Capítulo 4
Una gota de lluvia, tan sutil como es, puede alertarnos al chocar contra el cristal de que se avecina un aguacero, silenciosamente escurridizas pueden mismamente despertarnos en mitad de la noche cuando sonidos fuertes de animales o ronquidos de nuestro entorno no lo hicieran. Otro ejemplo de percepción acústica mejorada es conocer a alguien y notar si no respira. Como tendemos a acompasar la respiración con los demás, si esto no sucede nos chirría, nuestro cerebro nos manda un alerta de que algo no va bien y hay que buscar el qué. El oído de los metamorfos potencia este tipo de hipersensibilidad ambiental, pero que cuenten con este instinto para todo no implica que nada pueda escapárseles. Es cierto que sus tímpanos distinguen entre los suyos por la presión, el trazado y la longitud de sus pasos, pero no son un radar, sigue siendo importante encontrarse más o menos cerca de alguno de ellos para tal análisis.
Mallaë recubrió la suela de sus botines con gomaespuma y creó un hechizo de distracción sobre sí misma. Un hechicero avezado podría haberla hecho invisible pero no tenía a ninguno a mano y ella solo se desenvolvía con conjuros simples. Esperaba que ser silenciosa y ser toda ella un nubarrón oscuro facilitara tal trampantojo. Si no la acechaban fijamente sería como un punto negro por el rabillo del ojo.
Seguía la columna vertebral formada por piedra y agua que era el bosque de Creag Meadaigh. Se alejaba de cualquier gruta, risco o matojo que pudiera ocultar una madriguera de licántropos, siempre caminando cerca del río para que su burbujear contribuyera mismamente a ocultarla. Le extrañó ver luz en uno de los árboles, parecía que alguien había construido una torreta pero en lugar de ser custodiada por alguien de la manada, la entraba estaba desierta. Como no le dio buena espina se alejó todo lo que pudo.
Llegó a un pequeño claro, la luna esa noche estaba dormida y careciendo de vista nocturna se planteó si no estaría caminando hacia una trampa. Sintió humedad bajo sus pies a pesar de que en esta zona hacía días que no llovía. Oyó además un frufrú, un sonido leve como de tela al rasgarse. No parecía lejos y antes de que la ansiedad jugara con ella, Mallaë liberó seis luciérnagas de hador, necesitaba algo de luz y la quería ya.
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