Día 6
Por fin había llegado el día.
Sus primeros juegos olímpicos.
En 2016 tuvo que verlos por televisión mientras repartía con su bicicleta cuando estuvo en Brasil. Tuvo que aguantar ver a Kageyama hacer unos buenos saques as en sus partidos y como evolucionaba mientras que él tenía que volver a partir de cero.
¡Pero este año era diferente! En muchos sentidos.
2020 fue un año de mierda. Literal. Ese debía de haber sido su gran debut en el equipo nacional, portando su magnífico y característico número diez en su camisa junto a su apellido para que el mundo supiese quien era. Pero no. Al mundo se le dio la gana de sacar un bichito que te infecta hasta la muerte jodiendo así, su gran debut.
Pero al fin. Había llegado su momento. Él, Hinata Shouyo, iba con su uniforme nacional de Japón -junto con una mascarilla con la bandera en una esquina por seguridad- como muchos otros compatriotas deportistas caminando por el Estadio Olímpico de Tokio.
Ellos al ser el país anfitrión iban en cabeza con Kageyama como el abanderado. Hasta en eso tenía suerte. ¿Por qué tuvo que ser el pelinegro? Se notaba su cara seria hasta con la mascarilla puesta. Si hubiese sido él el abanderado, habría sonreído hasta que le doliesen las mejillas.
El mundo entero debía de saber que no eran tan serios. Y bakayama contribuía a que pensaran en ello.
—¿Qué tal tus primeros juegos Shouyo-kun?
—Oh... Miya-san.
Sintió alivio de que el mayor no pudiese notar su sonrisa nerviosa tras la mascarilla.
—Estoy emocionado aunque no hayamos jugado todavía.
—Entiendo ese sentimiento.
Aunque llevase la mascarilla puesta, él podía ver por las arrugas que se formaban en las esquinas de sus ojos que le estaba regalando una sonrisa.
Llevó un mechón largo de pelo tras su oreja y centró la mirada lejos del rubio.
No estaba bien hacerse ilusiones con Atsumu. No cuando su hilo estaba conectado a otra persona que no era él. Debían de mantener una buena relación como compañeros de equipo. Solamente eso.
No soportaría una ruptura como la que tuvo con Kageyama en su último año de preparatoria. ¿Que por ello se fue a Brasil?... Una de las tantas razones por las que se fue. Aunque huir no era la solución, vivir aquellos últimos tres meses en completa incomodidad con el pelinegro fue hasta cierto punto asfixiante.
Instintivamente llevó su mirada al meñique de Kageyama, y ahí estaba. El hilo que los unía en la preparatoria y que de un día para otro se acabó tensando y rompiendo, completamente restaurado y unido, increíblemente, a su senpai.
Nishinoya.
Miró su propio meñique y se acarició donde estaba su hilo. Era de color rojo oscuro que llegaba hasta su muñeca y parecía que empezaba a deshilacharse. Y le asustaba. Esas leyendas de que tu hilo conectado a la persona que el destino te elige; que se enreda y tensa pero que nunca se rompe, es una mentira.
Su hilo se unió con Kageyama cuando lo volvió a ver en Karasuno. No lo quiso creer pero fue cierto. Tan cierto que se rompió y vio como se iba uniendo junto al de Nishinoya. Personas como él, con un hilo roto, tenían quince años para buscar a su alma gemela con la que su hilo se rehiciese antes de que dejase de existir para siempre.
Sino lo hacían, esas personas nunca podrían encontrar el amor de nuevo y morirían solas viendo a las demás personas viviendo felices.
Una vez, conoció a una persona con el mismo don que él. Y fue quien le contó de dicha historia. En su vida, había podido ver como un par de personas nunca volvían a unir su lazo con el de alguien más quedando siempre solas.
Ahora era él quien podría sufrir por ello si no encontraba a esa persona que reconstruiría su hilo. Y la simple idea de quedarse solo le aterraba.
Y aunque estuviese enamorado de Atsumu, el hilo unido a alguien más que colgaba de su meñique le impedía quererle como merecía.
—Bueno, así quedan las distribuciones de las habitaciones.- dijo Iwaizumi cerrando la carpeta donde tenía escrito la repartición de las habitaciones.— En recepción les darán las llaves de sus habitaciones. Y más les vale no acostarse tarde.- puso una sonrisa a través de la mascarilla que hizo a más de uno tener un escalofrío recorriendo sus espaldas.— Notaré el más mínimo cansancio en el entrenamiento de mañana.
—Haced caso chicos, o el entrenamiento será peor.
—¡Oikawa-san!- gritó Shouyo alzando los brazos al aire.
—Hola Shouyo.- saludó con un movimiento de mano.
—... ¿Que haces aquí Oikawa?
El castaño apretó los labios ante el tono frío de Iwaizumi.
¿Estaba así porque había decidido unirse a la liga argentina en vez de la japonesa?
—Quisiera hablar con Shouyo un momento.
El moreno escaneó al "intruso" mirando como el uniforme blanco y azul celeste del equipo de Argentina en conjunto con su mascarilla de color azul; que marcaba todo su cuerpo.
¿Acaso seria masoquista? Incluso miró la pequeña banderita que portaba la chaqueta en el lado izquierdo de esta.
