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Intoxicación o indigestión #3

Capítulo 3 

Intoxicación o indigestión

Grace Abbey.

—No puedo creer que lo vieras desnudo —volvió a decir Greta por milésima vez en el día. 

Suspiré y cubrí mi rostro avergonzada. No debí contarle, lo peor es que no debí ser tan explícita. 

—¿A quién viste desnudo? —pregunto Marcello interponiéndose entre nosotras.

Lo empujé para que volviera a sentarse en su lugar. 

—Ya olvídalo Greta —pedí mordiendo mis uñas con nerviosismo.

—Yo sí, pero, ¿podrás olvidarlo tú? —pregunto Greta.

«¿Podré hacerlo?»

Claro que sí, no debo ser la primera persona que entrar al apartamento de su odioso profesor y terminar viéndolo desnudo. Cómo yo estoy, está medio mundo, ¿verdad? 

—Atención clase, preparados para el examen —informo Luka Caruso entrando al salón de clase. 

Estaba imponente con esa camisa azul cielo remangada hasta los codos y esos pantalones oscuros que se ajustaban a la perfección a sus muslos. Tenía el cabello negro perfectamente peinado hacia atrás, pero aun así un mechón rebelde rozaba su frente. 

Sus ojos oscuros se encontraron con los míos y me sentí cohibida ¿Cómo se supone que pueda verlo a los ojos después de haberle visto el culo?

Era imposible que yo soportará esto, mire al suelo, pues si seguía observándole moriría.

Unos zapatos de punta fina, negros y brillantes se colocaron frente a mí, sentí mis mejillas arder incluso antes de levantar la cabeza y verlo frente a mí.

—¿Tuviste tiempo para estudiar? —pregunto en un tono suave. 

¿A caso se estaba ablandado? Quizás se sentía mal por haberme puesto tanto trabajó y después este tonto examen. Ahora me sentía mal por haberlo visto desnudo. 

Suspiré y puse mi mejor cara de pena —Estudie durante toda la noche, apenas dormí. 

Él murmuró algo mientras me miraba con extrema fijación su rostro.

«¿Qué estás pensando psicópata?»

Aclaro su garganta —Después del examen espéreme en mi oficina, tiene trabajo —ordeno. 

Me equivoqué, él seguía siendo una mala persona y ya no me arrepentía de nada. 

Dejo una hoja frente a mí y siguió repartiéndole a todo el salón. 

«Acabemos con esto.»

Ya tenía todas las respuestas del examen, lo hice en cinco minutos o al menos Greta lo hizo y dormí durante toda la noche una vez memorice las respuestas. Solo quería ver la cara del odioso profesor Caruso, alias psicópata cuando vea mi examen hecho a la perfección. 

Gire la hoja —¡Me cagó en todo! -solté demasiado fuerte.

Todo el salón se giró y se me quedo viendo. Me matarían más tarde.

Caruso que ya se había sentado en su lugar, levanto la mirada y me observo por encima de sus lentes estilo Harry Potter que le quedaban fatal. 

—¿Necesita ir al baño, señorita Abbey? —pregunto él y el salón comenzó a reír en voz baja.

Forcé una sonrisa —No, muchas gracias, igual. 

Mire a mi amiga quien se encontraba a mi lado, su cara lo decía todo, estábamos perdidas. Este no era el examen, al menos no el que yo robe, no tenía nada que ver con ese examen. 

Era imposible que Caruso tuviera dos, la casa estaba vacía y solo había uno a menos que después de salir de la ducha lo hubiese cambiado, lo cual también me parece imposible ¿Quién hace eso en su tiempo libre? 

¿Dan puntos por poner correctamente el nombre? No lo sabía, pero fue lo único que logré completar del examen, me pase los siguientes quince minutos releyendo las preguntas a la espera de que mágicamente la respuesta apareciera en mi mente. 

«No funcionó.»

Los otros quince minutos estuve haciendo dibujos, con algo había que rellenar todo esto. Esperaba que al menos mis dibujos me hicieran ganar un punto más.

—Se acabó el tiempo —informo mi muy querido profesor.

—¿Cuándo dan la nota? —pregunte levantándome y caminando detrás de él.

La enviaré por correo a su madre, fue el acuerdo que tuve con ellos -respondió él apilando las hojas a la perfección.

«Te odio.»

