—Sigo sin creer que lo hicimos.— murmuró una joven de ojos dorados mientras miraba hacia el mar.
Cierta castaña no pudo evitar reír.
—Yo tampoco… Pero no me arrepiento.
Ambas se miraron para después dedicarse una sonrisa sincera; aún estaban procesando los hechos ocurridos esos últimos dos días.
Todo comenzó gracias a que la de cabellera morada había tenido una fuerte discusión con su madre, pues nuevamente trataba de imponerle ideales diferentes a los de ella, incluso intentaba obligarla a aceptar alguno de los pretendientes que le había elegido, alegando que ya era lo suficientemente mayor como para nunca haber tenido novio y era hora de que pensara en formar una familia.
Lo odiaba. Por eso ya no soporto más.
Tras gritarle que no volvería a permitir que interfiriera en sus decisiones, mucho menos que arruinara su vida con un matrimonio arreglado, salió corriendo de la mansión ignorando los furiosos gritos de su mayor a sus espaldas, sintiéndose libre por primera vez en años. Así que, deseando compartir esa felicidad, llamó a su mejor amiga de la infancia, una joven morena que siempre estuvo a su lado para apoyarla aún después de haberle confesado su orientación sexual, no teniéndole miedo como sus otras "amigas", al contrario, permaneciendo con ella sin juzgarla, por eso mismo sentía la necesidad de verla y decirle que finalmente logró liberarse de la mujer a la que alguna vez llamó madre.
Y que gracias a eso no tenía donde vivir.
Una vez reunidas en un pequeño bar, la de ojos dorados le contó todo lo que había pasado mientras bebía una botella de whisky siendo acompañada por su amiga, riendo en medio de la historia cuando Amity relataba las partes en donde describía la cara de su madre ante su acto de rebeldía.
—P-Pero entonces sacó el tema del matrimonio, yo no quiero casarme, al menos no con un hombre y tú lo sabes, pero si le digo eso a la bruja enloquecerá aún más.— suspiró. —No sé qué hacer, de cualquier modo ella terminará obligándome.— sollozó.
Al final su intento de rebelión no habría válido nada.
—¿Y si nos casamos?— propuso cierta castaña levemente sonrojada, aparentemente por los efectos del alcohol. —Así ella no podrá obligarte porque serás legalmente mía.— explicó para luego dedicarle un coqueto guiño.
La otra joven no pudo evitar reír mientras sus mejillas adquirían un tono carmesí más fuerte al escucharla decir aquello, pues ellas eran amigas de toda la vida y no podían dar ese paso sin siquiera haber mantenido una relación amorosa, a pesar de que ella deseaba haber roto la línea de la amistad hace mucho tiempo, simplemente no podía aceptar su propuesta aprovechándose de su falta de raciocinio. Pero, por otro lado, haría lo que fuera para joderle la existencia a quien ya se la había jodido los últimos veintitrés años. Sonaba tentador.
Muy tentador.
—Hagámoslo.
Fue así que, en medio de esa pequeña borrachera, terminaron aquella noche de verano frente a un juez, diciendo sus improvisados e incoherentes votos matrimoniales, encontrándose ahora de "luna de miel" en una playa privada, propiedad de los hermanos mayores de la pelimorada, siendo ese viaje, según ellos, su regalo de bodas, cumpleaños y sobre todo su obsequio por haber tenido el valor de enfrentarse a su madre.
Aunque a ella le preocupaba más el como iba a decirle que se había casado con su mejor amiga, la misma que no soportaba ver ni en pintura por el simple hecho de ser bisexual y, sobre todo, pertenecer a una de las familias dueñas de la empresa que rivalizaba contra la de sus padres.
Sí, estaba pérdida.
Un bufido brotó de sus labios mientras se cubría el rostro, se sentía realmente mal por haber cedido a la propuesta de su amiga estando bajo los efectos del alcohol y de sus propios sentimientos. Ella no se merecía eso.
Ninguna, en realidad.
—Tú si te arrepientes, ¿verdad?
Al escuchar sus palabras volvió a mirarla mientras negaba.
—No, siendo sincera no me arrepiento de haberme casado contigo, eres mi mejor amiga, te conozco desde los diez, así que, de todos los posibles candidatos a elegir, sin duda te habría elegido a ti.— confesó levemente sonrojada, le era más difícil hablar estando sobria.