Miró más allá de donde estaban el resto del equipo de voleibol argentino quienes no le tomaban importancia el que uno de sus compañeros estuviese allí con el "enemigo".
—Tienes cinco minutos. Ni uno más.- dijo.— El resto, vayan a sus habitaciones.
Oikawa le regaló un sonrisa aunque fue ignorado y pestañeó un par de veces para que las lágrimas no saliesen de sus ojos y le dejase completamente humillado.
Se aparto con Shouyo para que nadie les escuchase, y empezó a jugar con sus dedos.
—Pensarás que soy un aprovechado.- habló en un perfecto español el castaño.
—No lo eres Oikawa-san.- aseguró el menor en el mismo idioma*.
—Entonces... ¿Como está?
Shouyo miró el meñique del castaño viendo en el un hilo de un rojo tan brillante e intenso perfectamente unido al de Iwaizumi.
Fuerte, vivo, imposible de que se rompiese.
—Está igual de fuerte como cuando lo vi aquel día en la playa.- le sonrió.—Pero su color es más intenso.
—¿Y eso es malo?
—Al contrario. Eso es algo bueno. Significa que lo que ambos tienen jamás podrá romperse. Ni la distancia.
Oikawa suspiró completamente aliviado.
—Y... ¿qué hay del otro?
Shouyo rodó los ojos y, aunque no debía por razones de seguridad, sostuvo las manos del mayor entre las suyas.
En ese momento, un brillante celeste de color suave con destellos plateados se presentó ante sus ojos. Era casi celestial ver a Oikawa envuelto en un color como ese que irradiaba una calidez especial.
Miró a Iwaizumi quien irradiaba el mismo color pero de forma más leve al no poder tocar directamente sus manos como lo hacia con el castaño.
—El color de tu alma sigue sigue siendo igual de bello como el primer día que lo vi. Y el de él también.- le dio unas palmaditas a la derecha del mayor.— No dejes que las dudas te ataquen Oikawa-san. Ya te lo dije, ni la distancia podrá romper lo que los dos tienen.
—Pero ya has visto como me trata...
—Tu más que nadie debería de saber que no es una persona que demuestre sus sentimientos en público.
—Shouyo...- dijo con emoción.— Si pudiera te abrazaría con fuerza.
—Pero estamos en medio de una pandemia y no puedes.- rió soltando, ahora si, sus manos.— Debería irme.
—Hasta pronto.- se despidió.— Más te vale ganar todos los partidos para poder enfrentarte y ganar.
Sin decir nada más, se giraron y siguieron su propio camino.
En la recepción pidió la llave de su habitación: la 409; y se giró hacia los ascensores donde su compañero de habitación le esperaba apoyado en la pared.
Que irónica era la vida.
—No sabía que podías hablar español.
—Hay muchas cosas que no sabes de mi, Kageyama-kun~
—¿Y que quería Oikawa-san?
Las puertas del ascensor se abrieron y ellos entraron. Él pulsó el quinto piso con la esquina de su llave para evitar tocar los botones, sintiendo el ambiente ligeramente incomodo.
¿Por qué debía de estar así?
Se supone que ambos habían arreglado sus cosas -entre lo que cabía- antes de irse a Brasil. Aunque en su regreso no lo vio hasta el día de su partido contra los Adlers. Y todo parecía como siempre.
No creyó que estar de nuevo en un equipo se tornara así de incómodo.
—Si te lo digo no me creerás. Eres de mente algo cerrada.
—Tengo un chico por pareja.- dijo.— No soy tan de mente cerrada, ¿no te parece?
—... ¿Para qué molestarse en gastar saliva? Si no me creíste en su momento, ahora no hará la diferencia.- se encogió de hombros.
El timbre del ascensor que indicaba que habían llegado a su piso, sonó.
Las puertas se abrieron y él dio unos pasos hacia el frente viendo en la pared dos flechas: una que indicaban que de la 401 hasta la 410 estaban por el lado izquierdo mientras que de la 411 hasta la 420 por la derecha.
Giró a la izquierda y paseaba sus ojos por los números de las puertas de las habitaciones buscando la suya hasta encontrarla. Metió la llave en la cerradura y la giró abriendo la puerta encontrándose con una habitación bastante amplia con sus maletas al pie de una de las dos camas individuales de la habitación.
Contaba también con una pequeña mesa entre dos sillones individuales pegados a la pared. Y por la gran ventana corredera que daba al balcón, dejaba la vista de la ciudad de Tokio con sus luces encendidas al ser ya de noche.
Se acercó a la cama más cerca del balcón y se tiró en ella quedando con la espalda pegada al colchón una vez que dejó sus zapatos en la entrada; y soltando un suspiro de satisfacción al sentir todos sus músculos relajarse.
—Estoy agotado.- dijo al aire quitándose la mascarilla y tapándose con parte de su brazo los ojos.
—Oikawa-san... ¿Oikawa-san de verdad cree que puedes ver el hilo rojo y el color de su alma?
Tragó secó.—... Que tu no lo creas, no significa que los demás no lo hagan.
—Tu y yo estuvimos unidos por ese hilo...
