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Capítulo 14

— ¿Qué fue eso...?

— ¡Parecía el vicealcalde!

— ¡Vamos!

Dentro del almacén, nos recibe una escena horrible.

El alcalde, rodeado por seis zombies, sujeta sobre un escritorio y le inyecta el líquido misterioso.

— ¡Perdóname, hermano, pero no me dejaste elección!

— ¡AAAHHH!

La jeringa vacía cae al suelo y el vicealcalde grita. Poco a poco, sus ojos se vuelven de un blanco pálido.

— ¡No!

Doy un paso hacia el vicealcalde, pero Raven me toma de la mano.

— ¡Mantente alejada de él! ¡Es muy peligroso!

El alcalde retrocede, riendo maniáticamente, mientras el vicealcalde se resuelve, destrozando todo a su paso.

Su piel adquiere un color verde oscuro a medida que se estira y sus músculos se expanden.

— ¡¿Qué le está pasando?!

— ¡Se está volviendo más que humano! ¡El pináculo de la evolución! ¡Mi guerrero definitivo!

Los gritos del vicealcalde se convierten en rugidos y, de un puñetazo, destroza un escritorio cercano.

—Recuérdenme que le dé las gracias a ese Martin. ¡Esto es posible gracias a su trabajo! ¡Ahora...MÁTALOS!

El monstruo nos ataca y los zombies lo siguen. Zero gira sus cuchillos y se lanza contra el enemigo.

—El grande es mío. Ustedes encárguense de los demás.

— ¡Agarren cualquier cosa que puedan usar como arma!

Miro a mi alrededor, buscando desesperadamente un arma antes de que el primer zombie me alcance.

Lo único que me lama la atención es un gran recipiente de vidrio.

Lo agarro.

— ¡Cuidado!

Jacob y Raven se apartan de mi camino y arrojo el recipiente al primer zombie.

El recipiente se rompe en mil pedazos, pero el zombie se tambalea.

— ¡Lo tengo!

Jacob golpea al zombie tambaleante con un extintor.

Raven patea un escritorio, creando una pequeña barrera entre nosotros y los zombies.

— ¡Manténganse fuera de su alcance!

— ¿Dónde está Zero?

— ¡AAHHH!

— ¡Muere de una maldita vez!

El monstruo agarra a Zero por la garganta, levantándolo hasta que sus piernas cuelgan en el aire.

Zero intenta apuñalar la mano del monstruo, pero su cuchillo no logra perforar su piel.

— ¡No...!

El monstruo golpea a Zero contra la pared... y Zero ya no se levanta.

— ¡Zero!

Mi grito llama la atención del monstruo, que ahora camina hacia mí. Jacob se interpone entre nosotros.

— ¡Idiotas! ¡Mi creación es perfecta! ¡Su piel es más dura que el acero! ¡Su mordedura más fuerte que la de un cocodrilo! ¡No tiene ninguna debilidad!

—Te equivocas.

Golpeado, ensangrentado y manteniéndose de pie, Martin aparece en la puerta del almacén. Sostiene un vial.

— ¡Atrápalo!

Martin nos arroja el vial.

Me levanto de un salto y agarro el vial en el aire.

— ¡Lo tengo!

— ¡Úsalo en el monstruo!

— ¡Es demasiado peligroso! ¡Déjame a mí!

— ¡No! ¡Yo me encargo!

—Nosotros distraeremos a los demás zombies. ¡Hazlo!

Esperando el momento adecuado, me preparo para abrirme paso entre los zombies.

(¡No tengo idea de cómo voy a hacer esto... pero tengo que intentarlo!)

Corro hacia el monstruo.

Justo cuando le quito la tapa al vial, Zero salta sobre la espalda del monstruo y, con sus cuchillos, le abre la boca.

— ¡AHORA!

Vierto el líquido en la boca del monstruo. Este se agita, golpea a Zero contra la pared de nuevo y se vuelve hacia mí.

— ¡Cuidado!

