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Capítulo 5:


Capítulo 5:

El ansiado día llegó antes de lo esperado. The Sunday Tames se hizo eco de la noticia, subrayando con toques de añoranza los días en que el cumpleaños de un duque se hacían por todo lo alto. Ponía en evidencia la errática conducta de la actual duquesa de Norx, pues una fiesta del té se alejaban bastante de las extraordinarias bacanales de sus predecesores, sorprendiendo a amigos y extraños incluso por la elección de sus invitados.

A la menor de los Sierra no obstante le venía de perlas. Nunca se había sentido cómoda entre una gran multitud, no echaría en falta las cenas de seis horas ni el posterior baile. Además, siempre acudían los mismos, y no se le daba demasiado bien fingir dicha cuando lo que realmente quería era salir corriendo hacia la habitación más cercana para alejarse del ruido y del sofoco que producían tantas sombras parlantes.

A medida que avanzaban en carruaje reparó en lo cambiada que estaba la ciudad. Habían comenzado a instalar el sistema de metro en la parte rica de la urbe y ahora que la familia real se había trasladado dela abadía de Westminter al palacio de Buckingham, Piccadilly estaba de moda. Al menos habían abierto tres hoteles y un teatro en esa zona, sin contar dos clubs de juego para caballeros y otras tantas licorerías.

-¡Dios, menos mal que estamos llegando! -Teodora se llevó un pañuelo perfumado a la nariz, recordándole que no todo era esplendor y progreso. -Tendríamos que haber sido listas y haber hecho caso a Olimpia, aunque el camino nos llevara más.

Londres tenía un olor característico debido a la multitud de peleterías y la falta de higiene de muchas calles. Un hedor a rancio que en días como estos en que una ola de calor diezmaba la ciudad se hacía más insoportable. Su hermana sin embargo había conseguido evitar el añadido del humo de las chimeneas de cuantas fábricas había a lo largo y ancho del Támesis aprovechándose del parón que hacían los trabajadores a mediodía. Su padre no tardó en secundar su idea, así como dos de sus hermanas, pero su madre la convenció de partir antes y aquí estaba, a solas con una quejica.

-A mi no me mires. Fuiste tú quien quería llevar ventaja acudiendo antes que el resto de invitados.

-Hija, es una duquesa, que menos que llevarle el regalo en persona.

-El resto seguro que se lo han enviado por correo.

-Nosotras no somos como los demás. Cuando seas mayor ya lo entenderás.

Comosi ella fuese muy vieja...

El carruaje dio una sacudida, oyeron relinchar a los animales y el crujir de la madera. La baronesa se asomó por el ventanuco.

-¿Qué sucede Henrry?

-Lo siento Milady -Se excusó el conductor aún desde el frontal- Los caballos están irascibles por culpa del clima, tendremos que detenernos en el abrevadero más próximo.

-¿Otra vez? Cómo es posible que en veinte minutos que nos lleva de aquí a allí tengamos que hacer tantas paradas. ¡Un caballo no puede estar tan deshidratado!

-Es que...

-Es que nada. A mi no me engañas, en lugar de estar holgazaneando por ahí deberías haberte cerciorado de las condiciones en que se encontraban las monturas. Anda tira, haz lo que debas. Pero como esto se repita otra vez puede que llegue tarde también tu estipendio.

Su madre volvió a reclinarse en el asiento maldiciendo.

-Increible, ¿qué le sucede últimamente al personal? Primero Frank, luego Claire y ahora esto...

-¿Qué pasa con Claire?

-Vamos...no me digas que no te das cuenta. Más despistada y no nace.

-¡Madre!-sintió el impulso de proteger a su doncella. - No es despistada, es dispersa.

-Una forma bonita de decirlo.

-Tiene muchas cosas que hacer durante el día, seguro que las repasa mentalmente.

-¡Ja! Y qué más.

-Y....y.....-miró a su alrededor en busca de inspiración. - Cose muy bien, sabe planchar y canta como los ángeles.

-Es verdad. Pero eso no la vuelve menos irritante. Deberías imponerte más, no le des tanta confianza o terminarás creyendo que sois amigas. ¿Te has planteado buscar otra ayuda de cámara?

-¡No!-al darse cuenta del ímpetu, bajó la voz. -No. Me cae bien. Nunca la he visto ponerle mala cara a alguna de mis órdenes. Se anticipa a lo que pueda necesitar y...

Me da conversación, sabe que me cuesta relacionarme y en lugar de apartarse me cuenta chistes o anécdotas sobre los vecinos. Aunque esté de mal humor.

-¿Y?

-Nada. No la despidas por favor. Me gusta.

Su madre suspiró derrotista.

