Quiereme de lejos #11
Capítulo 11
Quiéreme de lejos
Grace
Para que existiera el amor necesitaba existir, él odió, para el orden el desorden y eso mi cuerpo ya lo sabía muy bien.
Cajas por aquí, montones de ropa por la cama, zapatos dispersos en el suelo y libros amontonados en el sillón. Un total desastre que había causado esta mañana, o mejor dicho, había empeorado el desastre ya existente.
Me había dado por uno de esos días en los que te planteas tu existencia en el mundo y como las razones son tan pobres te pones a limpiar, para que al menos el desastre de tu vida se vea un poco mejor. Ahí estaba yo, la encantadora Grace Abbey, con una fregona en la mano y un plumero en la otra.
—Bebí, fume, me enamoré…, no sé qué más —cante al ritmo de Pablo Capo, mientras movía mi cama de lugar—. ¡Dicen que voy a morirme y no es de la risa!
—¡Grace! —me grito Greta desde la puerta de mi habitación.
—¡Ay! ¡Me asustaste idiota! —le grité de vuelta.
Ella miró el sitio con algo de confusión y asombro, no sé atrevía ni siquiera a atravesar la puerta.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, bajando el volumen de la música.
Abrí mis brazos y gire en el aire —Estoy limpiando y soy feliz.
Alzo las cejas —Sí, puedo notarlo.
—Cállate y ayúdame a colocar la ropa —pedí, entrando y saliendo del armario con mi ropa para colgar.
Ella empezó a hacer la cama y sin mirarme pregunto —¿Sucedió algo ayer con el señor Caruso?
Señor Caruso mi trasero, era el hijo de la gran puta Caruso.
Mostré una sonrisa —Ya todo quedó bastante claro.
—¿Significa eso que nada de besos, audios gimiendo o tocamientos indebidos? —pregunto Greta, cruzando sus brazos y mirándome con algo de picardía.
—Significa que le haré la cobra en todos los sentidos posibles —explique, bastante segura—. Ante ti está una nueva Grace.
«¿Qué podía salir mal?»
Ese hombre me había intentado manipular una vez, moldearme a su modo aburrido y frío, al punto de que en mi cabeza solo tenía nombre de filósofos que ni siquiera me importaba, al menos esa información no me funcionaría.
Claro, reconozco que soy un amor de persona, bella y divertida, eso hizo que Luka sufriera un cortocircuito en su sistema y pusiera su boca donde no era. Bueno, no estaba mal, pero no podía volver a ocurrir.
Si algo odiaba, yo era lo desconocido, no soportaba hablar del futuro, simplemente porque odiaba no saber lo que pasaría e intentar algo con Luka sería sumergirme en algo desconocido y peligroso.
Ya lo dijo el padre Alejandro «Aléjate del pecado Grace» bueno seguramente no lo dijo así, pero mi cerebro adapto su voz con esa frase y me parece correcta.
—Eso está bien —dijo Greta, sentándose en la cama y encogiéndose de hombros—. ¿Qué harás ahora?
Me acosté a su lado —No lo sé, supongo que debo cortarme el cabello, cambiarlo de color o hacerme un tatuaje.
Ella empezó a reír —Ya has hecho eso.
Tenía razón y justo había dicho que no volvería a tocar mi cabello. Ya el pobre se estaba recuperando de muchos desastres emocionales para pasar por uno más.
—¡Perforación!
El extraño hábito de la humanidad de cubrir el dolor con dolor, no es que lo sucedido con Luka me doliera, pero sí había algo que me incomodaba y necesitaba de este doloroso proceso para ser recuperado. Cómo dije, es un hábito que a menudo termina en dolor, masacres de cabello, tatuajes emocionales y ridículos, incluso algunos van al gimnasio y se ponen buenorros después de una desilusión. Yo podría hacer eso, pero sabemos que no duraría ni una semana.
Me quité el cubito de hielo de la oreja —Creo que ya no me la siento.
Greta tomó la aguja de coser con su mano temblorosa —¿Estás segura de esto?
—Si tú hazlo de una vez —me acomode y ella colocó la aguja sobre la piel.
—No lo sé Grace, me da miedo.
Solté un bufido —¡Solo hazlo! —dolor, mucho dolor—. ¡Ay, hija de tu puta madre!
—¡Ya está, ya está! —grito Greta, sacando la aguja y colocando un pendiente.
