Capitulo IV: Skógarari (III/III)
Al juntar sus manos, el mundo subterráneo en el cual nos desplazábamos, se iluminó. Miles de destellos relucieron en las paredes de tierra, como si fueran innumerables gotas, brillantes, luciérnagas o lágrimas de las entrañas del bosque, las cuales nos alumbraban el camino.
Nayla caminaba delante, su cabello rojo continuaba flotando con cada paso que daba. Antes, supuse que tendría reservas para con nosotros, principalmente, por el hecho de que Soriana era una hechicera oscura. No obstante, mirándola darnos la espalda, parecía tan confiada. Me hizo preguntarme si tal vez su decisión de ayudarnos tendría que ver con eso que percibió en la energía de Soriana.
Bajé el rostro y miré a la hechicera en mis brazos, dormía agotada. Su cansancio tenía que ser la causa de por qué sucumbió al encantamiento de la strix y yo no. Suspiré y la estreché más contra mi pecho. «Una energía caótica» había dicho el hada. «Algo antiguo y poderoso» ¿A qué se refería?
El túnel de tierra se extendía en línea recta hacia adelante hasta que, de manera abrupta, se abrió en una gran estancia. Me recordó un poco a la cueva en Northsevia donde vivía Soriana. Aquello me pareció que había ocurrido hacía eones y no unas pocas lunaciones atrás.
A diferencia del hogar de mi amiga, esta sala no era nada acogedora, más bien transmitía una profunda desolación. Restos de comida se hallaban esparcidos por el suelo. En un rincón, un nido hecho de hojas daba la apariencia de un lecho revuelto. Aquí y allá había prendas de vestir y algunas alhajas esparcidas.
—Podéis tumbarla allí. —Me señaló el nido con la cabeza.
Acosté a Soriana y la cubrí con su propia capa, luego me giré hacia mi anfitriona.
—De nuevo, gracias por ayudarnos.
—Las hadas no solemos relacionarnos con humanos, mucho menos con sorceres. —Cada vez que ella hablaba me sentía inquieto, tal vez era por la poca expresividad de su rostro y sus rasgos agresivos; sin embargo, su voz era dulcemente melódica y calmada—. Pero tenemos objetivos en común, no tiene sentido que continúe aislada.
En aquella sala primigenia no había ningún mueble, así que, al igual que Nayla, me senté en el suelo, frente a ella.
—¿Por qué decís que tenemos objetivos en común?
—Estáis buscando a un hada, ¿no es cierto? —Ante su pregunta, yo asentí—. Y habéis dicho que vuestras pistas os han traído aquí. Si es así, el hada que buscáis debe estar con el resto de mi corro.
—¿Vuestro corro también desapareció? Por eso mencionasteis que sois la única hada en Sokógarari. ¿Sabéis, acaso, que sucedió? ¿Por qué el bosque se mantiene tan silencioso?
El hada agachó las manos y empezó a juguetear con sus largos dedos de uñas afiladas.
—Yo he vivido toda mi vida en este bosque, no conozco nada más. Sin embargo, no siempre fue una reserva protegida. Hace algunos años el karl de la liga vino a pedirle ayuda a la reina de las hadas para que aceptara a otras hadas que los cazadores habían rescatado de manos de morkenes y humanos que traficaban con ellas.
»A pesar de que las hadas desconfían siempre de los humanos y mucho mas de los sorceres, la reina decidió darle una oportunidad a la liga, el karl parecía alguien honesto y confiable. Poco a poco nuestro corro se convirtió en un refugio seguro y con el tiempo surgió una alianza entre la liga de Heirr y la reina de las hadas.
»En ocasiones, algún hada rescatada contaba historias escalofriantes de lo que había vivido afuera. En esos momentos yo daba gracias de estar a salvo, aquí y sentía que nuestra reina hacía lo correcto.
De pronto Nayla empezó a reír. Cuando se detuvo, sus ojos desbordaban tristeza y rabia.
—¡Qué crédula fui, que crédulos fuimos todos! Desechamos nuestros instintos que nos impelían a mantenernos alejados de humanos y sorceres. Supusimos que de verdad nos resguardarían, la reina se confió. Todo comenzó con la desaparición de los dorongeim. De un momento a otro no había ninguno. Dijeron que los habían trasladado a otra reserva. Luego llegó nuestro turno de ser trasladadas.
»La reina era un hada muy perceptiva. Creo que empezó a sospechar que algo no estaba bien, así que un día se entrevistó con un enviado de la liga. Ella y su séquito desaparecieron por un día entero y cuando regresaron nos aseguraron que estaríamos en otro bosque, mucho más grande y seguro.
