♡┊ You.
⚠︎┊Advertencia; el one shot contiene cursilería y algo más.
Bebí con suavidad el último sorbo de mi café, exhalando el vaho agradable por entre mis labios. Era época de invierno y las calles de Seúl estaban casi vacías, el tránsito había disminuido considerablemente y no porque la gente decidiese encerrarse en casa, sino porque la gran mayoría estaba de vacaciones esquiando o simplemente yendo a lugares turísticos. Pensarlo era tan agradable como acogedor. Me gustaba esta época, incluso si mi vida cotidiana era solitaria.
El timbre de la puerta me hizo girar la cabeza de pronto. Yo no esperaba a nadie hoy, o al menos no hasta donde podía recordar. Me acerqué con pasos cautelosos hasta la mirilla de la puerta sólo para divisar a Chaeyoung, poniendo su ojo demasiado cerca mientras volvía a golpear.
— Chaeyoung-ah. —Abrí la puerta con una sonrisa divertida, sintiéndola colgarse de mi cuello en cuanto me vio.— ¿Qué haces aquí, no deberías estar de vacaciones con Mina?
Cerrando la puerta tras ella, pude notar que llevaba una bolsa que no me ofreció, por lo que asumí que no era para mí y sólo venía de visita.
— Atrasamos los planes unos días, ella quería visitar a Nayeon por su nuevo empleo. ¿Ya ves que le costó dos meses que la contrataran? Finalmente la contrataron.
— Eso es genial, Chaeyoung, no estaba enterada.
— Eso es porque nunca contestas nuestros mensajes, estás consumida en el trabajo. —Esbocé una pequeña sonrisa apenada, porque era cierto. Había tomado distancia este último tiempo y no porque quisiese, sino porque sentía que lo necesitaba de vez en cuando.— Pero no te sientas culpable, Nayeon dijo que te llamaría, quiere invitarte a salir para ponerse al día.
— Y lo aceptaré sin problemas, las extraño a todas igualmente. Cuando pueda, las invitaré a cenar.
— Eso mismo dijiste el mes pasado.
Reí, sabiendo que aquello también era cierto.— Dame un poco de tiempo, prometo cumplirlo.
— Está bien, lo que digas. —Me sonrió, empujándome con su bolsa enorme.— Traje comida, así que más te vale servirme algún vaso de lo que sea que tengas.
Y ni siquiera lo dudé. La invité a sentarse mientras ella colocaba nuestro almuerzo sobre la mesa, comenzando a parlotear sobre sus días viviendo oficialmente con su novia. Les había costado meses encontrar una casa que se acomodase a los requerimientos de cada una hasta que lo consiguieron al sur de Gangnam-gu. Ya habían adoptado dos perros, dos gatos y un erizo, y parecía que sus siete años de noviazgo recién comenzaban.
— ¿Tú cómo has estado, Momo, alguna novedad?
Yo no tenía novedades y ella lo sabía, pero aún así me lo había preguntado con esperanzas. Me tragué la carne que tenía en la boca, encogiéndome de hombros con simpatía.
— Ninguna por ahora. Me subieron el sueldo, al igual que todos los años, y me compré una cafetera. No he parado de gastar dinero en cápsulas desde entonces.
Rio con gracia, sin dejar de mirarme.— Realmente no hay novedades...
— Sabes que no. Me gusta sentirme así de tranquila, con un trabajo estable y un departamento para mí sola.
— Y eso es genial, sólo que... —Se detuvo un instante, como si temiese decir algo inapropiado.— ¿No te gustaría tener alguna compañía?
Oh, por supuesto, sabía a dónde iría la conversación.
— No estoy realmente interesada.
— Y eso lo sé, pero-
— ¿Qué traes en esa bolsa, Chaeyoung?
Su mirada se desvió con lentitud hacia la bolsa, volviendo a mí con un semblante difícil de comprender. No quería sostener esa conversación una vez más y no había nada mejor que distraerla, y a su vez, quitarme la duda de encima.
— ¿Qué bolsa?
Chisté con la lengua, frunciendo el ceño de pronto. ¿Qué le pasaba?
— No seas tonta, no sólo traías la comida, veo perfectamente un cuadrado al fondo de la bolsa. —Su silencio me hizo reír seco, extrañada de su repentino comportamiento.— Está bien si no quieres contarme, no soy una metiche.
— En realidad... —Dejé de masticar cuando ella se acomodó mejor sobre el sofá, sentándose derechamente hacia mi dirección. Algo estaba mal aquí.— Sí hay algo que debo contarte.
— De acuerdo... —Murmuré, dejando los palillos con lentitud sobre la mesa.— ¿Ocurrió algo de lo que no me he enterado?
— No... ¿O sí? Bueno, no sé cómo te lo tomarás.
— Empieza por donde quieras, Chaeyoung.
— Pero debes prometer que no te molestarás.
Mi estómago se había vuelto un nudo de intestinos apretujados y nerviosos. La ansiedad de su poca comunicación me estaba volviendo loca.
— Lo prometo, ¿puedes simplemente soltarlo?
Asintió, evidentemente inquieta.
— Hablé esto con Mina y aunque no creemos que estarás de acuerdo, lo cual está muy bien porque es tu decisión, también creemos que debes estar enterada de esto y considerarlo al menos para-
Apreté el puente de mi nariz, algo agotada de sus divagaciones.
— Chaeyoung, ve al maldito grano.
— Dahyun. —Mi ceño dejó de fruncirse, observándola sin expresión alguna. La sola mención de su nombre, me había pasmado un momento.— Mina y yo sabemos que jamás vas a volver a querer a alguien más que no sea a ella...
El día veintitrés de agosto, dentro de una semana, se cumplían tres años desde el fallecimiento de Dahyun.
Tragué, sin molestias, sin remordimiento por haber relucido su nombre en voz alta, sin nada de sentimientos negativos por detrás.
— Chaeyoung...
— No te estoy pidiendo que conozcas a alguien más, sé que no lo harás. —Tomó mis manos frías, como si quisiese hacerme entender lo que trataba de decirme, como si desease que escuchara cada una de sus próximas palabras:— Está bien si sólo quieres vivir en base a su recuerdo y si eso no te hace daño, pero necesito que por alguna vez en tu vida, hagas algo que realmente quieres. ¿Aún la extrañas, Momo, sigues pensando en ella?
Todas las malditas noches.
Mi relación con Dahyun había comenzado desde que yo tenía diecinueve años y ella diecisiete. La había amado desde entonces, cada parte de ella había encajado perfectamente conmigo y su recuerdo había quedado plasmado a mi alma durante los siguientes diez años. Había sido mi primer amor y mi primera novia, también el amor de mi vida. ¿Cómo se suponía que no pensase en ella cuando le había comprado el anillo de matrimonio que nunca pude entregarle? El día en que falleció, todo mi corazón se había ido con ella y no me quejaba, a decir verdad. Ella merecía todo de mí, porque ella era todo para mí. Mi pequeña yo de diecinueve años tanto como la actual de veintinueve, darían lo que fuera por haberle prohibido a aquella maravillosa mujer que saliera al restaurante al que le había invitado ese día, justamente para pedirle que se casase conmigo.
Había ido a terapia incontables veces, creyendo que quizás mi necesidad de estar soltera o de extrañarla como si se me fuese la vida en ello era un signo de culpabilidad, pero no había sido así. Ella era mi vida, yo la amaba y la seguiría amando porque era mi decisión, porque así lo quise y así lo querré, porque si no era con ella, no sería con nadie, y sabía que aquel pensamiento podría espantar a cualquiera, pero a mí me hacía sentir extrañamente reconfortada. Había salido a fiestas y había tratado de besarme con chicas, quizás más veces de las que me gustaría recordar, pero nada se sentía igual. Yo ya había escogido a quien amar, a quien desear y a quien besar. Ni una sola persona había conseguido hacerme sentir un cuarto de todo lo que pude sentir con ella y eso estaba bien. Yo me había cansado de intentarlo y es que no podía exigirme más. Ya había experimentado el amar incondicionalmente y sabía que no lo cambiaría por nada, ¿entonces qué más quedaba para mí?
