Capítulo 29
Pocos días habían pasado desde la llegada de Idalia, la hermana mayor de Alexander. No ha intentado nada más que malas miradas y comentarios indirectos hacia mí, aún así no mantenía la guardia baja. Idalia no parece ser alguien que promete y no cumple. Estoy segura que en algún momento hará algo para afectarme.
Salí del castillo para encontrarme con Alex e ir al gazebo juntos, pero lo encontré rodeado de las amigas de Idalia.
-Vamos, Aleteza... Hay que ir a pasear -dice una de ellas.
-Gracias, pero ahora no es buen momento... -responde Alex tratando de ser amable.
-Es verdad, ¿no prefieres que te acompañe en lo que tengas que hacer?
-Chicas, chicas... cálmense. El príncipe está ocupado, déjenlo en paz -una de ellas habla tranquilamente y aparta a las otras-. Siento las molestias príncipe, puede ir a hacer lo que debe.
-Gracias... am...
-Silvanna La Rouge, es todo un honor conocerlo.
-Igual -Alex suspira y se despide de ellas antes de girarse y encontrarse conmigo.
Su expresión cambia de agotado a sonriente en un segundo, haciéndome sentir mejor. Se me acerca enseguida y yo lo esperé en mi lugar sintiendo mi corazón acelerado.
-Hola -saluda al llegar a mi lado.
-Hola -respondí-. Quería preguntarte si querías ir al gazebo conmigo, pero parece que estás ocupado.
-Me encantaría decirte que para ti jamás estoy ocupado... pero sí, tengo cosas que hacer -resopla cansado.
-No te preocupes, lo sé. Ve tranquilo, yo iré a leer allá.
-¿Segura? -asentí en respuesta-. Está bien... iré en cuanto pueda.
-Sé que así será.
Alexander me sorprende besándome desprevenida y de forma en que todas las chicas, amigas de Idalia lo vieran. Sonreí sobre sus labios y acaricié su mejilla antes de separarnos.
-Nos vemos.
-Adiós... -me despedí.
Él se aleja de mí sonriendo y yo volteé a ver a las otras chicas quienes me fulminaban con la mirada a excepción de la tal Silvanna, ella se cruzó de brazos y sonrió un poco, las ignoré y me fui a los establos. Pedí que prepararan a Koa y así lo hicieron.
Al estar listo me subí en él y fui hasta el gazebo para leer tranquila. Estaba tan sumida en mi lectura que no me había fijado en el pasar del tiempo, era tan interesante que la única forma en que dejé de leer fue cuando la iluminación no estaba tan buena. Levanté la cabeza notando el atardecer y entonces me di cuenta. Alex no había aparecido hoy.
No me extrañó, tampoco me preocupé. Decidí levantarme e ir donde Koa. Me subí sobre una piedra y lo hice venir hasta mí para subir en él.
-Vamos de regreso... -murmuré haciendo andar al caballo.
Jamás había regresado sola, menos de noche. Debía admitir que sin Alex aquí... daba un poco de miedo. Miré a todos lados, sentía mi cuerpo tenso por cada sonido, hice que Koa anduviera más rápido por instinto.
Vi sus orejas, notando que cambiaban de dirección y el animal se ponía nervioso. Un crujido entre los árboles me alerta y espanta.
-¿Q..Qué... fue eso? -me pregunté a mí misma-. Koa, será mejor irnos rápido.
Hice que el caballo empezara a correr, miré hasta atrás por si hubiera sido algo importante pero no vi nada. Volví la vista en frente pero abrí los ojos de par en par.
-¡Hm! -me agache casi a tiempo.
Aquella rama roza mi mejilla y me raspa el lado izquierdo del rostro. Suspiré profundo, no había sido nada más... Salimos del bosque, donde las farolas comenzaban a iluminar los senderos y el puente.
El paso de Koa se ralentiza al estar más calmados ambos, mi corazón latía con fuerza aún, dentro de mi pecho, pero lo sentía en mi garganta. Volví a suspirar para calmar mis nervios.
-No vuelvo a quedarme hasta tarde -me aseguré a mí misma.
Llegué hasta el castillo cuando la noche ya estaba sobre nosotros. Noté que Alex estaba por subirse en Anthas, se veía un poco preocupado pero al verme noté cierto alivio en su rostro.