—Pero nuestras almas no lo estaban. Te lo dije esa vez. Nuestros sentimientos no bastaban con ser mutuos, sino que debíamos tener confianza ciega en el otro.
—Yo confia- confió en ti.
—Si lo hicieras, nuestro hilo no se hubiese roto.- apretó el puño del brazo que tapaba sus ojos.— Te conté de lo que era capaz de hacer, algo que nadie más lo sabia, y lo único que pudiste hacer fue mirarme como si estuviera loco.- se reincorporó en la cama.— Pero está bien así, ¿verdad? Después de todo, el hilo entre Noya-san y tu es fuerte, y el color de vuestra alma es tan bonito que hasta me duele verlo.
—El que nos hayamos separado no tiene que nada que ver con que ese supuesto hilo se rompiese.
—¿Sabes qué? Mejor me voy a tomar un baño.- dijo levantándose de la cama.— Prefiero que no toquemos este tema.
En serio, qué irónica era la vida.
—Shouyo-kun, ¿qué haces aquí?
El pelinaranja alzó la mirada viendo a Atsumu con unos pantalones cortos, una sudadera sin mangas con la capucha puesta, una mascarilla quirúrgica y unas sandalias mostrando sus pies.
—¿Puedo sentarme?
Movió la cabeza de forma afirmativa y dejó que se sentara a su lado.
Miró hacia abajo viendo como movía sus pies bajo el agua de la piscina, y de como en su campo de visión aparecieron los del mayor.
—¿Te encuentras bien? En el entrenamiento también parecías como... en otro planeta.
Alzó la vista hacia las estrellas y soltó un suspiro desinflándose.
—¿Peleaste con Tobio-kun?
Una sonrisa divertida apareció en sus labios bajo su mascarilla y giró apenas la cabeza para mirar al rubio que le devolvía la misma mirada de reojo divertida.
—¿Qué comes que adivinas?
—Onigiris de atún, la especialidad de Samu.
Ambos rieron bajo y él volvió a centrar la mirada en los pies -esta vez de ambos- bajo el agua.
No había nadie en la piscina, ni alrededores. ¿Y como no? Si se suponía que estaba prohibido estar en aquel lugar durante la noche. Además que la mayoría de las personas que se alojaban en el hotel eran deportistas de diferentes países.
—Al venir para aquí, me encontré a los jugadores de baloncesto de Estados Unidos.- dijo Atsumu.— Son igual, o más altos que Yudai-kun. Ellos no son personas, son titanes.
Shouyo rió.— ¿No crees que llamar titan a Hyakuzawa es un insulto?
—Para nada.- le restó importancia.— Tener a Yudai-kun en el equipo es buena fortuna. Los japoneses no es que seamos muy altos que digamos, por lo que Yudai-kun es afortunado de tener semejante altura. Ademas de que es un gran jugador.
—Cierto...
Siguió balanceando sus piernas bajo el agua y las comparó con las de Atsumu quien apenas las movía.
Sus piernas no eran tan largas y eran algo pálidas. El bronceado que habían cogido mientras jugaba voley playa había desaparecido completamente. Y los pelitos que deberían de crecer en ellas, tampoco estaban. Más bien, su cuerpo estaba libre de pelitos.
Ni sus piernas, ni su pecho, no le salia siquiera barba, algunos pero pequeños bajo sus axilas... Podría decir que agradecía los que tenia bajando su ombligo, pero si no te acercabas apenas y los veías. Estaba casi limpio de pelos en su cuerpo.
En cambio Atsumu...
Se notaba que sus piernas tenían finos vellos en ellas, y en las duchas, después de un partido, había visto su pecho con algunos oscuros pelos en él al igual que en sus axilas.
Incluso, un día se percato de una creciente, y sexy, barba de tres días en su cara.
—¿Me dirás por qué peleaste con Tobio-kun?
—No lo entenderías.
—Si no me lo dices, claro que no.-insistió
—... Es una tontería.
—Si lo fuera, no te verías tan decaído.
Se giró a ver a Atsumu quien le miraba a la espera de que le dijese lo que le atormentaba.
¿Pero le creería? Kageyama no lo hizo. Pero Oikawa sí.
—Yo soy capaz de hacer una cosa, bueno dos, y Kageyama no me cree. Se lo dije en nuestro ultimo año de preparatoria y no me creyó. Han pasado años y sigue sin creerme.
—¿Y esa cosas es...?
El pelinaranja tomo el escaso aire que le permitía la mascarilla y lo soltó.
Estaba nervioso.
—Soy capaz de ver el hilo rojo del destino y el color del alma de una persona.
—¿En serio?- preguntó.
Y no sabría descifrar el tono de voz de aquella pregunta. ¿Era incredulidad?
—... Sí.- murmuró.
—Hmm...- ¿solo diría eso?—Es un alivio no ser el único que tiene un don raro. Yo soy capaz de ver fantasmas.- dijo como si nada y él se giró a verlo.— Hay uno sentado al otro lado de la piscina. Es un hombre mayor. Al parecer se ahogó por culpa de un calambre y de nadar de noche en la piscina.
—En... ¿En serio?
—Nah, es broma. No puedo ver fantasmas.
Shouyo apretó los labios con fuerza y parpadeó para que las lágrimas de dolor y rabia no rodasen por sus mejillas.