Su tema era uno del cual podía contenerme de llorar desconsolada. Desde que logré asimilarlo, casi a punto de que ella cumpliese dos años fallecida, todo había vuelto a ser luz para mí. Había sanado desde el más profundo amor y respeto que sostenía entre mis brazos, por lo que su mención o su recuerdo no me hacía daño. La calidez que significaba para mí hablar de ella en reuniones, recordar su torpeza, su cariño, sus bromas, todo era un aporte para mi bienestar, pero aún así, su tema solía evitarse cuando nos reuníamos. Ellas creían que yo sufría constantemente, que me partía la cabeza en llanto, pero no estaba nada más alejado de la realidad. Era por ello que me sorprendía tanto que Chaeyoung fuese la primera persona en todo este tiempo que se había atrevido a sacarla a flote.
Tragué.
— Sabes que siempre la extrañaré, pero no entiendo a dónde quieres llegar, Chaeyoung.
Metiendo la mano dentro de su bolsa finalmente, sacó una pequeña lonchera cuadrada, a punto de abrirlo.— No te molestes con nosotras, recuerda eso, sólo queremos apoyarte de alguna forma...
Mi ceño se frunció al ver un poco de alguna masa viscosa y grisácea pegada en una esquina. No podía entender qué era, pero se veía realmente desagradable.
— ¿Qué es eso?
— Es... Es una pasta alucinógena-
— ¡¿Acabas de traer droga a mi casa?!
— ¡No! —Rio, nerviosa, dejando la lonchera sobre la mesa con rapidez.— O quizás sí, ¡sólo quiero que me escuches!
— ¡¿Por qué querrías drogarme, Chaeyoung?!
— ¡Sólo escúchame! Pude ver a mi perrito cuando la consumí, Momo, no sabes lo grandioso que fue. Mina estuvo cuidándome todo el tiempo y no tuve efectos secundarios, nos aseguramos que esta droga sea completamente natural, sin adulterar, todo para que puedas consumirla sin que te haga morir en la primera cucharada. —Me levanté con brusquedad, moviéndome de un lado a otro, la ansiedad comenzando a devorarse mis entrañas.— Momo...
— Nunca he consumido drogas, Chaeyoung, lo sabes. —Respiré profundamente, mi cabeza sintiéndose abrumada con tantas dudas surgiéndole por entre los nervios. ¿De dónde la habían sacado, por qué ellas querrían consumirla, desde cuándo?— ¿Qué es lo que tiene eso?
— Algunas especies de hongos... —Carraspeó.— Quizás un poco de LSD...
— ¡Chaeyoung! —La reñí, espantada.— ¡Esa es una droga química, no es natural, cómo puedes decir que no está adulterada!
— ¡Sólo tiene una gota, los hongos hacen todo el trabajo! No verás cuadros derritiéndose, tampoco cosas extrañas. Contiene una planta que centra todo el efecto alucinógeno en una sola cosa, materializa algo que desees ver, se utiliza sólo un poco en una tacita con té y azúcar. —Mis pies incesantes parecieron preocuparla, porque continuó, como si mientras más hablase, más pudiese tranquilizarme.— Cuando la pruebes, no debes estar nerviosa, tampoco deprimida, eso puede causarte alguna alucinación negativa o algo que no quieres ver. Necesitas estar centrada y ser consciente de que todo es mentira, porque no queremos verte con crisis de angustia encerrada en el baño.
— No quiero, Chaeyoung.
— Momo, te prometo por lo que más quieras que nada malo te pasará. —Insistió, sus ojos reflejando el desespero por que le creyese.— ¿Quieres que Mina y yo estemos contigo cuando lo intentes? Nos podemos quedar en el sofá mientras que tú-
— No, Chaeyoung. Es mi última palabra.
Cerró la boca de golpe, asintiendo, desviando la mirada.— ¿Estás segura? —Murmuró.
— Completamente segura.
— De acuerdo... Sólo quería que sintieras lo que sentí yo cuando vi a mi perrito.
— ¿Estás comparando a Dahyun con un perro?
— Claro que no. —Me observó horrorizada, como si pensase que realmente me había ofendido, Reí con suavidad, únicamente porque no quería que pensase que la odiaba desde este momento.— Sólo quise decir que deberías intentarlo.
Inhalé, negando a medias con la cabeza.— Si te soy sincera, me asustaría ver a Dahyun... —Siendo consciente de que ella ya no está.
— Créeme que no. No es como piensas, es una emoción que no puedes controlar, es fantástico.
— Igualmente lo siento, no quiero intentarlo.
Hizo una mueca de dimisión, encogiéndose de hombros, sin buscar más insistencia. — Si cambias de opinión, recuerda que siempre estaremos para acompañarte. Lo guardaré en el cuarto de invitados, tú buscarás dónde cuando creas que estás lista.
— Sí, Chaeyoung. —Frené la brusquedad de mi voz al palmear su brazo una vez se paró frente a mí. Trataba de fingir que todo estaba bien, pero era una completa mentira.
Una vez ella cumplió con su cometido y se despidió de mí con un abrazo apretado, el sonido de la puerta cerrarse me envolvió en un silencio pensativo y devastador. Las dudas y la curiosidad rondaban por mi cabeza, más aún ahora que estaba de vacaciones y que tenía todo el día para mirar el techo de mi cuarto, y no parar de rebasarme los sentidos de cuestionables reflexiones.
Los días comenzaron a pasar de forma tortuosa, como si aquella maldita plasta de hongos estuviese llamando mi nombre por entre la puerta. Día, tarde y noche. Traté de amenizarme al ir de compras, incluso aceptando la salida de Nayeon, pero nada había sido suficiente como para hacerme olvidar aquello que sabía podía destruirme tanto como podía hacerme la mujer más desmesuradamente feliz de esta tierra.
¿Era capaz de soportar volver a verla, incluso como parte de mi imaginación? Mientras masticaba la tostada con mantequilla que me había calentado, las manos me picaban de curiosidad por averiguar dónde estaba aquella lonchera. ¿Sería bueno para mí?
¿Arruinaría mi vida otra vez con tal de tenerla sólo un segundo más?
Sí.
Levantándome bruscamente de la mesa, abrí esa estúpida puerta blanca que jamás había tocado por falta de necesidad y me dispuse a rebuscar cada escondite en el que pudiera estar camuflado. Lancé las cajas vacías y levanté cada sábana, cada prenda sin usar en aquel armario, pero no había pista alguna de ilegalidad.
A punto de marcarle el teléfono a Chaeyoung, me contuve. Ella sabría que había terminado cediendo al desespero y creería que necesitaría compañía, cuando en realidad, quería disfrutar de mi soledad esta noche. Si quería ver al amor de mi vida, tenía que ser en el vacío silencio, sólo ella y yo.
Como si algo me iluminase finalmente, me senté sobre mis rodillas y observé bajo la cama. Allí estaba lo que tan impaciente me tenía y no dudé en sujetarlo para llevarlo hasta la mesa principal, y así poder echarle una cucharadita a mi té antes de revolverlo con las manos temblorosas.
Ante el primer sorbo, mi ceño se frunció. Tenía un sabor extraño, algo desagradable y a la vez orgánico. Sabía a alguna hoja de romero con champiñón, pero en un intento de ser dulce y disimulado. Era horrible.