»Unas cuantas hadas desconfiaron de la decisión de la reina y antes del traslado llegaron diciendo que era una trampa. Y así fue, porque nuestra propia reina nos traicionó, al menos eso creímos. —El rostro de Nayla se crispó con rabia y luego se suavizó en una mueca de profunda tristeza, su voz se volvió un susurro—. Hubo una pelea donde los cazadores la apoyaron. Casi todos los que se opusieron al traslado fueron apresados, otros murieron defendiéndose.
Después de eso, Nayla guardó silencio. Durante todo su relato mantuvo los ojos fijos en sus dedos que se retorcían sin cesar sobre su regazo. De pronto vi caer en ellos dos gotas acristaladas. Cuando levantó el rostro y me miró, el dolor los había abandonado, solo quedaba furia en sus ojos extraños.
—¡Confiamos en ellos y nos traicionaron! ¡Hechizaron a nuestra reina que no pudo hacer nada contra su magia oscura! ¡Nos masacraron, nos secuestraron! Tal vez de los míos ya no quede nadie con vida, pero yo deseo vengarme.
Podía entender su dolor y su rabia, pero me costaba creer que todo fuera obra de los cazadores de la liga. Tenía que existir otra explicación.
—Nayla, ¿estáis segura de que fueron los cazadores de la liga quienes se llevaron a vuestros compañeros?
Ella apretó la mandíbula, enojada.
—Fueron morkenes, pero los cazadores que coordinaban el supuesto traslado, colaboraron con los oscuros.
—¿Cómo se llamaba el líder cazador con el que se entrevistó la reina?
Nayla negó.
—No lo sé. ¿Cómo podría saberlo? Ellos nos hechizaron a todos.
—¿Sabéis a dónde llevaron a vuestro corro?
El hada tardó tanto en responder que pensé que no lo haría; sin embargo, dio un asentimiento de cabeza.
—Están aquí, en Skógarari. Más al sur hay un cañón, un profundo precipicio. Allí los llevaron. Algunas veces me he acercado. —Nayla volvió a bajar el rostro, su voz melódica sonó como cristal roto—, pero me ha faltado el valor de entrar.
Me dio pena. Después de escuchar su historia y ver cómo vivía, comprendí que el remordimiento la atenazaba. Ella sentía vergüenza y culpa por haber escapado y no atreverse a rescatar a sus compañeros.
—Cuando mi amiga se recupere —dije— me gustaría que nos guiarais hasta allá.
—Nada me complacería más. Lo único que me mantiene con vida es la esperanza de algún día vengarme.
El resto del tiempo lo pasé transfiriéndole savje a Soriana. Antes, mi anfitriona me dio un brebaje y algo de comida que sabía a raíces y hojas; no obstante, el mal sabor, me reconfortó, tanto que me sentí con fuerzas renovadas.
Nayla me contó que desde que se llevaron a los suyos se internó en ese agujero. De vez en cuando salía, siempre teniendo cuidado de no llamar la atención de los cazadores que vigilaban en las afueras de la reserva.
También me explicó que estaba segura de que los cazadores no nos perseguirían dentro del bosque, llevaba mucho tiempo sin ver alguno más allá de los lindes. Si ella permanecía oculta no era por la liga de Heirr, sino por miedo a los morkenes que de vez en cuando merodeaban por la espesura, buscando si quedaban remanentes de criaturas mágicas. A las strix las dejaban en paz porque no les gustaban los seres parasitarios, ellos requerían de magia pura y la más pura era la de las hadas.
Después de todo su relato, yo me enfoqué en reconfortar a Soriana.
—Sois consciente de que eso que hacéis es inútil, ¿verdad? —señaló mis manos cubiertas de cerúleo resplandor y luego volvió a lo que hacía: chupar lo que me pareció una raíz retorcida y seca.
—¿Transferirle un poco de mi savje?
—Quizás logres darle algo de fuerza, pero ella es una oscura, requiere un sacrificio para reponer su magia.
—Lo sé, pero ella se rehúsa a hacerlo.
El hada asintió.
—Pude sentirlo, de otra manera no estaría aquí, no me hubiera arriesgado a ayudaros. Ella es diferente.
Nayla no volvió a hablar más, se sumergió de nuevo en una actitud taciturna. Poco tiempo después, Soriana despertó. La hechicera se sentó sobre el montón de hojas en las cuales descansaba y miró a su alrededor, confundida.
—¿Dónde estoy? ¡Ah! ¡Mi cabeza!
—Nayla nos trajo hasta acá —dije señalando al hada que continuaba mascando raices, sentada en el suelo y un poco apartada—. Nos ayudó con la strix.
—¡Ah! ¡Por el cetro de Lys! —Soriana cerraba los ojos, fruncía el ceño y se llevaba las manos a la frente, adolorida—. ¡Esa cosa! ¡No podía librarme de su control!
—¿Sabías que no era Keysa? —le pregunté acercándome a ella que apretando los ojos en una mueca de dolor.
