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Capítulo 14 - Dejará de ser de noche

Eva

La noche anterior había parecido un sueño, pero lo bueno es que el nuevo día venía a recordarme que era real.

Dante se había abierto conmigo. Me había contado lo que había pasado con su padre, su enfermedad, lo que había sufrido siendo un adolescente, la culpa que sentía. Había llorado, joder. Había llorado en mis brazos, me había dado un suave beso en los labios y, finalmente, se había acostado conmigo. A dormir, nada más.

De más está decir que había sido mucha más intimidad de la que había experimentado en, digamos, toda mi vida. Intimidad de la buena. Me dormí con sus caricias, y deseando más. Pero estaba bien no forzar las cosas.

Ahora, al despertarme me había traído a la cama el desayuno, ¡con jazmines! No recordaba cuándo le había dicho lo mucho que me gustaban, pero lo había recordado. Era un detalle que había derretido mi corazón.

Desayunamos los dos en la cama, charlando de todo un poco y sonriendo como tontos. Comimos bastante ya que, como era un poco tarde, decidimos no almorzar. La fiesta sería a las siete de la tarde, y habría comida de sobra.

Dante me propuso dar un paseo por el campo antes de que se acercara la hora de comenzar a alistarnos para la fiesta. Así que salimos caminando de la mano con rumbo desconocido (al menos para mí). No tomé el bastón, de su mano no lo necesitaba.

El canto de los pájaros era la banda sonora perfecta para el paseo que estábamos dando. Siempre teníamos tema de conversación, y, si en algún momento nos quedábamos en silencio, no resultaba incómodo, sino que era algo disfrutable.

En un momento llegamos a un claro en el campo y me propuso acostarnos en el césped. Accedí gustosa y enseguida me sentí bañada por el sol de una forma muy agradable. Sentir su calor en el rostro y el cuerpo era una bendición, y eché mucho de menos ver los colores, los pájaros, el verde de la naturaleza. Sin poder evitarlo se me escapó un sollozo ahogado. Dante no tardó en darse cuenta.

–Ey, ¿qué pasa? ¿por qué lloras?

–Nada. Es que hace mucho tiempo que no era tan feliz como ahora... y de veras extraño mucho poder ver. Quisiera verte, Dante, pero más allá de lo físico. Me gusta la persona que eres, quisiera ponerte un rostro.

–Eva, créeme que si me vieras saldrías corriendo. –bromeó. Me reí y lo golpeé en el brazo, y prosiguió. –Hay algo que quiero preguntarte. Por supuesto si no quieres responderme estás en tu derecho: ¿Cómo fue tu accidente? Sé que nunca hablas de eso pero me gus...

–Fue un día de mucha lluvia, hace un año y dos meses aproximadamente. Salí del laboratorio a la una de la mañana. Hacía mucho frío. Estaba muy entusiasmada porque había logrado un avance muy importante en la investigación, la detención del deterioro de esas células que te conté y que no pudimos replicar, ¿recuerdas? – continué sin esperar a que respondiera, pero cuando me quise dar cuenta me había tomado de la mano. –El pavimento estaba muy resbaladizo, entonces disminuí la velocidad. No debía ir a más de 50 km/h. Crucé un semáforo, en verde por supuesto, y de la nada apareció una camioneta grande, cuatro por cuatro, que me embistió por mi lado con una fuerza que recuerdo hasta el día de hoy. Mi pequeño coche dio varias vueltas antes de detenerse, y la calle estaba desierta. Era toda una locura de sangre y fierros, pero me salvé por el cinturón de seguridad y el airbag, si no hubiera muerto. Alcancé a ver que el asesino que me chocó se daba a la fuga, y por más que grité, por supuesto no se detuvo. No me brindó asistencia el muy hijo de puta. Inmediatamente me di cuenta de que había algo mal con mi vista, porque comencé a ver unas manchas oscuras frente a mis ojos y un dolor punzante. Empecé a ver borroso y luego dejé de ver por completo. El resto es historia: al conductor nunca lo encontraron, la investigación del seguro continúa pero ya he perdido la esperanza. Por mi parte tuve desprendimiento de retina. Me operaron dos veces y no hubo resultados. Lo harán de nuevo en cuatro meses y dicen que será la definitiva, pero yo tengo mucho miedo de no volver a ver. En estos casos el tiempo es el peor enemigo... Tengo mucho miedo. Siempre he pensado en esta ceguera como algo temporal, no definitivo. Si supiera que es para siempre creo que no sé cómo podría reaccionar.

–¡Ey! Escúchame. No será algo definitivo. Volverás a ver. Y lo primero que verás al abrir los ojos serán los míos. Me mirarás a los ojos y encontrarás el color que le está faltando a tu vida. Volverás a ver y dejará de ser de noche, Eva.

No pude evitar echarme a llorar nuevamente. Sus palabras eran tan bonitas, tan tiernas. Aunque no tenía vista, delante de mis ojos se presentó una realidad ineludible: Estaba enamorada de Dante. Era inapropiado e inoportuno, pero lo amaba. Aunque lo había intentado evitar, ya no tenía sentido negarlo. Se había colado en mi corazón con una fuerza increíble, y ya no podía sacarlo de mi vida.

Nos quedamos acostados un rato, en silencio, hasta que se hizo la hora de volver a la casa. Dante me dejó en la habitación de Carla, que me había pedido que pasara a aprontarme allí con ella. Me dijo que me ayudaría con la ropa y que me haría un buen peinado. Acepté enseguida, me gustaba que me consintieran, y más divertido sería si escuchaba anécdotas de Dante.

Después de dos largas horas de preparación, estuvimos listas. Yo iría al lugar de la fiesta con Carla y con mi "suegra". Cuando bajamos, los hombres ya se habían ido, entonces subimos las tres al coche de Carla y nos fuimos.

Tras unos veinte minutos de viaje, llegamos al lugar. Según me habían contado, era un hermoso salón de fiestas que tenía un gran parque cubierto de césped. Pensaba conocer el parque del brazo de Dante. ¿Dónde estaría?

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