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Capítaulo 21: Secreto descubierto

CAPÍTULO 21: SECRETO DESCUBIERTO

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JungKook había estado trabajando durante los últimos meses en la misma tienda de conveniencia, cambiando algunas veces los horarios para ajustarse a lo que la escuela le pedía de deberes y sus obligaciones de adolescente común y corriente; pero habían salido de vacaciones desde hacía un par de días y en ese momento era un "bello" viernes con un calor insoportable, viento violento que echaba la tierra en la cara y probabilidad de que se fuera la luz por la sobrecarga generada por los hogares con aires acondicionados, televisiones y más aparatos funcionando a la vez.

JiMin solía ir a ver a su chico algunas veces, cuando le daban permiso y tenía que salir realmente para comprar algo, como pasta o salsas de último momento; aunque, en esa ocasión, había salido con la excusa de que compraría un poco de café y pan dulce para merendar toda la familia junta.

—Deberías tomarte un pequeño descanso... —Park habló tras la gran barrera transparente que protegía al cajero del cliente. Jeon estaba del otro lado, sonriendo por debajo del cubrebocas y jugando con nerviosismo con su cabello—. Has tomado doble turno, ¿no es así? ¿Por qué quieres estar tanto tiempo fuera de tu casa? ¿O siguen siendo los problemas económicos...?

—Desde que despidieron a mi papá por el recorte que hubo en su trabajo ha estado más tiempo y sabes que prefiero estar lejos de él lo máximo posible —le recordó. Llevaba el uniforme debajo de un suéter negro y viejo que lo cubría del frío de la tienda, siempre tan helada que Park salía con la nariz rosada y con ganas de orinar—. Si me quedo aquí, no lo veo y consumo menos porque como lo que nos da el gerente a los trabajadores.

—¿Debería de pedir un puesto aquí para estar contigo más tiempo bajo el mismo propósito? —El rubio rio suavemente al notar a su pareja no tan segura de lo que decía y estaba segurísimo que tendría las mejillas rojas, pese a no poder verlas con claridad—. Es broma. Sabes que mis padres no me dejarían y no quiero correr más riesgo.

—Mi turno acaba en un rato —cambió de tema, haciéndole sonreír con más calma, provocando que los ojos se le perdieran entre los pliegues del tapabocas y los propios bultos de sus mejillas. El relevo del azabache no había tardado en entrar a la tienda, saludándolos a la distancia y ya acostumbrado a toparse al bajito por ahí de vez en cuando; era cierto que no fingían mucho su relación estando ahí.

—Te esperaré en mi auto, entonces.

JiMin cogió sus compras y salió para encaminarse al carro blanco que había estacionado hasta casi el último lugar, como de costumbre, para que Jeon descansara con calma antes de tomar el autobús que lo llevaría hacia una calle cercana a su hogar; no podía llevarlo porque sería extraño y su permiso no constaba de tanto tiempo. Tras ponerse gel antibacterial en las manos, dejó con cuidado las cosas que adquirió en un sitio donde no fueran a caerse y hacer un desastre, como la última vez.

Tap-tap.

JungKook tocó el vidrio del copiloto con el nudillo del dedo índice y abrió la puerta para sentarse junto a él, deshaciéndose de la estorbosa careta protectora e imitando su acción con el gel que le tendió el contrario.

—Me duelen mucho las piernas —admitió, a lo cual su pareja rio—. No te burles. Es muy cansado estar de pie tanto tiempo, incluso en el pequeño receso que tengo... ¡Y ni dura tanto! Debo de seguir atendiendo.

—JungKookie, trabajas muy duro —halagó, acercando la mano a la suya para darle un pequeño apretón—. Me gustaría que fueras menos orgulloso y me dejaras ayudarte, si en verdad necesitas algo...

—Mimi, estoy más que bien —aunque Park sabía que no era del todo cierto. Sus ojos viajaron hasta los brazos de su novio, aún cubiertos por el suéter. Él se removió un poco, apenado por la mirada analizadora que le lanzó—. Ya no me duelen.

—¿Y la espalda?

—Un poco, pero ya pasará.

—Eso dijiste la última vez —tomó aire y dejó soltar lentamente por la boca, recargando la frente contra el volante. Desde que habían despedido al señor Jeon había sido mas difícil sacárselo de encima que antes y no precisamente porque dudara de la sexualidad de su hijo, sino porque hundía el coraje en alcohol y acababa por desatar la ira contra el mismo. Lo hacía desde hacía mucho tiempo atrás, pero ahora pasaba tanto tiempo en su casa que era casi imposible verlo en sus cinco sentidos... Aún recordaba cuando halló las primeras heridas en el cuerpo de JungKook y cómo este había llorado en su pecho por más de media hora—. ¿Hasta cuándo lo soportarás? Puedes independizarte. No falta mucho para que seas mayor de edad.

