Los pecados de Grace #7
Capítulo 7
Las siguientes escenas no fueron creadas con el objetivo de ofender a ninguna religión, sino con el objetivo de divertir, es comedia, no se lo tomen en serio.
Los pecados de Grace
Grace
Camine de un lado a otro por mi habitación, eran las tres de la mañana y aún no había podido pegar ojo, toda esta situación era demasiado intensa para mi pobre corazón.
Había intentado llamar a Luka, no sabía aún para que lo había hecho, su voz cansada termino dejándome en blanco.
Necesitaba decirle a alguien, confesar mis pecados.
La conversación con Greta no había mejorado nada, aunque al menos recupere su amistad, pero por un costo muy alto.
Aún recuerdo sus palabras, «Tus padres lo matarán y estoy segura de que a ambos los expulsarán.»
No tenía por qué suceder, después de todo lo que sucedió se quedó entre nosotros y no llego a nada más. Fueron solo unos cuantos besos equivocados y un poco de caricias a través de la ropa, solo debo restarle importancia a eso.
No deje de pensar durante toda la noche y al final me puse a pensar que tal vez sí necesitaría la ayuda de Dios o una confesión. Este caso tenía que ser atendido por el de arriba.
—¿Por qué estás vestida así? —pregunto mamá sirviendo revuelto en mi plato.
«Para parecer más casta, pura y no tan puta» Pensé.
No sabía si hacía bien con este absurdo plan. Me había puesto un vestido blanco a la altura de la rodilla, lo había acompañado con unas sandalias y una chaqueta sencilla para el frío. También organicé mi cabello por primera vez en mucho tiempo.
—¿Estoy mal? — pregunté a mis padres.
Mi papá ni siquiera me miro —Como de primera comunión, algo así. —Respondió.
Bueno, al parecer en algún momento sí me había visto, solo que fue suficiente para él. Quizás no me veía muy bien.
—Estás linda, solo que un poco diferente. —aclaro mi mamá—. ¿Te llevo al instituto?
Lo pensé un poco —¿Me puedes llevar a la iglesia?
Ambos me miraron como si una mosca radiactiva me hubiese picado la cara y esta se hubiera puesto verte.
Mis padres eran religiosos o al menos ellos decían eso. Solo sé que la primera y última vez que había entrado a un sitio como este había sido en mi bautizo.
—¿Quieres que entre contigo? —pregunto mamá.
Negué con la cabeza bajando del coche —De aquí iré a clases en tren.
Ella me miró por la ventanilla —¿Hija estás bien?
«No, mamá, no estoy bien, tuve pensamientos impuros toda la noche con mi profesor.»
—Estoy bien. —Mentí.
Nada más entrar al sitio ya me sentía fuera de lugar y no tenía idea de lo que tenía que hacer una vez entrara.
Encontré a una señora arrodillada en el suelo, murmurando algo demasiado rápido y no la entendía.
—Disculpe, ¿dónde se confiesan aquí los pecados? —pregunte en voz baja inclinándome hacia ella.
Me miró como si fuera un bicho raro —El padre Alejandro está en el concesionario. —señalo
Confesionario eso era. Agradecí a la mujer y caminé hacia lo que era una caja enorme, se suponía que él estaría dentro.
Toque dos veces la madera de la pequeña ventanita.
—Buenos días, padre Alejandro —susurré. No quería que la señora se enterará de lo que tenía que decir.
—Buenos días, hija —respondió el hombre en un tono sereno.
—Le tengo un chisme de pecado gordo —le expliqué—. No sé cómo se dice.
—Ave María purísima. —Respondió él.
«¡Ya lo espanté!»
—Ni siquiera le he contado. —exprese con algo de molestia.
—No, hija, es lo que debe decir. —explico él rápidamente.
Por supuesto, lo había visto en un montón de películas.
—Sin pecado concebido. —Respondí. Él se quedó en silencio—. Padre, ¿qué sigue?
Lo escuché suspirar —¿Qué te acongoja?
—Tengo ganas de comerle la boca a mi profesor de filosofía, todo el tiempo. —me confesé—. ¿Qué debo hacer padre?
Más silencio.
—¿Padre?
—¿Cómo es tu relación con ese profesor? —pregunto el señor.
Me lo pensé un poco —La verdad es que muy mala y sospecho que es un psicópata, pero es uno que está muy bueno la verdad.
—Aclarar tu mente y encontrar el camino te ayudará a alejarte de la tentación. —menciono él recuperando la serenidad.
—Ya, ¿pero como lo hago? Usted está aquí y lo ve fácil, pero yo le tengo que ver cinco veces a la semana —explique. No sabía si podría soportar eso—. ¿Nunca le ha pasado algo así?
Tosió —Tengo celibato.
—¿Qué es eso, está enfermo? —pobre hombre—. Enferma voy a quedar yo si sigo aquí de rodillas ¡¿Qué hago?!