Raven salta frente a mí y el golpe del monstruo le da a él en vez de a mí... y cae al suelo, inmóvil.

(¡Oh, Dios, no! ¡Raven! ¡Tengo que asegurarme de que esté bien!)

Intento correr hacia Raven, pero un zombie se interpone en el camino, extendiendo sus brazos mientras intenta agarrarme.

(No tengo nada con qué defenderme. ¡Necesito improvisar!)

Me arrojo al suelo, esquivando los brazos del zombie.

Cuando el zombie se gira para enfrentarme otra vez, y ya he logrado alcanzar a Raven.

(¡Por favor, tienes que estar vivo!)

Agarro su muñeca y chequeo su pulso.

(Tiene pulso... ¡Gracias al cielo!)

— ¡Aguanta, Raven! Te llevaré a un lugar seguro.

Miro a mi alrededor, tratando de encontrar algo que pueda ayudarme.

El único lugar que parece relativamente fácil de defender es justo debajo de uno de los escritorios junto a la pared.

(¡Todavía estaríamos expuestos por un lado, pero... es mejor que dejarlo aquí!)

Rápidamente, reviso a Raven en busca de heridas. Luego, agarro una de sus piernas y lo arrastro hacia el escritorio.

(¿Por qué pesa tanto...?)

Una vez frente al escritorio, pongo a Raven debajo de él y me deslizo a su lado, usando una silla para cubrirnos.

(Espero que esto funcione...)

— ¡Ahora sería un buen momento para despertar, Raven!

(¡Ni siquiera puedo ver lo que está pasando con Jacob y Zero desde aquí!)

Casi grito cuando el primer zombie intenta alcanzarnos.

Extiende su mano por debajo de la silla, intentando torpemente agarrarme.

— ¡Fuera de aquí, maldito...! ¡Que alguien nos dé una mano!

Otro zombie se estrella en el suelo frente a nosotros. Su rostro si carne muestras sus ennegrecidos dientes.

Extiende rápidamente su mano y logra sujetarme del tobillo.

— ¡Aléjate de mí!

Intento patearlo con todas mis fuerzas, pero no logro que me suelte.

Me doy cuenta de que, independientemente de lo que haga, es muy probable que me muerda.

(Raven... lo siento... al menos pude protegerte un poco más.)

Soltando la silla, cubro a Raven con mi propio cuerpo, esperando un mordisco en cualquier segundo.

Sin embargo, lo que escucho es un siseo grave.

(¿Qué es eso...?)

Un largo cuchillo de caza atraviesa el cráneo del zombie.

La cabeza del otro está firmemente sujeta al suelo, debajo de la bota de Zero.

— ¿En qué diablos estabas pensando?

—Tenía que mantener a Raven a salvo.

—Lo metiste en una trampa, más bien. Levántate.

— ¿Ya se terminó? ¿Están todos muertos?

—Los he destruido a todos.

Salgo de debajo del escritorio, tirando de Raven y poniendo su cabeza sobre mi falda.

Lentamente, Raven abre los ojos.

—... Hola

—Hola. ¿Cómo te sientes?

—Como si me hubiera atropellado un tren...

Raven mira al vicealcalde, que ahora está parado, completamente inmóvil, en el centro del almacén.

— ¿Funcionó?

—Sí. Ya nos es una amenaza.

Raven me mira con ojos tiernos.

—Me protegiste.

—No podía dejarte ahí...

—Gracias...

Lentamente, se pone de pie.

—Ahora... encarguémonos de ese bastardo.

— ¡No! ¡Esto no puede estar pasando!

—Oh, pero sí está pasando. Toma.

Martin cojea hasta nosotros. Me acerco para ayudarlo a mantenerse de pie, pero él me da una pistola.

—Termina con esto.

(Tiene razón. Voy a terminar con esto de una vez por todas.)

Tomo la pistola y vacío el cargador en la cabeza del monstruo. La criatura cae al suelo sin ofrecer resistencia alguna.