Con mi propio corazón latiendo en mis orejas de lo asustada que me encontraba, corrí hacia mi habitación, encendiendo todas las luces posibles y recostándome sobre la cama con las manos a los lados. Nunca había probado un mísero cigarrillo en toda mi vida y dudaba que un poco de alcohol se comparase con una sustancia alucinógena. Estando en mis cincos sentido, sabía que jamás se me ocurriría aceptar y tomar por iniciativa propia algo como esto, pero el extrañarla estos últimos días se había vuelto pesado y me había cegado lo único que siempre había podido manejar; mi consciencia. Ya no pensaba en más opciones.
Los minutos pasaban y no sabía a qué velocidad exactamente, pero lo que sí sabía, era que mi corazón se sentía a punto de reventar y ninguna alucinación visual estaba ocurriendo. Comenzaba a arrepentirme de no pedirle más consejos a Chaeyoung, pero yo había decidido meterme en esto sola y así lo iba a solucionar.
Tomé mi celular y comencé a ver videos de cualquier tipo con tal de olvidarme de lo que había hecho, hasta que opté buscar cuánto tardaban los hongos en hacer efecto, nada más para poder mentalizar todo lo que ocurriría en las próximas horas.
Al poco tiempo, el mareo y las letras arrastradas de mi celular, me espantaron, obligándome a apagarlo y a cerrar los ojos con fuerza. A ciegas, sujeté la almohada a mi lado y la abracé, respirando tembloroso, más paranoica de lo que me gustaría.
Todo está bien. Trataba de repetirme, pero la eternidad de los segundos se sentía densa.
Entonces la cama se hundió a mi lado y mis ojos picaron del pavor y la angustia. Quería frenar todo esto.
— ¿Momo?
Todos mis sentidos de pronto se centraron y mi estómago aleteó en mariposas al escucharla. Era una voz maravillosa, delicada y dulce, sonando como una melodía en mis oídos. Era Dahyun, ni siquiera podía ponerlo en duda.
— No quiero abrir los ojos.
Su risa suave me hizo respirar entrecortado. Mi piel estaba erizada de los nervios y por alguna razón, me había gustado sentirme así después de mucho tiempo.
— Bonita, necesito que abras los ojos y me mires. —Sus dedos fríos acariciaron mi mejilla, provocando más emociones en mí de las que quería admitir.— Piensas que me deformaré por la droga que te mandaste, pero no es así, debes confiar. —¿Mi imaginación estaba provocando todo aquello, incluyendo una conversación? Tragué sonoro.— Por favor, mírame.
Luego de aquella pequeña súplica, cedí, observando a la mujer más hermosa que había conocido en toda mi vida.
Sus ojos rasgados se veían igual de joviales a como los recordaba, su cabello negro reluciente, su maquillaje ligero y su sonrisa cálida, todo en ella se percibía angelical e inocente. Tenerla tan cerca después de tanto tiempo me habían hecho sentir pasmada, tanto que mis lágrimas comenzaron a caer mientras mi rostro seguía inexpresivo.
Todo se sentía surreal.
— No sabes cuánto te he extrañado, Dahyun.
— Lo sé. —Sonrió con algo de tristeza, secando mis lágrimas con su pulgar.— También te he extrañado mucho.
La observé desde sus ojos marrones hasta sus pies descalzos, notando que llevaba nuestra pijama, la que tenía algunas flores alrededor. La emoción me consumió y tirando la almohada a un lado, la abracé por la cintura como si en unos segundos más ella pudiese escaparse de mis manos y desvanecerse otra vez, escondiéndome en su cuello para tratar de encontrar aquel olor que tanto había amado. Allí estaba, ese olor de primavera y uvas que le asentaba estupendamente.
Sentí un suave beso en mi cabello que me hizo tranquilizar. Su corazón latía igual de acelerado que el mío, lo cual aunque fingiese que era un simple detalle más, resultaba que me estaba enloqueciendo. Se sentía igual para ambas y era todo lo que necesitaba saber.
— ¿Sabes cuánto dura este efecto? —Salí de mi escondite para acariciar mi nariz contra su mejilla, depositándole un suave beso con el que quería transmitir gran parte de mi amor.— Volveré a drogarme si sólo dura unas horas, créeme.
— No sé cuánto durará, eso es algo que debiste buscar antes. —La observé a detalle, como si estuviese embelesada de su presencia.— Y no seas irresponsable, debes devolverle esa lonchera a Chaeyoung luego de esta noche.
— Todo dependerá de cómo me trates. Si me tratas bien, quizás te obedezca, y si no, entonces te volveré a tener todas las noches hasta que se acabe.
Rio bajo, mirándome con curiosidad.— No recordaba lo coqueta que eras conmigo, con razón no coqueteaste demasiado con otras chicas, no te salía igual.
Mis mejillas quemaron y rápidamente me alcé, aunque sin soltar su cintura del todo. Ella se veía divertida, pero yo estaba avergonzada y asustada.
— ¿Cómo dices?
— ¿Te piensas que soy idiota, Momo? Han pasado tres años.
— ¿Tú también coqueteaste con alguien en el cielo estos tres años me estás diciendo?
Su carcajada me tranquilizó profundamente.
— No tengo ningún deseo estando allí, aparte ya supe lo que era tener una novia de signo escorpio, creo que fue suficiente experiencia como para querer tener otra.
— Di lo que quieras, tú sabes lo feliz que te hice. —Tratando de continuar con su broma, volví a besar su mejilla.— Pero sí, supongo que nunca fue lo mismo coquetear contigo que coquetear con alguien más. Siempre me he sentido segura cuando estás cerca, no sé cómo cambiar eso.
— Es la razón por la que me alegra verte otra vez, es un sentimiento mutuo que ni siquiera sabría explicar, porque estoy en el otro mundo y no tendría sentido decir ahora. —Sonreí con gracia, aunque triste.— Aunque si me permites decir, estás igual de hermosa que siempre.
Unas afamadas mariposas que creía enterradas en mis recuerdos, revivieron para hacerme saber que no se habían ido, simplemente estaban escondidas, esperando el momento para volver a hacer presencia.
Observé sus ojos, la curva marcada y hermosa de su nariz, sus mejillas acaloradas, su sonrisa y sus dientes. Todo en ella parecía haber sido hecho para que pudiese amarla, para que quisiese morir de amor cada vez que la mirase. Sin poder controlarme, aunque consciente de mis acciones precipitadas, besé su comisura, dejando otro más sobre su nariz.
— Tú siempre estarás hermosa para mí.
De pronto, ella me empujó por los hombros, observándome con algo de vergüenza y agradada.
— No puedes coquetear con un fantasma, Momo, ¿me manifestaste para saber de mí o para tratar de enamorarme de nuevo?
Incluso si sabía que había sido una broma, algo en mi deglutir me hizo ver algo más seria. Era cierto de alguna forma. Sabía que dejarme llevar sería una ilusión que mi propia cabeza tendría que esfumar en cuanto la noche acabase, pero no sabía cómo más actuar estando con ella después de tanto tiempo. Siempre había sido mi vida, la mujer que me complementaba y a la que me gustaba halagar, besar, coquetear, cualquier cosa que me acercase a ella romántica y amistosamente. ¿Entonces qué, qué necesitaba hacer, qué era lo que ella requería? Sin contar, que su entera imagen era sólo producto de una droga.
No llegaría a nada con esto y debía repetírmelo.
Mis segundos en silencio parecieron asustarla, por lo que traté de sonreír con dulzura, decidiendo por llevar la conversación a algo más trivial:— Si no te molesta, quisiera saber qué ha pasado contigo, Dahyun, incluso si recuerdas algo sobre ese día.