Él soltó otro largo suspiro —Ya sabes que está mal, entonces no lo hagas, el hombre se deja llevar por la maldad muy fácilmente, pero en realidad en fácil alejarse de esta.
Lo pensé, lo pensé y lo pensé —. ¿Sabe qué? Tiene razón, le haré la cobra.
—¿Qué dice, hija mía? —pregunto en un tono sorprendido.
—Ah, perdón, ese animal aquí no —me disculpé—. Claro como les jodió todo desde el inicio, ¿me puedo ir ya?
Silencio —Sí, por favor.
—Muchas gracias, padre, no ha hecho de nada, pero ideas me dio.
Salí corriendo de aquel lugar, ya estaba llegando tarde a clases, pero no importaba. Quería ignorar a Caruso por completo, aunque me costará la materia.
Tenía un plan y una meta, no me defraudaría.
Llegué a mi casillero, justo cuando acababa el turno y comencé a prepararme para la próxima clase.
—Señorita Abbey, ¿puedo saber por qué no se apareció por clase? —mi cuerpo se tensó al escuchar su voz. Estaba enfadado.
Me giré muy lentamente, él me miró de arriba abajo. Me perdí en sus labios por un breve momento y me golpeé mentalmente redirigiendo mi atención a sus ojos, esos también me perdían a la vez que me hacían temblar de miedo. Su cuerpo no era una opción, no podía mirarlo y no desearlo.
—¿Me dirá? —insistió él.
Tome aire, intenté decir algo y no pude entonces, lo único que salió de mi boca fue —¡Atrás demonio!
Camine lo más lejos de él que pude, hasta perderlo de vista. Me había librado de él por el momento, aunque sospechaba que él no me dejaría tranquila tan fácilmente.
—¡Grace! —me grito Greta.
«Ahora no.»
Me tomo del brazo y me guío hacia un salón vacío, una vez dentro cerró la puerta.
Se avecina un buen regañó.
Se cruzó de brazos —¿Por qué llegas a estas horas?
—Estaba en la iglesia. —fui sincera.
—Por favor Grace se sincera, estabas evitando a Caruso —respondió ella poniendo los ojos en blanco.
Me crucé de brazos imitándola —Bueno, si te hace sentir mejor fui a la iglesia para evitar a Luka Caruso ¿Por qué te afecta?
—Esto se te fue de las manos. —menciona como si yo no lo supiera—. Estuvo distraído durante la clase, tenías que verlo, miraba a la puerta y a su reloj constantemente. Al acabar me preguntó por ti, te juro que casi me desmayo.
No podía creer que él hubiera sido tan arriesgado. Aunque claro, seguramente no imagina que Greta sabe lo que sucedió entre nosotros.
—No sé por qué tuve que besarlo —cubrí mi cara avergonzada.
—Fácil, él tiene pene y tu vagina. —comento Greta.
Le di un codazo para qué cerrará la boca —Olvídalo, solo tengo que ignorarlo y seguir con mi vida.
—¿Te ausentaras a todas sus clases? —me miró como si fuera idiota y ese un muy mal plan.
Era el único plan que tenía de momento ¿Qué más podía hacer?
—Ya se me ocurrirá algo. —le aseguré.
Cuando abrí la puerta me quedé de piedra al ver a Luka apoyado al marco de esta, de brazos cruzados y con la mirada furiosa.
«Este sería un magnífico momento para morir.»
—¡A mi oficina ahora! —ordeno.
—Pero no teníamos una cita —mi voz tembló.
Él me miró como si quisiera aplastarme —¡He dicho que ahora mismo!
No tuve más remedio que seguirlo hasta su oficina. Vi la cara de terror de Greta mientras me alejaba, esta vez ella también había colaborado, aunque no estaba segura de que Luka escuchará de lo que hablábamos.
Al llegar él abrió la puerta para mí y una vez entramos ambos el cerro de un portazo y colocó el seguro. No sabía por qué, pero mi cuerpo estaba reaccionando de la manera equivocada.
Quería apagar el calor que subía por mi estómago y el cosquilleo incómodo que lo acompañaba.
Él me invitó a sentarme frente a él, eso hice y por unos segundos nos quedamos frente a frente en silencio, con solo una mesa separándonos.
—¿Le contaste todo a la señorita Walker? —pregunto él entrelazando sus manos en la mesa.
—Es mi mejor amiga, no le dirá a nadie. —intente tranquilizarlo.
—¡¿Te das cuenta de que esto es un error?! —dijo subiendo el tono de su voz.
¿Me estaba gritando?
—¡Si me doy cuenta de que no debiste besarme! —le grite también.
Él me miró con los labios apretados —No vuelvas a gritarme.
—¿Oh qué? —lo rete.