—Más de un año —le recordó y pasó con cuidado sus dedos por el cabello teñido del otro, brindándole pequeñas caricias para relajarlo—. Todo estará bien, Mimi.

—Eso no lo sabes —reprochó—. Ahorras "por si acaso", pero es por él, ¿verdad? —Las caricias se detuvieron apenas unos instantes, pero prosiguieron con calma—. Puedes venir conmigo, dejarlo atrás, pedir ayuda a mis papás... Estoy seguro de que hallaríamos una forma. Te quieren mucho.

Hubo un silencio entre ambos, pero no se podía describir como cómodo o incómodo. Simplemente era eso, un silencio. Casi nunca se callaban cuando estaban con el otro, a menos que fuese muy importante la situación y el ambiente estuviera muy tenso; en esa ocasión, el tenso y preocupado era Park. No quería que su novio se encontrara en peligro y no poder ayudarlo. Era un simple adolescente debilucho que no podía enfrentarse a un adulto robusto, como el señor Jeon, pero estaba cansado de ese hombre asqueroso. Habían terminado una vez debido al miedo de ser descubiertos y porque los golpes se hicieron más frecuentes, poniendo en constante vigilancia al pobre menor de esa familia; pero esa vez no quería que se repitiera y hallaría la forma de ayudarle.

—Prométeme que me dirás cuando necesites ayuda —el más bajito fue quien rompió el silencio, enderezándose para tomar entre sus manos las mejillas del otro—. Sé que hemos tenido esta conversación un montón de veces —continuó, antes de que el contrario lo hiciera y dijera eso mismo—; esta vez voy en serio porque no dejaré que ese tipejo sea así contigo, mucho menos si se gasta su poco dinero para emborracharse y se pone en contra tuya solo por existir.

—Te amo mucho —JungKook susurró, sonriendo por la calidez de las pequeñas manitas de JiMin sobre sus mejillas. Estaba tan cerca que podía ver con claridad un bonito lunar en la frente, oculto entre algunos mechones teñidos de cabello. Pasó sus dedos de nuevo por ahí, ya que le encantaba la sensación de suavidad y la cara relajada que siempre provocaba en él—. Te lo prometo... Pero es mi papá, no le digas "tipejo".

—Los padres cuidan y aman a sus hijos, y ese güey no hace nada más que dañarte —negó y apegó sus frentes, quedando los cuellos de ambos entre los brazos del contrario respectivamente—. Con respeto.

—Sobre todo con respeto —rio, arrugando la nariz, como de costumbre, pero sin ser del todo claro el gesto por lo que les cubría—. ¿Para qué tenemos cubrebocas, si estamos así de cerca?

—¿Estás intentando de seducirme para besarte? —Se burló—. ¡Deberíamos tomarnos una foto así! A mi maestra de especialidad le gustará que bese con protección —ambos estallaron en carcajadas por la simple imagen mental que tuvieron al mismo tiempo, aunque se deshicieron de su única barrera solo para darse un pequeño beso fugaz—. Yo también te amo —respondió por fin a sus sentimientos, a lo que el azabache sonrió sin apartarse.

—Lo sé.

—Deberías de dejar tu egocentrismo a un lado en estos instantes. ¡Arruinas nuestro momento bonito! —Pese a morirse por un beso más—. Haremos llamada esta noche, ¿verdad? Me pondré bonito.

—Siempre estás bonito —cerró los ojos cuando sus pequeños dedos acariciaron su nuca, satisfecho por el ligero gesto y tomándolo como un agradecimiento de su parte. A veces no necesitaban palabras para comprenderse.

Se miraron durante largo rato, sin apartarse del otro y sintiendo las mejillas calentársele lentamente al grado de ponerse algo rojizas. No sabían si todos los adolescentes se sentían como ellos siendo pareja, como si pudieran contra todo y todos; creían que eran lo suficientemente fuertes e inteligentes para salir adelante juntos. Tenían planes a futuro a un lado del otro, ahorros desde hacía tiempo y una gran confianza en el otro. Pareciera que, más allá de ser novios, eran algo más, como almas destinadas a encontrarse para vivir juntos y cumplir sus metas a un lado del otro. ¿Muy cursi? Un poco.

—Kookie...

—¡Jeon JungKook! —Una tercera voz proveniente del exterior del vehículo les hizo apartarse al instante del otro, rompiendo el dulce aura que tenían y acelerándoles el corazón al grado de que su pulso era errático. A la vez se giraron hacia la parte frontal del carro, donde el señor Jeon yacía con los brazos a cada costado y con las cejas gruesas fruncidas—. Sal de ahí. Nos vamos.

Confundido y algo atemorizado, el azabache echó una mirada a Park con los ojos bien abiertos y en silencio, antes de que susurrara una despedida apenada. ¿Por qué había ido su padre a recogerlo? Ni él lo sabía. 