—En el fondo lo sabía. Una vocecita lejana, un rescoldo de mi consciencia que me decía que era una trampa. —Ella volvió a mirar en derredor y tomó algunas de las alhajas que estaban cerca, las miró, apreciativa, incluso, por mas tiempo del que sería cortes, luego las dejó de nuevo en el suelo y preguntó—: ¿Qué estamos haciendo aquí, Aren? Debemos ponernos en marcha.
Soriana se levantó, pero de inmediato cayó sentada.
—Estás débil, descansa un poco más.
Ella se pasó las manos por el rostro, consternada.
—¡Ah! ¡Maldita sea! No puede ser que un poco de magia me derrumbe de esta manera. —Los ojos cristalinos se movieron hasta detenerse en Nayla—. Sois un hada ¿Por qué estáis ayudándonos?
Nayla no dijo ni una palabra, ante lo cual expliqué yo, brevemente, lo que ella me había contado antes. Cuando terminé, Soriana esbozó una media sonrisa.
—¡Sabía que la liga estaba implicada! ¿Serán todos o solo una facción de ella?
Recordé a Ivanara y su terquedad, su renuencia a aceptar que Gerald era el enemigo. Estaba seguro de que ella y sus hombres no eran parte del asunto turbio que ocurría en Skógarari.
Le expresé lo que pensaba a Soriana y ella asintió pensativa, luego de un breve instante volvió a hablar.
—¿Conoces al karl de la liga, Aren?
—No —le respondí—. He escuchado que es un sorcere muy hábil. Ha ideado algunos encantamientos poderosos para atrapar morkenes y desde que asumió el mando de la liga de Heirr, hace unos cinco años, ha logrado grandes avances. El tráfico de criaturas mágicas y su esclavización se ha prohibido en todo el continente, la cantidad de morkenes ha disminuido y pues. —Señalé con una mano a nuestro alrededor—, el más grande bastión de su labor era Skógarari, un sitio donde las criaturas mágicas podían vivir seguras.
Aquello último, sin duda, sonó a chiste luego de la historia que acababa de contar Nayla, pero era cierto. Todo mundo alababa la labor del karl actual de la liga y en especial la creación de la reserva mágica.
—Así que no lo conoces —expresó Sioriana cuando terminé de hablar—. Al parecer el karl es muy celoso de su vida personal. También yo lo único que he oído de él han sido halagos en cuanto a su destreza mágica, pero por más que trato de recordar, no sé decir si alguna vez he escuchado de donde viene, o tan siquiera su nombre. —La hechicera miró al hada— ¿Sabéis algo de él?
Nayla soltó la raíz y nos miró con sus ojos de un tono indefinido.
—Una vez vino hasta acá, fue cuando se entrevistó con mi reina para pactar la alianza que transformó Skogarari en una reserva mágica. Usaba un tocado que arrojaba sombra sobre la mitad superior de su cara, así que no pude verle el rostro.
Soriana se volvió a pasar las manos por la cara y luego por las raíces de su pelo blanco, llevándolo atrás.
—Vino a hablar con vuestra reina, ¿decís?
Soriana y Nayla se miraron como si se evaluaran mutuamente, de pronto una tensión palpable se instaló entre nosotros. Para aliviarla pregunté:
—¿Es posible que el karl de la liga esté aliado con morkenes? ¿Qué haya algún tipo de acuerdo entre ellos para proveerle de criaturas mágicas?
Soriana asintió. Volvió a levantarse y esta vez, aunque tambaleante, logró mantenerse de pie.
—Es muy posible —dijo—. Cuando estuve con Gerald, él habló de un poderoso hechicero oscuro que quería la caída de Augsvert. Me dio la impresión de que ese mismo hechicero estaba detrás del caos en el que están los cinco grandes reinos. Quizás el karl sea su aliado. —Soriana cerró los ojos y exhaló pesarosa—. No debí precipitarme. Si hubiese continuado con Gerald, tal vez habría descubierto la identidad de ese morkenes o sus planes.
Arrugué el ceño. No quería imaginar que ella pudiera continuar al lado del doromirés, aunque fuera para desenmascarar al hechicero que nos perseguía. Di gracias porque ese no hubiese sido su plan.
—Bebe, te hará sentir mejor. —Nayla le acercó a Soriana un vaso de barro y luego me señaló—. Él ya lo ha tomado.
Yo asentí y le sonreí a mi amiga para infundirle confianza en el brebaje. En cuanto lo probó, ella arrugó el ceño, pero lo bebió todo. Tomamos nuestras cosas y los tres nos pusimos en marcha, para ir a ese cañón del cual habló Nayla y donde se encontraban las hadas secuestradas.
***Hola! Espero que estén bien! Qué les ha parecido el capítulo?
¿Qué cren que ocurre en ese bosque?.
Nos leemos el fin que viene, besitos.
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