(Descanse en paz, vicealcalde. Lo siento tanto...)

—Deberías haber ahorrado una bala. Todavía nos queda un enemigo vivo.

— ¿Por qué? Creo que, por una vez, preferiría verte usar tus cuchillos.

—No voy a ensuciar mis preciosos cuchillos con esa inmundicia. Aunque mis puños...

—No vamos a matarlo.

— ¡¿Es una broma?!

—No... tiene razón. No podemos matarlo. No estaba actuando solo. Tenemos que hacer que nos diga todo lo que sabe.

El alcalde se ríe maniáticamente.

— ¡No les diré nada! ¡Nada!

El puño de Raven borra la sonrisa del rostro del alcalde.

—Ya lo veremos.

—Qué violento... ¿Qué pensaría tu hermano si te viera así? ¡Oh, es verdad! ¡Ya debe de odiarte por haberlo abandonado así!

—Mi hermano está...

— ¿Muerto? Lamento decepcionarte, pero eso no es verdad. Creo... Creo que, en el fondo, siempre lo supiste. ¡Simplemente no te importaba!

— ¡Cállate!

—Intenta provocarte, Raven. No le hagas caso.

—Me ocuparé personalmente de él. Desearás no haber nacido cuando termine contigo.

Raven sujeta al alcalde y lo arrastra fuera del almacén.

Me tomo un momento para respirar y escaneo el almacén buscando posibles amenazas.

— ¿Qué... pasó? ¿Todo ha terminado?

—Sí, Weber. Todo ha terminado.

Oírme a mí misma decir esas palabras me hace sentir aliviada. Todos los secretos, todo el dolor... se ha ido.

(¿Pero habrá valido la pena...?)

— ¿Señor? ¿Está bien? ¿Necesita ayuda?

Por un momento, su pregunta me confunde. Pero entonces recuerdo las heridas de Martin y me acerco a él.

—Estoy bien. Tuve que encargarme de algunos sus asociados... Se rehusaron a cooperar.

— ¿Tú... luchaste contra ellos solos?

—Ey, tal vez sea un científico, pero puedo defenderme.

—No... no quise decir...

Casi espero que Martin vuela a sonreír, pero no lo hace.

— ¿Qué planeas hacer ahora?

—Salir de aquí y averiguar dónde tienen a mi novia. Con un poco de suerte, tardarán un tiempo en descubrir que fue lo que pasó aquí.

—Puedes quedarte, si quieres. Nos vendría muy bien a tener a alguien como tú.

Martin niega con la cabeza.

—No puedo abandonarla.

——Eres un buen hombre. Te deseo buena suerte. Me aseguraré de que estés bien equipado para tu viaje.

—... Gracias. Ustedes también son buenas personas.

— ¿Y... ahora qué va a pasar?

—No estoy seguro. Acepto sugerencias.

—Tenemos que decírselo a todos. Merecen saber lo que estaba pasando aquí... Y quién es el responsable de la muerte de sus seres queridos.

—Tienes razón. Nuestra gente merece saberlo.

—Creo que estás tomando la decisión correcta.

Dejo escapar un gran suspiro de alivio.

(Finalmente, todo está saliendo a la luz. Estoy tan feliz...)

Algunos días pasan.

El mismo día que capturamos al alcalde, Jacob reunió a todos en la plaza del pueblo y les contó todo.

Las cosas... no salieron muy bien.

Al principio, la gente no nos creyó.

Querían ver al alcalde.

Jacob tuvo que mostrarles los almacenes y el cuerpo horriblemente deformado del vicealcalde como evidencia.

(No esperaba gratitud, pero ahora nos ven como si fuéramos sus enemigos... Ojalá las cosas no fueran así.)

Jacob permitió que algunos ciudadanos vieran al alcalde, pero luego lo trasladó a un lugar secreto.

Tanto para evitar su liberación como para salvarlo de cualquier intento de venganza.

(Afortunadamente, los soldados de Jacob todavía confían en su Comandante.)

