Capítulo 2 - Un lazarillo para mí
Eva
Tanteé el marco de la puerta de mi jefe y golpeé suavemente.
–Pasa –escuché desde adentro y obedecí. –Siéntate, Eva.
Caminé confiada en el despacho que conocía muy bien y estiré los brazos hasta que di con el respaldo de la silla que estaba frente al escritorio de Rodolfo. Él esperó a que me sentara para empezar a hablar.
–¿Así que seis meses más, eh?
–Sí – dije, desanimada. –Pero no te preocupes porque tengo un plan que...
–Eva–, me cortó. –No hay más planes. Tenemos que enfrentar la realidad. No puedes seguir investigando a tientas. Y sabes que en tu equipo son todos practicantes. Necesitas un profesional.
–Es que yo no quiero a nadie que...
–Eva. Escúchame. Conseguí que la junta aprobara la contratación de un investigador interino. Créeme que era algo imposible de pensar. Lo están haciendo por ti, porque no quieren trasladarte ni, bueno, ya sabes, despedirte. El laboratorio no está como para pagar dos sueldazos como el tuyo. Sin embargo, por el valor que tienes para nosotros, lo han hecho. Tenemos que aceptar y hacernos a la idea de que esos seis meses tal vez se conviertan en más tiempo.
–No digas eso, Rodolfo –dije, y me sequé una lágrima, frustrada. –Voy a volver a ver. En seis meses.
–Bien, entonces cuando lleguen los seis meses a término, le daremos las gracias al investigador y se irá, y te ganarás tu premio Nobel por encontrar la cura del Alzheimer.
Me reí. Nadie confiaba en mí como Rodolfo. Era como un padre para mí. Desde que lo conocí me había cuidado y apadrinado en el laboratorio, y también se preocupaba de detalles como de que comiera y saliera a ver el sol cuando me quedaba demasiado tiempo encerrada en mi oficina. Cuando tuve el accidente estuvo a mi lado como el padre que no tenía, y siempre me había acompañado y asesorado en todo lo referente a mi carrera.
–Es que ya sabes cómo soy, Rodolfo. No me gusta trabajar con nadie, soy solitaria. No confío en los demás.
–¿Y tu equipo, entonces?
–Bueno, al menos a ellos los puedo mandonear –, bromeé, y Rodolfo me rio el chiste. –No me gusta estar a la par de alguien que puede querer serrucharme el piso y dejarme fuera de aquí.
–¿Por qué siempre esa desconfianza? Además, ¿tú piensas que permitiríamos eso? Sabes muy bien lo que significas para este lugar. Tus avances son magníficos, pero no pueden quedar estancados. Ya sabes que si tú no descubres algo, alguien más lo hará, y no podemos dejar que avance la competencia. Star Labs será el laboratorio que desarrolle la primera medicina que cure el Alzhéimer, y será de tu mano, Eva.
Me emocionó su confianza. Que creyera en mí, aún cuando mi futuro era incierto, me llenaba de alegría y entusiasmo. Me prometí que lo lograría, principalmente por mí misma, porque me merecía ese logro, y además quería hacerlo por el hombre que había sido mi única figura paterna en la vida. Ni hablar de los millones de vidas que se verían cambiadas radicalmente si lográsemos aunque sea acercarnos a un medicamento que logre curar, o al menos, controlar parcialmente el avance de la enfermedad.
–Conste que lo hago por ti, Rodolfo. No estoy para nada de acuerdo en tener un lazarillo al que dictar mis pensamientos. – dije, desanimada. –Ah, y lo escogeré yo, esa es mi condición–, anuncié.
–Mmm, me temo que eso no va a ser posible... ya tenemos a alguien pensado para el puesto.
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