Capítulo VIII: Cumpleaños (II/III)
La planificación de mi cumpleaños me animó un poco. Tal vez era porque trataba de alegrarme o quizás de distraerme de seguir hurgando en la profecía y la conspiración en mi contra, lo cierto es que mi madre me sorprendió al darme libertad para planificar la fiesta a mi antojo. Bueno, ciertas libertades. Existían protocolos que no podía pasar por alto, como el color de mi vestido, los accesorios que usaría y las personas que, obligatoriamente, debía invitar.
Aun así, era divertido planificar mi fiesta.
Quería hacer algo al aire libre. Una de las tradiciones de la festividad de Noun eran las luces. Esa noche representaba la más larga del año, donde las sombras por una sola vez vencen a la luz. Morkes camina entre los vivos y con su espada, Skin svart, levanta a los muertos, así que él y su séquito van por el mundo sembrando el terror, buscando almas que reclutar en su ejército de draugres.
Hay quienes han visto a la terrorífica legión de sombras, danzando en el cielo como una tormenta hecha de fuego y luz. Dicen que en su camino se llevan a los vivos que tengan el infortunio de encontrárselos y nunca más regresan. Los espíritus de los difuntos, que han fallecido llenos de ira o de dolor, solo por esa noche, tienen la potestad de vengarse de aquellos que les han hecho mal.
Lys, dadora de magia, diosa de la luz, no puede hacer nada contra su hermano. Ha de esperar que las tinieblas se dispersen para apresarlo de nuevo en el Geirsgarg y entonces las noches cada vez se van haciendo más cortas hasta que, triunfal, Olhoinna, madre de todo y de todos, se alza en la fiesta del sol y celebramos las cosechas que indirectamente nos ha dado Lys al apresar a su hermano y acabar con la oscuridad.
Un cuento hermoso o terrorífico según se mire. Lo cierto es que durante mi infancia amaba la festividad de Noun, sobre todo la parte de Morkes saliendo de entre las raíces del Björkan, volando fantasmal con su corte de monstruos. Ahora que conocía la profecía y sus implicaciones, ahora que mi savje se había manchado por un poder oscuro, Morkes no me agradaba tanto.
Erika estaba a mi lado, tomadas del brazo y entre risas escogíamos los colores de los manteles que engalanarían las mesas ese día. Detrás de nosotras permanecía lara Ingrid (mi, últimamente, inseparable escolta), atenta y con una mano sobre la empuñadura de su espada. A veces me giraba y la encontraba mirando, con ojos desconfiados, las ramas de los árboles. Y, por supuesto, también nos acompañaban mis dos doncellas.
Yo deseaba apartar las sombras, quería rendirle homenaje a Lys, así que todo sería dorado y plateado, incluso acepté que mi vestido también fuera de un color claro y brillante. Mi madre había encargado una fina seda de araña muy rara desde Vergsvert, una cuyo color tornasolado cambiaba de acuerdo a la luz que reflejaba.
Envueltas en pieles, pues el invierno comenzaba a sentirse, Erika y yo nos sentamos un en uno de los bancos del jardín exterior, donde sería mi fiesta.
El lago azul se extendía al frente, como un espejo de plata. Ambas mirábamos hacia allá, a los jardineros que decoraban el puente de madera sobre él, con enredaderas y glicinas de colores.
—¿Y bien? —me preguntó Erika de repente —¿Ya besaste a alguno?
Escupí el jugo que bebía y volteé a ver a lara Ingrid para asegurarme de que no hubiera escuchado a la imprudente de mi amiga.
—¡Baja la voz! No. —le dije en un susurro mientras limpiaba el líquido que escurría por mi barbilla—. Te dije que no lo haría. No podría besar a Aren.
—¿Por qué? No es tan feo.
Volteé a mirarla y resoplé. Claro que no, Aren no era feo, pero me aterrorizaba hacer algo como eso. ¿Qué tal si él no me quería de esa forma? No podría vivir con la vergüenza ¿O si yo no lo quería así y terminábamos peleándonos? No. Era mejor dejar las cosas como estaban.
—Es mi amigo, Erika.
Ella subió los hombros y continuó bebiendo su jugo como si nada.
—De acuerdo. Tal vez en tu cumpleaños tengas oportunidad de conocer a alguien que caliente ese frío corazón tuyo, ja, ja, ja.
—¿A quién voy a conocer que ya no conozca? Mejor cuéntame de Dormund.
Erika suspiró y miró más allá del lago.
—Oh, bueno. Hemos decidido que él pedirá mi mano después de la competencia de los tres picos.
—¡Ah! ¿Sí?
—Ujum. Estoy segura de que él ganará. —Ella volteó a verme y tomó mis manos enguantadas entre las suyas—. Tú eres muy buena, pero nadie es mejor que él. Él ganará y cuando lo haga mis padres no tendrán más opción que reconocer su valor como sorcere, estoy segura de que aceptarán que me despose.
Aparté mi mirada de su rostro. Al frente dama Dahlia ayudaba a lara Bricia a decorar el kiosko sobre el lago. Yo también necesitaba ganar esa competencia. Mi madre había prometido al Heimr que lo haría y de esa manera disiparía las dudas sobre mi habilidad como hechicera. Alzarme con el triunfo en la competencia de los tres picos equivalía a callar a mis detractores. Por mucho que amara a mi amiga y quisiera su felicidad, yo no podía perder.
