Mensaje equivocado #8
Capítulo 8
Mensaje equivocado
Grace
Seguí con la vista fija en la pantalla de mi celular ¿Por qué no me había escrito ni un solo mensaje?
Había pasado toda una semana desde que Luka se había ido, una jodida semana sin saber de él. En más de una ocasión me había visto tentada a enviarle un mensaje e incluso pedirle perdón, pero, ¿por qué debería hacerlo? Él fue tan culpable de lo sucedido como yo o quizás más.
—Deja de mirar la pantalla —me pidió Greta por tercera vez—. En primer lugar, ¿por qué esperas a que te escriba?
Solo a ella le había contado todo lo que había sucedido, si no lo hacía sentía que iba a explotar. No podía guardar este secreto y necesitaba que ella me animará.
Me levanté de la cama —¡Él me besó!
Ella puso los ojos en blanco —Y quizás vio irse como lo más correcto.
—Correcto mi trasero. —camine a la ventana y estire mi brazo afuera con el celular.
Greta me miró como si estuviera loca —¿Ahora que haces?
—Quizás es un problema con la cobertura. —dije, mientras me inclinaba aún más.
Una notificación llegó a mi celular, volví a lanzarme a la cama para abrir el mensaje
Greta «estás loca.»
La miré mal por fastidiar mis esperanzas. Esperaba que ella entendiera la razón del porqué me sentía tan desesperada después de que Luka se marchara, bueno en el fondo yo no me entendía bien del todo, pero tenía varias razones. La primera me sentía culpable de que él hubiera abandonado todo por lo que sucedió, la segunda no estaba clara, pero tenía la esperanza de que volviera y me pidiera perdón.
Escondí el rostro en la almohada y solté un gemido lastimoso —No puedo seguir así.
—¿Y ahora te das cuenta? —murmuro Greta.
Suspiré —¿Qué hago?
—¡Levántate de una vez! —grito ella poniéndose de pie en la cama.
Me levanté de un salto, pues me había impresionado con su cambio tan repentino de humor que era tan raro en ella.
—¿Por qué me gritas? —la regañé.
Me lanzó una almohada en la cara a modo de respuesta o al menos eso pensé. Tomo mis mejillas entre sus manos y apretando mis cachetes me acerco mucho a ella hasta que nuestras frentes chocaron.
—¡Eres Grace Abbey! No te dejas controlar por nadie y mucho menos por un profesor que no supo dónde poner su boca ¡Ahora vístete y vamos a volvernos locas! —me grito tan fuerte que sus mejillas se pusieron rojas.
Los psicólogos son caros, ya lo sabía y mi mejor opción era escuchar a Greta, ella sabía qué decir siempre ¿Verdad?
En cualquier caso, una noche descontrolada no me haría mal, necesitaba beber y bailar, bueno, en realidad solo necesitaba beber. Estaba segura de que Luka no regresaría y si eso era así, el problema había terminado para mí.
—Tienes razón. —le dije totalmente segura—. A tomar por culo Luka Caruso.
Ambas chocamos palmas y corrimos a arreglarnos. Todo el mundo sabe que una noche de amigas es el mejor energizante en el mundo.
—¿Cómo me veo? —le pregunté a Greta mostrando mi conjunto.
Era un top de lentejuelas plateadas y unos pantalones negros acampanados, estaba cómoda, justo lo que necesitaba para tener mi noche alocada.
—Oh, ¿Por qué a mí me aprieta ese top? A ti te queda genial. —menciono Greta haciendo un puchero.
Mordí mi labio emocionado —Claro nena porque tú tienes tetas —pase mis manos por mis pequeños pechos—, mira yo plana, son ventajas que tengo.
Terminamos de tomar nuestras cosas y nos dirigimos a la fiesta que tendría lugar esta noche en casa de algún estudiante al que se le fue la mano con las invitaciones. Cuando llegamos el lugar, además de estar atestado de personas, apestaba a cigarrillos y alcohol, quizás demasiado para lo temprano que era.
Grace y yo no tardamos en unirnos al resto y entre trago y trago despejamos nuestras mentes o al menos ella lo hizo. Yo me escabullí entre el gentío con una botella de vodka e intenté bailar, moverme al ritmo de la música.
Mi único error fue cerrar mis ojos y dejé de estar en aquel sitio, deje de moverme con la música y lo hice contra el cuerpo de Luka, volví a sentir sus manos y sus gemidos ahogados en mi cuello. Sentí escalofríos en mi cuerpo y este extraño cosquilleo en el estómago.
—¿Bailas conmigo, Cariño? —pidió Marcello rodeándome con sus manos.