Había sido directa y quizás algo desconsiderada, pero era distinto hacerme ideas y teorizar toda ocurrencia a escuchar de su propia boca -sea ficticia o no-, todo lo que había ocurrido, incluso lo que había pasado por su cabeza hasta el último segundo. Para mi propia sorpresa, ella asintió, estando de acuerdo en que debíamos hablar.
— Te contaré sólo si me cuentas de ti primero.
Y sin siquiera haberlo planeado, obedecí sin pensármelo.
Hablar con ella se sentía y se asimilaba a una terapia, no porque la estuviese utilizando para mis problemas emocionales, sino porque sabía y sentía que ella estaba allí para mí. Me escuchaba, me miraba, y sobre todo, desbordaba un amor completo por mí a través de sus cuencas. Ella siempre lo había hecho y jamás en toda mi vida me había sentido tan segura de que alguien me amaba tanto como me lo hacía saber ella, sin tener que repetírmelo, tampoco teniendo que hacer más esfuerzo del necesario. Con el simple acto de estar atenta a lo que hablaba, era suficiente para mí. Cualquiera que hubiese tenido la oportunidad de habernos visto juntas, conversando y mirándonos, diría lo mismo; nos amábamos con toda genuinidad y era algo indiscutible.
Incluso si por momentos quería rehacer mi vida por presión a que el tiempo me pasase cuentas, sabía que sería difícil volver manejar aquella conexión entre nosotras. No podría manejarlo si era honesta.
Le hablé de mis días estando sola, de mi trabajo exhaustivo, de Nayeon, de Chaeyoung y Mina, de mis vacaciones y mi familia. Nada realmente relevante había ocurrido en cada una de ellas, pero ella se veía intrigada por saber todo.
Recordar todo.
— Estuve planeando adoptar un cachorrito, Dahyunie.
Sus ojos brillaron, como si la emoción le hubiese pesado sobre los hombros.
— ¿De verdad? —Asentí, sonriendo en su dirección.— ¿Cómo piensas llamarlo?
— Ari. —Sus ojos reflejaron perlas de lágrimas que no quería evidenciar para no lastimarme; por ello sonreía tan grande, como si pudiese engañarme incluso si la conocía muy bien. Era el nombre que ella le quería poner a algún futuro perrito que adoptase, evidenciando que todo lo que yo hacía era en su honor. Inhalé. Debía bromear con algo, porque no soportaría verla derramar una sola lágrima.— Sé que te gusta Ariana Grande, entonces quise-
— No seas idiota. —Golpeó mi hombro, haciéndome reír mientras asumía, sus lágrimas contenidas desaparecían.— En ese caso le pones Taylor.
— Kanye le pondré.
— Si es un Xoloitzcuintle, le pones Kanye.
— ¡Oye, esos son lindos! —Se encogió de hombros, como si recitase la frase para gustos y colores, pero por supuesto que ella estaba bromeando.— Igualmente, cuidaré a algún cachorrito recién nacido, no importa su raza y le pondré Ari, punto final.
— Eso es muy lindo, aunque quieras pasar por alto que ese era el nombre que YO le pondría a mi cachorrito.
— ¿No puedes adoptar cachorritos en el cielo?
— Asumes que estoy en el cielo, no sabes si estoy en el infierno revolcándome en las cenizas de Satanás.
Carraspeé.
— ¿Y Satanás no te deja adoptar cachorritos?
— ¿Tú qué piensas, Momo, siquiera piensas alguna vez en tu vida?
Reí, chistando con la lengua.— Eres una molestosa. Si no puedes en ningún sitio, ven aquí a visitar a Ari.
— Lo pensaré, aunque sabes que si pudiera, lo haría.
Estando una sentada al lado de la otra, con las piernas estiradas a lo largo de la cama, ella acomodó su cabeza sobre mi hombro, como un gesto de cariño sutil y preciado, por lo que necesité tomar su mano para volver a dirigirle la palabra.
— Dahyun, ¿puedo volver a preguntar lo mismo que antes?
Su cabeza volvió a enderezarse, fijando sus ojos en un punto muerto en nuestras manos.
— No recuerdo demasiado si te soy sincera, Momo. —La desilusión estuvo a punto de golpearme, pero decidí ignorarlo, dejándola continuar:— Ese día terminé de cambiarme de ropa, porque me citaste en Jongno-gu, en un restaurante caro que muchas veces te dije que no fuéramos porque prefería la comida callejera, pero... —Su mirada se desvió hacia mí, en silencio, como si estuviese recordando.— Crucé la calle correspondientemente y lo único que recuerdo eres tú.
Un nudo se ajustó en mi garganta. Aquella descripción era una de las que nunca hubiese pensado.
— ¿Yo...?
— Sí, es... Algo extraño, pero recuerdo que fuiste mi último pensamiento antes y después de ser atropellada. Me vi mí misma sobre el suelo, no sabiendo cómo poder avisarte que llegaría tarde al restaurante. —Ella se veía inexpresiva, no como si recordarlo no le afectase, sino como si quisiese ser clara con lo que comentaba.— Y por desgracia, nunca llegué. En mi poca consciencia quise disculparme, pero sólo podía acordarme de ti. Me sentí tranquila una vez me dormí, imaginando que me abrazabas.
Quería explotar en un llanto que no había podido liberar en todos estos años.
Incluso si podía manejar el tema impecablemente frente a mis amigas, no podía frente a Dahyun. Era muy distinto, porque ella ya no estaba conmigo y saberlo mientras la escuchaba hablar de su propia muerte, me rompía el corazón en pedazos.
Yo no estuve para ella en aquel momento y me sentía culpable, aunque sabía que no tenía la culpa directamente.
— Dahyun, ¿sabes por qué fue la única vez que te cité en ese restaurante?
Su mirada se mantuvo insistente sobre la mía, como si quisiese indagar en algo que desconocía, y es que nadie lo sabía, ni siquiera mis amigas. Había planeado todo sólo para que ella y yo estuviésemos disfrutando del que imaginaba, sería un buen día después de arrodillarme frente a ella y pedirle su mano.
— ¿Saberlo me va a hacer daño? —¿Cómo podía responderle aquello sin dejar a relucir mis intenciones? Era algo que necesitaba compartir, que necesitaba que supiese, que siempre planeé y decidí amarla por mi cuenta, porque era lo que quería.— Si pensabas terminarme, realmente no quiero irme esta noche con ese pensamiento en la cabeza.
Entonces ella estaba asustada porque creería que la dejaría.
— Iba a pedirte matrimonio. —Murmuré entrecortado, con el corazón en la mano mientras la miraba con una pena sobrehumana. Sus ojos se vieron pasmados un instante antes de comenzar a aguarse, haciéndome carraspear para no llorar junto a ella.— Había comprado un anillo para ti y había tratado de reservar una hora en el restaurante durante toda la semana, pero había sido imposible, hasta que se pudo liberar una mesa. Fue por eso que la hora en la que te cité fue de imprevisto y cada vez que lo recuerdo, me pone mal. Quizás pude esperar unos días más, quizás pude haber escogido otro restaurante, quizás pude haber hecho muchas cosas que ya no hice. Intenté ocultarte lo del anillo para que fuese sorpresa, pero no quería que te fueras sin saberlo. Es lo que más me destruye por dentro.
Sus sollozos me hicieron sentir pésimamente peor de lo que pude haberme sentido alguna vez, no sabiendo qué hacer ni cómo consolarla más allá que una compañía silenciosa y una caricia de manos. Ella actuó en base a sus emociones, colgándose de mi pecho y escondiéndose en mi cuello para llorar abatida, buscando mi calor, algo que pudiese cubrirla de cualquier fría y desolada emoción de arrepentimiento o tal vez simplemente nostalgia e infortuna.