—Pues vale, me voy yendo a casa —informe.

Antes de que diera un paso más, dejo la pila de hojas en mis manos.

—Déjalas sobre mi escritorio y espérame ahí —pidió. 

Acepte de mala gana, recordé unas mil veces que debía portarme bien con este hombre si quería terminar el curso con la cabeza en su lugar, mis padres me matarían si hago algo mal. 

Llegué a su oficina y coloque los exámenes sobre su escritorio, cuando digo coloque significa que los deje caer sin orden alguno. 

«¿Cómo le habrá ido a Greta?»

Busque en el montón de hojas y encontré el examen de mi amiga. A la muy cerebrito le había ido mucho mejor que a mí, al menos así me parecía, le había dado respuesta a todas las preguntas, solo había que esperar que estuvieran bien.

La puerta se abrió y Luka entro, paso a mi lado sin mirarme y se sentó en su lugar. Miro los papeles desordenados en la mesa y comenzó a apilarlos y dejarlos en una esquina de esta. Me senté frente a él, recargando una pierna en mi rodilla y hundiéndome cómodamente en la silla.

—¿Le puedo hacer una pregunta, señorita Abbey? —pidió él entrelazando sus dedos. 

—Depende de qué tipo de pregunta —respondí.

Alzo una ceja —Suele perder sus aretes con regularidad.

—¿Qué dice? —toque mis orejas, en efecto me faltaba un arete—. ¡Maldición! Se me habrá caído. 

El saco el aro pequeño con guinda lejas del bolsillo de su pantalón y lo meció frente a mí. 

—Aquí está —lo dejo en la mesa.

—Gracias, es un regalo de Greta —dije tomando el pendiente e intentando colocarlo en su sitio, era algo difícil sin un espejo—. ¿Dónde estaba? 

Él mostró una pequeña sonrisa —Debajo de mi cama. 

Me quedé paralizada, tomé el pendiente entre mis dedos y fingí examinarlo mejor. 

—Sabe, es una equivocación, este no es mío —dije dejándolo sobre la mesa.

Me levanté e intenté salir de su oficina, pero su mano se atravesó en mi camino y no me dejó abrir la puerta. Se acercó demasiado, sentí mi espalda, presionar la estantería detrás de mí, su mano avanzo hasta el lóbulo de mi oreja dónde estaba mi pendiente. 

—Es igual que este —susurro antes de alejarse de mí—. ¿Cómo entro a mi casa? 

Mostré una sonrisa juguetona —Si ni siquiera sé dónde vive ¿Cómo voy a entrar a su casa? Profesor, creo que debe descansar. 

—¡Grace! —su fuerte voz me hizo callarme la boca—. Estás colmando mi paciencia, pero aun así estoy dispuesto a darte una oportunidad y aunque no debería dejaré pasar esto ¿Cómo te fue en el examen? 

Mi corazón latía con fuerza, estruje mi falda apretando la tela de los costados en mis puños cerrados y lo mire con los ojos más tiernos que un ser como yo podría llegar a poner. Algo en su rostro me dijo que no esperaba una buena nota. 

Solté aire —Genial —mentí. 

—Veamos —se acercó a la mesa y busco entre el montón de exámenes el mío. 

Lo tomo, pero antes de que pudiera girarlo se lo quite de las manos y lo escondí detrás de mi espalda.

—Le diré la verdad, lo hice fatal, pero mejor no lo vea —suplique.

—Dámelo Grace —pidió él estirando su mano. 

—Luka mejor no, ponme una mala nota y listo —le pedí. 

—¡Caruso! —corrigió sin una gota de paciencia en su sistema. 

«Hoy yo moriría.»

Intento quitarme la hoja, me dejé caer en el suelo y me senté sobre ella. No espere que se arrodillara frente a mí y me cubriera con su enorme cuerpo. Sus brazos estaban a cada lado de mí, su boca cerca de mi cuello al punto de que podía sentir su reparación en mi piel. Sentí su palma cálida en mi espalda. 

—¿Luka? 

No me dejó terminar, aunque no sabía muy bien que era lo que tenía que preguntar, simplemente me empujó a un lado. Tomo la hoja y se quedó observando mis dibujos. 

