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En multimedia... ¿Quién más lo ve atractivo?

- Señor Gest que agradable sorpresa encontrármelo en la oficina –le digo al hombre sentado frente a mi escritorio- Si me lo permite usted, ya que mi secretaria no tuvo la amabilidad de informarme de que me estaba esperando, iré un momento a la oficina de Recursos Humanos y vuelvo enseguida.

-Señorita Collins –escucho decir a hombre a mis espaldas- No es necesario que vaya a verificar que la joven se encontrará despedida para cuando yo salga por esa puerta, no le fue informado porque así expresamente lo solicité –hace una pausa y despues agrega- muy convincentemente.

-¿Se puede saber la razón detrás de su demanda señor? –digo con fingida dulzura mientras me giro a su encuentro.

-Porque llevaba más de tres semanas esperando para verla y usted no venía o daba señales de estar en el país.

-La última vez que revisé la dueña de esta empresa era… déjeme que lo piense a ver que no me acuerdo –digo con total sarcasmo y llevando una mano a mi barbilla como si de hecho lo estuviera haciendo- ah sí es verdad ¡Yo! –digo señalando mi propio pecho con la mano- por lo tanto si decido darme un tiempo porque así lo considero necesario estoy en todo mi derecho.

-Claro, por supuesto –dice corroborando sus palabras con una afirmación de cabeza.

-¿Entonces qué hace aquí? ¡Váyase!

-Por favor señorita Collins –dice con condescendencia- espero que podamos hablar como personas civilizadas –hace un gesto indicándome que me siente frente a él pero con todo el orgullo femenino que puedo reunir tomo asiento en uno de los sofás de la oficina.

-Muy bien, señor tiene toda mi atención –lo veo sonreír ante mi actitud y levantarse para venir a sentarse a mi lado con el andar propio de un felino. Un hermoso felino.

-Creo que podemos ponernos un poco cómodos ¿no? –alza una perfilada ceja y yo le imito el gesto.

-Clarie –la sustituta temporal de María da un brinco al escuchar su nombre- Hágame el favor de traer un trago de bourbon para el caballero –veo que asiente con la cabeza y continuo dándole las instrucciones a la joven- y una copa de vino para mí.

-¿Cualquier vino, señorita? –dice con voz casi inaudible la chica.

-Si Clarie, cualquiera que sea tinto estará bien.

Ambos esperamos en silencio a que la chica venga con las bebidas y ambos, con mucho descaro, nos evaluamos con la mirada.

El traje azul oscuro que lleva le queda a la medida, apostaría la mitad de mis acciones a que fue hecho por pedido exclusivo y estoy segura de que ganaría por ello. La blanca camisa lleva el primer botón abierto dándole un toque de informalidad pero el pañuelo que lleva en el bolsillo del pecho no lo deja pasar por demasiado despreocupado.

Veo con curiosidad que con este traje sus ojos se ven oscuros cuando la última vez que nos vimos eran grises. Las espesas cejas que pueblan su cara son del mismo color negro que la bien acicalada barba que mantiene, no puedo evitar imaginarme cómo sería su cabello si no se lo cortara completo pero la imagen que me viene a la mente es la de Manje y decido no seguir por ese camino.

-¿Sucede algo?

-No ¿por qué lo pregunta? –digo tomando las bebidas de la bandeja donde Clarie nos las ofrece.

-Estaba negando ahora mismo –dice y después da un sorbo a su bebida- Está exquisito, Clarie, tienes buen gusto.

Imito su acción y degusto el sabor afrutado de mi bebida, quizás María me diría que es muy temprano para estar bebiendo pero mi compañía lo amerita.

-Gracias Clarie, puedes retirarte –la chica no se mueve de su lugar y la veo mirar a sus pies apenada- y no te preocupes no estás despedida –y con esas palabras si se dirige a la puerta para dejarnos solos. 

-Gracias, Clarie, por todo –Abraham acompañó sus palabras con un seductor guiño de ojo a la chica y en cuanto lo vi estuve segura de que lo practicaba frente al espejo porque no había forma en el mundo de que le quedara tan arrebatadoramente bien sin haberlo practicado antes. Y por supuesto que la pobre chica se pone toda colorada antes de salir del lugar.

¡Por los dioses lo que me faltaba, una secretaria enamorada de alguien que no debe de entrar a la empresa!

-¿Qué haces en mi oficina? –pregunto sin preámbulos una vez solos.

-Vengo en son de paz, Collins –dijo al fin Abraham mientras me miraba por encima del borde del vaso que se llevaba a los labios.

-Acepto tus disculpas, Gest –siempre había detestado eso de él, que algunas veces se refiriera a mí de ese modo despectivo. No había punto de comparación entre la forma que había dicho antes señorita Collins y el Collins a secas de ahora.

