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Capítulo 9


           No le quedaba mucho tiempo, podía sentirlo. El estrés, las heridas y el abuso de sacrilegios habían acelerado el efecto latente de las adormideras en su sangre. Le costaba enfocarse en más de una cosa a la vez y Mallaë, que no se consideraba una estúpida; empezó a sentirse como tal al no haber podido organizar un plan con menos tropiezos. Porque al final, por mucho que su ego tratase de justificarla metiendo en la ecuación los inconvenientes derivados entre un domador y la manada, externalidades desconocidas; lo cierto es que los había subestimado. En el instante en que puso un pie en Creag Meagaidh, este desastre estaba destinado a suceder.

-¡Remátala! –Su voz no exigía venganza, como cabría esperar de una mujer que ha visto impotente cómo herían a su amado; ni siquiera la acompañaba el más leve toque de acongojamiento, habló con el resuello propio de quien ha engullido todo el aire del que era capaz para soltarlo todo de golpe después. -¡Vamos, remátala! -¿Temía ser la siguiente?

La intrusa ejecutó una finta con la daga para callar a Yvaine. Hasta el cachorro, que llevaba ya un rato aullando y dando la lata, reculó, trémulo. Aunque el desahogo no duró mucho. Los lobos afincados en la cúspide del cráter trotaban en círculos, buscando cualquier resquicio que les permitiera bajar hasta ellos, sin éxito. Todos esos ojos nacarados la taladraban como auroras, presionando sus nervios. Sus pelajes se diluían en la noche, meras fantasmagorías.

<<Estoy deseando salir de aquí. >> -Pensó la augur.

El alfa también la observaba, más su maltrecha figura no le removió emociones. Mallaë no se sintió culpable por arrebatarle un ojo, del mismo modo que él no lo estaría por extinguir su vida. No todos los sobrenaturales compartían un nexo de unión tan pagano, pero en general, el peso del instinto de supervivencia facilitaba ese paso hacia un entendimiento en común.

Fue quizás ese lazo mutuo acompañado de sus desalentadoras circunstancias las que provocaron que rompiera una lanza en favor del diálogo, cuando en otro memento o contexto jamás lo hubiese hecho.

-Espera. –Fue un tono autoritario y de alerta que detuvo cualquier posible avance de su adversario. Fingió su mejor cara mientras se reclinaba nuevamente contra el lecho de roca. Una finta para ocultar el hecho de que las piernas ya no la sostenían. –Hablemos. –Echó la daga a un lado para dar muestras de buena voluntad y mostrando las agallas de un dragón dejó caer su escudo de sombras.

El licántropo simplemente ladeó la cabeza en respuesta. Admiró su osadía, más propias de una loba que de una hechicera mientras reverberaba en él el tirón del mandato. Un latigazo similar al que producirían las palabras de un alfa. ¿Coincidencia o premeditación?

-¿Ahora quieres hablar? Qué conveniente.

-En realidad te estoy haciendo un favor.

La convicción en su tono provocó en el lobo una carcajada.

-Tal y como yo lo veo, estás acabada. Atacar mi manada te sentenció. Y aun en el improbable caso de que consiguieras matarme, ellos....-señaló con la barbilla la cima del cráter.- te harán picadillo.

Una miríada de aullidos corroboraron su palabras, la augur no necesitaba verlos para saber que estarían enseñando los dientes, y que su piel rugosa adoptaría un matiz erizado, consecuencia de la impaciencia y del actual estado de alerta. Se preguntó si sus oídos, a tal distancia, captarían la conversación o si reaccionaban al lenguaje corporal de su alfa. Ciertamente no acostumbraba a pasar tanto tiempo rodeada de metamorfos.

-En ese caso...moriréis aquí abajo. Todos y cada uno de vosotros. Incluso los niños. –miró al cachorro de soslayo y a Yavaine, ésta no le había parecido que hubiese empleado nuevamente la magia pero esperaba que las miradas furtivas que en ocasiones le dirigía sirvieran como disuasorio. –Si caváis mi tumba, os arrastraré conmigo.

