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Prólogo

Todos me miran en la fiesta y sé que no es por lo remarcado que están mis ojos en khol o el suave velo de tul azul cubriendo mis facciones. El vestido que apenas cubre mis partes nobles, es menos llamativo que los que llevan el resto de las mujeres que están en el lugar, las gemas que cubren mi cabello y cuerpo serían consideradas ordinarias en comparación con lo que es normal que lleve.

Lo que llama tanto la atención de los clientes sentados frente a mi es la sincronía de los cascabeles en la cadena de oro que cubre mi cadera y la música del lugar.

-Safiya, cuando dejarás de venir a este lugar. Sabes bien que por mucho que Badru te consienta nunca aprobaría tu comportamiento -Oubastet me recrimina cuando estamos solos en la parte de atrás del local.

-Oubastet siempre que venga puedes negarme la entrada, pero sabes que tú tampoco puedes resistirte a la belleza de mi danza, ni al brillo del oro -respondo dejando mi cara a su vista y señalando las ganancias que le dejaron mi reciente baile en su mano.

-¿Por qué has venido? Tenía más de tres lunas de no verte ¿Es por lo que se comenta en la casa Jeneret que has regresado? -dice desviando su mirada.

-No, Oubastet, no es por los comentarios que salen de la casa de la faraona –digo y me cubro con la túnica de tela oscura que traje, con un beso sobre sus labios me despido.

Por supuesto que no le digo que estoy aquí porque necesitaba sacar fuera de mi la frustración y la forma más fácil de hacerlo era bailando, aunque estoy segura que él sospecha más de lo que me deja ver.

-Safiya, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea ¿verdad? –me dice antes de que desaparezca en la noche sin esperar respuesta de mi parte porque aunque él no lo quiera admitir sabe lo que se avecina sobre todas nuestras cabezas y esas palabras son mi confirmación.

El camino a casa es corto, sencillo y aprendido. Era necesario andar con cuidado para que nadie me viera pues en casa solo Rabiah, mi madre, y mi esclava personal sabían de mis indiscreciones. Mientras la luz de la luna ilumina mi camino recuerdo cómo me descubrió mi madre y sonrío.

……..

Tres años atrás

Estoy eufórica, no puedo creer que lo haya hecho al fin, el ritmo frenético de mi corazón no me deja escuchar los pasos de quien viene tras de mí, estoy a punto de abrir las puertas para entrar a mi hogar cuando la escucho.

-Ni pienses entrar a estas horas y con esas ropas por la puerta principal, Safiya -la voz de mi madre me deja petrificada. Rabiah, esposa de Badru, hija de Yahya y Rehema, es aún una mujer hermosa para su edad y me mira con una cara que no sé descifrar.

»Toma la entrada del ala este, desecha esas ropas antes de que amanezca y nunca me hables de esta noche ni dejes que nadie que no sea yo se enteré- alza una mano para que no hable cuando ve que comienzo a abrir los labios.

» Deberás buscar unas ropas que te cubran más y ayuden a que te hagas una con la noche –lentamente se acerca a mí y acaricia mis mejillas- Es una maldición de sangre con la que debes vivir, mi amada. 

……..

Y sin más me dejó sola en la oscuridad de la noche, el desconcierto y el destino. Un destino que estuvo sellado muchos siglos antes de nacer ella, mi abuela o yo y que seguiría inalterable por muchos siglos más.

No me dijo en ese momento cual era la maldición que cargaba nuestra familia, aunque después de que lo hiciera las cosas no es que se hubiesen aclarado mucho. Lloro en mis habitaciones al recordar que por esa “maldición”  las cosas han acabado de esta manera.

-Mi señora –la pequeña Olabisi, que dormía en mi cama por si padre pasaba a visitarme no descubriera nada, me mira con la mirada castaña preocupada.

-No sucede nada pequeña, vamos a dormir, que en pocas horas el Dios Ra iluminará la tierra del Nilo –le digo mientras me deshago de las ropas que llevo y tapo mi cuerpo con un sencillo vestido de lino.

-Sí, mi señora –dice servicial acostándose de nuevo en el lecho pero conmigo a su lado esta vez.

» ¿Mi señora el plan sigue…? –dice la joven a mi lado al cabo de unos minutos de tenso silencio.

-Sí, Olabisi, debemos hacerlo por el bien de todos –digo sentándome para mirarla con seriedad a los ojos.

-Pero señora si habla con él, estoy segura de que…–me implora la joven por milésima vez desde que le expliqué qué sucedería en los próximos días.

-Olabisi –digo impregnado mi voz de dureza y tomándola por los hombros- esta será la última vez que me cuestiones sobre esta decisión, recuerda que soy tu ama y  señora, tu vida me pertenece para hacer con ella lo que desee.

-Sí, mi señora –dice sumisa bajo mi mirada y ahora si ambas nos quedamos dormidas.

Pasan las semanas mientras Olabisi y yo ponemos al tanto a todos los involucrados en mis planes para lo que sucederá antes de que se hayan cumplido las siete lunas establecidas por los sacerdotes.

Una vez todo está concretado mi corazón se rompe por lo que voy a hacer, por tener que engañarlo de esta manera, porque no quiero acabar con él, con su espíritu. Es mi más profundo anhelo que se convierta en todo lo que debe ser y más pero no tengo la seguridad de que con esto lo lograré.

Sé que mis palabras y acciones le dolerán pero su deber y destino son más grandes que nosotros o nuestros simples deseos mortales.


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