La cara de Abraham era un poema en ese momento ¿cuándo él había pedido disculpas? Seguramente era eso lo que estaba pensando mientras dejaba el baso en la mesilla frente a nosotros y caminaba hacia las ventanas de la oficina.

No pude reprimir la sonrisa que mis labios esbozaron  al verlo negar efusivamente  con la cabeza mientras terminaba mi copa y la dejaba junto al de él.

Dos años atrás nos habíamos conocido en un evento que yo misma había organizado para celebrar un negocio bien cerrado, el acuerdo que me catapultó a la pecera de los “tiburones hambrientos”. Desde el primer momento que lo vi había apreciado la belleza de sus rasgos árabes, vamos que era imposible no percatarse, igual que era imposible ignorar a Marcos que estaba junto a mí en aquel momento.

Pero todo se desmoronó cuando la novia despechada de turno del señor Gest había descubierto dónde estaría él esa noche y decidió dar un espectáculo para la prensa ahí reunida. 

Esa noche le había dejado claro que Sophia Collins no toleraba que nadie pusiera una mancha sobre lo que tanto esfuerzo había costado construir: mi imperio. Después de esa conversación Abraham había aprovechado la cobertura y entretejió una relación predominantemente negativa entre los dos.

-¿Por qué vino a mi oficina, Abraham? –le pregunto usando su nombre por primera vez frente a él.

-Por ti –dijo girándose para mirarme y en ese momento sus ojos negros brillaron como si las estrellas de la noche hubiesen decidido refugiarse en ellos y yo me asusté. Me asusté porque el último hombre que vi con esa mirada lo amé hasta la locura y aún no lo había superado.

-Mucho me temo que no estoy en venta, señor Gest –contesto a la demandante afirmación que el hombre frente a mi había hecho detestando que mi voz saliera un poco temblorosa.

-No pienso comprarte, Sophia –dijo el pelinegro acercándose más.  

-¿Entonces qué hará? ¿Seguirme por cielo, mar y tierra? ¿Y de cuando acá usted está interesado en mí? –le digo entrecerrando los ojos en su dirección.

-No estoy interesado en usted –las palabras que salieron de los labios masculinos fueron un golpe directo para mi vanidad como mujer pero intenté disimularlo inmediatamente.

-Entonces lo invito a que se vaya por donde mismo ha entrado, señor –quise finalizar esa absurda conversación con esas palabras pero por supuesto que el sujeto que tenía frente a mí no lo iba a permitir.

-No estoy interesado en usted, Sophia, porque un interés se pierde cuando se satisface la curiosidad que le da origen –dijo Abraham mirándome fijamente con aquellas piedras negras que ahora eran sus ojos. Sonrió levemente al ver que alzaba una perfilada ceja de forma interrogante - ¿Le parece si cenamos juntos esta noche?

«Vivirás tu vida de ahora en adelante»

Las palabras de Gisela resuenan en mi mente ¿será posible? Hasta este momento en realidad no lo había pensado pero desde que empecé a soñar con la vida de Safiya había abandonado mi vida real, me había enfrascado tanto en ser ella que dejé de lado la vida como Sophia, limitándola incluso.

Nunca salía en las noches con Marcos para ir a dormir temprano, no me interesaba en hacer nuevos amigos porque ya tenía en el Antiguo Egipto, hasta había terminado mi relación cuando… cuando… cuando apareció la persona a la que amé en esa vida.

«Pero esa vida ya no regresará»

Las palabras se filtran en mi mente y sin ser realmente consciente de mis actos me pongo de pie.

«En todas mis vidas te amaré»

El recuerdo sigue doliendo en mi pecho.

«Pero nunca dijiste que no amarías a alguien más»

-No, no lo hice –susurro llevando mi mano al lugar donde tuve el último regalo que Manje me hizo, aquel que me llevé conmigo y que parte de él me había vuelto a encontrar.

«Vivirás tu vida de ahora en adelante»

- Lo haré Gisela, te lo prometo -susurro para mí misma- ¿A qué hora? –pregunto mirando al hombre a los ojos que ahora lucen grises.

-A las nueve la paso a buscar, Sophia, no se retrase –respondió y comenzó a dirigirse a la puerta- Ah si no le molesta ¿puede ponerse el collar del zafiro de nuevo?

-Sí, Abraham, me pondré el collar –consiento sin saber la causa de tan extraña solicitud.

-Perfecto, muchas gracias. Nos vemos esta noche –un beso fue dejado en mi mejilla al pasar por mi lado y desapareció antes de darme tiempo a responderle.

Con lentitud llevo una mano a la mejilla que aún se siente caliente y sonrío dándome cuenta que por primera vez en semanas mi corazón no duele.

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