5
-Señora, señora, despierte por favor –las súplicas de Olabisi me despiertan antes de lo que hubiese querido.
-¿Qué sucede Olabisi? Es muy temprano por favor –digo dándole la espalda.
-Su padre la está llamando señora, no puede seguir durmiendo, recuerde que anoche usted fue a dormir temprano –las palabras de ella hace que me levante abruptamente de mi lecho al recordar la mentira que dijimos para que nadie sospechara de mi escapada.
-Rápido Olabisi, trae un poco de agua para asearme y busca algunas ropas –con gran eficiencia la joven cumple mis demandas y en menos tiempo del que pensaba estoy lista.
Mi padre se encuentra en la sala principal de la casa, sentado observando por la venta. No puedo recordar la innumerable cantidad de veces que lo he visto ahí, pensando en solo él sabrá qué.
-Buenos días –digo alegremente dejando un beso en su mejilla, rio porque la barba ha comenzado a crecerle y me pica haciendo cosquillas- Deberás eliminarla pronto –comento acariciado su mejilla.
-Buenos días a ti también, cariño. Tienes razón tu madre ya ha comenzado a quejarse ¡Ah vengativos dioses que me han dado una mujer que se queja por todo! –si no lo conociera pensaría que está hablando en serio pero en el transcurso de los años he presenciado el amor que se tienen, por lo que rio con él.
-¡Te he escuchado Badru! –las palabras de mi madre resuenan desde algún lugar de la casa y veo a mi padre volverse más blanco que las telas de lino.
-¡Vengativos los dioses que me han dado una mujer que se queja por todo porque ya era perfecta en todo lo demás! –la voz de mi padre se alza por encima de lo normal con toda la intención de que mi madre lo escuche.
-No podrás contentarme con eso, Badru –dice ella con el entrecejo fruncido cuando se asoma por una de las puertas.
-Te amo, esposa mía –dice mirándola con devoción. Mi madre lo mira y el gesto se le suaviza pero después se vuelve por donde había venido murmurando para ella misma.
-¿Por qué la molestas así, padre? –digo una vez estamos solos de nuevo.
-Porque tengo que retribuirle de alguna manera todo lo que me hace, querida. Cuando te cases me comprenderás ¿Te sientes bien, pequeña diosa? –una de sus manos va a mi mejilla y cierro los ojos disfrutando la caricia.
-Sí, padre, me demoré un poco en la cama porque aún estaba cansada del día de ayer –bueno eso no es mentira en su totalidad al menos, sí que estaba cansada pero por una causa diferente a la que él seguramente está imaginando- ¿Por qué me has mandado a llamar?
-La princesa Nefeura ha enviado a un mensajero para que te unas a ella en su visita al templo del dios Apis –me dice con premura, como si se le hubiese olvidado antes- Mandó a decir que te prepararas y luego te dirigieras al palacio que ella te estaría esperando.
-Gracias padre –digo y me dirijo a dejar la estancia.
-Safiya, espera hija. Tengo una pregunta para hacerte –esas palabras me detienen.
-Dime padre –mis ojos lo miran con curiosidad.
-¿Hija tú estás contenta con este designio de los dioses? –su pregunta me hace recordar a Manje y sonrió en respuesta- Esa sonrisa me lo dice todo, cariño, puedes irte.
-Gracias padre –hago una reverencia con la cabeza en señal de respeto y me retiro.
Cuando llego a mis aposentos le informo a Olabisi que saldremos en dirección al palacio real porque la princesa Nefeura ha mandado a llamar por mí, la muchacha se desinfla cunado no escucha el nombre del príncipe de Egipto y eso me causa algo de gracia.
-Temía que no vinieras a mi encuentro después de lo de ayer, hermana –me confiesa la princesa cuando me da un beso en la mejilla como saludo.
-Estoy segura de que te viste obligada por mi prometido para sacarme de la sala del trono –digo en el mismo tono confidente.