-Al que voy a despedir como no espabile es a Henrry.







                       En la entrada había un patio inmenso custodiado por un portero de chaquetilla gris y una enorme fuente circular en la que una familia de patos del mismo color pataleaban en círculos. Les hizo señas con los brazos para indicar el terraplén lateral, más allá de las cenefas vegetales a modo de laberinto y del buen olor de los árboles frutales encogidos en sus tiestos. Nos apeamos cerca de las caballerizas y del lugar en el que los cocheros lavaban los carruajes. El portero no tardó en alcanzarlas y aunque insistió en llevar los paquetes, Teodora se resistió a entregárselos. Por una vez Raquel estaba de acuerdo con su madre.

Las recibió un mayordomo añejo, bajo y enjuto. Llevaba gafas pero su nariz era tan pequeña que éstas resbalaban hasta la punta, sus labios eran finos como el papel y se le marcaban las venas en el gaznate allá donde la ropa desaparecía, se dobló en sucinta bienvenida, una pose angular perfecta consecuencia de años de rutina.

Divisó el zaguán, vacío. Sin duda algo que alegraría a su madre. El hombrecillo susurró algo, nunca supo el qué, y las condujo por un pasillo de techo irregular que parecía hacerse más alto pormomentos. Vieron a la duquesa a través de las puertas francesas,estaba de pie y mirando hacia el suelo como si se le hubiese perdido algo. Debió sentirse observada porque se giró hacia la entrada, o puede que las oyese llegar, dejó lo que estaba haciendo y antes deque el mayordomo las anunciase ya la tenían encima.

-¡Amiga mía! -abrazó a Teodora por la cintura. -Me alegra veros.

-Y a mí. -se ladeó para incluir a su hija. - Os presento a Raquel, la benjamina de la familia. Sé que ya la conocíais pero han pasado años desde la última vez que la visteis.

La aludida inclinó la cabeza.

-Sí, está muy cambiada. Pero sigue siendo una jovencita encantadora.

-Atened a bien que os felicite, aunque a una no le guste nunca cumplir años.

La anfitriona rió y asida del brazo de su madre las adentró al salón.Se sentaron en sillones uniplaza alrededor de una mesita de madera en forma de lágrima. Allí dejaron lo regalos.

-Esperamos que os gusten. -dijo Raquel, pero la aludida en lugar de abrirlos hizo una señal al mayordomo para que se los llevara. Se sintió un tanto decepcionada y Teodora le dio una sutil patada en la espinilla, probablemente se le notaba.

-Gracias querida.

Un lacayo depositó una bandeja en el centro de la mesa, incluía: tres vasos y sendas copas, una jarra de agua y otra de limonada, servilletas perfumadas, una azucarera de plata y una pequeña cubitera a rebosar de hielo en cuyo interior había graciosos bucles de monda de limón. Su madre retomó la conversación, hablaron de cerámica y espectáculos, de la salud de la familia y del tiempo, de nacimientos y fallecimientos...

Pasó más de una hora antes de que se dieran cuenta y en todo ese tiempo Raquel apenas abrió la boca. Escuchaba educada porque la conversación no la aburría y contestaba las preguntas de la duquesa cuando debía, mas sentía que no tenía nada interesante que aportar. Aun así creyó causarle buena impresión porque cuando se abstraía observando el entorno, notaba sus ojos sobre ella, escrutándola, y al devolverle la mirada sonreía ladina.

Las puertas del salón, abiertas para que entrara la corriente, trajeron con ella un nuevo visitante, lo había visto antes a través de la ventana hablando con una joven rubia, y aunque se moría de curiosidad se negó a formular pregunta alguna que pudiera delatarla.

Le extrañó que Maximilian no se les uniera durante el recibimiento,pero la extrañeza se convirtió en desilusión cuando se percató de que no lo haría en toda la tarde. Sin embargo ahora, al verlo imponente con un inmaculado traje blanco y cargando en los brazos un ramo de rosas para su madre, sintió que se había abierto el cielo. Atrás quedaron sus frustraciones y celo.

Se sonrojó, no pudo evitarlo y a los pocos minutos, antes de que tomase siquiera asiento se sorprendió diciendo:

-Lord Briton, ¿sería tan amable de enseñarme los alrededores? Las cenefas de los jardines me resultaron fascinantes.

Teodora la miró como si le hubiese brotado una segunda cabeza, no era para menos, pues ella tampoco entendió de donde provino ese impulso. El conde levantó una ceja, no porque la pregunta lo incomodara sino porque tuviera la audacia de hacerla. Pese a ello le ofreció su brazo.

-Por supuesto, será un honor.

Continuará....

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