Mientras permanecía apoyada en la pared de roca, Mallaë agotó su poder para crear un último sacrilegio, las piedras alrededor, bajo y sobre ellos emitieron un chispazo de luz fría, vibraron en un chasquido que a todos provocó un alarido en los tímpanos. Vio al licántropo acortar la distancia que los separaba, sin duda pensando en propinarle el golpe de gracia ya sin un ápice de humor en su rostro, lo hizo retroceder dejando caer a sus pies un bloque de piedra del tamaño de un coche. Éste consiguió eludirlo sin dificultad, pero no el daño colateral producido por la eclosión contra el suelo. Decenas de esquirlas se clavaron en su cuerpo, no tardarían en sanar, pero seguro que dolían como el infierno.

-Te propongo un trato, tu vida a cambio de la de tu manada. Oblígalos a reagruparse. Mantenlos lejos e inofensivos y no les pasará nada. Si no...los sepultaré en un segundo; contigo y conmigo. A fin de cuentas...y te cito textualmente, "estoy acabada". No tengo nada que perder.

El alfa bufó. No se creía nada, aparentaba estar agotada y sin un ápice de energía mágica; en estos momentos podría acabar con ella fácilmente de un solo golpe. Miró de soslayo a la ninfa y la vio preocupada, fruncía el ceño y miraba cuello arriba en todas direcciones, escudriñando la noche en busca de nuevos bloques de roca a un paso del desprendimiento.

Ya no lo tuvo tan claro. No parecía que albergase el suficiente poder como para provocar una avalancha, mucho menos destruir una montaña; aunque bien podía ser ese su propósito. ¿Y si la hechicera fingía aparentar debilidad cuando en realidad rebosaba vitalidad? Su experiencia hasta el momento con la intrusa así lo apuntaba. Su lado lógico le gritaba que acabase son la amenaza frente a él, pues el plan que le proponía era fruto de la desesperación, de los últimos arañazos de su instinto de supervivencia; más su conciencia le advertía cautela.

          Los últimos tres días habían librado una auténtica guerra, Guryon había tratado por todos los medios de hacerse con él, sabiendo que al esclavizarlo dispondría de toda su manada; y por ende del territorio. Un domador usualmente solo podía ejercer su influencia sobre dos o tres metamorfos; él subyugó a cinco; entre ellos dos alfas, evidencia de su poder. Le gustaba humillar en su trato, tener marionetas dispuestas a realizar cada uno de sus caprichos las veinticuatro horas del día. No era el más fuerte o inteligente de su manada, pero su pequeño rebaño confiaba en él como Alfa para mantenerlos a salvo. No podía permitirse caer, y aunque la intrusa no daba indicios de estar aliada a Guryon, no quitaba que fuese igualmente peligrosa. Si se equivocaba ahora....

-¿Quién dice que es la primera vez que piso tus dominios? –Retomó la conversación como si leyera en él la sombra de la duda. -¿Te crees que soy tan estúpida como para aventurarme sola sin un plan? ¿Sin depositar una sola trampa mágica? En las entrañas de esta tierra hay una bomba de tiempo conectada a mi vida, en cuanto ésta expire, el cañón se vendrá abajo engulléndolo todo a su paso.

-Es un farol.

-No importará lo rápidos que seáis, vuestra resistencia o capacidad de sanación, el peso de la montaña romperá cada uno de vuestros huesos, estaréis atrapados vivos mientras el cuerpo se autocura soldándose en formas imposibles, una y otra vez, la agonía de ello....-Sonrió.- Rezaréis por la muerte, que solo llegará días después, tras el cansancio y la deshidratación. No me mires así, me parece justo que aquel o aquellos que me destruyan sufran un destino terrible. –Hizo una breve pausa para que calasen sus palabras.-Así que dime, ¿hay trato? 


Continuará.....

Nota de autora: Sé que toda esta parte de la historia en la que Mallaë debe enfrentarse a una manada ha ocupado muchos capítulos, pero es por un motivo, lo que suceda aquí repercutirá en toda la trama principal, en el objetivo que tiene la augur de resucitar a William y hasta dónde llegará para conseguirlo.

Un saludo.

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