El que Atsumu no le creyese le dolía mucho más que el que Kageyama no le creyese.
—¿Acaso te estás burlando de mi?
—...No lo hago. Solo le quitaba tensión al asunto.- con su derecha le agarró la barbilla y le giró la cara.— Te creo.
—¿Qué?
—Que te creo. Si no le dices esto a nadie es porque temes ser tratado como un loco. Y no te culpo que Tobio-kun no te crea, no es muy inteligente si no se trata de voley.- rió suave.— Me alegra que tengas la suficiente confianza en contarme esto.
Su respiración se entrecortó y asintió con su cabeza.
Volvió a mirar al agua y se mordió el labio inferior con una sonrisa tirando de él. Su corazón latió con velocidad y creía que el mayor podía escucharlo.
Estaba feliz. Demasiado.
La persona de la cual estaba enamorado le había creído. Podría ser que sus hilos no se conectasen, ni sus almas. Pero esto sin duda hacia su relación era un poco más estrecha que antes.
—¿Y como es?- preguntó de repente.
Shouyo parpadeó un par de veces sin entender.
—¿El qué?
—El color de mi alma Shouyo-kun.- dijo obvio.
—Oh, um... Necesito tocar tus manos durante unos segundos para poder verla.
—Entiendo... Pues adelante.
Estiró sus manos dispuesto para que el contrario las cogiese entre las suyas sintiendo un ligero escalofrío en sus espaldas. Aunque le restaron importancia y culparon a la brisa veraniega por ello.
Shouyo agarró las manos de Atsumu y las apretó ligeramente.
Delante de sus ojos, los colores empezaron a brillar en la oscuridad rodeando por completo al rubio.
Estaba asombrado. Había visto infinidad de almas, unas más bonitas que otras. Pero habían almas realmente hermosas. Una de ellas era las que compartían Oikawa e Iwaizumi. Otra, aunque le costase aceptar, era la que compartían Kageyama y Nishinoya.
Pero el alma de Atsumu... Eran sin duda alguna la más hermosa que había visto. Le rodeaban una combinación de amarillo y naranja pastel con un marrón chocolate no muy fuerte. Brillos dorados y plateados ayudaban para que los colores fuesen más hermosos. Y la calidez y amor que desprendía era acogedora, hermosa, tranquilizadora.
Fiel.
Sin duda, la pareja destinada de Atsumu, debía tener un alma tan bonita como la suya.
—¿Es mala? T-te has quedado callado mucho tiempo.- preguntó.
—¡Oh! Lo siento, es que...- no podía dejar de admirar los colores.— Tienes un alma única Miya-san.
—¿Y la tuya? ¿Como es el color de tu alma?- preguntó con ansias.
—Yo no puedo ver el color de mi alma.- separó sus manos.— En cambio si puedo ver mi hilo.
—¿Y con quien tienes unido tu hilo?
—... Mi hilo se rompió. Estaba unido a Kageyama pero cuando le conté sobre esto, fue cuando se rompió.
—Y... ¿Mi hilo está unido a alguien?
El pelinaranja tragó saliva miró el hilo que se encontraba rodeando el meñique izquierdo de Atsumu.
Estaba unido, sí. Pero no del color rojo vivo e intenso que tenían Oikawa con Iwaizumi o Kageyama con Nishinoya. Parecía que empezaba a oscurecerse, y algunas hebras amenazaban con romperse por el mismo lugar que su hilo se rompió con el de Kageyama.
Aún así, seguía unido.
—Lo está.- dijo.— Es un hilo largo que está por el suelo. Procura no caerte cuando regreses a tu habitación.- dijo divertido.— Mañana tienes un partido.
—Tu también lo tienes.- le empujó con el hombro.
—No~ No lo tengo. Mañana no soy titular como tu.
—Pero también eres parte del equipo.
Shouyo le mandó una mirada de 'eso ya lo se' y luego negó con la cabeza.
Se puso en pie y empezó a secarse las piernas con la toalla que se había traído. Chico precavido vale por dos.
—Bueno, regresaré a la habitación.
—En ese caso, yo también iré a la mía.
Cuando el mayor se secó con la toalla que le prestó, ambos caminaron en tranquilidad y con un cómodo silencio hacia los ascensores. Sacando su llave del bolsillo de los pantalones que llevaba, pulsó a la misma vez junto a Atsumu el botón del ascensor.
Se miraron sorprendidos al notar que ambos usaban la esquina de su llave para tocar el botón del ascensor; para después reír por ello.
Entraron cuando las puertas se abrieron y él pulsó el cuarto piso mientras que Atsumu pulsaba el séptimo.
En ese momento deseó que el ascensor se averiase para que así pudiese estar más tiempo junto al rubio, pero luego desistió de su descabellada idea al recordar que el mayor al día siguiente tenía un partido donde era titular.
Cuando las puertas se volvieron a abrir pero esta vez en su piso, salió del ascensor y se giró para despedirse de Atsumu con la mano.
Caminó cabizbajo hacia su habitación, y al estar frente a la puerta introdujo la llave en la cerradura. Se bajó la mascarilla hasta la barbilla y fue hasta el baño para lavarse bien las manos con jabón.
