Capitulo 12
Todo o nada
Grace
Hacía algo de frío, era uno de esos días que invitaba a quedarse en la cama y eran apenas las siente de la mañana. Tenía que llegar temprano, puesto que iríamos al museo, a pesar de que no estábamos obligados a asistir, yo tendría que ir o a Greta le daría un ataque al corazón si tenía que estar sola con Marcello.
Me puse una falda larga con una abertura a un costado, esta era verde aceituna, la acompañé con un top blanco, medias altas, botas negras y una chaqueta oscura. Me recogí el cabello y bajé a la cocina donde encontré a mis padres.
Ambos estaban murmurando algo y una vez que me vieron se quedaron en silencio.
—¡Llego la alegría de la casa! —exclamé sentándome a la mesa junto a mi padre—. ¿Qué hay para desayunar?
Papá me miró con una sonrisa nerviosa, estaba algo pálido—. Te corté un poco de piña.
Tome el plato algo dudosa, lo acerque a mi nariz y olí los trozos de piña endulzados con miel. Era raro viniendo de él.
Alce una ceja —¿Quién eres y que hiciste con mi papá?
Él me miró mal y volvió a beber de su taza de café.
Mamá suspiró —Tu papá cree que tu reciente comportamiento se debe a qué estás saliendo con un chico.
Me atraganté con un trozo de piña —¡Obvio no!
—Llegaste muy tarde ayer —explico papá.
Abrí los ojos —¡Claro! Porque estaba cayendo un diluvio.
—¡Grace! —me interrumpió mama—. Ya sabes que en esta casa el sexo no es un tema del cual nos escondamos, si estás manteniendo relaciones sexuales con alguien queremos conocerlo.
Comencé a reír —¡No estoy con nadie!
Papá estaba rojo como un tomate —Grace, no quiero ser abuelo.
—Tranquilo papá, yo uso condón y tomo la píldora —le di unas palmaditas en la espalda.
Este escupió su café y empezó a toser —Esa información mejor se la das a tu mamá.
—¡Mamá, no te preocupes! En esta panza no habrá un bodoque —le aseguré con puro grito a mi mamá.
—¡Ya cállate Grace! —me silencio mamá—. Es muy temprano para tanta burrada.
—¡Ay! Qué agresiva —me burlé, con una sonrisa en el rostro, terminando de comer la fruta.
Llegué al instituto bastante temprano, mi nariz ardía por el frío que al principio pensé no sería tanto.
Llegué junto a Greta y Marcello de un salto que terminó asustándolos a ambos.
Marcello me rodeo con su brazo —¿Por qué estás tan feliz hoy?
—Yo soy así —aseguré.
No como otras criaturas que parecían haber llegado al mundo para amargar la existencia de personas inocentes. Ahí estaba una de esas criaturas, apoyado en su coche, mirándome a través de las gafas. Así es, no importaba que tuviera gafas, yo sabía que me estaba mirando, quizás intentando derretirme con la mirada y así acabar conmigo de una vez.
Él estaba vestido completamente de negro, como un asesino que acecha desde las sombras.
—Psicópata —dije mira hacia él.
—¿Caruso? —pregunto Marcello—. Deberías llevarte bien con él, no es un mal profesor.
Le di una palmadita en la espalda —Te falta calle.
—¿Que dices Grace? —me miró como si estuviera loca.
—Ignórala —interrumpió Greta—. Solo que a ella no le cae bien.
El bus termino llegando y todos nos formamos para subir a él, yo como siempre de última, porque lo mejor siempre llegaba de último.
Pase detrás de Marcello, Luka estaba en la puerta.
—¿Qué? —le dije, porque odiaba no verle los ojos.
—Sube Grace, facilítame la vida —pidió, en un tono cansado.
Comencé a reír —Gracias a mí tu vida tiene algo de emoción.
Si por algo me caracterizaba era por mi falta de humildad, sentido de grandeza, a pesar de solo tener uno quinientos seguidores en Instagram me creía mejor que Jenifer López y un orgullo enorme, aunque esté con Luka, había temblado, no volvería a ocurrir.
