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Dudas

«Dudas»

Joseph Collins

Los rayos de sol bañan su cabello castaño dándole una iluminación singular. Sus labios están entreabiertos mientas sus largas pestañas descansan sobre sus rosados pómulos. Me parece gracioso y muy tierno la manera tan particular en la que arruga la nariz mientras duerme.

Kylie tiene el extraño poder de hacerme sentir en paz, feliz... El poder de hacerme sentir vivo. Es raro, ella me transmite y me hace sentir cosas que desde hace mucho tiempo no había sentido.

El miedo es una de esas cosas tan ajenas a mi memoria que ella me hace experimentar. Su inteligencia me aterroriza, todo lo que esa cabecita puede maquinar me da terror. Pero, lo que más me da miedo es todo lo que ella puede hacer conmigo. Para mí no es nada nuevo el saber que le hice daño, que la lastime innumerables veces. Y para ser honesto, no me siento orgulloso ello.

Mis razones para alejarme de ella fue ese miedo de que ella me lastimara también, que ella supiera que me tiene a su antojo y pudiera cobrarse todo lo que yo alguna vez le hice. Pero, eso me empezó a importar muy poco cuando el miedo de perderla empezó a opacar cualquier otro miedo.

Si ella me quiere herir, que lo haga. Si ella quiere despedazar mi corazón que lo haga. Pero, que nunca se aleje de mí. Que sus bellísimos ojos cafés no me dejan de ver, que sus labios no me dejen de besar y si es posible... Que su corazón no deje de latir por mí, así como el mío late por ella.

Ella dormía pacíficamente sobre mi pecho. Yo acariciaba con lentitud la suavidad de su cabello, la suavidad de su piel. En un movimiento brusco ella me dio un manotazo en la cara. Sip, dormir con Kylie es así, manotazos y algunas patadas.

Cuando se acomodó mejor entre mis brazos, pegué mi nariz a su cabello. Ella pasaba la punta de su dedo índice por la desnudes de mi pecho, haciendo líneas invisible. Lentamente ella se separó de mí, poniendo su espalda contra la cama, mirando al techo y arrugando las cejas.

¿En qué estás pensando, Kylie? ¿Que está pasando por tu cabecita? ¿Ahora que hice? ¿Hice algo malo anoche? ¿Te estás arrepintiendo de nuestra noche de pasión? O ¿Quieres que me vaya, Kylie?

Maldita sea. deja de ser tan paranoico, Joseph.

Su mirada cae sobre mí. Mi corazón empieza a latir como loco por su atención. La duda se hace presente en el reflejo de sus ojos, muerde su labio inferior, con recelo pone su mano sobre mí mejilla y la acariciando. Mi piel tiene tanta sed de su tacto que necesita más.

Ella sonríe abiertamente, sus labios plantan un breve beso en mi boca, se sienta en la cama y se levanta de está, regalándome una hermosa vista de su espalda descubierta y su ropa interior negra, sus paso son con dirección al baño. Me quedé viendo al techo por unos minutos, ¿Qué me voy a poner hoy?

Me incorporo rápidamente en la cama.—Kylie...

—¿Si?—Dice ella desde el baño.

—¿De casualidad, tengo algo ropa por aquí?—Pregunte sentándome en el borde de la cama.

Ella sale del baño con una bata blanca y una toalla en el cabello.

Me señala su clóset.—Primer cajón tienes dos camisetas, un short, creo que hay un boxer y en al lado izquierdo tienes unos tenis.

Busqué en el clóset donde ella me dijo, saque todas las prendas y me metí al baño. Dejé que toda el agua callera sobre mí, pase el jabón por todo mi cuerpo, deje que el agua se llevará el jabón y me quedé unos minutos más debajo del agua. Salí del baño con una toalla atada a la cadera y tome la ropa para ponérmela.

Me pongo la ropa interior y el short. Metí mis llaves, mi celular y mi billetera a los bolsillos laterales del short. Tomó la camiseta, la pongo sobre mi hombro y salgo de la habitación.

Kylie está sentada sobre una silla de madera frente al mesón, revisa y escribe algo en su laptop. Ella aún no ha percibido mi presencia. Su cabello se mira algo oscuro, muerde su labio inferior y con inquietud mueve su pierna repetidas veces. Viste una camiseta de tirantes en color rojo y un short corto negro.

—¿Ya desayunaste?—Pregunté caminado hacia ella.

Toma una manzana verde que tiene enfrente y la muerde.

—Sí, ya estoy desayunando.—Hablá con la boca llena, su mirada sigue pegada al computador.

Reí por lo bajo, caminé hasta la estufa.