—¡¿Estás dormido bakayama?!- preguntó mientras se secaba las manos con una toalla.— ¡Quisiera que viésemos los vídeos de los holandeses!- sin respuesta.— ¿Kageyama? ¿Estás aquí?
Frunció el ceño y salió del baño cerrando la puerta.
Caminó por el pequeño pasillo y vio a Kageyama acostado en la cama. Rodó los ojos y caminó hasta ella tirando en la propia la mascarilla.
—Si estás aquí al menos di algo.
Agarró el borde de las sábanas y tiró de ella descubriendo al chico.
Y se arrepintió de ello.
Su cara se pintó de rojo escarlata y gritó mientras se cubría de inmediato los ojos queriendo borrar de su mente la completa desnudez de Kageyama y la de Nishinoya quien intentaba ser cubierto el cuerpo del pelinegro.
Sus ojos habían dejado de ser vírgenes.
—¡¿Por qué no me avisaste que vendría Noya-san?!
Podía escuchar el silbido de las sábanas y de, tal vez, la ropa interior de nuevo en el cuerpo de alguno de los dos.
—Pensé que cuando regresaras, Yuu ya no estaría aquí.
—¿Por qué demonios no pusieron una corbata en la cerradura por fuera?
—Estaba el cartel de no molestar.- dijo Nishinoya entre las sábanas.
—¡No es lo mismo! ¡La corbata denota algo más íntimo!- el calor no se iba de su cara.— Además, mañana hay un partido. No deberían de estar haciendo estas cosas.
—Morisuke-san es el titular y no yo. No hay problema.
Shouyo soltó un suspiro. ¿Y ahora qué?
—Hinata... ¿podrías... ir esta noche a la habitación de Yuu?
—¿Y por qué no mejor hasta que acaben las olimpiadas?- ironizó.
—Eso estaría de lujo. Bien pensado Shouyo.
El pelinaranja se abstuvo de darse un golpe en la frente y en su lugar se puso a guardar las cosas que había sacado el día anterior de nuevo al interior de su maleta.
—¿Cual es tu habitación?
—La 710.
—Bien... ¿La llave?
—No la traje.- abrió los ojos por la sorpresa y se giró a ver al castaño girando de nuevo hacia la pared.
Kageyama estaba sentado en la cama con Noya entre sus piernas y tapados con las sábanas mirando cada uno de sus movimientos.
¿Mal rollo? No, lo siguiente.
—Te dejo aquí la llave. Mañana te traigo tus cosas. Nos vemos.
Y salió corriendo después de ponerse la mascarilla y los zapatos.
Tocó la puerta y esperó paciente a que el compañero de cuarto de Nishinoya le abriera.
Habia estado tan metido en escuchar su nombre que cuando lo escuchó, dejó de oír como quedaba la repartición de las habitaciones.
Pero, ¿que le diría al compañero de Nishinoya? No podía decirle "Nishinoya está teniendo un momento demasiado intimo con Kageyama y por eso vengo a quedarme los próximos días. Por favor, cuida bien de mi."
Sin duda no podía decirle eso. La mayoría del equipo no sabe la clase de relación que tienen ambos, y él no es quien para ir diciéndola tampoco.
—¿Shouyo-kun?
Oh, vaya... Menuda sorpresa.
¿El destino los había juntado?
Imposible, su hilo estaba roto y el de Atsumu unido a alguien más.
—¿Qué haces aquí?- miró hacia abajo. — Y con tu maleta, además.
—Bueno, am... Kageyama y Noya-san están gozando de su tiempo a solas.
Atsumu alzó las cejas y después estallo en carcajadas. Se agarraba el estomago y parecía no querer parar.
Y le estaba molestando.
—Te estás riendo demasiado y muy fuerte, Miya-san. ¡Por culpa de esos dos mis ojos han dejado de ser vírgenes!
—Perdón, entra.- se hizo a un lado dejándole pasar y dejó la maleta a un lado. Se quitó los zapatos y se bajó la mascarilla. Caminó hasta el baño y se volvió a echar jabón en las manos para volver a lavárselas bien. Toda precaución es poca.— No sabia que eras tan inocente Shouyo-kun.
Su tono burlón le molestaba ligeramente.
Le miró a través del espejo y le vio apoyado contra el marco de la puerta y los brazos cruzados por encima del pecho. Todavía llevaba la ropa con la que lo había visto en la piscina y su pelo estaba algo revuelto.
—Me disculpo por ser un virgen inocente, pero no todos podemos ser tan promiscuos como tu, Miya-san.
—Me ofendes, Shouyo-kun.- se llevó la mano al pecho.— Sigo siendo tan virgen como tu.
El pelinaranja soltó un bufido mientras se secaba las manos y miraba divertido al mayor.
Salió del baño y fue a por su maleta. Al llegar hasta las camas vio que la más cercana a la puerta estaba hecha un desastre, por lo que dio por hecho que era la de Atsumu. Aparte, de que tenia un portátil encima de la cama.
—No puedo creer que alguien como tu sea virgen.- se quitó la mascarilla y la lanzó a la cama junto con su teléfono.
—¿Como que alguien como yo?