Erika llamó mi atención cuando señaló el camino frontal de palacio. Varios carruajes entraban. No eran los típicos coches de Augsvert, hechos con madera oscura de nogal negro de las laderas que bordeaban Ausvenia. Aquellos coches combinaban madera y metal, parecían ideales para viajar grandes distancias. Desde dónde nos encontrábamos no distinguía el blasón en la puerta de los vehículos, pero abriendo la comitiva iba un soldado a caballo portando un estandarte: rojo y dorado, los colores del reino de Vergsvert.
—Perece que sí conocerás gente nueva en tu cumpleaños, Soriana. —Mi amiga me tomó del codo y me levantó—. Vamos, quiero conocer a quiénes ha invitado tu madre.
En ese momento me sentí muy ingenua creyendo que verdaderamente yo podía organizar mi propia fiesta. Por supuesto que mi madre aprovecharía la ocasión para hacer política.
Suspiré y nos dirigimos al frente, a las escalinatas del palacio. Cuando llegamos lars Olestein estaba de pie, aguardando a los invitados.
—Alteza —me saludó con una reverencia, yo hice lo propio antes de preguntar.
—¿Quiénes son?
Mi tío político, sin apartar la vista del frente, me contestó:
—El tercer príncipe de Vergsvert y su comitiva. Su Majestad los ha invitado a vuestro cumpleaños, Alteza.
Erika se inclinó sobre mí y susurró en mi oído:
—Te he dicho que escojas tú o tu madre lo hará por ti.
Y ese parecía ser el caso. Recordé la otra promesa que mi madre le hizo al Heimr: a partir de mi cumpleaños yo tendría un año para escoger un esposo.
La comitiva se detuvo. El carruaje, mucho más grande que el que solía usar, lo hizo frente a las escalinatas. Los pajes abrieron la portezuela. Un joven un poco mayor que yo descendió de él. Tenía cabello corto, rubio y rizado, brillante como si el sol hubiese decidido vivir allí. Apenas bajó miró al frente, a mí y a Erika. Tenía ojos azules divertidos y una sonrisa desenvuelta. El joven exudaba confianza en sí mismo y no era para menos pues su aspecto era el de un príncipe de sueños. Se inclinó en reverencia delante de nosotras.
—Alteza. Señorita.
Erika susurró, emocionada, mientras se inclinaba.
—¡Es hermoso! ¡Escógelo a él!
El joven se enderezó y se apartó un poco. Del carruaje descendió otro hombre de edad madura, con las sienes amplias y vestido de forma ostentosa, portaba una gruesa capa de brocado rojo y dorado, forrada en piel. El joven hermoso se aclaró la garganta:
—Su Alteza Kobak de Guremberg, tercer príncipe de Vergsvert y señor de Vesalia.
Erika dejó escapar una risita disimulada y yo deseé estrangularla. También quería desaparecer al viejo príncipe que mi madre había traído desde el reino vecino como pretendiente. Sin embargo, fingí una sonrisa y me incliné en reverencia. Lars Olestein hizo los honores:
—Su Alteza la princesa Soriana Sorenssen, heredera del trono de Augsvert.
—Sois mucho más hermosa de lo que se cuenta, Alteza —halagó el príncipe con una sonrisa—. Espero más tarde mostrarme vuestro hermoso palacio.
La sonrisa se me congeló en los labios. Sentía las mejillas tiesas y a mi lado la risita de Erika mofándose de la situación.
—Será un honor. Por favor, lars Olestein le mostrará sus dependencias. Seáis todos bienvenidos. ¡Qué las flores de Lys desciendan sobre vuestras cabezas!
La comitiva avanzó mientras Erika y yo permanecíamos de pie en las escalinatas. En cuanto se alejaron lo suficiente mi amiga rompió a reír. Por un momento pensé que rodaría por el suelo. La miré con rabia.
—Perdón. —Ella se guindó de mi cuello y empezó a besar mi mejilla—. Perdóname, no lo pude evitar. Si te llegas a casar no sé si tendrás hijos o nietos con él. —Volvió a reír y solo se detuvo al ver mi poder espiritual encenderse en mi mano derecha—. Perdón otra vez. ¡Tienes que escoger tú, Soriana! En tu fiesta te ayudaré a hacerlo, escogeremos a alguien hermoso y digno de ti ¿qué te parece? No podemos permitir que tu madre y el Heimr te casen con un viejo feo. Ahora vamos adentro, tengo hambre. Ojalá dama Dahlia haya hecho cocinar pastelillos rellenos de crema.
***Hola, ¿cómo están? ¿Extrañaban a Soriana? No se imaginan como deseo escribir el clímax de esta historia que ya está proximo, pero los afanes del día a día no me dan chance. Aun así trataré de mantener el ritmo de publicación, si acaso no semanal al menos cada quince días. Ahora los dejo con las palabras nuevas.
Quería preguntarles, ¿qué opinan de Erika?
Björkan: Árbol de la vida. Según la leyenda su tronco es blanco y sus hojas semejan láminas de plata. Su raíz es la entrada al Geirsgarg. A través de sus ramas más altas es posible llegar al Geirgsholm. Por su tronco circula el savje que Olhoinna repartió a cada alma al nacer y es responsable, según su intensidad en cada ser, de la facultad de realizar magia.
Noun: Festividad propia de Augsvert y Vergsvert. Se celebra durante la noche del solsticio de invierno para conmemorar el cese de la oscuridad
Skin svart: Brillo negro en lísico antiguo, es la espada del dios Morkes. Tiene la facultad de revivir a los muertos para convertirlos en draugr.
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