—Eso no es un desayuno.—Replicó mientas tomo uno de los sartenes que cuelga frente a mí y lo pongo en la llama de la estufa.

—Claro que lo es. Solo que los golosos como tú no conocen lo que es un desayuno saludable.—Me Contraataca, muerde la manzana otra vez y sonríe victoriosa. ¿Porque demonios no me ves, Kylie?

—Te haré un verdadero desayuno y un batido de remolacha para que no te vuelva a desmayar.

De la nevera agarre tocino y salchichas, luego agarre unos huevos y puse todo en sartenes diferentes. De ves en cuando la miraba sobre mi hombro para ver lo que hacía. Pero, su concentración estaba totalmente dirigida al aparato frente a ella. ¿Me está ignorando?

Solo está ocupada, Joseph. Déjala en paz.

Le hago caso a mí conciencia y sigo cocinando. Cuando ya está todo listo tomó dos platos y sirvo la comida. Me giró hacia ella y hago un silbido para que ella me mire. Sus preciosos ojos marrones caen sobre mí y mi corazón vuelve a saltar por todo mi pecho.

Sus perfectas cejas pobladas reflejan extrañeza mientras sus ojos reflejan diversión. Una hermosísima sonrisa socarrona se esboza en esos rosados labios. Esa sonrisa es tan contagiosa. Se baja de la silla y se acerca a mí.

Kylie mirá descaradamente mi abdomen.—Que cocinero tan indecente.—Su tono juguetón me hace reír.

—¿No disfrutas de la vista?—Juego de manera coqueta dirigiéndome más a ella.

—Cada segundo de ella...—Musita casi audible mientras pasa su mano por mis abdominales.

La tomo de la cadera y me apoderó de sus labios, la elevó un poco para ponerla sobre el mesón. Sus manos se dirigen detrás de mi nunca aumentando la intensidad y pasión del beso.

Con mis manos busco a desabrochar el botón de su short mientras bajo mis besos para besar la fina piel de su cuello.

—¿Q-qué estás haciendo, Joseph?—Su voz sale agitada de sus labios.—A-alguien nos puede descubrir.

Me fascina escucharla agitada.

—Es tu casa, ¿Quién va a entrar?—Cuestioné sobre su cuello.

—Madison y Michelle tienen copias de la llave.—Contestá dejando de acariciar mi cabello.

—¡Que se jodan!—Me separé de ella y la miré a los ojos. El deseo ronda por su pupila.—Nadie les permitió pasar.

Ella vacila por unos segundos y luego su mirada se clava en la mía.

—¡Que se jodan!—Encoge los hombros y me vuelve a besar con mucha pasión.

Sus traviesos dedos trataban de desabrochar el botón de mi short. Mis manos trataban de bajar los tirantes de su prenda con ferocidad, mis manos acariciaban suavemente sus pechos sobre la tela haciendo que ella soltara algunos gemidos sobre mis labios.

Para más desgracia, golpes empezaron a sonar en la puerta. Ambos ignoramos éste sonido y seguimos con lo nuestro.

—Kylie, soy yo...—Una voz masculina se escuchó detrás de la puerta.

Kylie me empuja suavemente y se baja del mesón, sube los tirantes de su blusa, abotona su short y con el reflejo de un cucharón arregla su cabello. Yo la miro con confusión. ¿Kylie espera a alguien?

—Ponte una camiseta.—Me ordena apuntándome con su dedo índice de manera autoritaria.

Me pongo la camiseta que saque y acomodó mi cabello. La curiosidad me invade con totalidad, así que me acercó para ver como abre la puerta. Un chico alto, cabello castaño, con lentes finos, vestido con distinción pero de un relajado conjunto veraniego; Short blanco, camiseta de botones mostrando una parte de su pecho y zapatos cafés sin calcetines. Trae un gigantesco ramo de flores y una gran caja rosada. Tomá a Kylie por la cintura, elevándola y dándole vueltas con mucha felicidad. Cuando la deja sobre el suelo él estampa sus labios contra los de ella, ella se queda estática.

Una presión en el pecho me empiezan a sugerir, malditos celos me hacen el corazón pequeño. Obviamente no me voy a quedar de brazos cruzados viendo como un tipejo le mete la legua hasta la garganta a MI chica, así que hago ruido con un tenedor y un plato para hacerme notar. Él se separa de ella y me dirijo ellos.

—Joseph, él es Giovanni Carpenteri. Un amigo de Italia. Gio, él es Joseph Collins. Uno de mis mejores amigos.—Nos presenta ella a ambos.

Ya veo, éste es el italiano.

—Giovanni Carpenteri, un gusto.—El castaño de ojos azules verdosos me extiende su mano derecha a mí.

Con mucho recelo y con la sonrisa más falsa que he dado en mi vida contestó a su gesto. Nunca he sido bueno para ocultar el desagrado que tengo hacia ciertas personas. Soy director y eso es todo.

—Joseph Collins,—No, ésto no es un gusto para mí.— El gusto es todo mío.—Vuelvo a forzar una sonrisa.

Kylie lo invita a pasar. Cuando él ya no puede vernos ella me lanza una mirada 'Comportate' casi igual a la que solía hacer mi abuelo cuando era un niño pequeño. Eso me hace reír, me dirijo a la cocina solo para disimular que los espió.

.

Estoy como un bobo viéndolos hablar a los dos. Él la mira con mucho entusiasmo, sus ojos no dejan de brillar cada vez que ella habla.

¿Porque me molesta tanto que él la miré de esa forma?

Ella es una mujer libre, puede hacer lo que quiera. Pero, no soportó que esté lejos de mí. Que ella me ignore se siente tan fatal. Ella me miró velozmente y sonrió. Como idiota le devolví la sonrisa. ¿Porque tú, Kylie? ¿Porque tú y no cualquier otra persona? ¿Que tienes tú que no tengan las demás chicas?

Quizás sea ese leve parentesco con mi madre. Físicamente comparten algunas cosas. Pero, en aspectos de personalidad son inusualmente idénticas.

Kylie me hace sentir que pudo lograr todo lo que me proponga. Kylie me da su apoyo incondicional. Kylie es ese motivo que yo tengo para no rendirme. Que luché, peleé y gane... Como decía mi mamá. Su muerte me eliminó tantas cosas... Que solo Kylie las recuperó.

Luego de unos minutos, el tal Giovanni se fue. Gracias al cielo que ésta vez no se despidió tan amoroso.

—Con que ese es el italiano.—Las palabras se escapan de mi boca con mucho veneno.

Kylie me mira con cansancio y suspira pesado.—No empieces, Joseph.

—Yo no estoy empezando nada.

—Si, claro, como tú digas.—El tono sarcástico en su respuesta me atrae hasta ella.

—Es que no me gusta que coqueteén con mi novia.

La sorpresa en su rostro es evidente. Hace una mueca de indignación.

—¿Unos besos, una noche de sexo y ya soy tu novia?

Corto la distancia entre nosotros y posó mi mano sobre su mejilla.

—Muchos besos, una noche entera haciendo el amor y ya eres el amor de mi vida.—Replicó con suavidad acariciando su mejilla.

Analizó y detallo cada facción de su rostro. Quiero decirle algo. Pero, N sé lo que sea. En la garganta se me hace un nudo que no me deja hablar. En el pecho se me atraviesa la duda y la desesperación. ¿Será lo que pienso que será?

—¿Que me quieres decir?—Me pregunta ella como si pudiera leer mis pensamientos.

¿Ahora quien es la lee mentes?

—Kylie...

—¿Si?

—Te amo.

Ella se sorprende. Y no es para menos, yo tampoco esperaba decir una cosa de esa magnitud. Simplemente salió de mí y listo. No lo pude controlar.

—Joseph, yo...

—No te preocupes, cuando de verdad lo sientas me lo podrás decir. No hay ninguna prisa.—La tranquilizó acariciando sus hombros. Ella sonríe y me besa.

Ambos nos sentamos en el sofá a comer los chocolates que el italiano le había traído a Kylie en la caja rosa. Mirábamos esa típicas series de policías mientras desgutabamos del sabor y calidad de los chocolates. Los italianos tiene buen gusto para ésto. Kylie jugando con una moneda, la cual estábamos usando para jugar a la suerte, se le cayó al suelo. Ella se levanto del sofá y se agachó para buscarla, dándome una bellísima y plena vista de su trasero.

Vamos, Joseph. Mente sana como manzana, mente sana como manzana, mente sana como manzana. Piensa en algo bonito antes de que algo empiece a emerger de tu entrepierna.

Su trasero es bonito.

Ay carajo, que pervertido que soy. Cierro mis ojos con fuerza para no pensar en eso.

—Joseph...—La voz de Kylie interrumpe mi agonía. Su mirada baja y sube de mis ojos hacia... El bulto que tengo en mi short.

Oh, no.

—Es que estabas agachada y me...

Se acerca lentamente y se sube arriba de mí.—¿Te emocionaste?—La picardía en el tono de su voz hace un incremento de hormonas en mí.

Maldita sea, me excité más.

—Usted y yo dejamos algo pendiente, señor Collins. Y a mi no me gusta dejar las cosas pendientes.—Ella susurra en mi oído con suma sensual.

—Totalmete de acuerdo con usted, señorita Grayson.

Aquí vamos, otra vez...

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