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-La reina faraón Hatshepsut Jenemetamón y sus hijas, la princesa real Nefeura y la princesa real Safiya -un leve escalofrío recorre mi espalda ante la mención por parte de un soldado del título de cortesía que me fue otorgado por mi compromiso con el príncipe de todo Egipto.
Las puertas del templo del dios Amón son abiertas para recibir nuestra presencia y todos los presentes se inclinan ante la primogénita del dios para luego volver a erguirse una vez Nefeura y yo los pasamos.
-¿No se supone que el príncipe debía de estar presente en este ritual? -le pregunta una dama de nariz prominente a la que está a su lado.
-Dicen que la está renegando como esposa porque ama a otra mujer -le contesta la otra mirando de forma significativa a Nefeura a mi lado.
-Yo escuché decir que no quería casarse con una hechicera de las artes oscuras -dice un hombre detrás de ellas.
Los veo que continúan hablando pero me es incapaz escuchar más puesto que nos alejamos de ellos a medida que nos acercamos al clero del dios.
-No dejes que te perturben sus palabras -dice Nefeura a mi lado dirigiéndole una sonrisa a los presentes que vamos pasando, como si no le importara que por todo el templo se están haciendo esas insinuaciones.
-Sí, lo sé -pero con mis palabras un leve suspiro me abandona al pensar en mi prometido. Nefeura en señal de consuelo hacia mí y muestra de alianza toma mi mano y así terminamos nuestro camino.
-Bienvenida seas, hija de nuestro dios -el sumo sacerdote de Amón, Hapuseneb, nos recibe junto al clero- Y bienvenidas sean tus hijas.
-Gracias, sumo sacerdote -responde la Reina a su saludo haciendo una leve inclinación de cabeza, Nefeura y yo nos limitamos a imitar su gesto.
-Como se auspició el día de hoy es el favorable para que la prometida del príncipe de Egipto sea presentada y bendecida en nuestro templo -la mirada que el sacerdote dirige hacia mi está cargada de conocimiento, sin embargo la sonrisa que muestra no me parece genuina.
- Hapuseneb, me gustaría dirigirme a los súbditos que están aquí presentes -la voz de la faraona sigue siendo autoritaria pero tiene un matiz más suave.
-Como guste usted, mi reina -el sacerdote nos indica con un movimiento de cabeza a Nefeura y a mí que vayamos con él para asi dejar a la faraona en un primer plano.
-Mi pueblo, gracias por venir hoy a la casa de mi padre para ver a mi hija la princesa Safiya recibir las bendiciones que este le ofrece -ante las palabras pronunciadas un leve murmullo se extiende por todo el salón.
» Gracias a todos los que han estado preocupados por la salud y el bienestar de mi hijo el príncipe Menjeperra Thutmose -mi mirada se dirige a las damas que antes habían comentado al pasarlas y las veo más blancas que las telas de lino.
-Nadie escapa de mi madre -dice Nefeura a mi lado y al mirarla veo que tiene una sonrisa de suficiencia en la cara.
-Ciertamente princesa, nadie lo hace -dice el sumo sacerdote junto a nosotras.
Mientras niego con la cabeza con una sonrisa también en los labios vuelvo a prestarle atención al discurso que da la faraona.
-Estoy segura de que todos los hombres que están presentes en este momento aquí para mostrar su apoyo es porque no pudieron prestárselo a su príncipe en el campo de batalla- mi mirada deja una vez a más a la reina y constato que los pocos hombres que están presentes tienen una edad avanzada, solamente unos pocos podrían ir a combatir y de ellos uno estaba junto a las damas color de lino sudando perturbado.
» Sin más dilación comenzaremos los rituales.
Ante las últimas palabras Nefeura se aparta de mi lado dirigiéndose junto a su madre. Todo el clero de Amón se reúne a mí alrededor formando un círculo y comienzan a entonar unos cánticos sagrados, el olor a incienso se hace presente nublando mi mente y borrosas figuras aparecen frente a mí.
***
- Estarás destinada a vivir como mortal hasta que te arrepientas de tus pecados -la severa voz de un hombre se escucha en mi cabeza como un trueno.
- No puedes hacerme esto -las palabras de la mujer salen entre sonoros sollozos- ¡Yo lo amo!