En los dibujos salía él siendo estrangulado por mí, o al menos mi versión animada. Le había hecho las pecas y algunas líneas de mal olor. Lo cierto es que olía muy bien, pero yo estaba enfadada por el cambio repentino del examen. 

Se levantó sin decir nada, estrujo el examen y lo dejo caer en la papelera. 

—Tres días de suspenso, le avisaré a tus padres —dijo antes de salir de la oficina y cerrar la puerta de manera tosca.

«Oh Grace Abbey qué tipo de mierda tienes en la cabeza por cerebro.»

—¡Tres días de suspenso! —grito mamá en la cocina.

—Cariño mi cabeza —se quejó papá masajeándose la sien—. ¡Grace! ¿Qué hiciste tan malo para que te suspendieran tres días?

Déjame ver: 

Coquetear con mi profesor, algo que aún intento olvidar.

Patear su coche, fue divertido hasta que dejó de serlo. 

Amenazarlo, de hecho, no dejaba de amenazarlo.

Entra en su casa y robar el examen, no solo eso también lo vi desnudo. Eso último me lo llevaría conmigo a la tumba. 

Por último hacer un retrato muy lindo de él, siento estrangulado, esto era lo de menos. 

Me encogí de hombros —No tengo ni idea —respondí. 

Mamá soltó el cucharón sobre la crema que estaba preparando, me miró endurecida.

—El próximo año entras a la universidad, estos tres días de suspenso pueden afectar aún más tus notas ¡¿Estás loca?! —me regaño no sin antes pegarme en el brazo con el mismo cucharón.

Limpie la crema de mi piel y la probé, amaba el queso.

«Delicioso.»

Todo parece apuntar a qué si estoy un poco loca. 

—Estás yendo ahora mismo a ver a tu profesor y le pedirás perdón por lo que hiciste —hizo una pausa y me miró de arriba abajo—. ¿Qué hiciste?

—Te juro que no lo sé —mentí.

Otro golpe con el cucharón —¡Anda rápido! 

Mire el cielo eran las cinco de la tarde y yo odiaba la oscuridad. 

—Se hará tarde y me da miedo caminar de noche —le recordé.

— ¡Toma el coche!

Genial, podía tomar el coche para ir a ver al insoportable de Caruso, pero no para salir con mis amigos. Era injusto. 

No me quedo más remedio que hacerlo, mi madre ya le había pedido disculpas a Caruso y le había avisado que le enviaría un regalo de disculpas conmigo. La mujer ni siquiera sabía lo que había hecho y se estaba disculpando, supongo que siendo mi madre se imaginaba lo peor ¿Podría existir algo peor? 

Mi lista de malas acciones contra Luka parecían ir en aumento. Odiaba a ese hombre, lo peor de todo es que no sabía por qué. Quizás por su porte perfecto, por parecer saberlo todo, por ser un poco psicópata o por meterse donde no lo llaman. No sabría cuál de todas esas razones me hacía odiarlo más.

—¿Qué tarta quiere? —pregunto la mujer de la tienda.

Mire con detenimiento todas las tartas —Una que se vea bonita, pero que pueda causar una indigestión.

La mujer pestañeó varias veces, abrió la boca para decir algo, pero las palabras parecían no salirle o quizás no sabía qué decir.

—Le aseguro que ninguna de nuestras tartas causan indigestión —respondió ella en un tono frío—. ¿Sabe cuál es el sabor favorito de la persona?

Me quedé pensando, no lo había visto comer ni beber nada.

—¿Ácido?

Me volvió a mirar atónita —Tenemos unas tartas de Limón y canela que de seguro le gustará. 

—Llevaré una. 

Estaba contenta con la tarta, si a Luka no le gustaba era un total idiota. Era verde limón con alguna decoración en blanco. 

Llegué al edificio y saludé a la portera —Vengo a ver a Luka Caruso —informe.

—El señor nos avisó ¿Ya marcha todo bien? —pregunto la mujer con coquetería.

Señale la caja con el pastel —Así es, le traigo el pastel de reconciliación. 

Subí por el ascensor hasta su piso, toque varias veces la puerta. No respondió. Volví a tocar, esta vez mucho más fuerte. Luka abrió la puerta con su típica cara de amargado, esperaba que mi pastel arreglará eso. 

—Grace —menciono mi nombre como si no le agradará nada verme, pero ya sabía que vendría—. ¿Qué tienes?