Subí y el bus estaba lleno a excepción de dos los dos asientos del frente.
«Maldición.»
Luka me tomo del hombro y me hizo sentarme en uno de ellos.
—Muy bien clase, espero que hagamos este viaje con orden y por favor una vez lleguemos que nadie se separe. Ya están grandes para tonterías -pido.
—Bla-bla-bla —murmuré en silencio.
Él se sentó a mi lado.
—¿No había otro asiento? —pregunté, cruzándome de brazos y alejándome lo más posible de él.
—Cuando lo encuentres me avisas —respondió.
—¿Me prestas tus lentes de sol? —le pedí.
Me miró por encima de ellos, sus ojos oscuros tan penetrantes como siempre.
Negó con la cabeza —Hoy tengo migraña, así que pórtate bien.
—¿O qué? —lo rete.
El suspiro —Podrían suceder un montón de cosas.
No sabía si eran náuseas, mariposas en el estómago, una reacción alérgica a Luka o las hormonas, pero su respuesta me había gustado.
«Ya lo veremos.»
El viaje fue corto y en poco tiempo ya habíamos llegado al museo. Nunca antes había estado aquí, pero imaginaba que era uno de esos museos oscuros y aburridos, al entrar me tuve que tragar el asombro, me había estado quejando para nada. Ante mí había una ola de colores, texturas y figuras. Más que un museo parecía todo una obra de arte.
Cada cuadró, cada escultura, cada pequeña pieza era una obra de arte llena de color y vida.
Camina hacia el centro y quede frente a un hermoso y gran cuadro.
—Grace no te alejes del grupo —pidió Luka.
Yo me quedé quieta dónde estaba, ignorando al grupo y admirando cada detalle de este. Era una pareja besándose, él la abrazaba con cierta ternura y quizás a mis ojos algo de posición, como si en algún momento está se terminará marchando. Me llamo la atención, la diferente tonalidad de amarillo que se podía encontrar en él, pero no importaba el color, la expresión del rostro de la chica, segura y satisfecha, se ganaba toda mi atención.
—El beso —menciono Luka a mis espaldas.
—No quiero hablar de eso ahora —me queje.
Él rodó los ojos y señaló al cuadro —El cuadro se llama así.
—¿Y ahora me contarás la historia? —pregunte—. Si es aburrida no lo hagas, ya el cuadro es hermoso y no necesita una historia.
Él sonrió y Tienes razón, pero la historia hace que las cosas se vuelvan más hermosa y la de este cuadro aún más.
—¿A sí? Entonces dime cuál es —pedí acercándome a él.
El suspiro —Este cuadro fue el pedido de una pareja que estaba a punto de casarse, dicen que el pintor estaba enamorado de la chica y que se pintó así mismo en vez de a su prometido.
Me quedé boquiabierta —¡Claro! Eso explica por qué la sujeta de esa manera.
Luka arrugó en ceño y volvió a mirar en cuadro —¿De qué manera?
Con posesión, mientras más prohibido es o más imposible, más fuerte lo sujetamos, más lo cubrimos porque tememos que eso que deseamos desaparezca —explique con demasiado entusiasmo.
Él me miró complacido con una pequeña sonrisa en sus labios —Sí, puede que tengas razón.
Su mirada se volvió algo triste, mientras miraba al cuadro. Una mirada como la de un niño perdido.
—¿Te ocurre algo? —pregunté, él no permanecía en silencio por mucho tiempo.
—¿Te puedo enseñar algo? —pregunto.
Su voz era algo melancólica. Busque al grupo con la mirada, este ya había desaparecido del salón y habían pasado a otra exposición.
—¿Nos separamos del resto? —señalé.
Él se encogió de hombros —Están con el guía y son lo bastante grande, no me necesitarán. Solo un momento.
—Bien.
El camino con confianza, como si ya conociera a la perfección este lugar. Atravesamos varias salas y después entramos a un paso de escaleras, subimos al siguiente piso.