-Zaria, has regresado... -me bajé de Koa con su ayuda- ¿Qué te ha pasado en el rostro?
-Nada, solo... me golpeó una rama, pero estoy bien -sonreí sujetando la mano de Alex que estaba en mi mejilla.
-Estaba por ir a buscarte, creí que te había pasado algo -admite.
-Lo siento, me entretuvo leyendo y se me pasó el tiempo.
Alex asiente comprendiendo, mira a los encargados del establo y les pide que metan a Koa allí. Me toma por la cintura y vuele a guiarme hasta adentro.
-La doctora te revisará antes de dormir, ¿está bien?
-Solo es un rasguño... pero está bien.
Escuchamos una puerta abrirse y cerrarse a un lado, vimos a Silvanna saliendo del salón con un libro en mano.
-Buenas noches, Alteza, señorita -nos saluda y se va sonriendo.
-Es extrañamente amable -comenté cuando ya se había ido.
-Pero de todas las amigas de Idalia es a ella a quien preferiría.
-¿La prefieres? -enarqué una ceja y él resopla.
-Sabes que no lo digo de ese modo... Si hablamos de todas las mujeres en el mundo, te prefiero a ti, siempre.
-¿Cómo es que siempre te salvas? -entrecerré los ojos y lo hice reír.
-Es un don.
Llegamos hasta su habitación, en el camino le había dicho a un guardia que llamara a la doctora quien llegó en pocos minutos. No tardó mucho en curar mis raspones e irse de nuevo, yo estaba cansada así que me acosté.
-Me hiciste preocupar al no venir... ¿no crees que me debes una compensación por eso? -Alex se coloca sobre mí con una expresión seductora.
Sonreí y lo sujeté por las mejillas hasta juntar nuestros labios con intensidad.
-Ya me he disculpado, pero si quieres puedo hacerlo mejor.
-Eso es lo que espero.
Empecé a besar su cuello y bajar hasta su pecho mientras desabotonaba su camisa y se la quitaba. Hice que se tumbara y me coloqué sobre su cuerpo. Bajé hasta sentarme justo en aquel lugar y así empezar a frotarnos un poco. Sus manos no pudieron permanecer quietas y bajaron mi vestido hasta destapar mis senos, los agarró haciéndome jadear.
-Príncipe... parece desearme demasiado -comenté.
-Es que así es, princesa... -me atrae hasta él hasta pegar mis senos en su pecho-. Te deseo más de lo que crees.
Una de sus manos acaricia mi espalda y baja hasta mi trasero, sonreí y besé su cuello de nuevo hasta dejar un par de marcas.
-Pero esta es mi disculpa, así que yo tendré que complacerlo a usted.
Me separé y me quité el vestido hasta dejarlo caer al suelo, Alex me mira y pasea su vista por mi cuerpo sonriendo lujurioso. Volví a acercarme para desabrochar sus pantalones y bajarlos, dejando a la vista su miembro ya erecto. Me subí de nuevo y pegando nuestros sexos empecé a frotarnos, su longitud acariciaba y rozaba mi intimidad haciéndome estremecer.
Pronto me había humedecido, sabía que ya era momento, así que me sostuve en mis rodillas y acomodé por mi cuenta su miembro en mi entrada. Me dejé caer metiéndolo todo dentro de mí, arrancándome un gemido.
-¡Ah...! -tragué grueso.
-Zaria... -miré a Alex quien tenía la cabeza inclinada hacia atrás.
Moví mis caderas finalmente, me ayudaba de mis rodillas para elevarme y caer de nuevo. Aceleré mis movimientos y veía las expresiones de Alexander, parecía encantarle.
-Mhmg... Zaria, lo haces tan bien. Hazlo más rápido, mi amor.
El que me llamara así se sintió bien, me ánimo a hacerlo mejor. Sus manos apretaron mi cintura mientras yo iba más rápido como me lo había dicho, sus gemidos roncos me erizaban la piel. Escucharlo gemir era más placentero que el mismo acto.
Me acosté sobre él para alcanzar su cuello y besarlo. No dejé de moverme, él tampoco paró de jadear o gemir. Podía sentirlo tocando el fondo de mi interior, golpeando un punto aún más sensible con cada entrada.
Ninguno de los dos quiso parar, ni hasta el momento en que ambos nos habíamos corrido. Fue otra gran noche para ambos.
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