(Con un ejército de nuestro lado, nadie se atreve a desafiar el liderazgo de Jacob.)

(Con suerte, a medida que pase el tiempo, la gente volverá a confiar en nosotros y nuestro lazo con la comunidad sanará.)

—Hola.

La voz de Martin me saca de mis pensamientos. Lleva una bolsa al hombro.

—Hola, Martin. ¿Ya te vas? ¿Estás seguro de que te has recuperado?

—No puedo perder más tiempo. Existe la posibilidad de que el alcalde haya contactado con sus superiores. Quizá ya se pregunten por su paradero.

—Ya veo. No nos ha dicho nada durante las...

— ¿Las sesiones de interrogatorio de Raven?

—Sí...

(Aunque Raven se ha concentrado principalmente en tratar de obtener más información sobre su hermano...)

(No puedo culparlo, realmente.)

—De cualquier manera, no puedo esperar más. Esto es una despedida.

Le estrecho la mano con una sonrisa.

—Adiós, Martin.

Unas semanas después, nos reunimos nuevamente en la plaza del pueblo para festejar la asunción de Jacob.

Ha sido elegido como el nuevo alcalde, ya que era claro que el ya nunca volvería.

Me uno a los aplausos mientras Jacob sube a la plataforma, listo para darle su discurso a la gente.

— ¡Ahí está! ¡Felicitaciones, comandante!

— ¡Escuchemos ese discurso!

— ¡Gracias a todos! Seré honesto con ustedes: nunca envidié al alcalde anterior. Creía que este trabajo era una gran responsabilidad y que yo no era digno de él. Sin embargo, estas últimas semanas me di cuenta de cuánto me gusta cuidar de los demás.

La multitud se ríe.

—Lo que quiero decir es... No hay nada más gratificante para mí que saber que mi gente está a salvo. Trabajaré duro para mantenerlos así. Gracias a todos por su confianza.

— ¡Ay! Estoy tan contento de no ser el que está ahí arriba.

— ¿No te gusta nada la idea de hablar en público? ¿O es el puesto de liderazgo lo que no envidias?

—Da igual si lo envidio o no, de todas formas tendré que hacerlo.

— ¿Qué quieres decir?

—Jacob renunció esta mañana. Dijo que no puede ser alcalde y comandante a la vez.

— ¡¿Qué?!

—Sí, oíste bien. ¿Lo peor? Su último acto como comandante fue nombrarme su sucesor.

—No puedo creerlo... felicidades, supongo. Digo... ¡Felicidades, señor!

—... No te atrevas. De todos modos, debería haberte escogido a ti.

—No, fue la decisión correcta.

Raven prefiere no responder.

—Oh, una cosa más antes de irme. Están todos invitados a la fiesta en la mansión esta noche. ¡Celebremos estos nuevos comienzos!

La multitud aplaude. Alguien, en algún lugar, lanza fuegos artificiales.

—¡¡Guau!! ¡Qué bonitos!

—Se verían más impresionante en el cielo nocturno.

—Aun así, la gente parece feliz de verlos.

(Espero que este clima de paz dure...)

Esa noche, en la casa del alcalde... la casa de Jacob... Todo está decorado con guirnaldas y luces. Hay tanta gente que no hay mucho espacio para moverse.

Somos tantos, de hecho, que parte de la fiesta transcurre en la misma calle frente a la mansión.

(Es como si toda la ciudad estuviera aquí... Bueno, la verdad es que es posible: los invitó a todos.)

Me duelen las piernas. Después de un día entero de preparar las cosas para la fiesta, los zapatos de tacón son demasiados.

No podíamos permitirnos desperdiciar mucha comida en una noche de diversión, pero hay mucho para beber.

(Falta el aire... y hace tanto calor. El invierno ha terminado...)

Antes de que todo empezara, alguien me preguntó qué era lo que más extrañaba del mundo del brote.

