Capítulo XIV: Frente a Frente
Séptima lunación del año 304 de la Era de Lys. Fores, cerca de las canteras de Heirdsand, frontera este de Augsvert,
I
Aren
Los que estaban dentro de la casa ya sabían de las malas noticias. Soriana y yo entramos y el salón era un hervidero. Alrededor de la mesa se encontraban lara Moira, lars Percival, Ivanara y una docena de otros soldados cuyo rango les permitía participar de la discusión sobre las acciones a tomar.
—Alteza —saludó Moira con una ligera reverencia—, disculpad que interrumpa vuestro descanso, pero...
—No os preocupéis —la interrumpió Soriana, ubicándose en el centro, alrededor de la mesa—. ¿Qué sabemos de esta avanzada?
—En el oeste hay una intensa tormenta, los alferis han aprovechado esto para atacar —dijo Percival desplegando un gran mapa sobre la mesa. Luego colocó figuras de madera que representaban a los alferis del otro lado del domo, muy cerca del pilar del oeste, donde se encontraba la falla—. El destacamento del oeste se ha desplegado para hacerles frente.
—¿Solo el destacamento del oeste? —pregunté con el ceño fruncido.
—Ya otras veces hemos tenido ataques similares —dijo un soldado a quien no conocía, pero que por la insignia en su pecho era un capitán de la guardia azul—. El domo, a pesar de la falla, siempre resiste.
—Pero esta vez no lo hará —dijo Soriana tajante—. Si Englina no envía tropas del ejército negro, los alferis tomarán Augsvert.
Varios de los presentes miraron con duda a Soriana, uno de ellos preguntó:
—¿Por qué no lo haría?
—Por qué ahora hay hechiceros oscuros acompañándolos —dijo ella.
En ese instante miré a Ivanara, quien apretó los dientes sin despegar los ojos del mapa.
—¿Con cuántos soldados contamos? —pregunté.
Algo extraño pasaba entre el alto mando. En cuanto hice la pregunta, varios capitanes cruzaron miradas, incluyendo a Moira.
—¿Sucede algo? —volví a cuestionar y fue Percival quien respondió.
—Grissemberg, Alteza, creo que esta es nuestra oportunidad de tomar el palacio Flotante, lo discutíamos antes de que vosotros llegarais. Si la reina está distraída con el ataque de los alferis no podrá defenderse correctamente.
—¿Tomar el palacio? —replicó Soriana desconcertada—. Creí que había quedado claro. Mi prioridad es detener al Cuervo, no usurpar el trono de Augsvert.
—Pero Alteza, no sois una usurpadora...
—Alteza —interrumpió Moira a su hermano—, seguiremos vuestras órdenes, haremos lo que vos deseéis.
—Gracias, comandante. Cómo preguntó Aren, ¿con cuántos soldados contamos?
—En total unos cien soldados —respondió Moira.
Cien soldados para enfrentar al ejército de los alferis era muy poco. A menos que Englina reforzara el pilar del oeste, tal como había dicho Soriana, los alferis tomarían Augsvert. Ella se inclinó sobre la mesa y examinó el mapa un instante.
—Podría intentar reparar el pilar antes de enfrentar al Cuervo —murmuró—, pero perdería tiempo y tal vez él logre escapar.
—¿Intentar reparar el pilar? ¿Enfrentar al Cuervo? —dije mirándola—. Estás convaleciente, Soriana. No creo que sea buena idea que vayas a la frontera.
—Él no puede entrar en Augsvert —contestó ella—. Moira y el resto podrán contener el avance de los alferis en la falla del domo mientras yo intento emboscar al Cuervo.
—¡¿Te has vuelto loca?! —la cuestioné.
—¡Comportaos! —me reprendió Moira.
Los ojos grises de Soriana me miraron impávidos, el resto también lo hacía. Exhalé para calmarme, pero continuaría intentando que entrara en razón, no dejaría que ella se pusiera en peligro.
—Creo que lo mejor es tratar de resistir desde este lado del domo. Ir en busca del Cuervo es demasiado riesgo en tu estado, Soriana.
—Aren, tengo que hacer esto. No puedo dejar que él escape.
—Ni siquiera sabemos si él va a estar allí.
—Tengo un método para deducirlo —dijo ella—. Si el Cuervo está en el ejército alferi, quiero que lara Moira tome el mando y defienda el pilar. Yo saldré de Augsvert y lo enfrentaré. Sin él os será fácil vencer a los alferis. Lo mejor es que nos alistemos y partamos lo antes posible.
Todo lo que Soriana decía me parecía una locura, sin embargo, ella estaba tan decidida que no podía hacer otra cosa que apoyarla. Cada uno de los presentes abandonó la sala para cumplir con la orden de prepararse para la batalla, excepto Ivanara, que se acercó a nosotros.
—¿Por qué dijisteis que El Cuervo no puede entrar en Augsvert? —le preguntó ella a Soriana—. ¿Cómo estáis tan segura?
Soriana me miró, había vacilación en sus ojos, luego volvió la vista a Ivanara.