—Sí... Pues eso. Alguien, atractivo, divertido, sociable... Ese tipo de persona.
—Hm~...- se acercó hasta el pelinaranja y le agarró la barbilla con la misma suavidad con la que lo hizo en la piscina.— ¿Te parezco atractivo, Shouyo-kun?
—B-bueno, sí...- tragó saliva. Estaba demasiado cerca. Peligroso para su corazón y para la alarma dentro de su cabeza que gritaba 'distancia de seguridad'.— T-también d-dije que eras divertido... S-sociable...
—¿Ah sí? Solo escuché la palabra atractivo salir de tus labios.
Santa mierda.
¿Estaba haciendo lo que él creía que estaba haciendo?
Imposible. ¡El hilo de Atsumu ya estaba unido a alguien! Interponerse en su camino no era lo indicado. Romper el hilo de alguien no le dejaría tranquilo por el resto de su vida.
¡Oh dios mio! ¡Estaba inclinando su cara hacia la suya! ¡¿Pensaba besarlo?!
Toc Toc.
Los sonidos de la puerta le trajeron al mundo real. Uno en donde no debía besar a Atsumu ya que su hilo lo tenía conectado a la persona que lo entendía y con quien debería de pasar el resto de su vida.
Pero parecía que el rubio ni cuenta se había dado ya que seguía inclinando más su cabeza y estaba a un suspiro de que sus labios se encontrasen en un -muy deseado- beso.
—A-atsumu-san... Puerta.
—¿Eh?
—E-están llamando a la puerta.
—Ah... Iré a ver.
Cuando el rubio se alejó soltó todo el aire que no sabía que estaba reteniendo y se llevó una mano al pecho intentando que su corazón se tranquilizase de una vez por todas.
Le empezaba a doler de lo fuerte que golpeaba contra su pecho.
—¡Oh! Si es la pequeña mandarina.
—Suna-san. Ojiro-san.
Levantaron la mano como saludo.
—No lo llames así, idiota.- reprendió Atsumu dándole en suave golpe en la cabeza al castaño.
En ese momento, Shouyo palideció y abrió por completo sus ojos.
El hilo de Atsumu estaba unido con el de Suna Rintaro. Ya no estaba rodando por el suelo. Ahora era un pequeño hilo que estaba unido porque ambas personas estaban cerca.
La persona destinada a Atsumu, estaba junto a él.
—¿Y qué hace él aquí? ¿No compartías habitación con Nishinoya?- cuestionó Suna sentándose en uno de los sillones individuales.
—Al parecer tiene cosas mejores que hacer.- le respondió sentándose en el suelo frente a él.
—Y yo que había traído las cartas.- las puso en frente de su cara.
—Dijiste que no lo habías hecho.- le dijo Aran.
—Pobre e ingenuo Aran... ¿Cuando te darás cuenta que nunca hago lo que digo?- rió.— Pero bueno, somos cuatro de todas formas.
—No metas al pobre Hinata en esto.- siguió diciendo Aran.— Es solo un niño.
Shouyo no sabía si sentirse avergonzado, ofendido o insultado por eso; o ignorado porque hablaban de él como si no estuviese presente.
—Estoy de acuerdo con Aran-kun.- asintió Atsumu.
—Los puedo escuchar, ¿sabían?
Suna sonrió de forma zorruna y sus ojo brillaron con algo de malicia.
—Dejemos que él decida. El no es un niño.- les dijo a los otros dos.— ¿Entonces qué, Hinata? ¿Te unes a nosotros?
—... Unirme... ¿a qué exactamente?
La sonrisa de Suna se ensanchó más.
—Strip poker.
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¿Por qué dijo que sí?
¡¿Por qué demonios dijo que sí?!
Tuvo que haberlo visto venir. Que esto era una gran trampa. Aquellos ojos brillando con malicia y esa sonrisa que dejaba ver un poco los dientes del culpable, le tendrían que haber dejado ver que su decisión no era la correcta.
¡Pero la mayor culpa la tenían Aran y Atsumu!
Si no le hubiesen dicho que era alguien inocente y que todavía era un niño, esto no habría pasado. Tenia 25 ¡por dios! Dejó de ser un niño cuando cumplió 20 y pudo beber*. ¿Qué pudo haber bebido en sus años en Brasil?
Pues sí. Pero él había crecido siendo un chico responsable.
¡Pero ese no era el caso!
¡La cuestión aquí era que estaba a punto de quedarse tal y como su madre le trajo al mundo! Y no podía permitirse perder esa mano.
Cuando decidió unirse a jugar al strip poker, nunca pensó que eso implicaría quitarse prendas de ropa cuando perdías una ronda. ¡Él no sabía jugar a las cartas!
Primero voló su camisa. Le siguieron los calcetines, primero el derecho y luego el izquierdo. Y por último sus pantalones. La seguridad de que sus bóxer siguieran en su cuerpo habían peligrado durante un buen rato salvándose casi de milagro.
Y Atsumu no estaba mejor que él.
Cuando a él le quedaban todavía los pantalones, la mala racha del rubio empezó. Su sudadera fue la primera en desaparecer dejándole sorprendido de que no llevase nada más debajo. Aunque su vista lo agradeció porque pudo apreciar el trabajado cuerpo de mayor. Luego fueron los pantalones -porque no tenía calcetines- y su ropa interior peligraba de ser retirada como la suya.