Dejé escapar algunas lágrimas también, abrazándola con fuerza por su cintura y acariciando su cabello con mi mano libre. Mi cuerpo temblaba tanto de un llanto que quería contener, como del nerviosismo de tenerla cerca, aferrada a mí mientras sentía su respiración caliente en mi piel. El momento era triste, demasiado como para bromear, pero aún así, nuestra conexión se sentía cálida.
Yo jamás había sentido el consuelo que sólo ella podía entregarme, con alguien más. Era lo mismo para ella. El sentir sólo era un entendimiento de nosotras y pensarlo constantemente me generaba una frustración interna.
Debía parar de relacionarnos, peor no podía.
— M-Momo... —La dejé salir de mi cuello con la nariz rojiza, sus mejillas sonrojadas y sus ojos aún brillantes de lágrimas, mirándola con todo el amor que tenía para entregarle.— Ese anillo... ¿Aún lo tienes?
— Por supuesto, amor.
No sabía si había sido agitación de momento al verla en ese estado, pero el apodo había salido de mí de forma connatural, casi como si no hubiesen pasado tres años sin siquiera poder llamarla por su nombre.
— Búscalo.
Como si yo fuese su plebeya y su esclava, dejé un beso sobre su frente antes de levantarme e ir tras el cuarto de invitados, sin rechistar.
No hizo falta rebuscar esta vez, porque yo sabía perfectamente dónde estaba aquella pequeña cajita blanquecina; justo en el mueble a un lado de la cama. En cuanto la tomé en mis manos, la melancolía me recorrió como una cascada por la espalda.
Todo lo que pudimos haber sido, era un pésame con el que iba a cargar el resto de mi vida.
Me dirigí a la puerta entreabierta de mi habitación, deteniéndome sólo por una duda que no había tenido tiempo de plantear antes: ¿Ella seguiría allí, recostada en mi cama?
¿Mi imaginación era lo suficientemente asertiva y capaz de materializarla tan bien, que ella seguiría allí, en la misma posición en la que la dejé?
Abrí la puerta con lentitud, con miedo, pero allí estaba, secándose las pocas lágrimas que aún le quedaban, con las servilletas que tenía en mi mesita de noche.
Tenerla y sentirla se percibía demasiado real como para sólo creer que era el efecto de una droga.
— Aquí está, Dahyunie. —Sentándome frente a ella esta vez, estiré la cajita para que pudiese verlo más de cerca, pero ella lo rechazó, parándolo con su mano. La impresión en mi cara no pasó desapercibida por ella.— ¿No quieres verlo? Pero dijiste que-
— Quiero que me pidas matrimonio.
Todo mi cuarto comenzó a dar vueltas y mis manos comenzaron a temblar, la presión bajó por mi cuerpo hasta sentir los menos seis grados que probablemente sentiría en el peor de los casos. Las mariposas volvieron a devorarse mi estómago y no supe qué hacer ni qué decir, dándome cuenta de que su rostro parecía el mismo al de alguien viendo a un muerto. Irónico.
— ¿Q-quieres que te pida matrimonio?
— Sí y hazlo bien. —El mandato en su voz me hizo volver el alma al cuerpo, sabiendo que su humor algo pesado estaba palpable en nuestra conversación, que ella, de alguna manera, también estaba hablando en serio.— Quiero que te arrodilles y me pidas matrimonio como la princesa que soy.
Y por la misma razón, ella se merecía más que esto, pero aún así, me arrodillé, sin dejar de mirarla y sintiendo una euforia comerme viva a la par que sus rasgos de burla amistosa se transformaban en ansiedad. Una ansiedad buena, expectante.
— Dahyun, mi princesa... —Comencé, siguiendo su juego, pero siendo totalmente honesta con lo que le diría.— Sé que las circunstancias no me permiten llevarte a la playa por la noche y pedir tu mano frente a la luna, pero quiero que sepas que esta proposición, sea en mi cuarto o en una cabaña en Canadá, tienen en el mismo significado de amor. Te amo. —Lo dije con tanta sinceridad, que esperaba no le quedase duda alguna.— Te amé, te amo y te seguiré amando como no te haces una idea, porque sigues siendo todo para mí incluso si quisieras desaparecer ahora. —Tomé su mano entre las mías, besando el dorso antes de mirarla. Nuevamente, sus ojos estaban aguados.— Siempre quise hacerte la mujer más feliz del mundo y espero haberlo conseguido, porque nunca existí para algo más. Mereces ser feliz y mereces ser amada, porque eres una mujer maravillosa que sé que no encontraré ni en otro cuerpo ni en otro lugar. Gracias por quererme durante todo este tiempo, por demostrar todo el ángel que eres en cualquier forma, en cualquier vida. Lamento haberte hecho pasar malos momentos de los cuales quizás no pude percatarme antes y lamento no haberte demostrado todo lo que siento por ti, porque hablo en serio cuando digo que aunque te llevaste casi todo de mí, aún me queda entregarte más y es una promesa decir que lo haré, cuando pueda reunirme contigo en otro espacio, en otro momento, te daré absolutamente todo lo que me queda de alma, todo lo que requieras. Donde sea que vayas, iré justo detrás de ti y esta vez no te perderé. Nos casaremos una vez más, tendremos mascotas juntas y haremos el amor cada maldita noche, porque te amo y porque me gusta que me ames de la misma forma. —Volví a besar el dorso de su mano, quedándome allí unos segundos más, abriendo la cajita blanquecina para ofrecérsela finalmente. Cuando la observé, sus lágrimas caían con una pena innegable, pero con una sonrisa hermosa y feliz en su rostro. Sabía que sus emociones combinadas eran reales, porque me sentía igual. Incluso lo sentía en mis mejillas húmedas de lágrimas silenciosas.— Mi princesa, ¿quieres casarte conmigo?
Asintió, frenética.
— Por supuesto que quiero, Momo. —Retirando el anillo y tomando su dedo anular, lo coloqué con suavidad, sonriendo al darme cuenta de que seguía siendo de su talla.— Quiero casarme en todas mis vidas contigo.
— Y yo contigo.
No podía creer que ella siguiese haciéndome tan feliz.
Me alcé, recostándome sobre ella mientras la estrangulaba en un abrazo apretado. Sus brazos en mi cuello se sentían protectores, íntimos, y tener su rostro tan cerca me estaba volviendo loca.
Quería besarla.
Observé su boca como un cachorro mira un trozo de carne y tragué con suavidad, negándome a ceder a aquel deseo. Incluso si la sensación de estar sobre ella se sentía real e incluso si absolutamente todo de lo que estaba ocurriendo se sentía real, no podía besarla. Si alguien más estuviese viendo, ¿me vería besar la almohada, me vería simplemente mover la boca como una estúpida, como un pez fuera del agua o qué se suponía que estaba haciendo mi yo consciente en este momento?
No quería averiguarlo, no podía, incluso si ella miraba mi boca con las mismas ganas, me negaría.
Me escondí en su cuello para dejar suaves besos a lo largo de su piel, regalándole un camino húmedo hacia abajo, desabrochando los tres primeros botones de su pijama para poder besar libremente el centro de su pecho. Necesitaba saciarme de su sabor fuese como fuese, incluso si era saboreando su piel.
— Momo...
Besé la parte superior de uno de sus senos.— ¿Mhmm? —Murmuré, cautivándome con su olor fascinante y exquisito.
— No me digas que me vas a coger esta noche, no me preparé mentalmente para volver a tener sexo.
Reí con suavidad, dejando un último beso en su clavícula para luego reposar mi mejilla en su pecho. Escuchar el sonido de su corazón me emocionaba, me hacía sentir una hermosa sensación hogareña, como si perteneciera enteramente a ella, a necesitar de ella.
