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-Hermosa…


Con estupefacción levanto la vista para ver al hombre frente a mí, cuando tomó el velo de mi mano quedó bajo las luces que iluminan el escenario y totalmente dentro mi campo de visión.

Esa sonrisa aún adorna sus labios y me pregunto cómo no reconocí esos labios, pero entonces recuerdo que en la mañana su cara estaba cubierta por el casco y solo podía obtener retazos de sus facciones.

Con gran maestría Oubastet se para a mi lado y dirige la atención de todos los clientes hacia su persona porque nosotros dos estamos dando todo un espectáculo y nadie en ese lugar podría si quiera sospechar que éramos el príncipe y su prometida.

Como mismo se acercó a mi retoma asiento en su mesa, al ver que mi cara iba a quedar visible por su retirada bajo la cabeza dejando que una vez más mis cabellos me cubran y me dejo hacer cuando mi amigo me lleva por el brazo lejos de todas las miradas curiosas.

-¡No puedo creer lo que has hecho! ¡Esa fue la única condición que te puse cuando empezaste a venir aquí Safiya! ¡No puedo creer hayas roto tu palabra a la promesa que me hiciste! –sigo escuchando a medias al hombre frente a mí porque aún estoy confundida por lo que sucedió en el salón.

» Ah pero por todos los dioses que la culpa no es solo tuya. Deja que esté frente a mí que le voy a dar su merecido –dice dando vueltas en la habitación como si fuera una fiera enjaulada y cuando sus palabras entran en mi mente más allá de la niebla de confusión giro mi cara hacia él.

-¿Lo conoces? ¿Sabes quién es él? –pregunto tomando su brazo cuando pasa por mi lado.

-¡Pero claro que lo conozco! –por un momento se detiene y la molestia vuelve a su rostro- ¡Pero mira nada más! Me haces caso solo cuando lo menciono.

» Tu procura haberme estado haciendo caso a lo que te decía Safiya –me dice con un dedo acusador apuntándome y el color llena mis mejillas- ¡No lo estabas haciendo! Lo que me faltaba.

» Esperemos que nadie te haya reconocido en esta “pequeña” indiscreción de tu parte. No podrás volver a venir en un tiempo, aunque dudo que alguna vez me deje convencer por ti de nuevo –el sarcasmo es claro en su voz al describir el tamaño del problema en que nos puedo haber involucrado.

-No Oubastet por favor, no me puedes prohibir venir –mis ojos le suplican pero se mantiene impasible frente a mí.

-O si claro que puedo por algo soy el dueño de este lugar –por unos segundos su mirada se dirige detrás de mí y calla en su regaño.

Se lo que está sucediendo en este momento, se por qué mi amigo se calla de manera tan abrupta en medio de su regaño bien merecido, es la misma razón por qué mi cuerpo comienza a temblar de manera imperceptible y mis latidos se aceleran como si estuviera bailando todavía.

-No creo que debas de hablarle a la futura reina de las dos tierras de esa manera, amigo mío –las palabras se escuchan con un poco de sorna y aunque no lo veo puedo imaginar una sonrisa en su rostro.

-¡Una reina no se comporta de este modo! –sí, esa no fue la mejor frase para decirle a Oubastet en este momento, escucho a la persona detrás de mí reír a puras carcajadas y mi espalda se tensa más aún- Te la dejo, es toda tuya. Arreglen ustedes sus problemas que yo veré que puedo hacer con esa sarta de animales que me han dejado allá afuera.

Oubastet comienza a alejarse de mí en dirección a la salida y quero gritarle que cómo se atreve a dejarme sola en esta situación, pero esto me lo he ganado yo sola.

» ¡Ni se les ocurra provocarme otro escándalo como ese de allá afuera de nuevo! –dice antes de salir definitivamente de la habitación.

Una, dos, tres, cinco y es siete respiraciones después que, con lentitud, comienzo a girarme para encarar al hombre detrás mío. Sorpresa me llevo cuando, en vez de tenerlo a una distancia prudencial de mí, lo encuentro estirando su mano frente a mí, como si hubiese decidido tocar mis cabellos pero mi movimiento se lo hubiera impedido.

Su cercanía me abruma por un momento, es demasiado para mis sentidos que se encuentran saturados por todo lo que ha sucedido en el día.

-Me mintió –es lo que logro salga de mis labios.

-¿Cómo? –dice colocado su mano en mi garganta. Ese gesto es poco favorable para mí, en esa posición puede sentir todo lo que me sucede el latir frenético de mi corazón, mi respiración trabajosa y el aumento de la temperatura de mi cuerpo. Esa sonrisa en su cara me dice que lo ha hecho con total conocimiento de esto.

Sonrisa que me provoca explorar su cara llena de facciones viriles, la mandíbula fuerte, sin embargo son sus ojos los que me impiden apartar la mirada de él. Sus ojos que podrían parecer demasiado grandes para su cara pero que cuyo color tan impresionante no los hace desentonar.

El cielo estrellado parece haber querido quedarse en aquellos orbes. La oscuridad tan grande en ellos habría asustado a cualquiera, de no ser por aquellas motas grises que rompían cualquier esquema, incluso yo que había sido acusada de querer robar las almas con mis ojos habría salido corriendo de aquella habitación. No me quedó ninguna duda después de verlo.

Estaba en presencia de un dios. 

» ¿Cómo la engañé, señora? –sus palabras me confunden, no entiendo a qué se refiere solo puedo ver el movimiento sincrónico de sus labios al pronunciar las palabras- Me dice que la he engañado, por favor dígame cómo.