Aran... Pues solo tenía un calcetín, sus pantalones y la ropa interior -obviamente.
Y Suna... Pues el maldito zorro parecía haberlo planeado todo. Estaba completamente vestido. Con cada prenda perfectamente puesta en su cuerpo, y burlándose con la mirada de los que se estaban quedando sin tela que les cubriese el cuerpo.
¡Pero es que eso no era lo peor de todo!
Oh, no. Claro que no. El quedarse desnudo no era lo peor de eso. Suna quiso llevar el juego mucho más allá incluso antes de que eso empezase. Y no sabía como sentirse respecto a eso.
—Las dos primeras personas que se queden sin ropa tendrán que masturbar al otro. O si prefieren hacerlo más divertido es asunto vuestro.- dijo.
¡¿Qué demonios tenía dentro de su cabeza?! ¿Aire? Porque dudaba que tuviese un cerebro que pensase correctamente.
Por si el castaño no se daba cuenta... Él y Atsumu eran los más próximos a quedarse sin ropa. ¿Acaso no le importaba que se la jalase a su su novio? ¿O que su novio se la jalase a él?
¡Esto ya era una cuestión de moral!
—¡Y pierdes de nuevo!- canturreó Suna.— Fuera los bóxer Atsumu.
—Preferiría no ver esto.- dijo Aran tapándose los ojos con las manos.
—No me mires tan fijamente.- le dijo a Suna.— Me da escalofríos.
—¿Tienes miedo que se te pare si te miro?- se burló.
—Al contrario, puede que se me baje si te quedas como estúpido mirándome el pene.
—Quítate los bóxer, ¿quieres?- ordenó.
Internamente, Shouyo también quería que Atsumu se los quitara.
En las duchas después de un entrenamiento o de un partido, esa era la única parte de su cuerpo que sus ojitos miel no habían podido observar.
¡No es que fuese espiando a Atsumu mientras se ducha ni mucho menos! Pero daba la casualidad... Que quería saber el tamaño de... pues eso.
¿No se supone que los hombres se ponían a ver quien la tenía más grande? Pues era lo mismo. Solo curiosidad.
Sí. Eso era.
Atsumu se puso de pie y les dio la espalda. Vio como sus manos temblaban cuando se dirigieron al borde de la ropa interior y la empezó a bajar dejando a la vista sus redondas nalgas.
Si no fuera porque tenía control sobre su cuerpo, habría dirigido una de sus manos hacia una de esas redondas nalgas y la hubiese estrujado.
Se sentó de nuevo en el suelo de forma rápida y se llevó las piernas al pecho cruzando sus pies un poco. Se dio la vuelta dejándoles ver sus mejillas al rojo vivo y de como evitaba la mirada de todos.
—Oh, vamos. Si no nos dejas ver al pajarito esto no será divertido.
—¿Quieres cerrar tu maldita boca? Eres el único que sigue con ropa.
Suna se llevó una mano a la mejilla y apoyó el brazo en su rodilla.— ¿Por qué sera~?
Esta vez, fue Aran quien barajó las cartas y las empezó a repartir dejando un pequeño montón el centro de la pequeña mesa.
Evitaba mirar a Atsumu por obvias razones, y se preocupaba más de él ya que sería el siguiente en perder la única prenda que le salvaba de estar desnudo, o de que tal vez si Atsumu llegaba a ser el primero en ganar podría recuperar su ropa interior.
Pero el universo estaba contra él.
Era el que había perdido. ¿Por qué?
El hilo de Atsumu estaba unido al de Suna. Cualquier acontecimiento que tuviesen ambos siempre los acabaría uniendo. Y si eso era verdad, ¡¿por qué era él el desnudo y no Suna?! ¡El hilo hacia lo que se le daba la gana!
Y se podía ver reflejado en este estúpido juego de cartas. Aquí ellos dos no estaban juntos, pero en cambio en el partido del día siguiente Suna si que estaba al lado del rubio.
—Tu turno, pequeña mandarina. Muéstranos todo lo que escondes.
Qué vergüenza.
Se puso de pie e hizo lo mismo que el rubio. Se dio la vuelta dándoles la espalda y dejó caer su ropa interior al suelo tapando con sus manos su intimidad.
—¡Qué buenas nalgas que te cargas Hinata!- silbó Suna.
Tragó saliva y les volvió a dar la cara, aunque más bien miraba hacia el piso.
Se sentó de la misma forma que Atsumu, y quiso que la tierra se los tragase.
—¡Oh, hombre! ¡Pero que tarde se nos hizo!- dramatizó Suna.— Será mejor que nos marchemos.- dijo recogiendo las cartas y guardándolas de nuevo en su caja.— Recoge tu ropa Aran, debemos descansar para mañana.
—P-pero...-
—¡Descansar! He dicho.- sonrió.— Y debéis hacer lo que dije. Si mañana os pregunto y me mienten, lo sabré. ¡Chao!
¡Bam!
La puerta había sido cerrada.
Ahora la incomodidad era mayor.