-No lo creas asi, casi puede decirse que fui yo la que implantó la idea en él pero no se lo digas –sus palabras arrancan sonrisas de ambas y así nos dirigimos al templo del dios.
El patio del templo es enorme, las grandes columnas ornamentadas con gemas preciosas están dispersas por el perímetro exterior, delimitándolo. Algunas de las columnas tienen al frente estatuas de los faraones antiguos, en silencio Nefeura y yo caminamos hasta la del padre de ella y Manje.
La estatua del faraón Tutmosis II está engalanada con ricas esmeraldas. Me detengo unos pasos antes de llegar a ella para darle a mi acompañante un poco de privacidad entre tantas personas que nos observan. Con disimulo Olabisi se sitúa detrás de mí y me señala hacia una de las columnas que están a mi derecha.
No tengo que esforzarme mucho para ver una figura que extrañamente lleva una túnica con capa bajo el sol abrazador del mediodía. Veo como una de sus manos va a su cara en un gesto de silencio y regreso mi mirada a la princesa que se acerca a mí.
-Me parece que ya sabes que él está aquí –sus ojos están ligeramente rojos como si estuviese reprimiendo las lágrimas- Supongo que querrás ir con él ¿verdad?
-Deseo pasar más tiempo con mi hermana –es la respuesta que le doy tomando su brazo y comenzando a caminar alrededor.
La conversación entre nosotras es fluida, como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo, de vez en cuando miro a las columnas a ver si lo veo de nuevo pero ya ha desaparecido, por lo que le doy toda la atención a la mujer al lado mío.
-Gracias por haber disimulado antes –dice deteniéndose frente a una de las estatuas para admirarla- Si hubieses reaccionado de alguna otra forma las personas a nuestro alrededor habrían notado que algo no estaba bien.
-Es normal que te pongas sentimental al ver una de las estatuas de tu padre, eso solo habla de lo mucho que lo amabas –digo tomando sus manos en señal de apoyo.
-Sí, seguramente sea por eso ¿verdad? –quiero preguntarle a que se refiere con eso pero hago silencio al ver que uno de los funcionarios de la corte que la acompañaban se acerca a nosotras.
-Altezas –dice haciendo una reverencia con sus manos al frente- Princesa Nefeura es necesario que regresemos ya al palacio.
-De acuerdo, dennos unos minutos más antes de irnos –responde sin mirarlo pero su tono no es altivo ni ofensivo.
-Como guste, alteza –nos reverencia nuevamente antes de irse.
-Me disculpo porque no pudiste conversar hoy con mi hermano por mi causa –un leve color rosado invade sus mejillas y por un momento se ve joven, como si hubiese dejado de ser la princesa del imperio para ser solamente una mujer conversando con otra- Puedes regresar con nosotros si lo deseas, pero si deseas quedarte dejaré a unos soldados custodiándote.
-Deseo quedarme un poco más, quisiera visitar al oráculo del templo –respondo- Pero no deseo que me dejes algunos soldados custodiándome.
-Deberás acostumbrarte, Safiya, ya formas parte de la familia real y siempre deberás de salir con custodia. Te dejaré al mejor de los hombres que me acompañan para que te proteja pero no me pidas que te deje sola en la ciudad –dice con los ojos negros mirándome seriamente.
-De acuerdo, pero solo uno –concedo mientras le doy un abrazo que la sorprende pero que luego corresponde.
La veo alejarse y hablarle a uno de los soldados que se lleva una mano al pecho y asiente con la cabeza antes de caminar hacia mí.
-Alteza, soy responsable por su seguridad durante el resto de su salida –dice el hombre con voz grave arrodillándose frente a mí. Con discreción Olabisi se acerca a mi lado y mira al hombre en el suelo.
-Parece que ahora tenemos que salir siempre con un guardián Olabisi –le comento ante la situación que se desarrolla frente a nosotras.
-Pensaba que ya lo sabía, mi señora –es la corta respuesta que da la joven antes de dejar de mirar al soldado y dirigir su atención a las estatuas.
