Narra Lucy.

Con la llegada de Natsu el gremio no hizo más que prenderse, literalmente, en llamas. Fue una fiesta para niños lo que se convirtió en nada más que la celebración por el regreso de Natsu Dragneel. Mí Natsu Dragneel.

La noche se hacía muy corta para la fiesta que se armó en Fairy Tail, pero finalmente el maestro vio las locuras que todos empezaron a hacer a causa de la ebriedad y nos sacó a patadas.

-Vamos a casa, Lucy.

-Donde siempre debimos estar- sonríe -.

El cielo ya estaba comenzando a aclararse, mientras que la caminata hasta mi casa se me hacía eterna, aunque no me molestaba. Llevaba a Natsuki como podía, aunque para Natsu Raito parecía muy liviano.

Una familia, mi familia, iba caminando hacia un hogar donde el sol se asomaría de una buena vez a iluminar nuestros caminos y a dejarnos juntos, ojalá, para la eternidad.

Cometí, cometimos y cometeremos muchos errores más, seguramente. Pero si bien te hacen sufrir, también son muy útiles para aprender; y claro que si te esfuerzas recibirás tu recompensa. Yo estaba viviendo la mía justo ahora.

Al llegar a casa, dejamos a los niños en sus respectivas camas, para luego quedarnos mirando un poco nerviosos.

-¿Qué hacen los padres luego de ver dormir a los hijos?

Me reí un poco, viendo su cara que claramente insinuaba algo.

-No lo sé, ¿dormir, también?

Un puchero se formó en sus labios y no pude evitar ponerme de puntillas para besarlo. Aunque, luego de eso no quiso soltarme y la pasión de nuestros besos comenzaba a subir de tono.

-Te amo- habló mientras me acariciaba la mejilla con su pulgar -

-Yo también...- dije, jugando con su cabello rosa -Te amé, te amo y te amaré.

Palabras que para muchos sonaban fantasiosas, bobas o irreales, para mí, definitivamente serían más que eso, lo sé...

La luz ya comenzaba a invadir mi habitación. La luz, común, que para mi familia significaría un nuevo mañana.

Un mañana que se repetirá muchas veces,
pero nunca, nunca,
nos cansará.

Fin.