—Entonces ¿te habrías casado con Willow si ella te lo hubiera pedido?— cuestionó con burla y celos la morena. —A ella también la conoces desde niña e igual es tu mejor amiga.
La joven volvió a negar.
—Te repito que sólo te habría elegido a ti.— murmuró apartando la mirada. —Pero igual ese no es el punto. No estoy arrepentida, simplemente no puedo evitar sentirme mal.— suspiró. —Las dos sabemos que tú no me amas, aún así me propusiste matrimonio para ayudarme y yo acepté sin pensarlo, te robe tu libertad, Luz, debes odiarme por eso.
Un pequeño silencio las invadió, siendo la castaña quien se animara a tomar asiento a su lado, ahora encontrándose ambas viendo el mar desde el balcón de la casa donde se hospedaban.
Definitivamente necesitaban hablar después de haber evitado el tema durante todo ese día.
—Amity, no estoy molesta, te dije que no me arrepiento.— continuó. —Además, si yo hubiera dudado creeme que jamás te lo habría propuesto.— sonrió. —No me robaste nada, yo accedi por voluntad propia, así que no tienes porque sentirte mal, eres mi mejor amiga, sin duda alguna iba a ayudarte, no viviría tranquila viendo como te obligan a desposar un bueno para nada en busca de tu fortuna, creeme, no es lindo ser obligada a salir con hombres que sólo ven en ti un signo de pesos.— habló asqueada recordando las veces en las que a ella se le obligó a hacer eso. —Así que no es que hayamos hecho esto sólo porque sí, al menos yo no lo vi como algo obligatorio, porque…— guardó silencio dudando en qué decir. —Te quiero.
La de tez blanquecina volvió su vista a la joven, quien le seguía sonriendo.
—Gracias por esto Luz, no sé qué haría sin ti.— murmuró.
—Ni yo sin ti.— respondió.
Ambas no pudieron evitar perderse en la mirada de la otra, sin decir nada más, simplemente disfrutando de su mutua presencia y de la vista desde aquel balcón. Pero aún así eso no era suficiente.
No para Luz.
La dominicana comenzó a acercar su rostro al de su cónyuge, quien estaba inmóvil ante esa inesperada acción, poniéndose nerviosa al sentir sus frentes chocar y sus narices acariciarse en un cariñoso gesto.
—Lu, no tienes porque hacer esto…— susurró a centímetros de sus labios. —No me amas.— repitió. —No debes sentirte obligada a hacer algo sólo por…
—¿Y si te dijera que esto también lo quiero hacer por mi gusto?— interrumpió. —¿Y si te dijera que yo quiero besarte, no porque un papel dice que eres mi esposa, sino porque llevo deseando hacerlo desde que teníamos quince?— cuestionó a una sorprendida pelimorada. —¿Y si te dijera que he vivido enamorada de ti desde entonces?— preguntó. —Si te dijera eso, ¿permitirías que lo haga?
Amity suspiró.
—Si me dijeras eso pensaría que estás mintiendo.
Luz negó, llevando una mano a la sonrojada mejilla de la joven para acariciarla.
—Yo en tu lugar pensaría que te aprovechaste de mi al proponerme matrimonio consciente de tus sentimientos.— murmuró. —Me odiaría.— confesó.
—Entonces, si yo te dijera que acepté casarme contigo estando consciente de mis verdaderos sentimientos por ti, ¿me odiarías?
La castaña sonrió.
—Te besaría.— respondió. —¿Puedo besarte?
Amity no dijo nada, simplemente se perdió en sus propios pensamientos, pues por un lado quería creer que aquello no era un sueño, que realmente le decía la verdad, pero por otro tenía miedo de ilusionarse y confundir todo.
No sabía qué decir.
Mientras tanto, la morena frente a ella, al no recibir respuesta, continuó hablando.
—Si alguna vez dudé que te quería, perdóname lo tonta que fui.— musitó. —Si alguna vez fui ciega y no veía, te juro me dolió más a mi…
—Luz, no necesitas…
La mencionada colocó su pulgar sobre los labios de la joven, quien guardó silencio nuevamente, recibiendo a cambio una cálida sonrisa por parte de la castaña.
Ella realmente necesitaba decir lo que sentía, no podía soportarlo más. Debía ser honesta con ella de una vez por todas.