-Por favor ponte de pie. Voy a ir a visitar al oráculo pero deseo que ambos se queden afuera de la habitación –cuando veo que el soldado va a protestar levanto una mano para silenciarlo- Estaré en la próxima habitación, que puedes entrar a revisar antes, pero me mantengo inflexible en que estaré sola con el oráculo.
Así comenzamos a caminar en esa dirección y una vez hemos llegado el solado revisa la habitación en busca de posibles amenazas y sale una vez que se cerciora no hay ninguna.
Las lámparas de aceite iluminan la habitación que no tiene ventanas, solo la silueta de una puerta al fondo, en el centro de la habitación está el oráculo del templo rodeado de cómodos almohadones de finas telas. Es una hermosa joven de cabellos blancos como sus ojos que no deberían de ser capaces de ver nada pero que me siguen desde que pongo un pie en sus dominios.
Con movimientos lentos me quito la túnica que cubre mis hombros para dejarla a un lado en el suelo y me arrodillo ante ella en señal de respeto.
-¡Que afortunados somos de tener tan prestigiosa visita! Por favor déjeme ver su cara alteza –ante sus palabras me incorporo para ser víctima de su intenso escrutinio. La blanca mirada desciende por todos mis rasgos y se enfocan con especial interés en mis ojos.
-Deseo hacerle una pregunta –digo sosteniendo su mirada.
-Pregunte entonces –dice extendiendo su mano hacia mí para que continúe.
-¿Será mi vida con el príncipe feliz? –una sencilla pregunta pero que puede encerrar tantas respuestas.
-¿Por qué deseas nuestro imperio si ya eres la monarca de uno? –sus palabras acompañadas por la inclinación de su cabeza hacia el lado derecho en interrogación y la mirada conocedora que me da me advierten que no debo insultar sus conocimientos negando la afirmación implícita en esa pregunta.
-Solo deseo ser feliz junto a mi futuro a ser esposo –susurro mirando mis manos.
-¿Entonces por qué huyes de él? –esa pregunta hace que levante la vista hacia ella y la encuentro que está frente a mí por lo que tengo que mirar hacia arriba.
» Debes empezar a ver –dice con la mirada perdida mientras dirige sus manos para sujetar mi rostro.
……..
Las finas ropas sobre mi cuerpo incomodan un poco debido a lo avanzado de mi estado, llevo una de mis manos a mí abultado abdomen pensando en la vida que llevo dentro de mí.
-Serás un hermoso niño, el orgullo de tu padre. Tus ojos serán como los de él y lo único que tendrás mío será mi temperamento, aunque esperemos que el tuyo no sea tan impredecible –siento un brusco movimiento en mi interior y me rio porque mi hijo me está escuchando, sin embargo mis risas se detienen cuando un fuerte dolor cruza mi cuerpo.
» Aún no es momento de conocerte cariño, ten un poco más de paciencia –digo acariciándolo por sobre mi piel una vez y comenzando a cantarle.
……..
Las lágrimas cruzan mi rostro cuando la imagen que me mostró el oráculo desparece ante mis ojos, por un momento quiero luchar y aferrarme a ella con uñas y dientes pero recuerdo que ese es mi futuro y no me niego cuando me trae a la realidad.
-Gracias, gracias por mostrarme nuestro futuro –digo limpiando el agua de mis mejillas y levantándome para retirarme.
-Pasado, presente y futuro todo es agua que fluye sin rumbo fijo. Las cosas son como son y nosotros decidimos qué es lo que queremos ver –responde dándome la espalda para dirigirse a su asiento- Esperaré de nuevo su visita alteza.
Con rapidez dejo esa habitación y una vez afuera les digo a Olabisi y al soldado que ya podemos regresar a casa, en todo el camino recuerdo la sensación de llevar esa vida dentro de mí y me siento feliz de saber lo que me espera junto a Manje deseosa de ver llegar ese futuro.
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