—JungKookie... —Intentó detenerlo Park, asustado y con las manos sudorosas. Su novio le dirigió una sonrisa después de cerrar la puerta y acercarse el vidrio para calmarlo.

No lo logró.

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Park JiMin era conocido por ser como una bolita de arroz, adorable y que solo provocaba a estarlo abrazando durante horas. Era sensible, atento y muy lindo físicamente. Un caballero de ensueño y que cualquier persona quisiera tener a su lado.

Sin embargo, él sabía que su apariencia tierna no ayudaría en nada durante esa ocasión. La habían cagado en grande con el padre de JungKook. Lo metió en serios problemas.

Mientras él se mordía las uñas hasta las cutículas, el pobre azabache estaría en medio de un intercambio de palabras poco amistosas con ese gran hombre. Su mamá, la señora Park, le dijo que no se preocupara y que todo saldría bien; en el peor de los casos, el chico podría ir a donde ellos por un tiempo.

—¿Por qué eres tan testarudo? Debes de aceptar mi ayuda. No quiero que te pase algo malo —lloriqueó en su alcoba mientras esperaba su respuesta.

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Oh, ¿qué más podía decir? Las manos les temblaban y tuvo que dejarse caer sobre la cama cuando las piernas le comenzaron a fallar. Había demasiado que procesar en pocos mensajes.

El compañero de JungKook los echó de cabeza inconscientemente y ahora se tendrían que apegar a las consecuencias, ¿pero prohibir verlo? ¿Acaso su suegro era del siglo pasado? Eso no le quitaría para nada lo homosexual a su hijo.

—Quiero vomitar... —Pensó en voz alta y con ganas de arrancarse los cabellos, llorar a moco tendido y abrazar a su conejito hasta que todo estuviera bien. Deseaba hacerle saber que sus brazos siempre podrían ser su lugar seguro.

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Asqueroso. Simplemente asqueroso.

Le parecía imperdonable que el señor Jeon golpeara a JungKook. No hacía ni una sola cosa mala: era un buen chico en la escuela, trabajaba muy bien y era todo un "adulto joven". Podía trabajar en lo que quisiera porque era habilidoso para un montón de cosas. Debía de estar celoso.

Las primeras heridas que le vio fueron en la espalda baja una tarde en la que estaban pasándola juntos dentro de su habitación. Kookie se quejaba mucho de ellas, así que le echó un vistazo y le agradeció a todos los Dioses que no se hubiese guardado esa información para sí mismo porque así pudo curar cada una de las lesiones.

—¿Deberíamos acabar con esto antes de que sea más difícil ocultarlo? No quiero que tu padre te golpee, si es que descubre lo nuestro...

Pasaron una última noche juntos antes de terminar la primera vez, después lo intentaron de nuevo y así es como la paz se vio afectada entre ellos.

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Realmente JungKook estaba devastado.

Sus ojos se encontraban hinchados y rojizos debido al llanto de dolor que derramó, siendo el motivo de más y más abusos por parte del hombre al que debía de llamar "papá". Siempre quería lucir tranquilo y positivo para JiMin, pese a saber que él presentía cómo no estaba realmente bien; estaba de acuerdo en que ese tipo era un gran imbécil.

Necesitaba ponerse de pie y ducharse, como le prometió a su querido JiMin; sin embargo, el cuerpo le dolía y muy apenas tenía ganas de pararse.

Odiaba a su familia, ¿eso era normal? ¿Era una etapa?

Su padre, un alcohólico violento.

Su madre, una mujer ausente y desinteresada.

¿Por qué no podía tener una familia feliz y normal, como la de su chico? Añoraba tener algo así algún día, con él... Ambos podrían llegar de trabajar, besarse con cariño y cenar juntos; tal vez adoptarían uno o dos niños, ¡o, al menos, muchos perritos! A Mimi le gustaban más los gatitos, pero Kookie era alérgico y no quería besarlo entre estornudos y moco.

A los minutos y con esa idea en la cabeza, se le facilitó un poco el ponerse de pie. Se pondría un poco de la crema que su preciado pollito le dio, intentaría cenar algo y luego hablaría con él.

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JiMin no recibió ningún mensaje a la mañana siguiente, después de haber cargado por completo la pila de su celular tras su extensa llamada madrugadora. Justo la noche anterior habían formado un recuerdos más, sus sábanas estaban hechas un desastre y con solo recordarlo se avergonzaba; pero, lo más importante, predijeron la posibilidad de que le quitarían el teléfono, por lo que mandó un mensaje a Min, tal como planearon. 

—YoonGi —se había metido en la conversación del mencionado y comenzó a grabar una nota de voz—, espero que no te olvides de venir. 

—Justo estaba pidiéndole permiso a mi abuela. Ahí estaré —recibió como respuesta, a lo cual sonrió, aliviado.

Sacaría a Jeon de ahí.

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