—Ahí dice que no entremos, Luka —le señale el cartel en la pared.
El tomo mi mano —Ya he venido muchas veces.
Atravesamos las salas que en su mayoría estaban presionadas y vacías. Él abrió una puerta y me hizo entrar al pequeño salón.
Había lo que parecía un montón de esculturas, pero estás, estaban cubiertas por sábanas blancas.
La habitación tenía poca luz, está entraba por la ventana y pasaba por las sábanas reflejando la tenue sombra de las figuras que estaban escondidas bajo ellas.
Luka se quedó frente a un cuadro y lo miro con la misma admiración que yo había sentido antes, solo que en sus ojos había algo de nostalgia.
—Es de Dante a Beatriz —dijo él señalando el paisaje.
Había un puente y un pasaje, algunas personas salpicadas en el fondo, pero había una que, en detalle resaltaba, era una mujer.
—¿Cuál es su historia? —pregunte.
—¿Te parece que tiene una historia bonita? —él me miró con una pequeña sonrisa.
—Mi profesor de filosofía me enseñó que todo tiene una historia que lo hace especial —señale.
Él asintió con la cabeza —Dante estaba enamorado de Beatriz, pero cuando eso sucedió ella era muy joven y él estaba casado, así que se contentaba con mirarla pasar, este es uno de sus cuadros dónde puedes ver a Beatriz con la misma admiración y deseo con la que la veía Dante. Tan cerca y a la vez, tan lejos, se amaban.
Suspiré, no era una historia bonita. Parecía que todas las historias de amor prohibido, terminaban siendo solo eso, algo prohibido que nunca tuvo lugar.
—¿Por qué simplemente no se acercó a ella si se amaban? —señale, necesitaba una respuesta lógica.
—La moral a veces es más fuerte que el deseo y no puedes ignorar tu conciencia —explico él, en un tono firme y seguro como si estuviéramos en plena clase.
—De que sirve la conciencia, si te mantiene anhelando a lo lejos, es estúpido y la moral está conformada por un montón de leyes absurdas —me cruce de brazos, está conversación, me estaba enfadado.
—La conciencia te protege de arrepentirte y la moral mantiene el orden aun sus leyes sean infundadas por el hombre —señaló él, en un tono severo.
—¿Te arrepentirás de amar, de querer a alguien o de desear darle unos segundos? —me gire hacia él y lo mire directamente a los ojos esperando una respuesta.
Él estaba algo agitado, sus ojos oscuros se paseaban por mis labios.
—Por supuesto que no —respondió.
Mi corazón ardía, todo este tema había sacado algo que tanto me molestaba. Odiaba ser un error para él y odiaba admitir que él era un error para mí.
Yo solo quería que él fuera mi más valiosa necesidad.
—¿Es un error querer besarte? —pregunté.
El cerro, los ojos —Es deseó.
—¿Es un error querer más que un beso? —volví a preguntar.
—Y trae consecuencias —respondió, omitiendo que para el todo eso era un gravísimo error.
—Entonces eres un error —era mi error favorito.
Cerré los ojos y tomé aire, había hablado tanto y no me había dado cuenta. Mi corazón latía con fuerza y mis manos estaban sudando, no siquiera mis nervios habían logrado detener mis palabras.
Me di la vuelta para marcharme, pero él me tomo del brazo con delicadeza y se acercó a mí.
—Quiero cometer este error —confesó en voz baja.
Acaricio mi mandíbula con sus dedos, obligándome a levantar el rostro, sentí su respiración contra mis labios y sus dedos descender hasta mi nuca. Su nariz rozó la mía y mis ojos se cerraron antes de sentir la suave piel de sus labios sobre los míos.
Fue un beso inocente y corto, pero él no se separó de mí. Tomo mi otra mano entre la suya y entrelazó nuestros dedos, me hizo caminar de espadas hasta que sentí la pared contra mi espalda, levanto mi brazo por encima de mi cabeza y volvió a rozar sus labios con los míos.
