Capítulo 3
A veces los sueños son una buena escapada a la realidad, ver a mi familia era un alivio para mí aunque fuera en un mundo donde no puedo tener verdadero contacto con ellos. Pero la parte más dolorosa de todas es tener que despertar.
-¡A despertar! Ya hemos llegado -un hombre golpea los laterales del carruaje haciéndonos sobresaltar.
La puerta se abre dejando entrar mucha luz del mediodía. Mis ojos ardieron, me dolían pero no me dejaron ni calmarme o aguantar un poco cuando ya nos estaban sacando a todas en una fila para ponernos unas cadenas en las muñecas. Pero al llegar a mí el hombre observa mi brazalete.
-Oro y rubíes... Me quedo con esto -me quita el brazalete antes de darme cuenta.
-¡Eso es mío! ¡Devuélvelo! -traté de saltar sobre él y arrebatarselo pero otros me sujetan.
-¡No me hables así, mujer! Ahora no tienes derecho de hacerlo, ¡cállate!
-¡Devuélveme el brazalete, maldito bastar...! -mi rostro giró hacia un lado cuando el hombre me golpeó la mejilla.
-¡Silencio ya! ¡Y formate!
Me jalan para volver a ponerme en la fila pero yo solo quería llorar. No les daría el gusto así que me tragué el llanto y miré a los demás.
-Compórtense y no hablen ni se muevan -advierte el hombre-. O las mataré aquí mismo.
Nos hacen formarnos en fila hasta que llegaron unos hombres. Uno de ellos tenía una cicatriz en el ojo que a la vez cortaba su labio. Nos mira a todas, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.
-¿Son todas? -pregunta el hombre.
-Los otros carruajes llegará más tarde, general. No se preocupe, si no le agrada ninguna de aquí podrá elegir otras cuando lleguen -menciona el hombre que nos trajo aquí.
-No esperaré a que lleguen otras, elegiré unas cuentas como regalo del rey, ahora.
El hombre asiente y el general se acerca a la fila desde el lado opuesto a mí. Agarraba del brazo a quien elegía y las separaba del resto. Pronto llegó hasta mí y se me quedó mirando.
-¿Qué le pasó a esta? -cuestiona por el golpe en mi mejilla-. Creí haberles dicho que no quería ni una herida.
-Lo siento general, es que esta mujer fantoche¹ no se daba cuenta de su lugar aquí. No me dejó otra opción.
El general solo asiente, pasa de mí pero vuelve a detenerse y me mira de nuevo. Suspira y me agarra del brazo, al instante abrí los ojos y forcejeé.
-¡No! ¡No quiero, déjenme ir!
-¡Otra vez, cállate! Agradece que te hayan escogido, irás al Palacio Real!
-¡No quiero! ¡Suéltenme! -traté de irme pero fue ahora el general quien agarra mi brazo y me hace verlo.
-Escucha, has silencio y te irá bien. Te comportas y te irá mejor, si no quieres ir al palacio bien. Terminarás siendo vendida como una esclava para otros hombres diferentes cada día. Morirás en poco tiempo.
Aquello me heló la sangre, no quería servirles... no quería ser una esclava. Pero no tengo opción, ¿verdad?
Apreté los dientes antes de bajar la mirada. El general me suelta finalmente.
-Bien... llévenla.
-Sí, general.
Otros hombres me agarran por los brazos y me llevan hasta otro carruaje menos escalofriante. Me suben junto a las demás. Tras de mí se subieron dos chicas más y luego las puertas se cerraron.
-¡Vámonos!
Pusieron en marcha los caballos y yo volví a resoplar agotada de todo. Tenía miedo, no sabía que sería de mí a partir de ahora, miré por las ventanillas, el reino de Viltarin no era como me lo habría imaginado, en realidad creía que sería mu ho más escalofriante.
Pero pude ver niños jugando, adultos sonriendo y jóvenes enamorados. Al menos esa era su vida... yo sería una esclava ahora.
