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-Buenos días Sophia -ahh que bien se sentía la familiaridad y la cotidianidad aunque a veces dijera lo contrario.

-Buenos días María, te sienta de maravilla ese bronceado que cogiste -digo llegando a su lado y abrazándola fuertemente.

-Gracias, es muy hermoso el Mediterráneo, la verdad -asiente ella separándose de mí y comenzando a caminar.

-Debemos de ponernos al día en muchas cosas -comienzo a decirle.

-Sí, claro que tenemos -responde mirándome elevando las cejas sugerentemente- Ya sé que han pasado muchas cosas últimamente.

-¡Estuviste seis meses fuera! -exclamo quizás demasiado fuerte- ¡Claro que iban a pasar muchas cosas!

-Está bien, está bien. No te me pongas a la defensiva -dice alzando las manos y moviéndolas como si estuviera aplacando a una fiera- Podemos hablarlo esta noche en tu casa.

-Tengo un compromiso en la noche -mascullo abriendo la puerta de cristal.

-¿Cómo dijiste? -no la veo pero sé que está sonriendo, así de bien la conozco. Y ese conocimiento me hace consciente de que no va a parar hasta que confiese.

-¡Tengo un compromiso esta noche -digo en voz alta- con Abraham Gest!

-¡Lo sabía, condenación! Lo sabía -dice y deja un beso sobre mi mejilla- Después tenemos que tener una cena familiar -dice impulsivamente y veo que sus ojos se opacan un poco.

-¿Quieres hablar de ello? -pregunto tentativamente.

-¿Has hablado con él?

-¡Por supuesto que he hablado con él! Es mi hermano, el hermano que había perdido -o eso pensaba yo- ¡Desapareciste de su lado y me llamó como loco desquiciado!

-Se lo tenía merecido -dice despectivamente.

-¿Quieres hablar de eso entonces?

-Respondiendo a tus preguntas no -niega con la cabeza- aquí no. Mejor hablemos en tu casa.

-Pero te dije...

-Sí, dijiste que en la noche ibas a tener una cita pero bien puedo ir en la tarde y así te ayudo a arreglarte -me guiña un ojo antes de dejarme sola y me lanza un beso al salir por la puerta.

Varias veces en el día me encuentro encendiendo la pantalla del celular para observar la imagen que tengo de fondo de pantalla y sonriendo como una boba. Ese día estábamos en su casa y Abraham estaba trabajando un unos contratos nuevos. Yo me encontraba acostada sobre un sofá leyendo uno de mis libros favoritos, una cómoda rutina que habíamos adoptado alternando cuál de los dos trabajaba así como el lugar.

....

-Te ves sensual tan concentrado -digo cerrando mi lectura con un marcador para dejarlo sobre mi abdomen y tomándole una foto.

-Nunca me habían dicho que lucía sensual trabajando -esboza una sonrisa en mi dirección y menos mal que estoy acostada o si no me derretiría en el suelo.

-Mmmh que bueno que soy la primera -respondo apoyándome sobre mis codos para incorporarme ligeramente.

-¿Debería de tomar un descanso? -ambos sabemos que aunque parce una pregunta no lo es en realidad porque ya se estaba dirigiendo a mí.

-Puedo darte un lugar si lo deseas -digo cuando se ha sentado detrás de mí.

-Igual yo puedo dejarte recostar sobre mí -imita él cuando he dejado mi cabeza sobre sus muslos.

-Me encantaría eso -digo cerrando mis ojos.

-¿Qué lees? -pregunta al tiempo, cuando retomo mi pasatiempo, mientras acaricia mi cabello.

-"Susurros" ya estoy acabado el libro -respondo haciendo referencia a la versión de "Alicia en el país de las maravillas" que me tiene obsesionada.

-¡Quién hubiera pensado que a la Monarca le encantan las novelas románticas! -responde sonriendo mientras pasa sus dedos entre los mechones que ahora llegan hasta la mitad de mi espalda.

-Quien diría que Abraham Gest es un romántico empedernido -contraataco fijando mis ojos en él.

-Tocado -sus labios van a los míos y me envuelven tan deliciosamente que me olvido del mundo a nuestro alrededor- Quitemos esto de acá que no queremos que se haga daño -sus manos toman el libro y lo deja en la mesilla frente a nosotros.

-Que buena idea -concedo sentándome sobre él mientras llevo mis dedos a su cuello y atrayéndolo de nuevo a mí.

.....

Cuando llega la tarde María y yo nos vamos juntas hacia mi apartamento en busca de la ropa perfecta para mi cita de esa noche.

-¿Te dijo si debías de ir formal? -pregunta entrando a mi armario.

-Si, dijo que fuera elegante -respondo mirando sus mensajes en mi móvil.

-Linda foto esa del fondo de pantalla por cierto -pica juguetona y yo solo sonrió con ella.

Cuando nos hemos entretenido bastante tiempo seleccionando la ropa, los zapatos y la cartera María decide ir a por las joyas pero le digo que solamente usaré el collar del zafiro.

-¿Por qué?

-Digamos que es algo de nosotros -respondo sencillamente.

-Muy bien pues empecemos hablando de cómo empezó eso de ustedes -dice con emoción brillando en sus ojos verdes y yo rio.

Le cuento sobre la primera vez que fuimos al "Sogno segreto" y todas las veces siguientes, los conciertos a los que lo forcé a ir y los juegos de béisbol a los que lo acompañé, las noches viendo alguna película en mi apartamento y las lecturas de libros en su casa.