Me atrajo hacia él y yo acepte gustosa, coloque mi mano libre en su cuello y me moví con él y para él. Necesitaba liberarme de mis pensamientos poco sanos y le di otro trago a la botella, el líquido ya no quemaba en mi garganta, me había acostumbrado a este como si se tratara de agua o quizás estaba muy ebria como para sentir algún tipo de molestia.
—No deberías beber más. —me advirtió él, susurrando en mi oído.
Me acerqué un poco más. —Es que quiero besarte y para eso necesito beber.
Me miró con una sonrisa pícara en su rostro, me quito la botella y me apretó aún más contra su cuerpo.
Acaricio mis labios y susurro contra ellos. —Yo creo que eso no es necesario.
Lo besé incluso antes de que él se acercará más, atrapé sus labios y deguste el amargo sabor del alcohol y cigarrillos en ellos. Estos no eran suaves y los besos de Marcello siempre comenzaban y terminaban siendo rudos y furiosos, pero justo eso era lo que necesitaba.
Necesitaba volver a encontrar mi lugar y olvidar mis locas y prohibidas fantasías.
Podía sentir su cuerpo rígido contra el mío, seguro de lo que hacía, sus manos en mis caderas atrayéndome con total seguridad. Sabía que Marcello no me echaría arrepentido después de esto, ni después de nada más.
Lo tomé de la camisa. —Vamos afuera. —Pedí contra su boca.
Cómo un niño pequeño lleno de ilusiones, sus ojos brillaron. Tomo mi mano y me guío afuera de la casa, la brisa fría de la noche me hizo entrar en razón, pero aun así quería hacerlo.
Entramos a su coche y no tarde en sentarme sobre él para seguir con lo que habíamos comenzado. Me volvió a besar, esta vez con más deseos, sus manos atravesando la tela de mi top y tomado mis pechos con rudeza.
—Te extrañé mucho. —dijo contra mi boca.
No quería que hablara y mordí su labio —Tú sigue mejor.
Lleve mis manos a la hebilla de su cintura y comencé a quitarlo, él empezó a hacer lo mismo conmigo, pero algo más hábil y rápido.
Solté un gemido cuando con un dedo acaricio el borde de mi ropa interior y tiro del elástico solo un poco. Levante las caderas para darle menor acceso y suspiré cuando sentí el roce de sus dedos tocarme a través de la tela.
Cerré mis ojos y dejé caer mi rostro en su cuello, me moví contra su mano olvidando por completo que yo también estaba intentando desnudarlo y me concentre en la fricción que me estaba tanto.
Gran error eso de cerrar los ojos, recordé esa mirada oscura mirándome fijamente cuando estaba a punto y con esa imagen casi me pierdo en segundos.
«Bésame.»
«Muévete.»
—Luka. —Gemí gustosa.
—¿Qué? —pregunto Marcello.
«Vete.»
Me separé e inconscientemente le pegué un bofetón, quizás porque en realidad ante mí había visto a Luka y no a Marcello, quizás porque estaba muy borracha, no lo sé.
—¡Dios! Lo siento mucho. —le dije alarmada.
—¡¿Estás loca Grace?! —me grito Marcello.
Puse mi palma en su mejilla —Lo siento, lo siento de verdad. No sé qué pasó.
El suspiro, acomodo mi cabello detrás de mi oreja —Estás demasiado borracha, mejor te llevo a casa.
—No, yo mejor llamo a Greta. —le expliqué avergonzada. Ni siquiera podía mirarlo a los ojos.
—Se está divirtiendo y no te preocupes, yo la llevaré a casa. —Aseguró.
Podía confiar en él, siempre nos cuidaba y hacía todo lo que prometía, era algo que tenía a su favor y quizás lo que me hizo fijarme en él. A veces era un tonto, eso lo reconozco, pero para los chicos de su edad Marcello solía ser bastante responsable.
Entre a mi habitación totalmente agotada y mareada. Aún era temprano y me sentía como si hubiese estado bebiendo hasta el amanecer, lo cierto es que solo fueron unas tres horas.
Me dejé caer en la cama y comencé a escribirle un mensaje del que poco entendía a Greta, ¿por qué? Pues porque sí, me sentía faltan aún y quería saber cómo estaba ella.
Deje el teléfono a un lado y cerré mis ojos, para descansar.
—Eres un tonto Luka Carusso. —murmure.
¿Por qué no decirlo? La verdadera Grace Abbey no tendría miedo en gritarle lo tonto que era de explicar el porqué estaba tan molesta con él.
Era un cobarde que se había marchado sin decir nada y merecía que alguien se lo dijera. Sin duda alguna odiaba a Luka y lo odiaba mucho.
Tome mi teléfono celular y comencé a grabar un audio.
—¡Eres un idiota Luka Caruso! — grité con todas mis fuerzas—. No me importa que te fueras, es tu problema maldito, idiota.
