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Capitulo 20

Aullidos de Amor

Naruto volvió a recriminarme al ver el rostro de Hinata contraerse de dolor cuando bajó de su camioneta.

Reconocía que había perdido un poco el control esa mañana. Había tomado más de lo que Hinata estaba lista para tomar, probablemente había sido demasiado duro, demasiado áspero, aunque intentó con todas sus fuerzas no dejarse llevar. Hinata no era una perra en celo, lista para copular por horas de manera dura y rápida.

Ella era delicada, suave... Apretada, caliente, húmeda... Reprimió un gruñido mientras su miembro se endurecía una vez más. Cerró con más fuerza de la que pretendía la puerta de su camioneta y, aunque sabía que Hinata lo miró por sobre su hombro mientras caminaba lentamente a la casa, él se dirigió a la parte trasera de su camioneta.

Había una buena candidad de nieve en el suelo, pero no era tan malo como otras tormentas. Tomó las dos bolsas de lona llenas de trampas mientras Hinata abría la puerta de la cabaña. Su instinto le gritaba que ella debía quedarse con él, debía marcarla y mantenerla. Pero su parte racional no lo iba a permitir. Nunca dejaría que Hinata pasará por ello. No podría soportar ver y escucharla sufrir, con el terror y la posiblidad de que tal vez su cuerpo no estuviera listo para el cambio. Tal vez podría tomarla sin hacerla su compañera completa, conocía parejas así, pero tampoco podría ocultar esa parte tan dominante de él.

Caminó hacia la cabaña, algo perdido en esas posibilidades, el sólo pensamiento del sufrimiento de Hinata, enfrió su calor. Se detuvo antes de llegar al porche y levantó la mirada al cielo. Estaba nublado, el cielo gris, ventoso, pero podía sentir la luna del apareamiento cerca. Él podría moverse al clan cercano y buscar una perra dispuesta para sacarse ese calor, que pronto se volvería insoportable. Pero esa sólo idea hizo gruñir a su lobo.

¿Tener a otra mujer bajo él? ¿Después de haber probado el calor de Hinata, su coño tembloroso y sensitivo?  Imposible.

Naruto suspiró mientras entraba a la cabaña y dejaba las lonas a un lado y cerraba suavemente la puerta. Escuchó el ruido del transformador encendido y se movió para encender la chimenea llena de ceniza fría.

También había notado que una vez que las ropas habían estado en su lugar, Hinata se había alejado un poco de él. Y, aunque le costaba admitirlo, eso es lo que más le había molestado. A pesar que su parte racional le intentaba explicar que ella estaba haciendo lo correcto, poniendo distancia, su lobo gruñía con la idea.

Miró fijamente el fuego que comenzaba a nacer mientras intentaba explicarle a su lobo que Hinata sólo había sido sexo. Ella era su cliente, una mujer de ciudad que no sabía nada de su especie. Si, ella era preciosa y fogoza en la cama, su carácter rebelde y algo temeroso llamaba su lado protector a la superficie. Su lado alfa anhelaba tener una discusión con ella mientras la mujer le apuntaba con una escopeta. Sus ojos eran como lunas llenas y su lobo amaba aullar al satélite cuando estaba en su pleno explandor. Si piel era suave y pálida, como la nieve que pisaba con sus patas desnudas. Su sabor era refrescante como el agua del lago que tomaba luego de una carrera en su otra forma. Su boca era cálida y dulce como el hogar al cual volvía luego de transformarse....

Pero ella no era de su mundo.

Naruto no había pensado en emparejarse. Era feliz con su libertad, con su manada de machos. Se había considerado un lobo solitario por un tiempo, hasta que encontró a su manada, a sus amigos, a sus hermanos...

Él detuvo el tren de sus pensamientos, sabiendo a dónde lo llevaban. Él aún era joven para su raza, aún tenía tiempo para pensar en un emparejamiento y sin duda podría encontrar una perra para él. Su lobo tendría que entender eso..

Él se levantó, limpiando sus manos en sus pantalones y se movió a la cocina cuando se dió cuenta que Hinata no había vuelto aún. Se detuvo en seco en la puerta, al darse cuenta que ella no estaba allí.

—¿Hinata?— la llamó con el ceño fruncido.

Dió un paso hacia atrás y miró la puerta del baño cerrada. Él se movió hacia allí, pero antes de llegar, la puerta se abrió. Hinata también se detuvo de golpe al verlo parado en medio de su casa.

—¿Aún estás aquí?— preguntó con un leve susurro.

Naruto sintió que su pecho se apretaba, pero tiró hacia abajo el sentimiento ya que ella carraspeo. Él creía que, tal vez Hinata estaba segura que él no la había escuchado. Pero lo cierto era que su sentido de la audición era excelente. Tanto así que pudo escuchar el sonido que hicieron sus dedos cuando los apretó entre sus dedos índice y pulgar, en un signo de nerviosismo.

—¿Le gustaría que ponga las trampas?— preguntó volviendo a su tono profesional, al notar que ella estaba cada vez más y más nerviosa.

— Oh, no— contestó mientras daba un paso hacia adelante.

Naruto notó la mirada que le dió a la puerta principal y silencio el gruñido que quiso salir de él al darse cuenta de lo que pasaba.

— Muy bien, señorita Hinata. Volveré el lunes —, asintió con la cabeza para moverse a la puerta y salir apesar de la retinencia de su lobo.

Sus pies se hundieron en la nieve mientras caminaba apresuradamente hacia su camioneta. Sus dientes se apretaron mientras hacía todo su esfuerzo para llegar a su vehículo y no volver a entrar a la casa, al calor y la dulzura de los brazos se Hinata. Cerro con fuerza la puerta de su camioneta e intento encender su camión, la vieja chatarra parecía pensar igual que su lobo, y se opuso a ponerse en marcha.

El gruñido salió de entre sus dientes apretados y golpeó levemente el volante con una mano mientras intentaba encenderlo de nuevo.

Debía irse. Rápido.

Su lobo aulló más fuerte en sus oídos, necesitaba a la hembra más que su próximo respiro, pero se contuvo y tomó un fuerte inhalación desde la boca cuando su camión se puso en marcha.

— Hembras...— gruñó cuando le dió una última mirada a la vieja cabaña de Hinata y tomó el camino que lo llevaría a su casa.

Nunca las entendería. Ni a las hembras de su especie, ni las completamente humanas y mucho menos a las de la ciudad....

Continuará...

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