-Sí, sí, me engañó –digo recobrando la compostura un poco- Usted me dijo que solo vería su cara en el momento en que me ganara su confianza. Esas palabras fueron dichas hoy en la mañana y no nos hemos visto después de eso. No tiene sentido que bueno pues esté frente a mi ahora.

-Ah pero es que en este momento usted está frente a mi mostrándose tal y como es, como es su verdadera naturaleza –la mano en mi cuello comienza a ascender hasta acariciar mi mandíbula- Dígame señora ¿por qué es en este lugar que usted es libre?

Libertad esa es la palabra que describe la sensación que tengo cuando bailo, que él lo sepa no sé cómo interpretarlo.

» ¿Estás de acuerdo con este casamiento, Safiya? La verdad por favor –dice mirándome a los ojos, seguramente ahora somos el mar embravecido contra el cielo tempestuoso, nuestras voluntades enfrentándose.

-Me fue ordenado asistir al palacio para comprometerme con el príncipe de nuestro imperio –sus ojos pierden el brillo que habían tenido hasta ese momento y su mano comienza a retirarse de mi cara, antes de perder el valor la tomo entre las mías para sorpresa de él- pero quiero conocerlo, quiero conocer al hombre que es, quiero que tengamos una oportunidad más que una orden.

-¿Por qué no querías que viera tus ojos en la mañana? –pregunta luego de estar sumidos en el silencio por un momento.

-Las personas piensan que mis ojos les robarán el alma, no es común que alguien tenga ojos del color de los zafiros –digo desviando la vista y soltando su mano, dejando que interprete mis palabras.

-A mí me parecen los ojos más hermosos que he visto en mi vida –ambas de sus manos van a mi cara y me hacen enfrentarlo- Las personas tienden a temer aquello que es diferente y no entienden, ese temor es lo que les lleva a querer destruir esas cosas hermosas que son excepcionales. No dejes que la ignorancia de los mortales te destruya Safiya.

Si no me hubiese tomado la cara con ambas manos no me habría dado cuenta de que él trae una túnica igual de oscura que las que yo suelo usar para venir a este lugar, así de desenfocada me tiene su presencia, sin embargo ese pequeño gesto me ha hecho percatarme de ello.

-Para mí sus ojos son hermosos, alteza –uso el título honorífico porque recuerdo que el hombre frente a mí no es un simple mortal como yo.

-¿Me puedes llamar de otra forma? No quisiera que nuestra vida futura estuviera plagada de títulos y demás cargas pesadas que vienen con el palacio –como puedo asiento porque aún sostiene mi cara- Llámame entonces como lo hace mi hermana, Manje.

-Manje –el apodo pica contra mi lengua por el honor que se me está dando- Manje para mi tus ojos son los más hermoso que he visto en la vida.
La repetición de mi declaración parece complacerlo porque una sonrisa curva sus labios carnosos.

-Gracias, Safiya, es bueno saberlo –con lentitud comienza a acercar su cara a mí y cierro mis ojos ante la expectativa, puedo sentir su respiración contra mis labios y un escalofríos me recorre la espalda.

-¡Ni se les ocurra hacer lo que están pensando! –las palabras de Oubastet me sacan de mi ensoñación con los labios de mi prometido y me echan un balde de agua helada encima.

-Parece que tendré que conformarme con esto por esta noche –como esta mañana toma una de mis manos y deja un beso en la cara interna de la muñeca mirándome directamente. Ese gesto me ha resultado mil veces más sugerente y placentero que el beso que no ha llegado a suceder.

-¿Tendrías a bien acompañarla hasta su casa? –mi amigo se detiene cerca de nosotros y me doy cuenta de la familiaridad con la que se tratan.

-Por supuesto, ya nos retiramos entonces –con diligencia Manje coloca la túnica oscura sobre mis hombros y levanta la capa de la suya.

Me dejo hacer cuando me lleva de la mano hacia la puerta para que ambos nos vayamos, me despido de Oubastet con una mano antes de desaparecer. Sin embargo estoy sumida en pensamientos repentinos que han llegado a mí.

¿Por qué el príncipe de nuestro imperio conoce tan bien las calles de la ciudad? ¿Cómo sabía en qué posición estar en el local de Oubastet para que su cara quedara oscura a mi vista? ¿Cómo se conocen ellos dos?

-¿Me responderías una pregunta, Manje? –digo cuando veo que comenzamos a caminar la calle en la que se encuentra mi casa.

-Responderte a esa sería, de hecho, ya estar respondiendo una –la diversión se escurre por sus palabras- pero si, te responderé una más porque estoy seguro de que son muchas las que tienes.

-¿Cómo sabías que estaba donde Oubastet esta noche? –digo luego de meditar un momento, nuestros pasos ya se han detenido porque quiero observar su rostro aunque sea en la oscuridad.

-Porque te conozco mejor de lo que te conoces tu misma –quiero refutar su respuesta pero de improviso me atrae a él y me estrecha en un fuerte abrazo, sin entender por qué me siento tan cómoda entre sus brazos llevo los míos alrededor de él para corresponderle- No imaginas cuánto he esperado por este momento.

» Vamos debes entrar ya a tu hogar, yo te estaré mirando desde aquí –con lentitud, como si le costara hacerlo, aleja sus brazos de mí y me deja libre.

Como despedida dejo un beso en su mejilla y lo veo llevar una mano al lugar donde estuvieron mis labios antes de sonreírme. Camino diligentemente a las puertas de mi casa y antes de entrar le doy una última mirada.

Si no supiera que se encuentra ahí no hubiese sido capaz de ver la silueta fundiéndose con la oscuridad de la noche y una vez más pienso que el príncipe sabe demasiado sobre como fundirse en la noche para haber vivido toda su vida en el palacio real.

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