—Sabes a piña —menciono
-Se me olvidó lavarme la boca después de desayunar —confesé, solo porque estaba muy nerviosa.
Él unió nuestras frentes y sonrió —La piña es mi fruta prohibida.
—Ah, no me digas que eres alérgico a la piña —bromee.
Él me besó, esta vez un beso el prolongado que me dejó sin aire.
—No, pero si creo que soy adicto a tus labios y a todos esos sabores que le agregas.
Levanté el rostro —¿Y después qué?
El tomo mi pierna y la levanto hasta que rodee su cadera con ella, se presionó contra mí y pude sentir su excitación por encima de la ropa. Mordí mi labio, quería sentirla completamente, pero este no era el lugar y no sabía si algo así se pudiera cumplir.
Volvió a besarme, tomo mis labios entre los suyos y los lamió, succiono y dejo pequeñas mordidas en ellos. Gemí contra su boca, cuando movió las caderas en círculos contra mí.
—Eso no es sano, Luka Caruso —susurré contra su boca.
—¿Que cosa no lo es? —pregunto él tomando uno de mis pechos con su mano—. ¿Esto?
Mordí mi labio, cuando lamió encima del escote y luego dejo un beso en mi clavícula.
Con la mano que no tenía sujeta por encima de mi cabeza acaricie su pecho hasta tocar su excitación por encima de la ropa, la acaricie con la palma de mi mano, se sentía caliente y demasiado rígida.
—Esto —respondí—. Es peligroso quedarse tan caliente.
«Adiós conciencia.»
Me beso de una manera furiosa y hambrienta. Sentí su lengua juguetear con la mía, sus dientes rozar el borde de mis labios y su mano apretar con fuerza mi pecho. Una bestia peligrosa había sido despertaba.
«Adiós moral.»
Su mano apretó mi muslo y siguió hacia arriba quedando escondida bajo la falda, lo sentí acariciar el interior de mis muslos.
—Tienes razón, es muy peligroso —murmuró él contra mi cuello.
«Dios, Dante y Beatriz.»
Sentí la tela rasgarse y sonreí —No sabía que eras de esos que rompían la ropa.
—Siempre hay una primera vez —respondió volviendo a besarme.
Mordí su labio cuando sentí dos de sus dedos acariciar mi hendidura. Eche la cabeza hacia atrás, él mordió mi cuello mientras seguía con su suave caricia y lo repetía una y otra vez.
—Ese audio ¿Estabas sola cuando lo hiciste? —pregunto.
Vaya momento para sacar el tema —Importa eso ahora.
Grite cuando hundió uno de sus dedos en mi interior, haciendo círculos con él. Solté un gemido, mientras me arqueaba contra la pared, invitándolo a buscar más profundidad.
Responde —ordeno él.
—Sí..., estaba sola —respondí.
—Muy bien —parecía satisfecho.
Acaricio mi centro con su pulgar, me aferré a su hombro y abrí mi boca en busca de aire. Se sentía demasiado bien.
—Me gustan tus gemidos —confesó—. Me hiciste regresar solo por eso.
Lo sentí aún más profundo, bombeando en mi interior mientras seguía acariciando mi centro con extrema suavidad.
—Eso es muy malo señor Caruso —le dije con la voz temblorosa.
Negó con la cabeza, manteniendo una sonrisa en su rostro —Incluso antes de que lo enviaras ya yo tenía ganas de verte, Grace.
Un segundo dedo y otro grito escapó de mis labios. Soltó mi brazo que ya dolía de estar levantado y me tomo de la nuca para acercar mi boca a la suya, me beso tragándose los gemidos que provocaba con sus dedos.
Esto era peligroso, pero se sentía demasiado bien para decirlo. No quería que se detuviera.
Poco a poco nos fuimos poniendo de rodillas en el suelo.
—Abre bien —pidió contra mi boca.
Me tuvo de rodillas frente a él, abierta y expuesta, sujetándome contra su cuerpo sin dejar de tocarme.