Estaba retando a la tentación, no era esto lo que había acordado hacer.
—Puede arruinar su futuro si lo que sucedió se llega a filtrar. —explico volviendo a su comportamiento serio y distante—. ¿Lo entiende señorita Abbey? Fue un error.
No sabría decir de todo eso que dijo que es lo que más me había molestado, si su manera de llamarme «señorita Abbey,» el hecho de que me tratara como si fuera idiota o que me llamara error. Tampoco entendí por qué esto llegó a molestarme.
Me levanté de la silla —Si le preocupa su trabajo tranquilo, lo mantendrá por mucho tiempo, señor Caruso, no soy estúpida y sí, sé que soy un puto error para usted.
Camine hacia la puerta para irme, cuando él me detuvo.
—Ni se te ocurra salir. —me advirtió.
—Observa. —lo reté.
Cuando tire de la puerta esta no se abría, volví a intentar con más fuerza.
—Tiene llave. —me informo.
Ya era suficiente, adiós la Grace Abbey casta y pura, se merecía unos cuantos golpes. Me quité la chaqueta y la lancé al suelo.
—Ahora mismo estás abriendo la puta puerta ¡Maldito idiota! —le advertí caminando hacia él.
—¿Qué me llamaste? —me tomo de la muñeca con fuerza y tiro de mí—. No te atrevas, soy tu profesor.
«Hipócrita.»
—¿Ahora sí lo eres? —lo pique con mi dedo en el pecho—. ¿Ya no me quieres besar?
Mis ojos se fueron directo a sus labios y los de él hicieron lo mismo con los míos. El trago en seco, su pecho subía y bajaba rápidamente y yo sentía que el cosquilleo en mi estómago iba me aumento.
—¿Ya no Caruso? —le volví a preguntar.
«Bésame.»
—No. —Respondió él.
«Sí.»
Tire de mi mano para liberarme —No me vuelvas a tocar y no vuelvas a llamarme error, porque aquí el único error eres tú —alargue mi mano—. Las llaves —pedí.
El tomo aire —No quería que te sintieras así, me exprese mal.
Si encima se disculpaba estaba acabada. Necesitaba que esto quedará claro, que él me odiara tanto como yo lo odiaba a él y que esto que sentía que solo era deseo y atracción sexual desapareciera.
—Vete a la mierda, dame las llaves. —Volví a pedir.
El cerro, los ojos con fuerza —Quizás es un sí.
Me tomo de la nuca y me empujó contra el estante de libros de manera brusca, el fuego en mi interior se avivó con ese gesto tan posesivo y juro que cuando mordió mis labios y me tomo de las caderas deje de respirar.
El beso fue hambriento, brusco y demasiado caliente. Nuestras bocas mantenían un baile muy desordenado, mientras que nuestros cuerpos se movían chocando entre sí, muy despacio y sensual.
Lo empujé lejos de mí, mis labios ardían y mi piel también.
—Sentado. —ordene.
Él volvió a su lugar, no pensé que lo haría y me sentí valiente por un instante. Me senté a horcajadas sobre él, sus manos no se movieron de los reposabrazos de su silla y sus ojos se mantuvieron fijos en los míos.
—No podemos. —aclaro él.
Ya sabía que no podíamos llegar muy lejos.
—Solo un beso y después nada. —asegure.
Él parecía convencido —Bésame entonces.
Me incliné hacia adelante y aferrando mis manos a su cuello lo besé con ansias. Luka era muy grande, me sentía pequeña aun estando encima de él y odiaba que él mantuviera sus manos lejos. Era solo un beso, pero yo deseaba que me tocará un poco al menos.
Quizás si lo hacía ya sería ir demasiado lejos, aunque esto no tenía ni una pizca de correcto. Está muy mal lo que hacíamos y es sé que, quizás, eso lo hacía más excitante.
Él me gustaba físicamente, lo supe desde la primera vez.
Sentí su excitación crecer bajo la tela de su pantalón y no me pude resistir mucho más. Moví mis caderas sobre él con un ritmo suave, como repuesta él mordió mi labio y soltó un gruñido varonil de satisfacción.
Me agarró con fuerza de las caderas y me hizo detenerme. Me había pasado de la delgada línea que habíamos puesto sin siquiera hablar.
—Lo siento —le dije.
Él siguió con sus manos en mis caderas, hundiendo sus dedos, me miró a los labios y luego nuevamente a los ojos.
—¿Por qué tú? —pregunto.
No entendía a qué venía su pregunta y no pude indagar, él acarició mis muslos desnudos y subió hasta volver a aferrarse a mis caderas, esta vez podía sentir sus dedos hundiéndose en la piel.
—Bésame —volvió a pedir.
Lo besé despacio en los labios, lamiendo la piel ya sensible y dejando algunas pequeñas mordidas. Me detuve y gemí contra su boca cuando él volvió a moverme contra él, primero despacio y después a un ritmo más caótico y desesperado.