—Conozco al Cuervo. Hace mucho tiempo él hizo un juramento de que nunca regresaría a Augsvert.
La capitana de la liga de Herir achicó los ojos mientras pasaba la mirada sobre mí y Soriana. Después, se cruzó de brazos y endureció el gesto.
—Hay cosas que no me decís, ¿cierto? Así no funcionan las Alianzas, «Alteza». Tenemos que poder confiar la una en la otra y si no sois honesta no podré hacerlo.
Soriana la miraba fijamente, parecía evaluar qué tan acertado era revelarle el secreto a Ivanara.
—¿No podéis confiar por una vez en vuestra vida? —le dije a Ivanara, harto de su actitud—. No estáis con enemigos, somos aliados.
—Eso mismo os digo, somos aliados. Conocéis por qué deseo enfrentar al Cuervo, en cambio, yo no comprendo vuestro interés en enfrentarlo. Sé que él quiere tomar vuestro reino, pero como dijeron, con que os quedéis de este lado del domo y resistáis es suficiente. ¿Por qué deseáis buscarlo? Él es augsveriano, ¿cierto?
—Sí —respondió Soriana—. Es de Augsvert. Hace mucho tiempo él le juró a mi madre que nunca regresaría, pero ese juramento no le impide destruir el reino.
—¿Por qué un augsveriano querría destruir su propio reino? —preguntó ella, todavía con los brazos cruzados, pero con una actitud menos a la defensiva? —No comprendo.
—Hace mucho tiempo, este hombre que se hace llamar el Cuervo fue un sorcere muy destacado. Era un hechicero portentoso, sin embargo, no provenía de una familia noble, así que le negaron la posibilidad de casarse con la mujer que amaba, que sí tenía ascendencia aristocrática. Mi madre, que por aquel entonces era la reina, juró ayudarlo a cambio de que él nunca volviera a pisar suelo augsveriano. Pero las cosas no salieron bien y su prometida murió. Yo supongo que él culpa a mi madre y a todo Augsvert de su desgracia, no concibo otra razón para querer destruirnos. Ahora él tiene esclavizada el alma de mi madre y solo asesinándolo podré liberarla.
A medida que Soriana hablaba, el rostro de Ivanara mostraba más y más asombro. Cuando el relato terminó, Ivanara resopló en medio de una sonrisa ladeada.
—¿Todo esto es por una venganza personal? ¡Increíble! Arruinan reinos, matan cientos de criaturas mágicas por intereses egoístas. Disculpad, Alteza, pero si vuestra madre desató tanta furia no debió ser muy buena. ¿Y por qué huisteis vos? ¿Por qué no sois la reina de Augsvert, sino que es vuestra prima?
—Suficiente —dije—. Queríais saber por qué El Cuervo no puede cruzar Augsvert, ya obtuvisteis vuestra respuesta.
—Sí, supongo que sí, aunque sé que ocultáis más secretos, siempre es así con la nobleza. Entonces, ¿pensáis enfrentarlo sola? No parece una decisión muy sabia. Quiero acompañaos. Vine para hacer pagar al karl de la liga, no para defender a un montón de sorceres presumidos.
—Es un hechicero oscuro muy poderoso, Ivanara —dijo Soriana.
—Lo sé. Soy una cazadora, mi trabajo es atrapar hechiceros oscuros.
—¿Qué opinas, Aren? —Soriana fijó en mí su mirada cristalina.
—Creo que si ella está decidida a enfrentar al Cuervo no habrá nada que lo impida.
—De acuerdo —concedió Soriana—, iremos juntos. Nos veremos afuera en una sexta para partir a la frontera oeste.
Nos despedimos de la cazadora y seguimos hasta la habitación de Soriana. Ella entró primero, cuando cerré la puerta la encaré.
—No estoy de acuerdo con lo que vas a hacer, Soriana.
—Lo sé. Pero debo liberar a mi madre.
—¿A costa de tu vida?
—A costa de mi vida si es necesario, sí.
Ella me daba la espalda mientras rebuscaba en un armario. La sujeté del brazo y la giré para que me mirara a la cara.
—¿Y yo, Soriana? ¿No te importo?
Ella me miró con sorpresa, entonces la solté al darme cuenta de lo que hacía y lo mal que habían sonado mis palabras.
—Lo siento —dije.
Sus dedos morenos acariciaron mi mejilla, ella me miró con tristeza.
—Tú y Keysa son lo único que me importa en esta vida, pero si no hago esto no tendré paz. Tengo que liberarla, Aren.
—Prométeme que vas a vivir —le dije colocando mi mano sobre la suya que descansaba en mi mejilla—, que no te pondrás en peligro.
—Te lo prometo. —Ella sonrió—. Cuando esto acabe viviremos en una casita como esta frente al mar.
Yo coloqué la otra mano en su mejilla y acerqué el rostro al de ella, junté mis labios con los suyos y cerré los ojos. Quería creer en su promesa de que más adelante tendríamos un futuro juntos. Deseaba confirmar con mi boca sus palabras, que su sabor afianzara el juramento.