-Deberías haberlo amado más entonces -las palabras masculinas no son tan severas como antes, ahora estaban cargadas de una leve tristeza- Si realmente lo hubieses amado habrías entendido que la persona que realmente ama no es aquella que se impone a todas las adversidades, si no la que sabe sacrificarse si con ello evita que su amado no sufra el mas mínimo daño.
***
-Te tengo -las palabras fueron respaldadas por unos fuertes brazos que me sostienen contra un enérgico pecho masculino.
-¿Manje? -digo reconociendo su voz.
-Casi te desmayas, Safiya -dice ayudándome a sostenerme sobre mis piernas.
-Solamente un devoto esposo podría llegar en el momento que más es necesitado, su alteza -dice el sumo sacerdote acercándose a nosotros- ¿Desea que continuemos, princesa Safiya?
-Si, por supuesto, ya me encuentro bien -mis mejillas se cubren de rosa al ser consciente que todos nos miraban mientras Manje sostenía mi mano.
Los rituales terminan ahora como siempre debió ser con ambos recibiendo la bendición del dios.
-Hijo mío -dice la reina acercándose a nosotros una vez los sacerdotes han terminado- he ordenado que preparen un banquete en el palacio en celebración a tu pronta llegada de las tierras de las fronteras...
Sé que la reina sigue hablando y Manje le responde pero no soy consciente de nada de eso puesto que aún siento el retumbar de esa voz misteriosa en mi cabeza y la tristeza de esa mujer que lloraba me abruma a pesar de la felicidad que siento al sentir mi mano entre las de mi prometido.
Entre vítores y aclamaciones llegamos al palacio y disfrutamos de los entretenimientos que nos ofrecen hasta que la cena queda servida y todos comienzan disfrutar de las delicias y a conversar con sus vecinos.
-Hermano ¿Por qué no nos dijiste que venías? -Nefeura que está sentada en frente nuestro alza su copa en dirección a Manje.
-Porque quería darle una sorpresa a tu hermana, Nefeura -responde tomando mi mano y depositando un beso en la parte interna de la muñeca.
Cualquiera podría pensar que ese simple gesto ya no tendría efecto en mí pero igual que la primera vez que lo hizo me quedo paralizada y mi respiración comienza a agitarse.
-Entonces ya sabes que hemos estado compartiendo mucho en estos últimos días -la sonrisa pícara de Nefeura me dice que, con ese simple intercambio de palabras, ya ha deducido que a pesar de él haber estado lejos por cuatro semanas hemos mantenido la comunicación.
-No podría mantenerme tanto tiempo sin saber nada de mi prometida, hermana -Manje sale en mi defensa pero ya Nefeura había visto la culpabilidad en mis mejillas y sonríe frente a nosotros.
-¿Y por qué has regresado tan rápido, hijo mío? -esta vez quien pregunta es la reina faraón.
-Porque resulta ser que nadie estaba invadiendo nuestras fronteras, madre -las palabras y postura de Manje son suaves pero en mi mano siento lo tenso de sus músculos- Resulta ser que la información que le dieron los espías al señor Senenmut era falsa.
» Por precaución nos quedamos más tiempo del necesario para investigar el terreno y hacer parecer que éramos una compañía que estaba entrenando despreocupadamente para incitar que nos atacaran, pero nadie apareció. Además no encontramos rastros de que hubiesen estado recorriendo la zona.
-¡Que los dioses bendigan esta dicha! -enunció Nefeura volviendo a alzar su copa pero esta vez para un brindis colectivo.
-¡Que los dioses bendigan esta dicha! -repetimos todos tras ella.
-Perdona no haberte dicho en mis cartas que volvería antes -dice Manje mirándome con sus profundos ojos.
-No estaba obligado a hacerlo, mi señor -lo veo fruncir levemente el ceño ante mis palabras.
-¿Volvemos a esas? ¿No te dije ya como debías de llamarme? -su voz tiñéndose de molestia.
-Mi señor -comienzo calmadamente con voz baja- usted es un dios en la tierra, justo como su señora madre y hermana, es por ello que ustedes merecen el respeto de nosotros los mortales.
-¡Madre! -exclama Manje haciendo que dé un brinco en el lugar- Mi prometida y yo deseamos dar un paseo para ver la luna y las estrellas que nos acompañan esta noche.
Sus palabras aunque deberían ser para pedir autorización no tienen ningún matiz de petición y sus acciones tampoco. Levantándose de la mesa en la que estábamos sentados nos lleva a ambos fuera provocando murmuraciones y risas escondidas por parte del resto de los comensales.
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