—Muévete. —ordeno.
Mordió mi cuello y ahogo algunos jadeos en él, sin dejar de moverme, yo tome su cabello y tire con fuerza para separarlo de mi carne, quería ver su rostro en el momento justo en que se dejara ir.
Y así sucedió, el no cerro los ojos como había visto hacer a otros hombres, él se mantuvo mirándome fijamente. No soltó ninguna maldición, sino que fue todo lo contrario.
—Dios, pequeña calabaza. —había dicho apretándome contra él.
«¿Calabaza?»
El beso mi mandíbula no me dejó a un lado y después me abrazo. Él había hecho mal con todo eso, porque lo había sentido cálido y no frío como otras veces.
Pero también sabía cómo arruinar todo o quizás sabía cómo hacerme despertar.
—Vete —pidió.
Sentí como si un cubo de agua helada cayera sobre mí. Me levanté algo aturdida y acomodé mi vestido, él tenía la ropa arrugada y algunas manchas de humedad se veían a través de la tela de su pantalón, aun así echo un desastre se veía atractivo.
Tome mi chaqueta del suelo y alargue la mano hacia él.
—¿Llaves? —pedí.
Él las tomó de su escritorio y la dejo en mi mano. Me giré para irme, pero tomo mi brazo y me lo impidió.
—Espera Grace.
No lo deje terminar, me gire y le peque un bofetón en el rostro. Mi reacción incluso me sorprendió a mí, él estaba igual, me miró con los ojos muy abiertos y muy lentamente soltó mi brazo.
Mi orgullo dolía, si es que aún tenía de eso. Claro que lo tenía y debía demostrarle que no podía usarme y después pedir que me fuera de esa manera.
—No me vuelvas a tocar o tu jodido coche sufrirá los daños. —le advertí.
Él no dijo ni una palabra, abrí la puerta y salí de aquel lugar a toda prisa. Quería volver a casa y morir un rato y que mejor manera de hacerlo que metiendo la cara entre las almohadas o ahogándome en helado y galletas de chocolate. Necesitaría todo tipo de recursos para olvidar esto y eso hice.
La vida tenía que continuar, aunque no lo quisiera. Mis padres ya estaban preocupados por mi comportamiento, así que intenté fingir ser la misma de siempre en cuento a mi locura y olvidar esto que sentía ¿Qué era? No tenía manera de saberlo.
No me había enamorado, eso estaba claro, pero el deseo prohibido no dejaba de golpear mi pecho y quería más. Me sentía mal por desear algo tan incorrecto.
—¿Sucedió algo más? —pregunto Greta sentada a mi lado.
La miré saliendo de mis pensamientos, negué con la cabeza y mostré una sonrisa —Todo está aclarado.
Ni siquiera podía decirle a Greta lo que había pasado, eso solo lo empeoraría. Solo por esta vez tenía que encontrar una manera de salir de mis problemas yo sola.
—Buenos días, clase —saludo un hombre joven entrando al salón.
Lo había visto varias veces y sabía que trabajaba como asistente, pero ahora daríamos Filosofía con Luka.
—¿Dónde está Luka? —pregunte en voz alta.
De me había escapado y todo el salón lo noto. El joven pelirrojo y algo pecoso dejo un libro sobre la mesa y lanzó una tierna sonrisa a todo el salón.
—Yo me encargaré de esta materia debido a que por problemas familiares el señor Caruso se ha tomado unos días libres —informo—. Pueden llamarme Iván.
«Maldición.»
Me levanté y tomé mis cosas para salir del salón sin importarme las miradas y posibles regaños por volver a perder una clase de filosofía.
Necesitaba aclarar esto rápidamente y encerrándome en uno de los cubículos de los baños, tomé mi teléfono celular y comencé a escribirle un mensaje a Luka Caruso.
«¿Problemas familiares? No puedo creer que te fueras así nada más» Enviado.
Me arrepentí a los cinco segundos ¿Por qué no podía ser de esas personas que leían el mismo mensaje diez veces antes de enviarlo? Mis manos estaba temblando, pues yo misma le había dicho que no quería verle y ahora le estaba pidiendo una explicación por tomarse unos días.
Él no tenía razón para avisarme de lo que haría con su vida. Volví a escribir otro mensaje.
«Olvídalo, vete a tomar por culo.» Enviado.
Me quedé unos minutos más esperando una repuesta, quizás en el fondo si quería una explicación y que le importara una mierda mi último mensaje, pero no fue así.
Nota: No envíen a tomar por culo a la persona equivocada, puede que se lo tome muy en serio y si desaparezca.
No tuvieron sexo (por si no se entendió la escena) fue roce.
Déjame saber en los comentarios si te gusto este capítulo y apóyame mediante tus votos.
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