— Sería totalmente capaz de aceptar tener sexo esta noche si despertaras conmigo mañana por la mañana. Como sé que no estarás, te dejaré con las ganas.
Carcajeó, como si hubiese contado la mejor broma de toda mi vida.
— La que quería que le pusiese el seno en la boca, es otra.
Esta vez fue mi turno de reír, deteniéndome abruptamente y alzándome a verla cuando una idea fugaz se me cruzó por la cabeza.
La situación era extraña, pero las sensaciones lo eran aún más. ¿Qué pasaría si trataba de plasmar algo de ella en mi realidad de mañana? Dejaría que se llevase mi anillo, si es que aquello era posible, pero yo necesitaba algo de ella también, y nada mejor que besar una de mis pequeñas hojas adhesivas, de post it.
¿Podría ver su beso mañana por la mañana? Y si así era, ¿cómo es que sería posible? No podía besar yo misma el papel, porque reconocería mis labios.
— Dahyun, hazme un favor. —Tomando su mano para que sentase, escarbé entre mis cosas de escritorio lo que podría necesitar, aprovechando de alcanzar un labial rojo, más específicamente un gloss, con un aroma acorde a ella.— Quiero que beses esta hoja.
Pareció dudosa, alzando una de sus cejas con diversión.— ¿No me besaste en el momento más perfecto de la noche pero quieres que bese una hoja de quién sabe dónde sacaste?
Mis mejillas casi quemaron, sabiendo que tenía razón, pero debía tener una postura firme.
— Son cosas distintas.
— Oh, ¿sí? —Murmuró, viendo cada movimiento que mi cuerpo hacía, incluyendo el abrir el gloss.— ¿Por qué?
— Porque quiero tu recuerdo conmigo, no sólo por una noche. —Alzando un poco su barbilla, miré por última vez sus ojos antes de desviarlos ante los labios más suaves que había tenido la oportunidad de probar.— Ahora haz silencio.
— No sé a quién quieres engañar, pero haz lo que quieras.
Sonreí ante su fallido intento de desinterés, siguiendo la curva de sus labios para que quedasen perfectamente maquillados. Sentía sus ojos atravesando mi cuerpo y alma, provocando que mis nervios se hiciesen presente, pero entonces noté que mientras más miraba su boca, más agua de sed se formaba en la mía. Estaba allí, dispuesta a besarme, lanzándome indirectas para que lo supiese y mi ser se sentía calentar al sólo tocar su rostro. No estaba caliente como para arremeterla contra mi cama, estaba caliente de necesidad por contacto, incluso el inocente, el tímido y cuidadoso. Quería sentirla más cerca, besarla, poder acariciar sus mejillas mientras lo hacía y no desperdiciar ni un segundo más en ella.
Cuando traté de limpiar un poco de su labio inferior, algo se apoderó de mí.
El anhelo.
Caí sobre sus labios como si los suyos entreabiertos siempre hubiesen estado dispuestos a recibirme y sólo pude reafirmar que el momento sabía a gloria. El sabor de su boca era a fresa dada la reciente humectación y no podía detenerme, no había nada que me satisficiera más que sentir sus manos sujetando mi cuello mientras inclinaba su cabeza para profundizar el beso.
Se sentía tan malditamente real.
El calor, la textura, la suavidad, todo se sentía real viniendo de ella. No era besar mi propio cerebro, era besar a una mujer de carne y hueso, quien me estaba correspondiendo con ansias, tan real como lo eran nuestros besos.
Ella chupó mi labio inferior, para luego continuar moviendo los suyos con experiencia. Llevábamos una sintonía inexplicable, seductora, logrando que incluso los vellos de mi nuca se erizasen. Sus labios eran tiernos, llenos, perfectos para hincharse una vez dejara de morder y jugar con ellos, pero aún quedaba tiempo para que aquello sucediese.
Había pasado mucho tiempo lejos de ella como para sólo conformarme con unos minutos. Yo necesitaba sesiones exclusivas y duraderas.
Cuando el aire comenzó a volverse denso de tensión y nuestras lenguas finalmente comenzaron a acariciarse, supe que debía frenar todo lo que pudiera suceder después. Acariciando su mejilla con dulzura, comencé a soltarla con cuidado, depositando suaves y cortos besos en ella, dando por finalizado el beso más extraordinario que había dado nunca.
— Eso fue demasiado real como para creer que fueron las drogas, Dahyun. —Murmuré contra sus labios, tratando de regular nuestras respiraciones.
— También fue demasiado real para mí, Momo.
Depositando un dulce beso sobre sus labios y otro en la punta de su nariz, noté lo ida que estaba por culpa de sus ojos entrecerrados, como si le costase recuperarse de nuestro reciente encuentro.— Ahora te toca besar mis hojas. —Ella sonrió diminuto, sin dejar de mirarme con un amor desbordante.
— Asumo que pagarás ese favor con algún otro beso.
Me estaba coqueteando y me gustaba que lo hiciese. Me gustaba las muestras de afecto si eran con ella.
— Tal vez. Primero harás lo que te diga y luego lo pensaré. —Asintió con cuidado, dejándome terminar la última curva de su labio.— ¿Dormirás aquí esta noche?
— ¿Te atreves a pensar que voy a desaprovechar esa oportunidad?
Mi corazón latió de gusto. Sería la primera noche de muchas en las que finalmente dormiría cómoda y con la persona que amaba.
— Espero no estés pensando en seducirme, porque ya te dije que no tendríamos sexo.
Rodó los ojos, tomando el post it una vez me alejé con una sonrisa contenta.— Deja de pensar en sexo, ninfómana, sólo quiero que me abraces mientras duermes y me des un besito de buenas noches.
Era una asquerosa cursi.
Besó la hoja con cuidado, enseñándome la marca de sus labios en él.— ¿Podrías ir a pegarlo en la nevera?
Su expresión cambió a una de estupor y extrañeza.
— ¿Quieres que yo lo deje allí?
— Sí, ¿hay algún problema?
Meditó su respuesta segundos más de lo esperado, como si se hubiese quedado sin voz. También cabía la probabilidad de que estuviese averiguando qué decir sin hacerme daño, aunque no entendía muy bien por qué.
— ¿Puedo abrir puertas?
A pesar de haberme sacado de lugar su pregunta, lo había entendido perfectamente. Ella era parte de mi imaginación, ver que tocaba cosas de mi cuarto y la sensación de su piel era algo que yo misma estaba provocando, queriendo consumar. Le estaba exigiendo demasiado con el hecho de abrir algo que necesitaba de fuerza real y lo sabía, pero aún así, con ese pensamiento en mente, insistí.— Quiero que lo intentes.
Algo dudosa, aceptó sin cuestionarme más, levantándose y dirigiéndose hacia la puerta.
Giró la manilla con cuidado y se volteó a verme con desconcierto. La había abierto.
Saliendo del cuarto, me quedé allí en silencio a esperarla. No entendía con claridad cómo funcionaba la alucinación. ¿Qué era ella exactamente y por qué podía acariciar cosas de mi casa sin problema alguno? No se sentía como un sueño cualquiera, ni siquiera como uno lúcido, se sentía distinto, innegablemente concreto a la existencia. En cuanto la vi entrar, vi que traía las manos vacías, asintiendo con suavidad antes de cerrar la puerta.
— Creo que lo logré.
Y no quise asomar la cabeza para comprobarlo, porque si aquello era un sueño, no quería recordar en qué posición lo había pegado, sólo quería que mi ilusión se avivara mañana por la mañana, con la esperanza de que ella lo había hecho por mí.