Las lágrimas empapaban mi rostro y una risa nerviosa se había apoderado de mí. Greta seguía temblando
—A ver —me miré al espejo, mis mejillas estaban rojas—. No me dolió.
—Bien, ahora la otra oreja —me informo.
—¡Ni una mierda! —le grité
Me quedaría con un pendiente en una oreja y la otra tendría dos, bastante normal, ¿verdad?
Todo este proceso, aunque doloroso, me había logrado animar al menos por el resto del día, hasta que llegó el lunes. No quería salir de casa y no sabía qué justificación dar para que mis padres me dejarán quedarme.
—Me duele la oreja —le dije a mamá.
—Esa no es una buena razón Grace —respondió mamá—. Tienes que ir, ya te queda poco y pronto entraras a la universidad ¡Céntrate!
No puedo centrarme cuando tengo a Luka frente a mí, ni siquiera sé qué haré una vez que acabe y pensar en eso me daba ansiedad.
—¡Matteo, dile algo a la niña! —pidió mamá dirigiéndose a mi padre.
Este acomodo sus gafas y dejo el desayuno a un lado —Grace la vida es una fruta que necesita madurar, esto lo logras si aprendes, si no lo haces se echa a perder.
Intenté buscarle el sentido a su frase.
—¿Una fruta? —no le veía mucha lógica.
De ser así duraría muy poco.
—Exacto ¿Que aprendemos de esto? —pregunto papá, como si me hubiese dado la enseñanza más valiosa de toda mi vida.
Quizás sí que lo hizo. Lo pensé un poco más.
—¡Disfruta la fruta! — grité y ambos pegaron un brinco.
Papá se quedó en silencio —Vale cariño, lo que tú digas.
La vida era una fruta y tenía que disfrutarla. A mis dieciocho años no tenía que preocuparme por un profesor idiota que no sabía lo que quería, bueno ni yo misma lo sabía y no me iba a volver loca por eso. Disfrutaría de lo que tenía, como había hecho antes de que llegara mi querido profesor.
Llegué a la escuela temprano dando saltos de alegría, hasta que lo vi a él; sin embargo, decidí pasar a sí lado igual de feliz tarareando una canción.
—Ni tan novios ni tan amigos —cante tranquilamente.
—¿Qué dijiste? —se giró Luka para preguntar.
Le mostré la más tierna y falsa de mis sonrisas —Pedro Capo, tiene lindas canciones. Buenos días, señor Caruso.
Seguí caminando, totalmente segura de lo que hacía, hasta llegar a mi salón. Me senté junto a Greta con una enorme sonrisa.
—¿Y esa cara a qué viene? —pregunto, mirándome como si fuera un bicho raro.
Suspiré —Hace un día grandioso.
—Buenos días, clase —saludo Luka entrando al salón.
No lo había visto bien está mañana, llevaba una camisa negra remangada hasta los codos, pantalones grises y estaba simplemente perfecto. Con la piel de las mejillas salpicadas por esas ligeras pecas que solo yo había visto de cerca.
Él dio la clase sin interrupciones o mejor dicho, en ningún momento me miró o me dirigió la palabra a pesar de mantener una buena participación con el resto del salón, incluso con Greta. Eso estaba bien, supongo.
—Quería felicitar a las señoritas Walker y Abbey —dijo él, ambas nos miramos con desconcierto—. La presentación agradó a los representantes y han decidido invitarnos a todos, mañana, al museo.
«¿Premio o castigo?»
—Ah, ¿Si gusto? —pregunte frente a todos.
Para mí la presentación había sido un total fracaso. Seguramente al menos lo que dijo Greta fue agradable para ellos.
—Sí, al final, ese toque de realidad es lo que buscamos en esta materia, aunque le recomiendo la próxima vez ser más profesional —explico
Odiaba cuando hablaba de ser profesional, cuando claramente él eso se lo había saltado en más de una ocasión.
—Genial, gracias señor Caruso —soltó Greta, evitando así que yo pudiera decir alguna burrada.
Me quedé en silencio de brazos cruzados. Ahora encima tendría que ir a un aburrido museo en el que seguro me darán una charla aburrida sobre algo que puedo encontrar fácilmente en mi gran amigo Google.
—Señorita Abbey, necesito que me acompañe, le daré las entradas y podrá repartirlas —pidió él.
Lo que me faltaba. Me levanté con notable molestia y lo seguí a su oficina, no llegue a sentarme, ya que no sería necesario y permanecí de pie junto a la puerta.
—Aquí tiene —me paso un sobre con las entradas.