—Me confundí, andaba realmente pérdida, mi mente era un caos total cuando comencé a sentir algo por ti, éramos unas adolescentes de quince años, y ni siquiera sabía que te gustaban las mujeres en ese entonces, por eso no dije nada.— confesó. —Pero todo dio un giro realmente inesperado cuando supe tu orientación sexual, creeme que no había nadie más feliz que yo de saberlo, significaba una oportunidad; pero terminé desistiendo al pensar que sólo te traería problemas porque, seamos honestas, éramos prácticamente unas niñas, además nuestras familias se odiaban por ser competencia en el campo empresarial, si te hubiera confesado mis sentimientos y me hubieras correspondido probablemente ahora no estaríamos aquí, juntas.— suspiró. —Creo que fui una tonta al esperar tanto para decirlo, pero creo que era un buen momento para hacerlo, después de todo estamos casadas.— habló mientras reía levemente a la par de su esposa. —Ya no hay duda, yo te quiero a ti, no me importa lo que pueda decir tu mamá o lo que diga mi tía Eda, esta es la vida que yo elegí, y también te elijo a ti, Amity…
La mencionada negó mientras bajaba la mirada.
—Por favor, no sigas, no te fuerces a decirme algo que…
—¡Me cansé de ocultar todo este amor!— exclamó mientras la tomaba de las mejillas para así verla a los ojos. —Ya no quiero ocultar todo mi amor.— repitió juntando nuevamente su frente con la de su contraria. —Sólo déjame hacerte sentir lo que nunca sentiste, dame la oportunidad de demostrarte cuanto te quiero y que mi intención no es ocultar esto entre nosotras.— pidió. —Por favor, di que sí.
Amity simplemente volvió a reír mientras lloraba, extrañando a la castaña por aquella reacción.
—Creo que estamos haciendo todo mal, se suponía que primero debías decirme eso, luego yo te diría que sí y después de un tiempo nos casariamos.— habló entre risas. —Empezamos por el final.
Luz se unió a ella, pues ahora que caía en cuenta tenía razón, estaban haciendo todo al revés.
—Espera, ¿entonces puedo tomar eso como un sí?
—No.
Tras darle esa respuesta, sin perder más tiempo, acortó la distancia que las separaba, juntando así sus labios en un tierno beso.
—Pero eso sí.— murmuró sobre sus labios, provocando que la morena sonriera.
—Entonces es oficial, ahora eres mi ¿novia? ¿Esposa? ¿Noviesposa?— se cuestionó. —Supongo que tendré que pensar bien en cómo presentarte.
La joven sonrió incrédula.
—¿Quieres pensar en eso ahora o vas a besarme ya?
—Supongo que pensaré en eso…
—¡Luz!
—... Después.— continuó divertida para luego juntar sus labios con los de su amada, quien correspondía gustosa aquel gesto aún sin poder creer que realmente estaba sucediendo.
Había pasado muchos años sufriendo ante la incógnita respecto a lo que sentía por su mejor amiga, quien parecía no corresponderle, que en ese momento sentía como si hubiera despertado de una horrible pesadilla donde ella no la quería y se condenaba a verla ser feliz en brazos de alguien más todo gracias a su cobardía.
Pero ahora tenía la fortuna de verla feliz en sus brazos, de besarla, de acariciarla, de tocarla. Ella tenía la dicha de saberse correspondida.
Una pequeña sonrisa se instaló en los labios de la pelimorada, quien, al sentirse incómoda, se separó del beso para así colocarse a horcajadas sobre su esposa, la cual le veía sorprendida por aquella inesperada acción y, antes de que pudiera decir algo, terminó siendo callada por un nuevo roce entre sus labios.
Realmente amaban aquel nuevo contacto entre ellas, se sentían tan plenas, tan liberadas, pero nuevamente no era suficiente.
Nunca volvería a ser suficiente.
Luz colocó ambas manos en la cintura de la joven mientras descendía lentamente hacia sus muslos, dejándose llevar por el calor del momento al morder levemente el labio inferior de su contraria, abriéndole paso a su lengua para iniciar una batalla por el dominio del beso, siendo ese también el comienzo de algo que no podrían parar si seguían así.
De igual forma ellas no deseaban detenerse.