Me quedé pensando por unos minutos, todo el discurso que había practicado en el coche se me había olvidado. 

—Se me acaba de olvidar todo lo que tenía que decirte —fui sincera, pues no soportaba que me siguiera mirando como si fuera tonta. 

Él soltó un gruñido —Improvisa, ya es tarde.

Suspiré. 

Eran las seis de la tarde, pero seguramente una criatura tan aburrida como él tenía como costumbre irse a la cama temprano. 

—Solo quería pedir perdón por todo lo que ha ocurrido entre nosotros, estoy arrepentida y espero podamos llevarnos bien, esta vez con sinceridad —finalice colocando la caja del pastel frente a él—. Un regalo por las molestias. 

El tomo la caja —Muchas gracias. 

Antes de que pudiera cerrar la puerta, entre en su apartamento. 

—¿Por qué no tienes muebles? —pregunte girando en el salón vacío.

—Grace no debes estar aquí, soy tu profesor —explico él sin cerrar la puerta.

—Tranquilo, soy intolerante al aburrimiento —dije para tranquilizarlo—. ¿Dónde están los platos y las cucharas? 

Entre en la cocina y registre todo hasta encontrar lo que quería. Coloque dos platos y dos cucharitas en la encimera. 

—Grace, deberías irte —repitió.

—Oye el pastel, tiene muy buena pinta y quiero probarlo —dije mirándolo mal. 

«Grosero.»

Le quité la caja y la abrí sobre la encimera revelando el bonito pastel. El rostro de Luka seguía sin mostrar ni un poquito de emociones, solo me miraba con cierta molestia. Este hombre no tenía alma. 

—Vamos, tenemos que empezar de buena manera —exprese hundiendo la cuchara en el pastel y llevándome un poco a la boca. 

Estaba delicioso, la crema, la suavidad y la mezcla del limón con la canela. 

Solté un gemido —Tienes que probar esto.

Volví a llenar la cuchara y la acerqué a su boca, alzó una ceja y la miro con desagrado. Tomo la cuchara limpia y se sirvió en su plato, como si comer de mi cuchara pudiera causarle una enfermedad. 

Tomo un trozo y lo llevo a su boca —Está bueno —dijo sin mucha emoción—. ¿Limón?

Me incliné sobre la encimera y sonreír —Sospeche que te gustaba el limón. 

Hizo una mueca y volvió a llevarse otra cucharada en la boca, su entrecejo se arrugó —¿Canela? 

—¿No es una combinación deliciosa? —respondí.

Luka soltó la cuchara y escupió el pastel en el lavado, se enjuagó la boca y tosió un poco antes de tomar una servilleta y limpiarse.

«Muy grosero.»

—¡Al menos podías fingir que te gustó! —le grite.

—¡Grace! Soy alérgico a la canela —tiro la servilleta. 

Abrí mucho los ojos, jamás imaginé que yo pudiera terminar causándole una intoxicación a mi profesor, solo esperaba una indigestión. Esto estaba mal, los labios de Luka estaban hinchándose y sobre la piel blanca de su cuello comenzó a aparecer como un salpullido. 

—¡¿Te vas a morir?! —pregunté. Estaba aterrada. 

Se llevó la mano a la garganta —En mi armario, están los medicamentos. 

Corrí a su habitación, ya conocía el camino y esto a él no le impresionó en absoluto. Al llegar a su armario encontré cerca de sus camisas una caja llena de potingues con pastillas ¿Cuál se suponía que era? Este hombre tenía la costumbre de etiquetar su comida; sin embargo, ningún medicamento tenía etiquetas. 

Corrí con la caja a la cama y la vacié sobre el colchón. La puerta se abrió y entro Luka.

—Naranja, dos pastillas —me informo.

Tome dos pastillas del frasco naranja y se las puse en la mano, se las llevo a la boca y las trago. Siempre he pensado que las personas que se tragan las pastillas sin agua son medio demonio, tienen un mal dentro o algo. 

Se dejó caer en el colchón y cerro sus ojos. 

Lo toqué con mi dedo, la piel de su brazo se sentía caliente y su pecho subía y bajaba —¿No morirás? 

Negó con la cabeza —¿Sabías que era alérgico a la canela? —pregunto.

«¿A caso creía que esto era planeado?»