-Espera un segundo, espera ahí ¿me estás diciendo que el tipo es estilo neandertal como "Yo macho peludo y barbudo, tu mujer mía y sumisa"? -sonrío recordando cómo se siente la sensación de la perfilada barba de Abraham contra mi piel cuando me besa e inevitablemente me sonrojo.

» ¡Vaya Sophia! Nunca pensé que te fuera el rollo dominante-sumiso -agrega seguramente pensando que me sonrojo por algo más.

-¿Qué? ¡No! ¡No! -exclamo negando con las manos rápido- Es que dijiste macho peludo barbudo y bueno él si lleva barba y entonces recordé cuando me besa -trato de explicarme pero todo se me sale de las manos y la veo carcajearse en mi cara.

-¿Pero qué hacen sentadas en el suelo niñas? -dice Gisela mirándonos desde su altura.

-Estamos haciendo un tiempo -respondo rápidamente.

-Ella me esta contado sobre su tórrido romance -agrega María con picardía.

-Bueno pues me uno a ustedes. Ese caballero se merece que hablemos sobre él un tiempo -María y yo reímos con ganas cuando vemos a Gisela sentarse en el sofá detrás de nosotras para escuchar lo que tengo que decir como si fuera la reina de Inglaterra.

-¿Entonces no te va el estilo sado? -pregunta mi amiga una vez nos recuperamos de las risas.

-¡Qué no! -exclamo de nuevo y miro rápido a Gisela- ¡Y no lo digo solo porque estás aquí!

-¿Qué tiene de malo experimentar un poco niña? -responde mi ama de llaves y yo me quedo con la boca abierta- Yo hice algunas cosas de esas con mi difunto marido -dice y la veo tener la dignidad de sonrojarse un poco al menos.

-¡Vaya Gisela! Quien te ve y quien te oye -bromea María- pero venga Sophia que aún tienes cosas por contar.

-Oh sí, sí. Venga cuanta más que yo no he escuchado nada de nada -me apremia Gisela.

Les cuento muchas cosas a ambas y a medias de la conversación Gisela se dedica a aportar algunos detalles jugosos para María que yo hubiese preferido que se guardara. Sonrió a recordar la primera vez que fui a cenar con los padres de Abraham y su hermana melliza, Aliyah. Mucha tensión en el ambiente pero al final todo había salido bien.

-Pero mira que atrevida que me saliste Sophia -dice María guiñándome un ojo después de escuchar a Gisela contarle sobre la vez que lo vio salir del baño con solamente una toalla cubriéndole la cintura- ¿Segura que no le vas al sado?

-¿No serás tú la que le va? -pregunto mirándola mal.

-No, no. Lo juro -dice llevando su mano derecha al corazón- Recuerda que mi nombre es de una santa.

-Esa fue la santa -murmuro por lo bajo- no tú.

-Eso sí es verdad niña. Tú no te quedas atrás -oh si Gisela, gracias por abordar el tema- ¿Qué es eso de irte medio año de vacaciones con un extraño?

-No es un extraño -masculla María y veo que su ánimo ha cambiado en un segundo- Además no estuve los seis meses con él.

-¡Claro que ya no lo es! Imagínate tú, esas cosas no se hacían en mis tiempos -comienza Gisela pero ninguna de las dos le hacemos caso, ya hemos escuchado ese discurso antes sobre la moral y la flexibilidad de estos tiempos.

-¿Quieres hablar de ello? -pregunto bajo.

-No, esta noche debes de disfrutar. Ya mañana hablaremos de eso -dice- ¿Además que es eso de que me has cambiado por la hermana de ese hombre? -me acusa con el dedo y no puedo evitar reírme- ¿Cómo dijiste que se llamaba?

-No te he cambiado, nos hemos hecho amigas pero nada igual a lo nuestro, nosotras somos hermanas -me sincero con ambas- Y se llama Aliyah, estoy segura de que cuando la conozcas te caerá bien.

-Yo también te quiero, Sophia -sus brazos me envuelven y le retorno el gesto disfrutando de esto- ¡Y si me cae bien o no es algo que decido yo!

-¡Hay pero que lindas estas niñas bobas! -exclama Gisela y la escucho sorber por la nariz.

-Venga Gisela deja el sentimentalismo y ayúdame a ponerla espectacular para esta noche -dice María incorporándose sobre sus pies.

-Espero poder ver a ese hombre tan galante hoy -comienza Gisela incorporándose junto a María mientras yo rio por sus comentarios- ¿Puedes creer que no me deja verlo casi?

-Seguro es que tiene miedo de que se lo robes -asegura María mientras comienzan a caminar al cuarto- Sophia ¿Qué haces allá aún? Venga que tú eres la protagonista de la noche -me apura y me dirijo a ellas.

-¡Esta noche hay que dejar boquiabierto a un macho peludo y barbudo! -exclama Gisela.

-¡Estabas escuchando a escondidas! -gritamos María y yo al mismo tiempo.

-Pero claro, cómo pensaban que me entero de las cosas que hacen -termina riéndose de nosotras y nuestras caras de sorpresa.

-No sé cómo tienes la moral para sermonearnos sobre la flexibilidad con la que hemos sido criadas si mira como tú eres -le recrimina María.

-Eso lo da la vejez, niña. Tendrás que esperar unos años para poder decir todo lo que desees.

-¡Que injusto! -grita María fingiendo dolor y todas reímos.

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