Por su parte, la de ojos dorados, que tenía ambos brazos alrededor del cuello de la morena, comenzó a deslizarlos, acariciando así sus hombros, pecho y abdomen, de ese modo llegando hasta el borde de la playera de tirantes que su hermano mayor le había prestado, jugando con la prenda aún dudosa sobre lo que debía o no hacer.
Quería entregarse a ella, deseaba demostrarle que también estaba dispuesta a ya no seguir ocultando el amor que le tenía.
Pero temía apresurar más las cosas.
—Amity…— susurró la morena contra sus labios mientras colocaba ambas manos sobre las de su esposa. —Déjame ayudarte.
Antes de que la mencionada pudiera decir algo ya había retirado su playera, quedando únicamente con la parte superior del bikini que portaba. Su vista se sentía bendecida en ese momento.
—Luz… ¿Estás segura? Yo no quiero forzarte a…
—Si no estuviera segura, para empezar, jamás te habría propuesto matrimonio.— sonrió. —Te amo Amity Blight y quiero dar este paso contigo.
La de cabellera morada correspondió aquella sonrisa que la castaña le dedicaba, y sin pensarlo dos veces volvió a arremeter contra su boca, iniciando una nueva batalla por el liderazgo del beso. Jamás se cansaría de probar aquel dulzor de sus labios, había descubierto en ellos una nueva droga a la que definitivamente se haría adicta.
Mientras tanto, Luz movió sus manos a las caderas de la joven, apretándose contra ella seductoramente, provocando que la Blight jadeara ante su inesperada acción.
Ya no podía más.
—L-Luz… Cama.— musitó incoherente gracias a las caricias que su amada le regalaba. —Por favor…
Obedeciendo gustosa su petición, nuevamente colocó sus manos en los muslos de la pelimorada para ayudarse y alzarla, adentrándose en la recámara sin atreverse a romper de nuevo el contacto entre sus labios, incluso cuando habían tropezado con la cama, provocando que la de ojos dorados cayera de golpe contra el colchón y sobre ella la morena, no se separaron en ningún momento.
Lo único que querían era eliminar cada prenda que les impedía sentirse plenamente.
Luz jugueteó con la falda del vestido playero que la de tez pálida portaba, mientras ella se mordía el labio inferior para callar los gemidos provocados ante el tacto de cierta lengua ajena sobre su cuello.
—¿Puedo?
Amity asintió rápidamente y, tras ayudarla, retiró aquel estorboso vestido, quedando únicamente en bikini, al igual que su contraria, quien ya se había quitado las bermudas que también le había prestado su hermano.
Ambas se contemplaron por unos segundos, eran inexpertas, probablemente no estaban haciendo las cosas bien, pero aún así sabían que jamás se arrepentirían de lo que iban a hacer, deseaban entregarse la una a la otra sin miedo a lo que pudiera pasar después. En ese momento sólo importaban ellas, nadie más.
Poco a poco el resto de sus prendas fue desapareciendo, quedando ahora piel con piel, permitiéndose sentir el calor de la otra, maravillandose ante la vista frente a ellas, sintiéndose dichosas en ese momento al permitirse amar sin miedo, sin presión, sin importar el qué podrían decir.
Se amaban y eso era suficiente para ellas.
La morena deslizó, con delicadeza una mano por su mejilla, dirigiéndose hacia su pecho, su vientre, y finalmente deteniéndose en la cara interna de su muslo, provocando que su cónyuge suspirara.
—Amity, eres tan hermosa…
Nuevamente la besó, la acarició; disfrutaba realmente aquel momento con ella. Amaba verla sonreír, amaba escucharla pronunciar su nombre entre gemidos mientras la llevaba al borde del abismo con tan sólo sus manos y lengua, amaba sentirla temblar por el placer que provocaba en su persona.
Amaba tenerla entre sus brazos pidiendo por más de sus atenciones.
Pequeñas caricias sobre su centro fueron suficientes para hacerla arquear la espalda mientras jadeaba desesperada, había deseado tanto sentir el toque de la morena que ya no le importaba si la escuchaban gritar.
Solamente quería prolongar aquel placentero momento.
La menor de los Blight recibía gustosa cada toque por parte de Luz, disfrutando así del roce de sus manos y labios contra su piel, haciendo cada vez más íntimo aquel momento entre suspiros, jadeos y gemidos.