Mi respuesta fue... el lujo de sentirme segura ¿Pero eso es todo lo que quiero?

¿Quiero seguir viviendo así, preocupada por el futuro? ¿Temiendo perder algo que ni siquiera tengo aún...?

¿El amor que podría tener?

Sonrojándome, me termino mi copa de vino para darme valor y decido seguir a mi corazón.

(Necesito encontrar a Zero y decirle cómo me siento.)

Me abro paso entre la multitud, buscando alguna señal de Weber.

(Dudo mucho que a Zero le guste un entorno como este, pero tal vez a Weber sí... si es que lo encuentro...)

Incapaz de encontrarlo, me acerco a uno de los soldados.

—Oye, ¿Has visto a Zero? ¿O a Weber?

—Uhh... No los conozco.

—Cabello oscuro, Heterocromía... lleva sus cuchillos a todas partes.

—Ah, sí... Creo que se fue.

— ¿Se fue? ¿Sabes a dónde?

—Um... Me pareció que se dirigía a las puertas de la comunidad.

—... Gracias.

(No planea irse... ¿Verdad?)

Por mucho que quiera creer que no se iría sin decir adiós, las sospechas me corroen.

Dejo la fiesta, prometiéndome a mí misma que compensaré a Jacob por dejarlo así.

Lo veo antes de acercarme a las puertas.

— ¡Weber!

— ¡¿Eeeh...?! ¡¿Señorita Lucy?! ¿Cómo me encontraste?

—Tengo que hablar contigo. ¿A dónde vas?

— ¡Me... me voy!

— ¿Te vas? ¿A qué te refieres? ¿Para siempre?

—Lo siento... tenía miedo de despedirme... de cambiar de opinión. Miedo de que me detengas.

— ¿Pero por qué? ¡¿Por qué harías eso?!

—Ya basta.

— ¡Zero! ¡Por favor...!

—Tu estúpido estallido emocional lo está asustando.

—Por favor, Zero. ¡No puedes irte...!

—Apártate. Me lo llevo.

Sus palabras me llevan al borde de las lágrimas.

—No entiendo. Este es un lugar seguro... ¿Por qué quieres ponerlo en peligro?

—En realidad, señorita Lucy... Es mi decisión.

— ¡¿Qué?!

—Cuando vi la determinación que Martin tenía en sus ojos cuando dijo que iba a salvar a la mujer que amaba... Recordé a mis amigos. Quiero encontrarlos. Asegurarme de que están vivos. Martin me inspiró a hacerlo.

— ¡Pero no tienes que irte! ¡Podemos buscarlos en una de nuestras misiones!

Corro hacia él y, envolviéndolo en mis brazos, entierro mi cara en su pecho.

—Por favor, no me dejes...

—Lo siento...

—Déjame hablar con él de nuevo.

—No es tan simple. No puedo obligarlo si él no quiere.

En un intento desesperado, saco mi arma y apunto a la cabeza de Weber. Las lágrimas ruedan por mis mejillas.

—Pero yo sí.

— ¿Qué... qué estás haciendo?

—Zero, sabes que hablo enserio. Le dispararé si no hablas conmigo.

—Me estás asustando...

—Bien.

— ¿Qué crees que estás haciendo?

—Hago que me hablas.

Zero niega con la cabeza.

—Es inútil. No puedo quedarme si él quiere irse.

— ¡No te creo! ¡Tú también decides, Zero! ¡Puedes quedarte si quieres!

— ¿Y por qué crees que querría quedarme contigo?

— ¡Porque te amo, maldita sea! ¡Y me da igual que creas que es una estupidez! ¡Estoy enamorada de ti, Zero! ¡No puedo perderte!

—No sabes nada de mí.

—Tal vez.

Bajo el brazo y tiro la pistola al suelo.

—Pero aun así te quiero. Y necesito que lo sepas. Necesito que te quedes conmigo.

—Bueno... ¿Cómo podría resistirme a los encantos de una mujer que quiere dispararme en la cabeza?