— Lo revisaré cuando despierte. Ahora... —Me levanté de la cama para abrir las sábanas de un tirón, estirándole una mano para que se subiese.— Es hora de dormir, Dahyunie.
Por supuesto que no dormiría, no era tan idiota como para dejar pasar esta noche tan rápido.
Ella me esbozó una sonrisa llena de ternura, obedeciendo al pedido y tapándose con las sábanas hasta el cuello. Me observó todo el tiempo, sus mejillas quemando sólo un poco cuando me puse frente a ella, acercándome hasta que pude cruzar mis piernas con las suyas y apoyar una mano en su cintura.
— Momo.
— ¿Sí?
— Prométeme que no volverás a consumir de esa droga.
El silencio cayó espeso sobre nosotras, haciéndome pensar demás. Su mirada me quemaba, como si quisiese amenazarme de muerte sin decir ni una sola palabra extra.
— ¿Por qué me estás pidiendo eso?
No era que no le haría caso, sólo me había sorprendido su mandato.
— Nos volveremos dependientes. —Acarició mi mejilla, acercándose un poco más a mi rostro.— Si continúas consumiéndola, ambas querremos estar cerca de la otra y yo dejaré de conllevar tu distancia. No sabré cómo continuar sin ti y tú sin mí, y yo realmente quiero que seas feliz, de cualquier forma, incluso si es lejos de mí porque te amo. —Mi corazón se aceleró, a la par de que mis ojos picaron. No quería despedirme de ella, aunque sabía que debía.— ¿Qué pasaría si la consumes hasta acabarla, no querrías más? Lo último que quiero para ti es que no sepas manejar mi recuerdo, que te veas forzada a alterar tu realidad constantemente para tener que verme. Eres exitosa, Momo, y no quiero que por nada del mundo eso se arruine. Por favor, prométeme por mí y por ti, que no volverás a consumirla.
Tragué el nudo apretado de pesadumbre que se acomodaba en mi garganta, forzándome a sonar segura, todo para hacerle saber que la entendía y que acataría a cada cosa que ella me pidiese, incluso si debía matarme en el proceso.
— Te lo prometo, amor. No haría nada para hacerte daño.
— Tampoco quiero que te hagas daño tú.
Chisté con la lengua, aparentando una burla y camuflando que mi corazón estaba sangrando y muriendo de pena.— Tampoco yo o lo que digas.
Rio bajo, esta vez ella tomando la iniciativa de besarme. Correspondí de inmediato, sintiendo la suavidad del roce y el amor que me quería transmitir con ello. Ella sólo quería cuidarme, hacerme saber que le importaba cada parte de mí y jamás le negaría hacerlo.
Dejando cortos besos sobre mis labios, volvió a tomar distancia, escondiendo un mechón de cabello tras mi oreja.— Dile a Chaeyoung que muchas gracias por este día, incluso si todo es demasiado ilegal.
— Se lo diré. Ellas te extrañan, ¿sabes? Nayeon es la que más te publica en todas sus redes. Su foto de perfil es literalmente tu cara.
— ¿Sí? —Preguntó divertida, su dedo desviándose hasta el cuello de mi pijama.— ¿Y cuál es tu foto de perfil?
— ¿Quieres verla?
— Si estás con otra mujer, más te vale no mostrarme.
— Estoy con una mujer, mira. —Tomando mi celular, rebusqué entre la configuración hasta hallar mi foto de perfil y se la enseñé. Éramos nosotras, una de las tantas fotos que nos habíamos tomado con ella sobre mi hombro. Sin embargo, aquella era mi favorita porque su expresión era igual a la de un bebé berrinchudo. Era especial también porque fue una de nuestras últimas fotos juntas.— Espanto a las mujeres porque les digo que eres mi novia, aunque claro, me salto el detalle de que estás con Satanás.
— No puedo creer que parezca una posesiva controladora incluso estando allá, todo por tu culpa.
— Bueno, tú no me has obligado a hacerlo, así que la enferma sería yo.
— Siempre te ha fallado un poco la cabeza, es cierto, eres escorpio.
Reí, frunciendo el ceño.— Eres géminis, literalmente el peor signo del zodiaco, Dahyun.
— Pero yo soy una mujer distinta. —Volvió a juguetear con mi cuello, como lo haría una mujer naturalmente coqueta.— Soy inteligente, divertida, graciosa, simpática, puedo simular no ser géminis, pero tú te condenaste al nacer.
— Aún así, te enamoraste de mí, no sé de qué estás hablando.
Sonriendo con gracia y sutileza, asintió.— Por desgracia, lo sigo estando, así de manipuladoras son las mujeres escorpio.
Aquella mujer que me estaba insultando indeliberadamente, ni siquiera creía en los signos.
— Uh, Dahyunie, ¿puedo preguntar algo?
— Puedes.
— Cuando te vayas, ¿no podrás verme? Quiero decir, no podrás cuidarme desde el cielo o algo así, como suelen decir los abuelos en un intento de fe.
Meditándolo un corto tiempo, negó con lentitud.— Yo no existo en este plano, Momo. No puedo saber lo que haces, sólo intuirlo, al igual que adiviné que Chaeyoung te trajo la droga porque es la única que fuma marihuana a las tres de la madrugada, y encima, no lo corregiste cuando lo mencioné. Las dos veces.
— Creí que era mi imaginación-
Me detuvo, poniendo un dedo sobre mis labios.
— Deja de mencionar que soy tu imaginación porque por alguna extraña razón, aunque sé que es verdad, se siente extraño.
¿Mi imaginación hablaba así por ella? Obedecí, quedándome en silencio hasta que finalmente retiró su dedo, volviendo a acariciar mi mejilla.
— Creí que sabías que Chaeyoung trajo eso porque lo viste...
— Desearía verte de vez en cuando, pero no puedo. En parte, lo agradezco, porque no sé si quisiera verte con otras chicas, pero supongo que es triste en cualquier extremo.
— Tienes razón, me sentiría observada constantemente por tu culpa.
— ¿Ves? Es mejor así.
Es mejor así. No estaba segura de ello.
Me acerqué unos centímetros más, como un gatito buscando finalmente el afecto de su dueño, sin dejar de mirar sus ojos.— Sería mejor si encontraras la forma de revivir, pero entiendo que estés mejor sin mí...
Chistó la lengua ante mi falsa pena.— Volvería hecha huesos y con gusanos en el cabello, no sé qué es lo que pasa por tu cabeza a veces.
Carcajeé, terminando por alzarme un par de centímetros, para poder recostarme sobre su pecho y sentir su calidez envolverme en la noche más fría hasta ahora.— Simplemente desearía volver a pasar mis días contigo.
Sus dedos se entrelazaron con mi cabello, suspirando con pesadez, al igual que lo haría una persona pensativa.— También me encantaría, de verdad, pero no puedo cambiar mi realidad.
Había olvidado que ella era la más centrada de las dos.
Cuando solíamos convivir y salir de vez en cuando, ella siempre había sido la mente maestra de toda nuestra estructura coexistente. Cuando deseaba lo imposible, ella me hacía volver a poner los pies sobre la tierra y lo había agradecido abiertamente incontables veces. Ella no era una mujer pesimista ni mucho menos, sólo era realista. Justo en momentos como ahora, necesitaba que alguien frenase mi ilusión por volver a tenerla y nadie mejor que ella, quien me correspondía, pero a su vez, trataba de mantenernos estables, recordándome que detener esto significaba nuestro bienestar.
— Déjame fingir que volvemos a estar juntas, sólo por esta noche.
Su nula habla me hizo cerrar los ojos para disfrutar de su pulsación en mis oídos y mente. Era una melodía tranquila, acogedora, muy lenta como para no sentirme cansada y somnolienta.
