25
Gunwook realmente no esperaba encontrarlo en medio del pasillo del tercer piso. Sin titubear, Gunwook se acercó y se tumbó a su lado, con una sonrisa juguetona iluminando su rostro.
La música distante y las luces de colores le dieron un ambiente mágico a su alrededor. Taerae lo miró con una sonrisa igualmente encantadora, sus ojos chispeando con complicidad a pesar del alcohol en su sistema.
—Estás aquí. —dijo en voz baja.
Gunwook sintió que su corazón comenzaba a latir con fuerza cuando Taerae lo miró y luego posó su mirada en sus labios. Un cosquilleo de emoción recorrió su cuerpo ante la posibilidad de probarlos.
—Estoy aquí. —Gunwook respondió.
Desvió la mirada hacia abajo, lejos de los ojos torbulentos del mayor, notó entonces los muslos firmes y evidentemente trabajados del otro. La risa de Taerae lo sacó de su ensimismamiento, atrayéndolo de vuelta a su pequeña burbuja compartida. Con el corazón latiendo desbocado, Gunwook vio cómo Taerae se acercaba a él, susurrándole al oído.
—¿Quieres saber mi pequeño secreto?—preguntó Taerae, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios.
Gunwook sintió el aliento cálido de Taerae en su oído, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Asintió tontamente, incapaz de apartar la mirada de los ojos de Taerae. Con admiración, observó cómo Taerae se incorporaba ligeramente, revelando su figura aún más, con el cabello revuelto pero con una belleza que parecía intocable.
—En realidad, estoy en el equipo de voleibol de la universidad.
Gunwook se incorporó también, sorprendido por esta revelación.
—¿Por qué no me lo contaste? —fingió ofenderse, pero su enorme sonrisa delataba su evidente emoción. —Eso explica porque tienes tus piernas en tan buena forma.
Taerae se acercó más.
—Has estado mirando mis piernas.
Gunwook, sintiéndose atrapado y con las mejillas ardiendo, desvió la mirada con su corazón latiendo fuertemente. Era evidente que Taerae había notado su interés, y Gunwook se preguntaba cómo seguiría la noche ahora que Taerae lo tenía en la palma de su mano.
Con determinación, Gunwook se inclinó hacia Taerae, sintiendo la música retumbar en sus oídos y las luces destellando a su alrededor. Probablemente el alcohol barato de la fiesta estaba intensificando sus sentidos porque cuando Taerae finalmente cerró la brecha entre sus labios en un beso sintió que tenía al mundo en sus manos.
Taerae suspiró cuando Gunwook lo rodeo por la cintura sin dejar de besarlo, robándole caricias suaves de vez en cuando. El sabor ligeramente a vodka se deslizó entre sus labios y Gunwook saboreó cada instante como si fuera el más precioso, como si el mundo entero se redujera a ese beso.
Se besaron durante un largo momento, explorando cada rincón del otro. Tragándose los suspiros y sonrisas silenciosas que se les escapaban sin saberlo.
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