Estaba enfadada con él y aún más conmigo, porque no podía sentirme tranquila después de lo que sucedió. No era nuevo para mí, ya lo había hecho antes, claro que nunca con un profesor mucho menos con Luka y sí, él había sido muy diferente al resto.
Su manera de mirarme fijamente, su voz, su cuerpo, todo era completamente diferente y atractivo. Yo solo quería tenerlo por un segundo más.
Imaginé su respiración contra mi vientre, aunque nunca antes hubiera estado ahí. Sus manos, aferrarse al elástico de mis bragas y tirar de ellas por mis piernas, abrirlas y dejar pequeños besos en el interior de mis muslos.
Sentí como soplaba en mi centro y mi piel se erizó por completo cuando sentí el calor de su boca atraparte.
Solté un gemido y arqueé mi cuerpo bajo mi propio toque, mientras seguía fantaseando con sus labios.
Me retorcí cuando aumento el ritmo con su boca y me saboreo con aún más intensidad. Grite al sentir sus dedos, llenarme, pero no era él, era yo quien lo hacía todo, mientras jugaba con mi imaginación y eso solo me frustraba mucho más. Lo quería a él y lo quería ahora.
Recordar cómo me movía contra él y como me besaba fue suficiente para mí, fue como un detonante que se activó en mi interior, haciéndome temblar y jadear de placer.
—Luka. —dije su nombre, mordí mi labio arrepentida.
Respire con dificultad, sintiendo la pesadez en mis ojos. Me hice un ovillo y quedé dormida casi al instante.
¿Cómo se sentiría estar a su lado después de algo así? Quizás me pediría que me fuera o quizás me abrazaría y besaría mi espalda hasta que me quedara completamente dormida.
¿Cómo sería dormir con él?
—¡Grace! —me gritaron.
Peque un grito en la cama y caí al suelo envuelta en la sábana. Sentía que todo a mi alrededor daba vueltas como si hubiese pasado toda la noche en una montaña rusa.
—¡Ay! ¿Por qué gritas? —me queje frotando mi trasero adolorido.
—¿Qué haces dormida? Te he estado llamando toda la mañana —me regaño Greta.
—Ya va, ya va. —me arrastré a cuatro patas hasta el cuarto de baño—. ¿Por qué tanto escándalo? Es muy temprano.
—¡Tenemos clases! —me grito.
—Espera, espera que algo me quiere salir por la boca. —dije apretando mis labios y corriendo la baño.
Vomité por mí y por toda una generación, ya no quedaba nada en mi estómago y mi aliento apestaba a vodka, yo apestaba en general.
Refresque mi rostro y me quedé sentada por un buen rato en la ducha, necesitaba un descanso. Ni siquiera recordaba que había pasado anoche realmente, me había besado con Marcello y casi que había sucedido algo más que eso, pero sí que sucedió.
Abrí los ojos. —Me cago en…, —no termine la frase—. Greta traer mi celular.
Greta entró asustada al cuarto de baño. —Aquí está, ¿qué tienes?
Tome el teléfono de sus manos, estaba temblando tanto que casi lo dejo caer. Abrí el contacto de Luka Caruso o como yo lo tenía agregado «profesor psicópata»
Había un audio que unos tres minutos. Mire a Greta con los ojos muy abiertos, ella estaba pálida mirando a la pantalla.
Le di a reproducir el audio, necesitaba saber que tanta vergüenza había pasado.
—¡Eres un idiota Luka Caruso! No me importa que te fueras, es tu problema maldito, idiota. —se escuchó mi voz.
—Mierda —murmuro Greta.
Cerré mis ojos con fuerza «¿Por qué hice eso?»
Un gemido, ambas soltamos un grito y volvimos la atención a la pantalla, el audio aún no había terminado.
Otro gemido, otro y otro, un pequeño grito de satisfacción y luego «Luka» había dicho su nombre al acabar, eso solo me causa más náuseas.
—¡Mierda! —grito Greta, esta vez perdiendo el control.
Horas después me encontraba media viva y media muerta, el estómago se me retorcía a cada paso que daba. No me encontraba especialmente bien y sabía que debía haberme quedado en casa, pero no podía decirle a mi madre que bebí tanto anoche que ahora no podía mantenerme en pie. Era mucho mejor esto que quedarme en casa soportando el castigo que vendría.
—¿Te sientes bien? —pregunto Greta acomodando algunos mechones sueltos detrás de mi oreja.
La miré mal, presionando mi mano sobre mi estómago en un tonto intento de controlar las náuseas.
¿Cómo iba a estar bien? Le había mandado un audio a mi profesor de filosofía mientras me masturbaba pensando en él, mucho peor, dije su maldito nombre.
No pudo ser Bratt Pitt, yo siempre tenía que hundirme más en la mierda. Luka, odiaba ese nombre.