— ¿Lo harás? ¿Te quedarás?

—Sí, mujer loca. Me quedaré. Por ahora.

Me seco las lágrimas, llena de alegría, y luego echo mis brazos alrededor de su cuello.

—Gracias...

Zero levanta mi barbilla y, después de mirarme a los ojos un instante, me besa apasionadamente.

—Pero no te equivoques. Todavía me la pagarás por haber asustado a Weber.

—Lo siento. No sabía qué otra cosa hacer... Haré lo que sea necesario para compensarte.

—Puedo pensar el algo... Necesito desahogarme. Sígueme.

—Te sigo.

Sin decir nada, Zero me lleva a un garaje abandonado en el que solo hay una motocicleta.

—Creí que habíamos confiscado todos los vehículos. ¿Dónde encontraste esto?

—Afuera. La traje en secreto.

—No te creo. Alguien te habría oído conducirla.

—Yo no la conducía. No sé hacerlo. Weber sí. Quiere llevarnos a un lugar en la ciudad. Hay algo que tengo que hacer ahí.

—Oh, ya veo.

Zero se sube a la moto y golpea el asiento detrás de él.

—Súbete.

—Y agárrate fuerte.

— ¡Eres tú! ¿Lo recuerdas...?

—No, pero solo hay una razón por la que estaría aquí. Quiere que regrese a esa casa.

—Lamento lo de antes, Weber.

—No tienes por qué disculparte.

—Juro que nunca volveré a asustarte así. Nunca, nunca te haría daño. Lo sabes, ¿No?

—Lo sé. No sé qué es lo que ve en él, señorita Lucy, pero está bien. Él también merece ser amado.

—Tal vez sean dos personas en un solo cuerpo, pero eso no significa que solo pueda amar a uno solo de ustedes.

—Ya... ya veo, pero...

—Podemos hablar de ello en otro momento, si quieres.

—Sí, por favor. Esta noche solo seré tu conductor.

Tan pronto como llegamos, Zero regresa. Tiene sus cuchillos en sus manos y una expresión determinada en su rostro.

—Saca tu arma. Este sitio está infestado.

— ¿Cuántos?

—Cinco. Dos adultos y tres niños.

— ¿Cómo sabes que están ahí?

—Porque los he atrapado yo mismo. Entraré por el segundo piso y te abriré.

Después de decir eso, trepa por la pared y entra a la casa por una ventana. Un momento después, la puerta se abre.

—Uno de los pequeños está muerto. Los demás andan por ahí. Vamos a tener que separarnos, así que ten cuidado.

—No traje mi linterna.

—Si las necesitas, enciende las luces. Yo prefiero la oscuridad.

Como no quiero arriesgarme a dispararle a una persona viva, enciendo las luces de cada habitación que atravieso.

La primera es una sala de estar. Cuando entro, un zombie salta de inmediato de detrás del sofá.

Lo envío al otro mundo con una sola bala.

Encuentro otro en el baño, justo detrás de la cortina de la ducha. Dudo un momento antes de disparar.

—Ughhhh...

—Descansa en paz.

Una vez que confirmo que está muerta, vuelvo al pasillo y oigo pasos que bajan las escaleras.

—Maté a dos. Supongo que mataste al resto.

—Sí. ¿Estás seguro de que solo había cinco?

Zero se sienta en el suelo.

—Sí. Maté al que los mordió. Luego, los atrapé aquí antes de que se transformaran. Estaba persiguiendo a alguien, así que no pude quedarme... pero les prometí que regresaría para que pudieran descansar.

—Eres una buena persona, Zero.

—Tenía que hacer algo después de fracasar. No pude salvarlos.

—No podemos salvar a todos.

—... Gracias. Por ayudarme con esto.

Me siento a su lado y apoyo la cabeza en su hombro.

—También encontraremos a tus amigos. Primero tenemos que volver a organizar la comunidad.

—Sí. Bueno, ya hicimos lo que necesitaba hacer. Ya podemos regresar.