— ¿Vas a dormirte, Momo?
— Quizás. —Murmuré, exhalando con tranquilidad.— ¿Tú quieres dormir?
— Quizás. —Exhalé, besando sus clavículas con dulzura.— Sólo quería recordarte que te amo, antes de dormir.
Mis ojos se abrieron ante su confesión inesperada, logrando acelerar mi herido corazón una vez más.
— Te amo mucho más, Dahyunie.
— También quería recordarte que quiero que te cuides, que no vuelvas a consumir drogas y que me recuerdes bonito.
Sonreí algo entretenida con su insistencia, levantando la cabeza para ver sus ojos tristes, nerviosos, anticipándome de algo que yo tenía más que previsto.
— ¿Te estás despidiendo, Dahyun?
— Es lo que hago. —Besé su comisura, indicándole que tenía la opción de continuar tanto como la de quedarse en silencio, porque disfrutaría de ambas.— Dormiremos y aunque me pone feliz dormir junto a ti, también sé que debemos despedirnos. Tenemos que darnos un cierre para que podamos vivir sabiendo que tú no eres culpable de mi muerte, que te sigo amando y que tu amor por mí siempre será algo que llevaré conmigo.
— No es una despedida eterna, recuerda que acabamos de casarnos... —Sus ojos se iluminaron con la mención, como si aquello la hiciese sentir una alegría que no sentía de hacía muchísimo tiempo.— Y que también moriré, así que tarde o temprano, me verás otra vez.
— Lo sé. —Envolviendo sus brazos en mi cuello, ambas cortamos la distancia para besarnos dulcemente. Un beso pequeño, tal vez fugaz, pero cargado de un sentimiento insanamente portentoso.— No quiero que mueras pronto, pero si te casas con otra, le dices que deben terminar antes de fallecer porque está la novia oficial esperándote en el infierno.
Dahyun estaba loca y no tenía duda alguna de que nada en su cabeza había cambiado desde entonces, pero no me disgustaba, al contrario, no podía ser más prudente y graciosa que ahora.
— Sí, amor, ya sabes que sólo soy de una mujer y esas cosas.
Rio, sus ojos notándose cansados por primera vez durante la noche.— Me gusta que me llames así.
— ¿Amor?
— Sí, amor.
Mi corazón aleteó como si tuviese vida propia.
— Es que eres mi amor.
— Eres demasiado cursi y yo estoy enferma, no sé si en el infierno habrá una mujer mínimamente parecida a ti.
— En el infierno quizás no, pero en el cielo seguro hay seres angelicales iguales a mí.
— ¿Sabes qué? Creo que deberíamos dormir. —Reí, besando sus labios por última vez antes de voltearme y apagar la luz encima de la mesita de noche. En cuanto me volteé, suspiré con calma al seguir viéndola igual de hermosa incluso si sólo se reflejaba en ella la tenue luz de la luna, la misma que se ensartaba por entre las rendijas de aquella cortina color crema.— Te amo.
Me acurruqué como un cachorrito, sabiendo que no habría ni existiría una sola noche en la que no pensara en este momento.
— Te amo mucho más. —Besando la punta de su nariz para luego desviarme a su mejilla, me alejé, esperando a que ella me diese la espalda para poder abrazarla como solíamos hacer, como a ella le gustaba. En cuanto lo hizo, la abracé por la cintura, encajando mi cuerpo con el suyo como si sólo fuésemos una encima de esta cama.— Ten una linda noche, amor, espero descanses y tengas dulces sueños.
— Mis noches siempre serán lindas cuando estés cerca, Momo. Buenas noches, espero puedas descansar.
Regalándole un suave roce de mis labios a su hombro y apretándola sin hacerle daño, murmuré un suave "te amo" antes de ceder al abrasador momento y el templado maravilloso de su cuerpo contra el mío. Su respiración profunda y relajada, su piel suave y acaramelada, me hicieron cerrar los ojos y exhalar con placidez para luego comenzar a contar ovejas saltando las vallas.
Hasta que indeseablemente, me dormí.
A la mañana siguiente, exhalé profundo, estirándome con el cuerpo adolorido y pesado. Los recuerdos vinieron a mí avivados, como si no hubiese forma alguna de arrancármelos de la cabeza. Abrí los ojos y me senté con brusquedad, mirando a mi lado, con un mísero atisbo de esperanza por verla allí, durmiendo como un bebé.
Pero ella no estaba allí.
Sin siquiera darme cuenta, el desconsuelo me sumergió en un mar profundo y oscuro, provocando que lágrimas inacabables rodasen por mis mejillas. No había querido demostrar mis sentimientos nostálgicos frente a ella porque quería pasar un lindo momento, y por ende, sólo resultó en un ahogo descontrolado. Apoyé las rodillas contra mi pecho, sollozando como si la vida se me hubiese acabado, y es que no estaba muy lejos de la realidad.
Yo sabía que se iría, pero algo en mí le costaba asimilarlo. Si ella no me hubiese hecho prometer que no volvería a consumir, estaba segura de que iría directo a ingerir más.
La amaba tanto aún después de todo, que dolía terriblemente saber que no la volvería a tener junto a mí.
Traté de secar mis lágrimas sin efecto alguno, viéndome obligada a levantarme para dejar de pensar y distraerme con el desayuno.
¿Por qué no me había quedado más tiempo con ella ayer por la noche? Incluso si la pregunta me estaba persiguiendo con un cuchillo, sabía que el despedirnos tan tranquilamente, era algo positivo, algo que a ambas nos había hecho bien, pero sin embargo, me sentía culpable por no haberme forzado a hablar más, a besarla un poco más o quizás sólo verla respirar con tranquilidad mientras dormía. Cada segundo importaba y la frustración comenzaba a acumularse en mi pecho.
En cuanto salí de la habitación luego de lavarme el rostro y los dientes, una seriedad intensa se apoderó de mí. El miedo de encontrarme o no con su beso pegado en la nevera, me hacía sentir ajena, como si no quisiese ilusionarme más de la cuenta para no seguir sufriendo.
Me acerqué con pasos lentos y temblorosos, el nudo en mi garganta siendo insistente.
Y en cuanto llegué a la cocina, mi alma entera pareció salirse de mi organismo al ver su beso pegado, intacto y perfecto, pero no pasando por alto una letra que yo reconocía perfectamente y que no recordaba siquiera haberla escuchado pedirme un lápiz.
"Te amo en esta y en todas mis vidas".
Para mi propia calma e impresión, una sonrisa enorme se hizo presente en mis labios. No tardé un segundo más en comenzar a rebuscar alrededor de todo el departamento en busca del anillo que le pertenecía. Necesitaba cualquier cosa que me quitase la idea de que ella genuinamente había estado aquí conmigo, pero no lo encontré, ni siquiera en la cajita blanquecina, lo que sólo aumentó más la sanación de mi corazón.
Ahora creía ciegamente de que ella no había sido parte de mi imaginación, por más que no hubiese forma de que no lo fuese.
Mis ojos volvieron a la hoja con su beso y no tenía cómo explicar que aquella era la forma de sus labios, que yo misma los había maquillado y yo misma los había besado. Jamás había podido imitar su letra y dudaba que mis amigas recordasen cómo era, como para fingir demencia y creer que alguna de ellas lo había hecho con intención de no hacerme más daño.
La tristeza de pronto desapareció y una inusitada felicidad me hizo frenar las lágrimas finalmente. No necesitaba siquiera una explicación como para poder sentir que de alguna forma, ahora estábamos más cerca que antes, con una conexión que no podría borrar por más que lo intentase.
Y yo estaba bien con eso, estaba feliz. Malditamente feliz.
perdón la demora y gracias por esperar ˙◠˙
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