—Perfectamente. —Respondí, haciendo una mueca de desagrado.
Camine a la entrada del instituto cuando Greta me tomo del brazo y me tiró hacia un costado, me di un golpe fuerte en el hombro y solté un grito que ella silenció con su mano.
—Está ahí. —susurro.
Mire a la dirección que señalaba y sentí que mi cuerpo se derretía, justo eso quería que sucediera, necesitaba evaporarme y no volver nunca más.
Luka había estacionado su coche y bajo de este tan impresionante como lo recordaba, con una camisa perfectamente ajustada a sus hombros, pantalones azules claros y un bonito bolso blanco colgado de su hombro.
—Deja de babear por tu profesor. —me regaño Greta.
—¡Yo no estoy haciendo nada! —me defendí.
Estaba claro para todos que él era un hombre atractivo, pero jamás babearía por él y mucho menos tocaría ese cuerpo tan…, tan de él. Me provocaba náuseas la simple idea de tenerlo frente a mí.
—Vamos, entremos rápido. —dijo Greta tirando de mí.
Corrimos por los pasillos con la intensión ese llegar rápido a nuestro salón de clases, de momento eso era lo principal, ya luego pensaría en como evitar a Luka.
Entramos rápidamente. —¡Al fin! — exclamé.
—Señorita Walker, señorita Abbey, tomen asiento por favor. —ordeno Luka.
Las piernas se me ablandaron y tuve que sujetarme de mi amiga para no caer al suelo de la impresión.
—¿Está bien, señorita Abbey? —pregunto Luka sin mover si un solo músculo.
—Sí, sí, estoy perfectamente. —dije, se me había olvidado como caminar.
Llegué a mi lugar sujetándome de todas las mesas, cuando me senté no me quedé más tranquila, sus ojos estaban clavados en mí.
—Bueno, como les decía, tome estos minutos para explicar que retomaré las clases con ustedes y los estaré llamando uno por uno el día de hoy —me volvió a mirar. Mi pecho ardía—. Señorita Abbey, usted será la primera. Acompáñeme, por favor.
Greta me dio un apretón en la mano, tenía el rostro pálido y estaba más fría que un muerto. Yo sabía que a mí me ocurría todo lo contrario, seguramente estaría roja como un tomate y a punto de pegarme un bofetón para apagar al incómodo tic nervioso que se había apoderado de mi mejilla.
No sabía si reír o salir llorando de este sitio.
Camine detrás de él hasta su oficina, abrió la puerta y una vez adentro me invitó a sentarme en el mismo sitio de siempre. Estar aquí me causaba falta de aire, no podía mirarlo y no recordar lo que había sucedido aquí.
—¿De qué quería hablarme, señor Caruso? —pregunte en un tono tímido.
Él me mostró un sobre. —La universidad Brown la invitó a presentar su exposición sobre el amor.
Empecé a reír —¿A mí?
—Sí, solo que esta vez sí lo hará con su compañera Greta. —explico sin mirarme.
Lo hará Greta y yo sonreiré, entendido.
—Bien. —tome el sobre—. Podía habernos llamado a las dos, ¿tiene algo más que decir?
Estaba hablando con demasiada confianza y ya me daba por loca, pero era la mejor manera de fingir normalidad y ocultar mi manojo de nervios.
—Sí, tengo algo más que decirle. —se acomodó los lentes de Harry Potter—, sobre lo que paso aquí.
Me levanté rápidamente —Oh, no tranquilo, sobre eso si no hay nada que decir.
Él se levantó y me siguió hacia la puerta. —Sí que tenemos que hablarlo, estaremos mucho tiempo juntos y no podemos simplemente ignorarnos.
Volví a reír, esta vez una carcajada —Tranquilo profesor, te ignoraré tan bien que tú no tendrás que hacer nada.
Tocaron a la puerta, ambos nos miramos. Se suponía que estábamos en una reunión, no había nada de malo en eso.
Luka abrió la puerta y su rostro se enfrió aún más de lo normal cuando la rubia que están detrás se lanzó a sus brazos con un grito.
—¡Sorpresa cariño! —chillo la mujer con un exceso de rosa sobre su cuerpo.
«¿Cariño?»
Mi cara lo decía todo. —Muy bien profesor, ya tengo la información, así que volveré a clase ahora.
Camine a toda prisa, quería alejarme de ellos. Esta vez Luka no se liberaría tan fácil, el muy cerdo tenía novia.
¿Para qué había venido ella aquí? ¿Quería hacérmelo saber quizás? Lo odiaba mucho más ahora.
Hola espero te gustará este capítulo déjame saber en los comentarios. Me han pedido algunos capítulos de Luka narrando así que no se preocupen que muy pronto lo tendremos.
¿Qué opinan de Maritza? ¿Amiga o enemiga?
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