Capítulo 22 - El equivalente a un premio Óscar
Eva
Desde el día de la operación, mi vida había sido un cúmulo de sorpresas. Sorpresas buenas, cabe aclarar. La principal era haber recuperado la visión. Era algo que me asustaba mucho, y que por momentos temía que no se llegase a dar. Por eso cada vez que abría los ojos y veía, daba gracias a Dios. A veces damos por sentadas tantas cosas que cuando nos faltan nos demuestran lo equivocados que estábamos. A mí me había pasado con mi vista.
Después, la compañía de la familia de Dante me había reconfortado el corazón. Para mí, que nunca había sabido lo que era tener una familia, que ellos se preocuparan por mí y vinieran a estar conmigo y con Dante en ese momento fue providencial, y revelador. De pronto los imaginé no solo como suegra y cuñados, sino que los pude ver como abuela y tíos. Eso me asustó un poco. Jamás había pensado en ser madre. Supongo que por mi horrenda infancia, siempre me dije que traer un niño al mundo a sufrir no vale la pena. Pues ahora ahí estaba yo, imaginando a mis futuros hijos con Dante.
Dante, esa era otra de mis sorpresas. Cada día que pasaba estábamos mejor. Era cariñoso, compañero, tierno y apasionado. Me hacía volar con solo tocarme, y era tan hermoso. Mucho más hermoso de lo que había imaginado. Tenía unos ojos marrones que expresaban tantas cosas. Su rostro también era perfecto, su sonrisa, sus hoyuelos marcados... Me hacía reír, llorar y me divertía como nadie. Congeniábamos a la perfección en nuestra vida personal y en el trabajo, y había sido toda una maravilla que decidieran contratarlo para trabajar oficialmente junto a mí en el laboratorio.
La investigación era otra sorpresa, venía cada vez más avanzada y con resultados más concretos. Estábamos muy cerca de tener resultados publicables, lo que generaría una verdadera revolución en la medicina. Con esa publicación conseguiríamos la aprobación de la Agencia Europea de Medicamentos, lo que nos daría el pase libre para comenzar a elaborar el medicamento y testearlo a nivel general en sujetos de prueba. El camino sería muy largo, pero podía afirmar casi con toda seguridad que la cura del Alzheimer era un hecho. Me embargaba la emoción por saber que lo habíamos logrado, pero sobre todo me hacía feliz saber que Dante podría cumplir lo que había prometido a su padre.
Esa noche llegué a casa a las siete de la tarde. Se suponía que estaba haciendo horario reducido todavía, pero hacía poco caso. Para mí "horario reducido" era volver a casa a las siete y no a las once, ahí ya había bastante reducción.
Dante se había quedado en el laboratorio un par de horas más trabajando en unos análisis que había que estudiar. Decidí llamar a Dani y pedirle que me visitara. Después de la operación nos habíamos visto poco y extrañaba a mi amiga.
Llegó a los pocos minutos y nos servimos unas copas de vino y unos snacks, mientras nos sentamos en el sofá y nos pusimos al día con nuestras respectivas vidas. Estar con Dani era como reiniciarme, y había olvidado cuánta falta me hacía. Cuando quisimos acordar nos habíamos terminado la botella de vino y estábamos por abrir la segunda cuando la puerta de casa se abrió de golpe. Dante entró como una tromba y me alzó en sus brazos mientras me giraba y gritaba a la vez.
–¡No lo vas a creer! ¡Es maravilloso! ¡Es espectacular!
–¿Qué ha pasado, Dante? ¡Cálmate o no voy a entender lo que me quieres decir!
–Hola, Dante – saludó Dani, y por alguna razón, el ambiente se enrareció. Dante me soltó y saludó a Dani. Ambos estaban serios.
–¿Qué está pasando aquí?– quise saber, algo inquieta.
–Nada–, respondió Dani, que no le quitaba los ojos de encima a Dante. –¿Sabes, Eva? Recordé que tengo que elaborar un informe para un paciente, así que mejor me voy. De todos modos quedas acompañada... adiós cariño.