—Quiero —toque su erección.
Él negó con la cabeza y se hundió con más fuerza en mí, una y otra vez, hasta que el interior de mis muslos comenzó a temblar y mis gemidos se habían convertido en un jadeo pesado. Me dolían las piernas y aun así no quería que se detuviera.
—Oh, Grace —murmuró volviendo a besarme—. Te ves preciosa así.
Solté un grito cuando todo en mi interior se rompió, me moví contra él y mordí su hombro para ocultar mis gritos de placer. Me hizo acostarme en el suelo y me cubrió con su cuerpo, casi aplastándome. Movió las caderas y lo sentí tan duro que el calor y el deseo habían vuelto rápidamente a mí.
—Te deseo Luka — acaricié su cabello oscuro y lo atraje a mí para que me besara.
—No puedo calabaza —confesó—. Solo puedo darte esto y nada más.
Eso había sido peor que su simple «vete.» El mismo había creado una línea que no traspasaría y me daría solo un poco para satisfacer mi necesidad, como si yo lo necesitará más que él a mí, como si no fuera un deseo mutuo que teníamos ambos.
Me sentía ridícula después de esto, porque yo seguía siendo un error y no era un error que él quisiera cometer sin importar nada más, yo era algo malo para él, algo prohibido de lo que solo sé, atrevía a tomar un poco.
—Si no me das todo, no voy a querer nada —empuje su pecho para qué se quitará de encima.
Me miró algo confundido —¿Crees que no quiero todo? De ti lo quiero todo —confesó.
Me levanté del suelo, quitándome por completo mis bragas que ya estaban rotas.
—Pero no soportarías cometer el error, ¿verdad? —solté enfada
Él se levantó del suelo, acomodo su cabello y me siguió mirándome con desconcierto.
—No puedo hacerlo —confesó.
Le lancé las bragas y salí caminando a la puerta.
—¡Grace espera, no me estás entendiendo! —me llamo caminando detrás de mí.
—¡Te entiendo a la perfección! —le grité—. Sigo siendo un error, el puto fruto prohibido que te comes para después arrepentirte y no quiero eso.
—¡¿Y qué quieres de mí?! —me sorprendió su grito—. No puedo darte nada.
—¡¿Por qué no?! —le grite, yo también podía.
A mí me había dolido más, mis ojos picaban por las lágrimas y me negaba a llorar frente a Luka, quería irme de aquí.
—Lo que sucedió fue precioso, pero es algo que jamás podremos cruzar —comenzó a explicar—. Me niego a cruzar la línea, porque sé que después tendré que verte desde la distancia y me niego a eso.
Y ahí estaban las lágrimas. Limpie mis mejillas rápidamente, él se acercó, pero yo me aleje. No quería su lástima ni su consuelo.
—Pues se queda aquí —dije con seguridad—. Gracias por el orgasmo, pero ahora vete a la mierda Luka Caruso.
El intento decir algo más, intento acercarse, pero se detuvo —Calabaza.
Lo señalé con el dedo —Me vuelves a decir así y sales en las noticias como víctima de asesinato.
En el camino de regreso acomode mi ropa y seque mis lágrimas, cuando me uní al grupo lo hice de tal modo que nadie me noto.
—¿Te habías pedido? —pregunto Greta cuando estábamos a punto de subir al bus.
—Sí, bueno, no, me quedé en otra exposición —mentí.
Ella alzó las cejas —¿Con Caruso?
Negué con la cabeza —¿No estaba con ustedes?
—No, se perdió.
Subimos al bus, él aún no estaba en la fila y llegó segundos después de que todos entrarán. No dijo nada, solo se sentó en silencio a mi lado.
Tomo mi mano y dejo un pequeño papel doblado. Lo abrí, tenía escrito un penoso «lo siento»
Rompí el trozo de papel —Puedes hacerlo mejor, imbécil —murmuré.
El solo suspiro y se puso las gafas de sol.
Un viaje genial.
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