De pronto, la pelimorada empujó a su contraria para colocarse sobre ella, acción que la sorprendió. Su cabello desordenado caía como cascada por sobre sus hombros, resaltando sus seductoras facciones, regalándole a la morena una grata vista desde su posición. Tras dedicarse una mutua sonrisa, Amity comenzó a besar su cuello, descendiendo hasta sus senos, moviendo sus caderas sinuosamente hacia abajo, provocando que la castaña se olvidara de todo, centrándose únicamente en su cónyuge y cada uno de sus movimientos.
Sus cuerpos encajaban a la perfección, se acariciaban, se besaban, volvían a cambiar de posición, trataban de probar cada parte de su cuerpo. Se entregaban plenamente y con total libertad, dejando que sus sentidos se expandieran más allá del placer propio, sintiendo cada roce en profundidad.
—L-Luz…— jadeo la pelimorada al sentir como ella acariciaba su clítoris sin dejar de mover sus caderas sobre ella. —Te amo.
Al escuchar esas palabras el corazón de la morena comenzó a latir frenético. Se sentía en un sueño del cual no deseaba despertar.
—Yo también te amo Amity, no sabes cuanto.
Ambas descubrían la magnificencia de su primera vez, donde disfrutaban aquella perfecta fusión entre sus cuerpos por medio del roce de sus pieles. Crearon su propio lenguaje mediante murmullos, respiraciones entrecortadas, gemidos de placer. Posteriormente, al sentir sus cuerpos llegar al clímax, no pudieron evitar expresar su alivio por medio del lenguaje universal, donde temblores, gruñidos y jadeos les hicieron saber que finalmente habían alcanzado la liberación. Terminaron exhaustas, en medio de un cómodo silencio, escuchando únicamente el sonido del mar y las aves cantar en medio de aquel atardecer que se asomaba por su ventana, bañando sus cuerpos en un cálido naranja.
Luz descansaba sobre Amity, quien acariciaba con ternura su cabello humedecido por las gotas de sudor. Las dos realmente disfrutaban de aquel cómodo y perfecto momento en compañía de la otra.
—No puedo creer que lo hicimos…— murmuró la morena.
La pelimorada no pudo evitar reír.
—Yo tampoco… Pero no me arrepiento.
Cafés y dorados se encontraron nuevamente, los dos con un brillo nuevo, especial, uno que expresaba el amor que se tenían. Definitivamente ya nada importaba, ni su familia, la sociedad, mucho menos el dinero, pues lo único que necesitaban para ser felices era su mutua compañía, pero sobre todo, su amor.
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios; había sido larga la espera, pero todo valió la pena, pues todavía no era tarde para recuperar el tiempo perdido gracias al miedo e inseguridad.
—Te amo.— musitó la castaña mientras se acercaba a besar la nariz de su amada, provocando que se sonrojara levemente.
Esas palabras se habían vuelto sus favoritas sin duda.
—Yo también te amo.
Sin decir nada más volvieron a juntar sus labios, probando nuevamente aquel dulce y adictivo néctar. Querían expresar sin palabras cuanto habían disfrutado de aquel momento, de aquella nueva primera vez juntas.
Se amaban y para ellas era mejor decirlo con acciones.
—No hay duda, yo te elijo a ti.
Tras murmurar aquellas palabras al unísono volvieron a besarse, dejando a la luna como testigo de ese encuentro inolvidable.
De esa noche veraniega memorable.
**✿❀ ❀✿**
¡Hey!
¿Qué onda?
Aquí LupitaHaibara trayendoles un nuevo OS, que con ya pudieron notar, es un bonito Lumity adulto de un universo alternó, basado en una hermosa canción, "Todo my love" De Kenia OS ^^
De verdad espero haya sido de su agrado, y de una vez me disculpó si el lemon no es de calidad, es el primero yuri que escribo, por eso pido perdón si esta mal narrado qwq Igual espero de todo corazón les haya gustado :'3
Y bueno, antes de irme quiero agradecer a la página de Facebook " Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" por invitarme a participar en su #dinamica_del_mes_de_agosto #sensual_verano_MFIYR, animandome así a escribir este pequeño One-Shot :3 ♡
En fin, sin más que decirles, yo me retiro, ya saben que cualquier cosita pueden dejarla en los comentarios, yo encantada de leerlos :D
Nos leemos en otra realidad virtual ^^/
Bais~♡
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