultados. Algo bastante aburrido, y que, por cierto, me hacía extrañar más a Dante.
Pasaron cuatro meses, lentos, tediosos y tristes, y sin saber nada de él. Entonces, una tarde, recibí un mensaje inesperado. No era de Dante, sino de Carla, su hermana:
***Eva: necesito que vengas. Mamá ha tenido un infarto. Dante no está y no sé qué hacer.***
Llamé de inmediato a Carla, que me dio detalles de la situación y del hospital donde estaba internada. Corrí a hacer mis maletas, llamé a una agencia de alquiler de coches, pues el mío había quedado destrozado después del accidente y nunca había comprado otro, y salí para el pueblo de Dante, a ver a su madre. ¿Dónde estaría? ¿Por qué no estaba con ella?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro