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13

Los aposentos que me han dado en el palacio el día de hoy por el banquete y la celebración que se van a desarrollar son más que espléndidos. El oro y el mármol lo adornan por todos lados pero sin llegar a resultar vulgar.

Dos hermosas estatuas de la diosa Isis y su esposo Osiris decoran la entrada, el oro detallando sus ojos y los ornamentos en sus cuerpos que muestran su poder. Cuatro columnas de mármol negro se disponen en las esquinas del lecho, entre ellas finas cortinas de seda rosada la dejan aislada del ambiente de la habitación.

Las paredes decoradas con anécdotas de la infancia de Manje y Nefeura me resultan nostálgicas porque me doy cuenta de que en unos años son las historias de mis hijos las que estarán en las habitaciones del palacio.

-Mi señora, ya sus ropas han sido seleccionadas por la princesa y la faraona –las palabras de Olabisi me sacan de mi recuerdo sobre la visión del oráculo y la miro- Su baño ya ha sido preparado en la habitación continua.

-Vaya Olabisi, solo te faltaba que apareciera yo –digo en tono de broma, al ver que la chica infla su pecho por el orgullo de que su trabajo haya sido reconocido recuerdo el otro asunto que tiene Olabisi en el palacio- Hoy no fueron con nosotros ni tu ni el general, espero que no te haya tenido tan ocupada –el tinte rojo que se esparce por su cara la delata, parece que alguien aparte de mí tuvo una cita hoy.

» Bueno si tenemos en cuenta que todo está listo esperando por mí parece que no fue el caso –digo dándole la espalda para reírme mientras me dirijo a asearme para la noche.

Luego de un baño que se lleva de mi cuerpo el calor del día constato una vez más el buen gusto de Nefeura en las ropas. Una suave falda larga de un color azul igual al de mis ojos adorna mi cuerpo, cuando doy vueltas exhibiéndola a mi acompañante esta se abre cual flor en primavera. Una minúscula faja del mismo color mantiene prisioneros mis pechos alzándolos, la tela se arruga hacia el centro donde un broche de oro con forma de flor se ve coronado por un rubí en el centro de los pétalos que llama la atención por lo destacado del rojo en ese mar de azul.

Sobre las joyas dispuestas sobre el lecho me siento en duda si debo de usarlas todas, son demasiado excesivas para mi gusto.

-¿La faraona dijo que estas –hago un gesto para abarcarlas todas- serán las que use esta noche?

-Si mi señora –dice Olabisi asintiendo con la cabeza y mirando igual que yo el derroche de oro.

Mirando mi atuendo evalúo la presencia de joyas sobre mi cuerpo, la cadena de oro que permanentemente adorna mi cadera, unas más delgadas caen sobre mis hombros partiendo de los costados de la parte de arriba de mis ropas, el broche del rubí en el centro de mi pecho es lo que más llama la atención. Me siento conforme con mi apariencia sin embargo negarme a usar aunque sea alguna de las joyas que la faraona me ofrece seria descortés y mal visto.  Tomo unas pulseras y las coloco en mis muñecas para que las adornen y doy por terminada mi indumentaria.

Olabisi esta noche me demuestra su gran maestría con el maquillaje. Mis ojos azules destacan con los polvos grises que puso en mis párpados pero que no llegan a ser demasiado intensos, solo un roce que los hace brillar; el khol que los delinea es fino pero aun así los hace ver más grandes. No obstante son mis labios lo que llaman la atención, un intenso rojo descansa sobre ellos haciéndolos ver voluptuosos y  apetecibles. 

Unos toques en la puerta nos indican que ya han venido a buscarme, le indico a Olabisi que le haga saber a quién me esperaba que enseguida salía de la habitación. Me observo una vez más y acomodo mis pechos antes de dirigirme a abrir la puerta para ir a la celebración.

Apenas abro la puerta para salir los ojos de Manje descienden por mi cuerpo y vuelven a ascender. Lo veo tomar una gran bocanada de aire y soltarla lentamente por la boca.

Sus manos van a mi cintura y me aprietan la piel, como si quisiera constatar que soy real.

-Estás hermosa –dice mirándome fijamente con los ojos del color de la plata fundida- Pareces una diosa esta noche.

-Gracias –le respondo mirando fijamente sus ojos.

Me tiende el brazo para dirigirnos a la celebración y yo dejo mi mano sobre sus músculos. Vamos caminando en el silencio del pasillo pero no es como si hubiera mucho que decir, simplemente disfrutamos de la compañía del otro. A mitad de nuestro camino detiene sus pasos y toma mi mano entre las suyas para dejar un beso en la cara interna de mi muñeca.

-Se me había olvidado por lo hermosa que estás –guiña uno de sus ojos y una carcajada inunda mis labios- Lo que daría por poder besar esa boca en estos momentos.

-Lo siento pero no puedes, Olabisi tardó demasiado maquillándome y quiero que los invitados vean su obra –digo aun riendo pero negado con la cabeza- por cierto tú también estás magnífico –lo halago mientras comenzamos a caminar nuevamente.

Ciertamente lo estaba. En esta ocasión iba vestido de cuerpo entero, dejando su pecho oculto detrás de una capa de tela. Adornos del mismo azul que mis ropas decoran las suyas, haciendo contraste con el blanco. Dos bandas se encuentran en los bajos de su faldilla, la inferior siendo más gruesa que la superior. En su cintura se encuentra ciñendo las prendas una franja gruesa haciendo el papel del cotidiano cinturón de cuero. El oro adorna sus brazos en forma de brazaletes, ciñéndose a los trabajados músculos.

