Amelia se encogió en el lugar que estaba sentada.

Juliana y John se encontraban a su lado, dándose amor. Alejandra se encontraba al lado de ellos, soltando chistes y riendo entre los tres. Amelia no dijo nada, solo se quedó encogida en su sitio tratando de ignorar la presencia de ellos. Eran sus amigos, pero ella se sentía realmente mal. No podía dejar de recordar lo que había pasado el sábado. Temía tener una enfermedad mental.

Porque algo era claro, y es que algo en ella estaba realmente mal.

A las dos de la tarde era hora de ir a clase. Se levantó de su sitio con un suspiro y miró a John.

— Es hora de ir a clase.

John rió, sin querer soltar a Juliana.

— Ay adelántese usted. Y lléveme la maleta.  

Amelia se deprimió. Miró como esos dos se encariñaban y se daban besitos y se sintió miserable. ¿Por qué no podía ser como ellos? ¿Por qué tenía que estar atada a esta maldición?

Y cuando llegó a clase y vio a Santiago, supo que había tenido suficiente. No podía mas. Odiaba esa maldición con toda su alma. ¡Quería hablarle! ¡Quería hablarle más que a nada! ¡Pero estaba jodida! Estaba cansada de vivir de esa manera. Manteniéndose callada, buscando soluciones en internet que parecía que nunca iban a funcionar.

Al final de la clase Santiago pasó por su lado ignorándola, y entonces lo supo.

Iba a acabar con esa maldición. Cueste lo que cueste.