—Las entregaré ahora mismo, señor Caruso — aseguré, a punto de irme.
—Grace —me detuvo—. ¿Cómo me has llamado?
—Señor Caruso ¿Está mal? — pregunté.
Obvio no lo volvería a llamar de manera informal. Greta tenía razón si lo trataba como lo que era, mi profesor, a la larga acabaríamos entendiendo eso.
«¿Quería entenderlo?»
Debía hacerlo, algo en él me volvía inestable, quizás era todo él.
—No, supongo que está bien —respondió, dándome la espalda.
El día continuo avanzando y yo cada vez me sentía peor a pesar de no haberme encontrado con Luka más de lo necesario. Había estado bien tratarlo como lo que era, pero no lo había sentido bien.
Tenía esa necesidad de irritarlo, quería hacerlo y que él acabará besándome con esa calma con la que habitualmente empieza, disfrutando de cada roce.
—Tierra llamando a Grace —susurro Marcello en mi oído.
Levanté la cabeza de la mesa, casi me había quedado dormida.
—¿Qué sucede? —restregué mis ojos.
—Greta se acaba de ir con sus padres, me pidió que te avisará —informo este—. Si ya terminaste podemos irnos, parece que lloverá muy pronto.
—Mejor adelántate, ya iré sola — aseguré y así hizo.
Marcello era un buen chico, pero a veces hablaba demasiado hasta rozar lo ridículo y no me apetecía ahora escuchar sus chistes.
Recogí mis cosas y caminé a la salida. Luka estaba saliendo, cuando me vio se detuvo.
Pase a su lado ignorando su presencia.
—Te asustan las tormentas —recordó él—. ¿Quieres que te lleve a casa?
Me sorprendía que lo hubiese recordado y tenía razón, el cielo estaba negro y seguramente acabaría lloviendo muy fuerte pronto.
—No creo que sea profesional —repetí la frase que tanto a él le gustaba.
Suspiró —No hace mucho estuviste enferma, como profesor y como hombre sería incorrecto que te dejará caminar en plena tormenta.
Bien, no tenía que darme más razones, yo tampoco quería caminar por una tormenta.
—Vale, si insistes —mencioné, encogiéndome de hombros.
Él sonríe y hace un ademán para que camine delante de él hasta su coche. Esto no están mal ¿O sí?
—¡Luka cariño! —grito una mujer a nuestro lado.
Ya odiaba esa voz y ni siquiera la conocía, quizás era una bellísima mujer. Se acercó a nosotros con sus tacones de punta fina rosados y abrigo blanco de piel, olvídenlo, la odiaba.
Con un simple vistazo podía darme cuenta de que era una tonta presumida sin un gramo de cerebro ¡¿Cómo podía usar piel?!
—¿Maritza que haces aquí? —pregunto él aceptando que ella besara dos veces su mejilla.
—¡Quería darte una sorpresa! —dijo ella con entusiasmo, me miró—. ¿Quién es ella?
Mire a Luka, él se había quedado sin palabras mientras me miraba y boqueaba como un pez por no encontrar una respuesta, pero solo había una respuesta.
—Buenas tardes, mi nombre es Grace Abbey, soy la estudiante del señor Caruso — expliqué, con una sonrisa forzada.
Ella abrió la boca y soltó un grito de alegría —¡Genial! Qué niña más guapa ¿Qué edad tienes? Quince.
Vale que no tenía tetas, era bajita al menos más que ellos dos, pero no tenía las pintas de una quinceañera.
—Dieciocho —respondí apretando mis dientes.
—Seguro que te va genial en… —se quedó pensado.
—Filosofía y no, me va fatal, pero se hace lo que se puede —admití.
—No es así, Grace es una de mis mejores estudiantes, destaca mucho en su realismo y naturalidad —respondió Luka, mirándome a pesar de que hablaba con ella.
—¿Solo por eso? — pregunté.
Un silencio incomodó se había instalado entre nosotros. Mi pregunta podía malinterpretarse, teniendo en cuenta que entre nosotros habían pasado un montón de cosas. No quería ser especial para él, ni siquiera quería que me considerara una buena estudiante, era mejor ser un fantasma para él.
—¿Nos vamos? —pregunto Maritza.
—Bueno, yo mejor los dejo —pase entre ellos.