Ellos dos solos. En una habitación que comparten. ¡Y encima desnudos! ¿Qué había hecho él para merecer esto?
Primero el mayor había intentado besarle. Porque lo había intentado ¿verdad? Esa inclinación de cabeza hacia la suya y la mezcla de sus respiraciones no había sido cosa de su enamorada imaginación. Y ahora, se tenían... Que tocar por ordenes de Suna. ¿En serio no le importaba que tocase a su novio?
—Entonces... ¿N-nos giramos a la vez o...?
Apretó los labios y su cuerpo se tensó.— M-mejor no lo hagamos. S-suna-san no se dará cuenta si le mentimos.
—Mm... Si lo hará. Y no nos dejará tranquilos hasta que lo hagamos.
—¿L-l-l-lo hagamos?
—Sí... Eso...- hizo movimientos con su mano haciendo una clara referencia a una masturbación.
Su cara no pudo evitar estallar -aún más- en llamas.
Cuando Atsumu dijo 'lo hagamos', ¡él creyó que se refería al sexo!
¿Podría la tierra tener compasión de el y tragarlo de una vez por todas?
—Pero... ¿No deberías de hacer esto con Suna-san?
—¿Por qué debería?
—Pues porque... Es tu novio.
Atsumu bufó rodando los ojos. —¿Qué te hace creer eso? Suna no es mi novio.
—¿Eh?
Por primera vez desde que estaban así, Shouyo había levantado la cabeza y mirado a los ojos al rubio.
Seguía con sus piernas contra sus pecho, y sus brazos las rodeaban. Su hilo que pendía de su meñique ahora estaba en el suelo e iba hasta la entrada. Siguiendo el camino por donde Suna se había marchado.
—Suna y yo fuimos novios.- confesó.— Pero el año en que llegaste al equipo, a los Black Jackals, él y yo rompimos.
Ay, por favor. ¿El había ocasionado esa ruptura?
—Se que te gusto.- ¿lo escuchan? Es su corazón golpeando su pecho tan fuerte como un tambor.
—¿Como...?
—En la forma en la que me miras no es nada sutil.- rió avergonzado él y avergonzando al otro.— La forma en como pasas un mechón de pelo tras tu oreja cada que hablamos. Y el como brillan tus ojos cuando estoy frente a ti. Y quiero que sepas que tu también me gustas.
—Eso...- rió negando con su cabeza.— E-eso no es posible. Tu hilo... Con el de Suna-san...
—Ah... Lo supuse cuando vi la cara que pusiste cuando llegaron.
—No puede ser. No quiero ser la razón por la que vuestro hilo se rompa. No quiero ser la razón por la que rompáis.
—No puedes evitar que hayan grietas en un plato roto, Shouyo-kun.
—... ¿A que te refieres?
—Suna y yo ya estábamos mal antes de que llegases al equipo. Me sentía vació junto a él. El amor que pensé tenerle había desaparecido. Después de dos meses de tu llegada, ambos decidimos separarnos y mantenernos como amigos.
—Entonces si soy la razón de vuestra separación.
—No lo eres. Créeme por favor.- rogó.— Yo... No vi lo mejor de ti hasta un año después. Tus sonrisas, tus risas, tus pucheros, tu forma voraz de comer... Cada una de ellas solo me hacían caer prendado de ti hasta que... No pude sacarte de mi mente. Llevo amándote dos años, Shouyo-kun.
—¿Qué?- su tono de voz había sonado mucho más agudo de lo que habría querido.
Atsumu sonrió de lado y se arrastró por el suelo sin dejar nada a la vista.
Agarró las manos de Shouyo quien enseguida vio los colores del alma de Atsumu brillando con mucha más intensidad de la que había visto horas atrás en la piscina.
Lo que le hacia sentir aquella alma le daban ganas de llorar. No sabría si de alegría o dolor. Solo quería llorar.
—Te amo, Shouyo. Te amo hasta con el alma.
Tragó saliva para que el nudo de su garganta desapareciera y soltó una pequeña risa con lagrimas corriendo por sus mejillas.
—Yo también te amo, Atsumu. Te amo hasta con el alma.
A la mañana siguiente cuando se despertaron en los brazos del otro, la luz del sol bañaban sus cuerpos desnudos y Shouyo pudo ver como el hilo de Atsumu, se había unido al suyo brillando de un rojo intenso y sin signos de romperse en lo que les quedaba de vida.
*La edad mínima para beber cambia dependiendo del país. En japón es a partir de los 20.
*En el tiempo que Hinata estuvo en Brasil, aprendió hablar inglés, español y portugués.
La idea de hacer así este día está inspirada en una trilogía de mangas y de un manhwa.
Por si quieren leer los mangas, el 1° es: 'Akai Ito No Shikkou Yuuyo'; el 2° es: 'Kanawanu Koi no Musubikita'; y el 3° es 'Tsunaide Koi no Kanaekata'. Y el manhwa se llama 'El cupido del departamento de ventas'.
Son todos bl y los pueden encontrar en TMO.
Ame escribir este día. Fue uno de los días que salió prácticamente solo. Yo creo que haber leído esos mangas haya influido.
Pero bueno.
Espero que les haya gustado el día de hoy.
Nos leemos mañana.
~Zeni13~
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