Negué con la cabeza —¡No! Además, estoy en contra del maltrato animal, así que nunca te haría daño. 

Una sonrisa apareció en su rostro, había hecho sonreír a este ser amargado y merecía un premio por eso. 

—Tira el pastel y vete —pidió. Me levanté de la cama, pero me llamo antes de que llegara a la puerta—. Grace, nos vemos mañana en clases. 

Volví corriendo hacia él, me arrodillé en el suelo a su lado —¿Significa eso que me perdonas? 

Abrió los ojos como si estuviera muy cansado —Largo o me arrepentiré. 

—Vale, vale. 

Hice tal y como me pidió, limpie la cocina y no deje rostro alguno del pastel de limón antes de irme. 

Cuando baje la portera me recibió con una enorme sonrisa.

—¿Cómo la pasaron? —pregunto.

Le devolví la sonrisa antes de tirar la basura de Luka —Genial, casi lo mató por una intoxicación con mi pastel, pero ya está bien. Nos vemos. 

Desperté incluso antes de que la alarma sonara, desayuné sola en la cocina y me vestí con la mayor calma posible, eso no hizo mucho cambio en mi atuendo desarreglado, al igual que muchos otros días llevaba unos pantalones acampanados combinados con una camisa de alguna banda de los ochenta. 

—¡Grace! ¿Este desastre a qué viene? —señalo mamá hacia los patos sucios y cubiertos en la cocina.

—Me preparé unos waffles —respondí, terminamos de guardar mis cosas en el bolso.

—¿Nos hiciste el desayuno? —pregunto papá mirándome como si estuviera enferma.

Pestañee varias veces —En realidad no, solo desayuné sola. 

Mi mamá resopló —Casi mejor, el desorden hubiese sido mayor.

—¡Adiós, yo también los amo! — grité, antes de salir de casa. 

Hoy no me apetecía tomar el tren, así que me monte en la vieja bicicleta de papá hacia la escuela. Hacía un día precioso, nublado, pero con una cálida brisa veraniega. 

No soportaba a esas personas que amaban los días soleados ¿Cómo es posible que a alguien le guste caminar mientras estás siendo cocinado? 

Llegué al instituto y encontré la plaza de Luka vacía, eso significaba que aún no había llegado. Estacione mi bicicleta en ella, por simple placer de verlo molesto y me fui dando saltos hasta mi salón.

—Entonces casi lo matas, pero te perdono —finalizó Greta después de procesar todo lo que le había contado.

Termine de comerme una galleta —Así es —asegure con la boca llena. 

—¿Mataste a alguien? —pregunto Marcello metiendo su cabeza entre nosotras.

Le empujé de regreso a su lugar —¿No tienes algo interesante que hacer?

—¿Quieres hacer algo interesante? —sugirió él.

—¿Qué propones? —pregunte mostrando una sonrisa coqueta. 

Un golpe seco en la mesa me hizo girarme nuevamente. Luka estaba frente a mí mirándome con esa cara de ácido, ya no tenía rastros de la intoxicación en su cuello y los labios habían vuelto a su color y tamaño normal. Un tanto pálidos, un tanto rosas, un poco finos, pero no lo suficiente. 

—¡¿Me escuchaste?! —insistió volviendo a golpear la mesa.

—¿Qué? —salí de mi aturdimiento. 

—Le dije que esta tarde pensaré en una manera de ayudarla con sus notas, ya que con el examen no fue posible —vuelve a explicar con algo de irritación en su voz. 

—Oh, gracias —respondí sintiéndome de pronto avergonzada.

Yo no solía sentirme así por nada, mucho menos por la presencia de Luka. 

—Comenzamos con la clase —dijo en voz alta dirigiéndose a todo el salón—. ¿Qué dice la filosofía acerca del amor? 

Suspiré —¿Clases de romance Romeo? —el salón comenzó a reír—. ¿Que tiene que ver la filosofía y el amor? 

—Quizás en Filosofía no se estudia del todo este sentimiento tan complejo que es el amor, pero le aseguro señorita Abbey que tiene mucho que ver —respondió Caruso apoyando sus manos en mi mesa—. El amor es el impulso esencial de la filosofía, que no es algo teórico ni frío, sino que tiene que ver con ese deseo de buscar el conocimiento, la felicidad y contemplar la verdad que hay en el otro ¿No cree señorita Abbey?

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