No quería mirar hacia atrás y verlo ayudándola a subir al coche. Me sentía mal, ella me había tratado como una niña idiota o al menos así lo había sentido. Quizás es lo que era para muchos, incluso para él, por eso veía esto como un desagradable error. Ya lo había dicho antes, yo era inmadura y una irresponsable.
Comenzó a llover y yo apuré el paso, igual llegaría a casa empapada.
—¡Grace, sube al coche! —me grito Luka conduciendo muy despacio detrás de mí.
Me giré, note que estaba solo.
—No, gracias, señor Caruso — caminé más de prisa.
Él me siguió desde el coche.
—Venga Grace, te puedes enfermar —insistió.
Me detuve y tomé aire —¡No quiero!
La lava ya había explotado, solo que esta vez no se sentiría tan bien como besarlo. Estaba enfadada con él, especialmente con él.
Sentí la puerta del coche, cerraste de un portazo y en poco tiempo ya lo tenía detrás de mí sujetándome del brazo y haciéndome girar para tenerme frente a él. La lluvia lo cubrió empapando su camisa y causado que la tela de esta se pegará a su cuerpo.
—¡¿Qué pasa contigo?! —me grito, aferrando sus dedos en mi brazo.
Lo empujé —¡No quiero subir a tu puto coche!
—Hace un momento si querías —recordó él.
No podía mentirle, era mejor acabar con esto y que supiera de una vez todo lo que pensaba.
—Hace un momento no estabas con tu novia — señalé.
Él mostró una sonrisa, no le hacía gracia, solo estaba molesto. —Ella no es mi novia.
—¡Lo que sea! —volví a gritarle, odiaba que mintiera—. Cada vez que la veo me siento estúpida.
—¡¿Por qué?!
Me alegraba qué no hubiera nadie cerca, estábamos dando todo un espectáculo con nuestros gritos.
—¡Siento que me utilizaste! —confesé.
No quería que solo sintiera deseo o atracción hacia mí, quería más, quería sentirme especial entre los brazos de un hombre como Luka. Que sus besos fueran sinceros y que me admirara, no sabía por qué, pues no había nada especial en mí, pero eso era lo que deseaba.
Él me tomó de las mejillas y me acerco a él —Jamás haría algo así, ho provato con lei, solo per dimenticare il sapore delle tue labbra —hablo en italiano, no había entendido ni una sola palabra.
«lo intenté con ella, solo para olvidarme del sabor de tus labios»
Toque su mano sobre mi mejilla —¿Qué dijiste?
—Yo no te debo ninguna explicación, pero te aseguro que no es mi novia —eso no fue lo que había dicho—. Sube al coche Grace
—¿Qué dijiste? —insistí.
Tomo mi mano y me llevo a su coche, abrió la puerta para mí.
—Que subas al coche.
Bien, no conseguiría nada de él. Subí al coche, el calor dentro era agradable, abrace mis rodillas haciéndome un ovillo.
Él se sentó a mi lado —Está lloviendo mucho.
—Los caminos a casa son peligrosos con esta lluvia —recordé.
—Sería incorrecto que te llevará a mi casa —explico él.
—Muy incorrecto — confirmé, eso no había salido bien la última vez—. ¿Podríamos regresar a la escuela?
Él me miró pensativo —Eso estaría bien, podemos quedarnos en mi oficina.
Yo y Luka en su oficina, eso no estaría bien.
Al llegar entramos corriendo al instituto, aún había algunos estudiantes esperando que la tormenta pasará, por lo que a ninguno le extraño vernos y por suerte yo había entrado un poco antes que él.
Camine abrazando mi cuerpo hasta su oficina, ya él había dejado la puerta abierta para mí y una vez entre, la cerré.
—Pon el seguro, no quiero que alguien entre y nos vea aquí —pidió quitándose la chaqueta.
Dudé un poco en hacerlo, ya sabía lo que había pasado la última vez.
—No pasará nada Grace —aseguro—. Te llevaré a casa una vez que pase la tormenta.
—Bien —puse el seguro
No sabía si sentarme en el sofá, terminaría empapado igual que yo. Estaba prácticamente goteando sobre el suelo de la oficina de Luka. Él abrió su armario y tomo una bolsa de alguna marca costosa, saco una camisa y un abrigo grande.
Me los paso —Cámbiate, mientras estás aquí.
Tome la ropa, él se dio la vuelta y comenzó a desabotonar su camisa, la tela cayó por sus hombros al suelo, el magnífico tatuaje volví a quedar al descubierto para mí. Me quedé embobada mirándolo mientras se colocaba una camiseta sencilla.