Volví a sentarme y a abrazar mis piernas, mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas pero esta vez me esforcé más para no derramar ni una. El viaje fue bastante largo, o al menos yo lo sentí así; cuando el carruaje se detuvo y la puerta se abrió nos hicieron bajar en el castillo, en la puerta de atrás.
Miré a todos lados pero no pude ver más cuando me hicieron entrar. Nos llevaron a todas para prepararnos, claro que no llevarían a mujeres con posibles enfermedades para el rey. Fue vergonzoso pero nos revisaron a todas y cada una antes de volver a llevarnos. Vi la puerta abierta, donde salían unas sirvientas. No resistí y traté de correr.
-¡Oye!
Miré a un lado cuando unos guardias se acercaron a mí, corrí a un lado y traté de buscar otra salida. Era difícil correr con mis manos encadenadas. Volví a ver otra salida y sonreí esperanzada. Pero antes de que pudiera llegar a la puerta unos hombres me detienen.
-No... -murmuré molesta, apreté los dientes y forcejeé- ¡Suéltenme! ¡No quiero estar aquí! ¡Dejenme libre!
-¡Ya, has silencio!
-¡Libérenme!
-¿Qué sucede aquí?
Todos nos detuvimos de golpe, bueno... me hicieron detenerme. Miramos atrás hasta encontrar al rey, lo supe por su forma de vestir y supongo que el hombre a su lado era su hijo.
-Majestad, está mujer rebelde hace demasiado ruido. La llevaremos de inmediato a...
Por la distracción de hablar con el rey afloja el agarro así que liberé mi brazo y le di un golpe en la nariz.
-¡Hija de...! -el hombre se agarra la nariz mientras me fulmina con la mirada.
-Sí que es rebelde... -comenta el rey.
Entonces parece ver algo en mí, creí que era un viejo pervertido porque miraba mis pechos, pero entonces agarra mi collar de manera repentina quitándolo de debajo de mi ropa.
-¡Oye...!
-¡Silencio! -me agarran del cabello para retenerme.
El rey mira el emblema de mi collar y una sonrisa aparece en su rostro.
-Una Adrestiana... Y a juzgar por el diamante en el collar vienes de una buena familia. Dime, querida ¿cuál es tu nombre?
-Soy Lícia VonStein y ordeno que me suelten de inmediato. Se los advierto, mi familia no se quedará de brazos cruzados. Vendrán a buscarme, así que suéltenme, si saben lo que les conviene.
-Tienes agallas, lo reconozco -dijo el rey soltando mi collar-. No importa de donde hayas venido ni quien eras... Ahora estás aquí y todo lo que eras antes no tiene importancia.
Apreté los dientes con molestia e impotencia pero entonces el rey se gira hacia su hijo.
-¿Qué te parece, Alexander? ¿No crees que es una mujer muy hermosa?
Las miradas se posan en aquel hombre, me mira de arriba a abajo y sentí mi cuerpo estremecerse por aquella mirada. He de admitir que Alexander es un hombre realmente atractivo... pero es una escoria Viltarin como todos aquí.
-Realmente lo es -es lo único que dice aunque no lo hace con mucho interés.
-Bien, entonces ¿qué te parece la idea de que se una a tu harén?
-¿Qué? -Alexander y yo hablamos al mismo tiempo y miramos al rey.
-Padre...
-Está decidido, será lo mejor. A no ser claro que te rehúses... -mira a su hijo con advertencia.
La expresión de Alexander me hizo confundir, parecía sin opciones. Resoplé y terminó asintiendo a las órdenes de su padre.
-¡Por supuesto que no! No formaré parte de algo como eso.
-¿Y quién ha pedido tu opinión? -pregunta el rey sonriendo con burla-. A partir de ahora le pertenecerás a mi hijo Alexander.
-¡No le pertenezco a nadie! ¡Soy una mujer libre!
-Ya no más. Llévensela.
Los guardias empiezan a arrastrarme mientras yo forcejeaba. Gritaba y exigía que me suelten a pesar de saber que eso no funcionaría. ¡Tengo que salir de aquí!
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¹ Fantoche: persona grotesca y desdeñable.
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