Cuando nos separamos un suspiro escapó de nuestros pechos como si un lazo etéreo, pero indivisible, nos uniera.
—Debo hacer un encantamiento —dijo ella bajando la mirada.
—¿Los ojos de Morkes? —Ante mi pregunta, ella asintió—. Lo imaginé, aunque no tienes nada que le pertenezca a él para rastrearlo.
Soriana sonrió con algo de amargura antes de hablar.
—Todo este tiempo él ha logrado encontrarnos a pesar de los hechizos de camuflaje. ¿Recuerdas aquel haukr de sombras en el Dorm? ¿Y luego cómo nos hallaron los cazadores en el paso de Geirs? —Soriana tomó una copa que había sacado del armario y la colocó en la mesa, junto con el pequeño cuchillo, parte de los cubiertos de la comida—. También él llegó al bosque de Skógarari cuando liberamos a Keysa. Él siempre ha tenido la manera de rastrearme.
Ella se levantó la amplia manga del vestido de seda y expuso su antebrazo, en el cual había varios cortes ya cicatrizados. Hizo uno nuevo y la sangre que brotó la dejó caer en la copa.
—A través de nuestra sangre —dijo ella—. Dormund y yo compartimos la sangre Sorenssen, así es como él nos ha encontrado.
Soriana encendió una vela y con ella comenzó a calentar la copa mientras traspasaba su savje al interior, luego recitó el hechizo en lísico:
—Sjá, nu finna, Dormund.
Ella repitió la frase varias veces y a medida que lo hacía, el humo que producía la evaporación de su sangre se tornaba negro, al igual que sus ojos. Poco a poco esa bruma oscura fue tomando la forma de un haukr.
Cuando Soriana volvió a hablar, su voz se había convertido en la mezcla de varias voces, todas roncas, profundas y cavernosas. La densa bruma negra la rodeaba y sus irises habían perdido la transparencia, parecían un par de obsidianas. Ella se relamió los labios
—¡Legjja af stao!
El ave de sombra abrió las alas y voló a través de la ventana abierta. Los ojos de Soriana se movían rápido, como si observaran objetos invisibles. Luego de lo que tardan dos briznas de paja en consumirse al fuego, ella volvió a hablar con esa voz extraña y gutural.
—Allí está, puedo verlo. Él lo sabe, que iré a buscarlo, me espera y mi madre se encuentra a su lado.
De pronto, la energía negra se recogió, el cuerpo de ella la absorbió. Soriana cerró los ojos y cuando los abrió, nubes oscuras todavía eran visibles en medio de la claridad de sus irises. Ella se tambaleó y yo tuve que sujetarla para que no cayera. Al tocarla me di cuenta de que estaba muy caliente, hervía.
—Soriana, ¿estás bien?
—¡Ah! ¡Me duele el pecho!
Encendí mi savje y el resplandor azulado nos envolvió a ambos. Cada vez me convencía más de que ir al encuentro de Dormund era un suicidio. Poco a poco ella fue recuperándose hasta que abrió de nuevo los ojos, ya sin rastros de magia de Morkes en ellos.
—Mi madre está con él. —La voz de ella era apenas un susurro cansado.
—Estás débil, Soriana. —le dije manteniéndola contra mi pecho—. No es una buena idea.
—Esto va a ayudarme.
Llevó la mano a su cintura y tomó un talego de cuero que colgaba del delicado cinturón de plata, ella me dio la bolsita. En su interior había un par de piedras cristalinas que adentro contenían diminutos fragmentos de colores.
—Son las lágrimas de la reina de las hadas —dijo ella con dificultad—. Además, Dormund no tiene una matafantasmas. ¡Koma, Assa aldregui! Y tampoco tiene un Aren a su lado.
Después de eso, Soriana se desmayó.
Me sentí fuertemente tentado a sacarla de Augsvert, a llevármela lejos y evitar así que pudiera participar en una batalla suicida. Pero sabía que si hacía algo como eso, ella nunca me perdonaría.
Con delicadeza la tumbé en la cama y me dediqué a traspasarle mi savje.
Poco tiempo después, Assa aldregui entró por la ventana y fue a posarse en su mano. Cuando los dedos de ella tocaron el metal frío, Soriana abrió los ojos.
****************
****Hello. Estoy estresada, cada vez estamos mas cerca del final y eso me gusta, pero me asusta. jajajaja, ¡¡¡Dios!!! Trataré de continuar con el mismo ritmo semanal, pero les confieso que no tengo mas capitulos escritos y necesito sentarme y pensar detenidamente lo que se viene para que no haya ninguna hueco argumental. Les estaré avisando en facebook y en mi tablero si es que necesitaré algunos días para continuar.
Besitos. Acá abajo les refresco algunos términos.
Haukr de sombras/ Los ojos de Morkes: Hechizo realizado con magia oscura. Este encantamiento es capaz de localizar el rastro de magia de un sorcere y de espiar. Para su realización requiere de algun objeto de la persona que se quiera localizar.
Koma: Ven.
Legjja af stao: Inicia el viaje.
Sjá, nu finna: Mira, encuentra ahora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro