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8. París bajo la lluvia

-08-

Desperté sumamente temprano para llevar mi auto al taller, ya era hora de que tuviera un chequeo. Para ir a la universidad pedí un Uber. Lo primero que vi fue a Leonard, Michell, Madison y Joseph. en la entrada de la universidad. Me baje del vehículo y pagué pos los servicios.

—Hola, Kylie.—Saludaron los chicos. Yo les sonreí y me pare al lado de Leo.

—¿Porque viniste en Uber hoy?—Preguntó la entrometida de Elizabeth.

—Llevé mi auto al mecánico.—Respondí restándole importancia a su pregunta. Elevé el vaso caliente de café hasta mi boca para saborear su delicioso sabor.

—¿Y que le paso a tu auto?—Formuló Madison.

—Es un Simple chequeo. Lo iré a recoger por la tarde.—Dije soltando el vaso de café.

Todos nos fuimos a nuestra sección de clases. Las clases lentas y pesadas eran lo único que captaba mi atención, la verdad las cosas están raras. Joseph está raro, anoche en la cena es como si hubiera sido una persona distinta. 

—Collins, harás el trabajo con la Señorita Grayson.—Habló el profesor de economía. Miré con confusión al profesor y luego mire a Joseph, sonrió de lado entristecido. Eso me dejó aún más extrañada. 

Salimos de clases y nos fuimos a la entrada de la universidad. Hablaba con los chicos mientas esperaba un taxi para ir a casa. Divisé a Ross acercándose sonriente hacía mí.

—¡Hola, Kylie!—Saludó ya en frente de mí.

—¡Hey, Ross!—Saludé de la misma forma. Él me abrazo fuerte, el gesto me desconcertó un poco pero igual lo respondí. 

—Me preguntaba si estás libre para ir a almorzar.

—¿En serio?...No lo sé...después de comer a mi departamento iba a ir a recoger mi auto al taller.

—No importa, podemos almorzar y después puedo llevarte al taller.

—¿Seguro que no hay problema?—Pregunte sorprendida.

—Claro que no, por mí no hay ningún problema.—Sonrió Cálidamente.—Voy a traer mi auto. Espérame aquí.

—Esta bien, aquí te espero.—Avisé sonriéndole.

Se acercó un poco más a mí y plantó un beso en mi mejilla. Me sorprendí mucho, nunca pensé que haría eso. Se fue por su auto.

—Kylie..—Habló una voz detrás de mí. Era Joseph.

—¿Que pasa, Joseph?—Me giré a verlo.

—¿Donde y a que hora haremos el trabajo?

—¿Te parece si lo hacemos en tu casa a las Cuatro?

—Me parece bien. Ahí te espero.—Contestó él. Joseph tenía una actitud extraña. No la comprendía.

—¡Hey, Collins!—Dijo Ross apareciendo detrás de nosotros.—¿Nos vamos, Kylie?—Al escuchar eso, Joseph frunció el ceño.

—Sí, vámonos. Adiós Joseph.—Me despedí de Joseph.

Caminé hasta la Reluciente y Flamante Ranger Rover de color blanco. La cara de Joseph volvió a ser indescriptible. Ross me abrió la puerta del Copiloto, rodeó el auto y se subió al lado del piloto.

—¿Que quieres comer?—Preguntó el castaño poniendo en marcha el auto.

—No lo sé. ¿Tú que quieres comer?

—Estaba pensando en comida china.—Dijo él dando una vuelta a la salida de la universidad.

—Personalmente me gusta más la comida china para la cena.—Opiné amablemente.—Pero si es lo que tú quieres por mí está bien.

—¿Te gusta la comida mexicana?—Vovió a preguntar.

—Sí me gusta.—Admití con una previa risa. En su rostro se dibujó una sonrisa.

—Entonces comeremos comida Mexicana.—Dijo aún con la sonrisa en su rostro.

Nos quedamos unos segundos en silencio hasta que el rompió el hielo. 

—¿Quieres algo de música?

—Sí, Claro. 

Puso su mano en la radio y la encendió. Paris in the rain de Lauv empezó a sonar por los parlantes de la Rover.

—¿Te gusta Lauv?—Dije extrañada.

—Sí, sus canciones me gustan bastante.—Giró a verme.—¿Porque?—Preguntó con una sonrisa de extrañeza.

—Nada importante, solo que a mí también me gusta Lauv y no había conocido a alguien con los mismos gustos. 

—Pues aquí hay alguien, preciosa.—Golpeó suavemente mi nariz con su dedo índice. Arrugue la nariz y sonreí. 

Fuimos a un restaurante llamado Mario's. Era uno de los mejores restaurantes de comida mexicana en la ciudad. Estacionó la camioneta, nos bajamos de ella y entramos al local. Nos sentamos y de inmediato nos llevaron el menú.

—¿Que vas a pedir?—Preguntó él viendo el pedazo de papel.

—Me gusta la idea de unas quesadillas o unos tacos.—Dije haciendo lo mismo que él.

—¿Te gusta la soda de Jengibre?—Volvió a preguntar.

—La A-D-O-R-O.—Deletré sonriente. El rió por lo bajo. La mesera se acercó a nuestra mesa.

—¿Que van a pedir, muchachos?—Preguntó amablemente la chica. 

—Traigamos dos quesadillas y cuatro tacos de...¿Pollo, res o cerdo?—Me preguntó Ross.

—De cerdo esta bien.—Contesté.

—Bien, que sean cuatro tacos de cerdo y dos sodas de jengibre.

—Ya le traigo su orden, señor.—La chica nos dejó solos.

En unos cuantos minutos nos habían traído la comida. Ross paso dos tacos para mí plato y paso una quesadilla a su plato.

—Ahora estamos parejos.—Dijo él mordiendo un taco. 

Pasamos hablando por horas mientras comíamos. Quizás nuestro gusto eran similares. Reíamos. Después de comer fuimos a comprar helado, hacíamos bromas, chistes, contabamos anécdotas y un montón de cosas más. Me fijé en la hora y ya tenía que recoger mi auto al taller. Ross me llevo al taller.

—Señorita Grayson, ya está todo listo. Traeré el papeleo para que lo firme.—Dijo el encargado del taller. Me giré hacia Ross que todavía estaba a mi lado.

—Bueno, creo que está sería la despedida.—Me despedí suavemente. Me jalo de la cintura acercándome más a él.

—Kylie...¿Puedo robarte un beso?—Estabamos tan cerca que podía sentir su respiración chocando con la mía. No sé cómo pero me acerqué a él eliminando la poca distancia entre nuestras bocas. Sus labios eran suaves y carnosos, unos segundos después nos separamos por falta de aire.

—T-todos lo que quieras.—Susurré sobre sus labios agitada ante la escasez de oxígeno. Él sonrió de lado y sus labios se apoderaron de los míos. Escuchamos a alguien que empezó toser fingidamente cerca de nosotros. Nos separamos rápidamente. Era el encargado del taller. Mis mejillas ardían de la vergüenza, la mejillas de Ross estaban al rojo vivo.

—Aquí están sus papeles, señorita Grayson.—Dijo el señor entregándome los papeles y se los di de vuelta. Afuera del taller ya se encontraba mi hermoso bebé. Mi brillante y reluciente BMW M4 

—Creo que está vez ya es el adiós definitivo.—Dijo haciendo una sonrisa traviesa. Me volví a sonr

—Sí, este es el Adiós definitivo.—Imité su acción. Se acercó a mí y besó cortamente mi frente. 

Me subí al auto y fui hasta hasta la casa de Joseph. Ya se ma había hecho un poco tarde, llegue como rayo. Toque la puerta, él la abrió.

—Estaba por llamarte.—Dijo él abriendo más la puerta para que yo pasara.

—Lo siento, se me hizo tarde.—Me disculpé y deje mi mochila en su sofá.—¿Donde está Michelle?—Los padres de Michelle y Joseph los pusieron a vivir juntos.

—Fue a hacer el trabajo a casa de Madison.—Respodió él, sentándose en el sillón con la laptop en mano.

—Bien, comenzamos nosotros.

Pasamos horas y hora metidos en internet buscando las estadísticas económicas del mercado en los últimos años, luego hicimos las diapositivas y todo lo demás. Ya eran las seis y media. 

—Tengo hambre.—Habló él cerrando la laptop.—¿Pedimos comida china?—Preguntó levantándose del sillón y estirando su espalda.

—Por mí está bien.—Contesté haciendo lo mismo.

Caminó hasta el teléfono fijo pegado a un lado del refrigerador. Paso algunos segundos hablando con la operadora. 

—Kylie, podrías pasarme la tarjeta de crédito que está en la billetera. La billetera está sobre la mesa frente al sofá.—Dijo él tapando el micrófono del teléfono con su pecho.

Yo asentí, tomé la billetera y la abrí. Lo primero que vi fue nuestra foto, me extrañe y a la vez me emocioné. Actúe normal y le entregué la tarjeta.

Terminó el pedido y esperamos. Solo espero que lo que vi en su billetera no haya sido un espejismo, una alusión o una de esas cosas por el estilo. Unos cuantos minutos después tocaron la puerta, era el repartidor de comida. No sentamos en el sofá a ver una película vieja mientras comíamos el Ramen. París bajo la lluvia, una película que parece más de terror que de romanticismo. Me empezó la curiosidad de saber el porqué estaba nuestra foto en su billetera, lo lógico es que tuviera a Elizabeth...pero...¿Porque a mí? No pude más y le pregunté.

—¿La foto que tienes en tu billetera también la tienes en una taza?—Bromeé sutilmente. 

—En realidad está en una retratera al lado de mi cama.—Respondió viendo fijamente a la televisión.

—¿De verdad?—Cuestioné con asombro.

—Sí, esta arriba en mi habitación.—Dijo apuntando las habitaciones de arriba con los palillos chinos. 

—No lo...sabía. 

—¿Quieres verla?

—Otro día, ya tengo que irme.—Me paré del sofá extrañada.

Caminé rápido hasta la puerta él me detuve. Su cuerpo y el mío estaba a una distancia tan mínima que parecía inexistente. Sus hermosos ojos cafés me hipnotizaban, Su rostro se acercaba más y más...

—¡Hola, chicos...—Michelle y Madison entraron al departamento. Nos separamos lo más rápido que pudimos. 

—Adiós, chicas. Adiós Joseph.—Dije saliendo del departamento.

—¿Kylie, dónde vas?—Preguntaron vas.

—Ya me voy a casa, nos vemos mañana.

Salí lo mas rápido que pude de ahí, me sentía rara, extraño... En un estado atónito...esto debía ser un sueño

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