-Deja de mirarme así que no vamos a llegar y debemos honrar a nuestros invitados –dice mirándome por el rabillo del ojo.

-¿Y cómo te estoy mirando?

-Como si quisieras comerme –dice y trago porque es cierto que es este momento me resulta de lo más deseable.

La multitud congregada nos ovaciona en cuanto anuncian nuestra entrada, entre reverencias y aplausos nos dirigimos a la mesa dispuesta para la familia real y los altos funcionarios de nuestro gobierno y del de Mitanni.

Cuatro mesas largas han sido dispuestas en el espacio al cielo abierto. Abastecidas de sabrosos platos y refrescantes bebidas. Entre estas intento encontrar a mis padres pero entre tantas personas me es imposible.

-Hermana estás hermosa –dice Nefeura abrazándome fuertemente- Están en la primera mesa de la derecha, al lado del sumo sacerdote de Amón –susurra esto último en mi oído, solo para mí.

-Gracias hermana –respondo antes de separarnos.

-Sabía que estas ropas te quedarían fantásticas, pero ha resultado que has opacado a todas las demás mujeres –dice apreciándome- Hermano te casarás con la mujer más hermosa de las dos tierras.

-Por supuesto que sí, soy afortunado de que será mía –dice pasando un brazo por mi cintura y besando mis cabellos.

-Tú también estás hermosa, Nefeura –le digo admirando sus ropas de un diseño similar al mío con un delicado color verde que hace resaltar el tono tostado de su piel, haciéndolo ver seductor.

-Podrías haber usado más joyas, Safiya –el tono de voz de la faraona es ligeramente mordaz. Por respeto intento hacer una reverencia pero la mano de Manje a mi alrededor me detiene.

-Yo creo que se ve exquisita así, madre –siento sus músculos tensos y acaricio su brazo con delicadeza.

-Eso es porque es tu prometida, hijo mío. Frente a la corte las joyas que usemos son la representación de nuestro poder hija –su mirada me atraviesa y asiento lentamente.

-Entonces el poder de Safiya es el de encadenar a mi hermano con su pasión –dice Nefeura con una gran sonrisa, mi cara se vuelve roja porque la interpretación que ella le ha dado a las alhajas que conjuntan mis ropas.

Quizás es que ella no se había dado cuenta de la tensión que con gran rapidez sus palabras hicieron desaparecer pero segundos antes parecía que estuviéramos en un campo de batalla.

Con gran destreza Nefeura me saca del medio de Manje y su madre llevándome a saludar a los invitados de Mitanni.

-Hermosa será la reina de Egipto –halaga uno de ellos, el que más poder transmite por sus ojos.

-Lo será, un joya de la corona egipcia definitivamente –un anciano inclina la cabeza en mi dirección y correspondo con una leve genuflexión de mis rodillas- sin embargo la princesa tampoco se queda atrás.

-Es cierto padre –concuerda con el hombre mayor un joven de contextura delgada y algo desgravado.

-Si vuestras mercedes nos lo permiten, debemos ir a saludar a otros invitados –nuevamente Nefeura toma mi mano y me dirige entre los invitados.

Las manos de mi madre abarcan mis mejillas mientras mi padre deja un beso sobre mi frente, me siento en casa entre sus cálidas muestras de amor, sin embargo después de disfrutar un momento con ellos les digo que debemos de ir a la mesa principal.

-Con el tiempo aprenderás cómo dirigirte en este tipo de eventos –anuncia Nefeura antes de tomar un sorbo de su vino, la imito degustando el sabor de las uvas en la bebida- Al igual que aprenderás a manejar las situaciones entre Manje y mi madre.

-¿Qué fue lo que sucedió antes, Nefeura? –a mi mente llega la tensión de ese momento y un escalofríos me recorre.

-Digamos que ellos tienen diferentes puntos de vista con respecto a algunas cosas.

-¿Eso crees? –dejo la copa en la mesa y giro mi cuerpo en su dirección alzando una ceja.

-Si, en caso de haber algo mas no podríamos conversarlo aquí –su copa se dirige en un brindis hacia uno de los invitados tras de mí. Miro en esa dirección y veo a uno de los mandatarios de Mitanni que estaba mirándonos, con rapidez levanta su copa hacia mi acompañante y comienza una conversación improvisada con la persona a su lado.

-Lo siento, aún debo de aprender muchas cosas –digo bajando la vista apenada, por poco divulgo lo que parecen ser importantes secretos frente a los enemigos del imperio.

-No te preocupes hermana, yo siempre estaré aquí para ayudarte y enseñarte –una de sus manos aprieta las mías y sus labios me dirigen una cálida sonrisa cuando la miro.

-No estás intentando robarme a mi prometida ¿verdad hermana? –los ojos de Manje son pícaros cuando se sienta a mi lado y deja un beso sobre mi hombro.

-Puedes tener la seguridad de que si yo hubiese nacido hombre sería mi prometida hermano –dice ella siguiéndole el juego.

-Deberíamos preguntarle a ella –sus ojos estrellados buscan mi mirada con interés.

-Como ella es mi hermana a la que amo con devoción debería de salir en su defensa, sin embargo tu serás mi esposo así que te debo obediencia y respeto –llevo una mano a mi mentón simulando estar pensado profundamente- Como ella no es hombre y yo no tengo necesidad real de elegir entre ambos me quedo con los dos en esta vida –resuelvo sonriéndoles.

Entre risas, delicias al paladar y entretenidos bailes comienza nuestra noche. Sonrió al cielo pensando las sorpresas que nos traerán las estrellas que comienzan a mostrarse.

 

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