Weber nos lleva de regreso y me deja frente a la mansión.

—Espero no tener sangre encima...

—Te ves bien.

— ¿Fue un cumplido? ¿De ti? Me siento honrada.

—Disfrútalo mientras dure.

— ¿Estás seguro de que no quieres quedarte? También fuiste invitado.

Zero echa un vistazo a su ropa manchada de sangre.

—No lo creo.

—Hasta la próxima, entonces.

Zero agarra mi cintura y me besa, sin preocuparse por quién podría estar mirándonos.

—Creo que te he manchado un poco el vestido.

—No me importa.

Zero vuelve a besarme y luego se aleja.

—Te encontraré.

Una vez terminada la fiesta, salgo de la mansión, lista para dormir.

(No veo el momento de estar con Zero de nuevo...)

(Por primera vez en mucho tiempo, me siento feliz de verdad.)

Un par de meses después, me encuentro en la cocina de Jacob, que se convirtió en el nuevo cuartel de nuestro equipo.

(Tal vez Jacob y no sea el comandante, pero eso no significa que no estemos con él casi todo el tiempo.)

— ¡Buenos días a todos!

— ¡Buenos días!

— ¿Quieres desayunar?

Por primera vez, me fijo en el gran tazón del que están comiendo.

— ¿Qué es eso?

—Frutos del bosque. Hemos encontrado algunos esta mañana.

— ¿Frutos del bosque...? ¿Están seguros de que no son venenosos?

—Bueno, llevamos horas comiéndolos. Si fuesen venenoso, ya nos habríamos enterado, ¿No?

—Ah, bien visto...

(Por alguna razón, esas noticias me llenan de emoción. Quizás podamos empezar a cultivar nuestra propia comida...)

— ¿Dónde está Raven?

—En el ático. Encontró una radio muy extraña. Se ha pasado la noche tratando de hacerla funcionar.

—Ja. Típico.

De repente, un soldado entra corriendo a la cocina. Está muy agitado.

— ¡Está... está muerto!

— ¿Qué? ¿Quién está muerto?

—El soldado que estaba de guardia hoy. No vi su cara...

— ¡Pero había tanta sangre! Y el alcalde... se... ¡Se ha ido!

— ¡¿A qué te refieres con que se ha ido?! ¡¿Dónde está?!

— ¡No lo sé!

(¡Tengo que averiguar qué pasó!)

—Busquen a Jacob y a Raven. ¡Tengo que ir!

Corro hacia la casa en cuyo sótano secreto hemos tenido encerrado al alcalde.

Enciendo las luces... y de inmediato me arrepiento de haberlo hecho.

(¡Decía la verdad!)

El soldado yace muerto en el suelo, inmóvil sobre un charco de sangre. La celda del alcalde está vacía.

(Oh, Dios... ¿Quién pudo haber hecho esto?)

Jacob baja las escaleras del sótano corriendo.

— ¡¿Qué pasó aquí?! ¿Estás bien?

—Alguien debe de haber matado al guardia y abierto la celda...

—No puedo creer que todavía tuviera aliados en la ciudad.

— ¡Tenemos que encontrarlo, Jacob!

— ¡Alguien viene!

Jacob se prepara para pelear, pero el recién llegado no es más que Raven.

—Necesito hablar contigo. Es urgente.

—EL alcalde se ha escapado. Lo sabemos.

— ¡Olvídate de eso! ¡Esto es más importante!

(¿Qué podría ser más importante que eso...?)

Nos llega el débil sonido de las sirenas antiaéreas.

— ¿Qué demonios...?

—Logré arreglar la radio... No era una radio ordinaria. Creo que es la que usaba el alcalde para recibir sus órdenes. Pude oír una transmisión... Decían... decían que van a exterminarnos como si fuéramos ratas.

— ¡¿Qué?! Tenemos que organizar la defensa.

— ¡No lo entiendes, Jacob! ¡Ya están aquí!

¿...El fin?


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