Desapareció ante mi vista como una exhalación, y sin saludar a Dante. ¿Qué cojones estaba pasando? Ya me iba a escuchar mi amiga, se había comportado como si de pronto me hubieran crecido dos cabezas.
Dante se encogió de hombros cuando le pregunté qué había sido eso, y luego me explicó que en el otro único momento que se había cruzado con Dani había sido durante mi internación, y no habían conversado demasiado. Le creí, porque su conducta no cambió, la que había actuado rara era ella.
Intentó quitarle hierro al asunto bromeando con que quizá estaba celosa ahora que su amiga estaba en pareja, pero no hice caso, Dani era la persona menos celosa del planeta. Pasaba algo más, y lo averiguaría a la brevedad posible.
Una vez que aparqué el tema de mi amiga, Dante sacó de su mochila un sobre grande, de esos acolchados, en los que se envían documentos importantes. Me lo tendió, y mientras lo abría comenzó a golpear la encimera de la cocina repetidas veces, como si fuera el redoble de un tambor, supongo que con la intención de dar misterio a la situación. Lo miré de reojo con expresión reprobatoria y dejó de golpear, pero sonrió ampliamente. Tomé mis anteojos culo de botella y procedí a leer. Ya hacía tres meses de la operación, y aunque veía muy bien, todavía me costaba enfocar la vista y necesitaba esos gruesos lentes para leer, y apenas podía hacerlo con el ojo derecho.
Adentro del sobre había otro más pequeño, de color blanco, que estaba dirigido a Dante y a mí. Saqué del interior un papel blanco que parecía una carta. Efectivamente lo era. Comencé a leer.
Estimados doctores Evangelina Rojas y Dante Robaina:
Es un placer estar en contacto con ustedes. Mi nombre es Christa Wirthumer-Hoche y soy la Presidenta de la Agencia Europea de Medicamentos, o E.M.A.
Os escribo esta carta para invitarlos formalmente a nuestra prestigiosa feria anual de avances médicos, que se celebrará en nuestra sede de Ámsterdam, el próximo mes.
Esperamos sinceramente contar con vuestra grata presencia, ya que allí podremos charlar en persona de los increíbles avances que estáis obteniendo en el estudio de la cura del Alzheimer, según me ha comentado el mismísimo Rodolfo Rasi, director de Star Labs, quien también está invitado a acompañarnos.
Adjunto a esta carta encontrarán los pases de todas las ponencias de la feria, así como acreditaciones para toda la estadía y todas las comidas incluídas en el hotel Hampton by Hilton Ámsterdam Centre East, en Ámsterdam.
Serán considerados visitantes de honor en nuestra feria, por lo que contamos con su presencia el próximo mes.
Cualquier consulta no tienen más que llamarme o escribirme. En el sobre también encontrarán mi tarjeta con mi número personal. No duden en usarlo.
Muchas gracias y los espero por aquí.
Afectuosos saludos,
Christa Wirthumer-Hoche
Terminé de leer la carta y comencé a saltar y gritar de la emoción, tal como había hecho Dante minutos atrás. Conseguir un acceso a la feria de la EMA era muy difícil, debías solicitarlo con meses de antelación, y casi siempre te rechazaban. No puedo alcanzar a pensar lo difícil que era que te inviten, y ¡encima como invitado de honor! Era realmente algo que sucedía una sola vez en la vida. De pronto, la realidad me golpeó: realmente estábamos a punto de hacer algo importante, algo histórico, y creo que no éramos del todo conscientes de ello.
Dante comenzó a saltar conmigo, preso de la felicidad. No podíamos creer lo que nos estaba ocurriendo. Que la EMA te invitara era el equivalente a recibir un premio Óscar. Cuando dejamos de saltar, nos miramos a los ojos y solo eso necesitamos. Inmediatamente comenzamos a besarnos, hambrientos de nuestros cuerpos, con una pasión nunca antes vista. Me sentó en la encimera de la cocina y profundizó más los besos y las caricias. De pronto todo rastro de ropa nos molestaba, así que prácticamente nos la arrancamos.
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