—Grace, si yo no miro, tú no mires —advirtió en un tono gracioso.
Me giré rápidamente, el corazón me latía con fuerza y sentía mis mejillas arden.
Me quité la camiseta y los shorts que llevaba para colocarme su ropa.
—¿Por qué tienes ropa aquí? —pregunte mientras abotonaba la camisa.
—Justo la compré hoy —explico.
Con razón nada de esto olía a él, era nuevo. Me quedaba sumamente grande, pero estaba caliente y era Cómodo.
Cuando me gire él estaba mirándome de arriba abajo, mostró una pequeña sonrisa.
—Te queda bien —aseguro.
Él también estaba bien, con una camiseta color crema y pantalones grises, pero no lo diría.
Tomo mi ropa del suelo —La colgaré para que se seque un poco.
Me dejé caer en el sofá mientras él colgaba la ropa y mire un poco con más detenimiento todo lo que tenía colocado en el estante de libros. Había una foto en la que se podía ver él un tanto más joven y recién graduado, con un chico de unos quince años y un hombre a su lado, los tres tenían un enorme parecido e imaginé que serían familiares.
—Pronto acabará —dijo mirando por la ventana.
—¿Por qué estás aquí? —me acerque a él—. ¿Por qué elegiste este lugar para ser profesor?
Aún no conocía nada de Luka. Parecía tener mucho dinero, pero un profesor no ganaba tanto para cubrir los lujos de Luka.
—Me gusta este sitio —explico él, recargado a la ventana.
—¿Por qué regresaste? —indague, la primera respuesta no me había convencido—. ¿A dónde fuiste?
—Lo primero no lo puedo responder Grace —hizo una pausa en la que miro mis labios, sentí mi cuerpo arder—. La segunda la sabes, fue a ver a mi familia.
—Y a Maritza — terminé por él, aunque no estaba segura de que lo diría.
El alzo, las cejas —Algo así.
—¿Que hace ella aquí? —cruce mis brazos frente a mi pecho y mire por la ventana.
No sé por qué me molestaba tanto hablar de ella con él, tal vez sí que estaba un poco celosa.
—Está de vacaciones, le hablé muy bien de este lugar —explico él.
—¿En tu casa? —volví a preguntar.
El suspiro e imitó mi posición —¿Por qué tantas preguntas Grace? ¿Celos?
Comencé a reír —¿Por qué debería?
Él mostró una pequeña sonrisa, se veía muy bien cuando sonreía, como alguien tierno y juguetón.
—No lo sé, pero no quiero decir algo de lo que después me arrepienta —respondió, dándome la espalda para sentarse en su lugar.
—Tú estabas celoso de ese chico de la presentación — aseguré.
No tenía pruebas, pero tampoco dudas.
—Puedes hacer lo que quieras con quien quieras, no me involucró en las relaciones de mis estudiantes —respondió él, ahora había adoptado un tono frío y distante para hablar.
Me quité el abrigo —Bien, dame mi ropa —pedí, el alzo una ceja—. Llamaré a Marcello, vive cerca y me puedo quedar con él.
Se levantó muy despacio de su lugar, camino hacia mí y me volvió a colocar el abrigo sobre los hombros.
—No sé qué planeas, pero no puedo darte lo que quieres —susurro demasiado cerca—. Así que no me hables de ningún otro hombre o acabaré haciendo lo imposible.
Demasiado cerca. No me estaba tocando, pero si tan solo uno de los dos se moviera solo un poco ya eso sería suficiente para besarlo.
Levanté mi rostro, mis labios rozaron su mandíbula —No quiero volver a ver a Maritza aquí o haré que lo imposible se vuelva posible.
Él sonrió —¿Y qué sería eso?
Me separé de él —La tormenta se detuvo, ya me puedes llevar a casa.
Él miró por la ventana y comprobó que en efecto ya no estaba lloviendo tan fuerte. Pase a su lado para tomar mi ropa y el sujeto mi brazo con fuerza, me empujó hacia él y me abrazo.
Sentí un beso en mi mandíbula y su respiración en mi cuello.
—No vuelvas a jugar así Grace —pidió él contra mi cuello—. Te espero en el coche.
Dicho esto salió de la oficina ¿Qué había pasado?
Ya esto se irá desatando y muy pronto tendremos a Caruso narrando. Díganme qué les va pareciendo en los comentarios y apóyame con tus votos
Gracias
Sígueme en Instagram @paloma_escritora
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro