¿Amigo o enemigo? #4
Capítulo 4
¿Amigo o enemigo?
Grace Abbey
Bla-bla-bla fue lo que escuche durante todo el día salir de la boca de mi queridísimo profesor Luka.
Estaba agotada y solo quería ir a casa y meterme en la bañera hasta que me salieran escamas y branquias.
—Grace, tu mamá me invitó a cenar —me informa Greta corriendo hacia mí.
—A mí también —repitió Marcello caminando junto a ella.
—¿Mi mamá? —era extraño teniendo en cuenta que me había castigado—. ¿Los llamo?
Ambos negaron con la cabeza
—La vimos hace un par de horas, estaba saliendo de la oficina de Caruso, nos invitó y nos pidió que te avisáramos —explica Marcello.
—Solo que no te encontramos a tiempo —finaliza mi amiga. Se inclinó y toco mi frente—. Estás pálida y fría.
¿Cómo no estarlo? Que mi mamá viniera al instituto sin avisarme y que fuera a Caruso no significaba nada bueno y encima una cena con mis amigos ¿Que tenía pensado hacer?
—¿Quieres volver en la moto? —sugirió Greta.
Negué con la cabeza —No, tengo que hacer algo antes y vine en bici, mejor lleva a Marcello.
Salí corriendo y los dejes a ambos con las palabras en la boca. Tenía algo importante que hacer y eso tenía que ver con un profesor.
Empuje la puerta de su oficina y entre, esta estaba vacía. Como siempre demasiado ordenada como si nadie la estuviera utilizando. Su maletín ya no estaba, lo que me dijo que él ya había vuelto a casa.
—¿Dónde estás cara de perro? —pregunte como si el aire pudiera llevar mi mensaje a él.
Un estruendo me hizo pegar un brinco, camine hacia la ventana y vi el cielo volverse cada vez más negro. Odiaba las tormentas.
Salí corriendo del instituto ya casi vacío, cuando llegue al estacionamiento encontré que la plaza de Caruso estaba vacía, ni siquiera estaba mi bicicleta.
—¡¿Dónde está mi bicicleta?! —chille pateando el suelo.
Pequeñas gotas ya comenzaban a caer sobre mí y la brisa fría erizo mi piel. No estaba bien vestida para esto. Abrace mi bolso en mi pecho y camine a grandes zancadas.
Hoy tendría que caminar hasta el tren.
Al llegar a casa vi mi bicicleta en el porche, totalmente seca y limpia.
Empuje la puerta de casa, un nuevo trueno se escuchó, ya había perdido la cuenta de la de veces que me había asustado con ellos de camino a casa. Estaba temblando, empapada y mis botas estaban llenas de lodo.
—¡Grace! ¿Qué te sucedió? —pregunto mamá.
«¿En serio estaba preguntando eso? Afuera estaba cayendo un diluvio.»
Suspiré —Me di una ducha antes de venir a casa y lo de mis botas, pues es una nueva moda.
Ella me miró mal —Tenemos invitados, quítate las botas y ve a cambiarte.
¿Invitados? Sonaba demasiado formal para tratarse de Marcello y Greta. Me quité las botas y caminé hacia el salón desde donde venían las voces.
Un malestar se apoderó de mi estómago cuando vi a Caruso sentado en mi sillón amarillo favorito. Mi papá hablaba con el sobre política, como si ambos pudieran arreglar el mundo, mientras Marcello y Greta se mantenían con una sonrisa estirada, totalmente derechos es sus asientos.
—¿Qué haces aquí? —los cuatro me vieron.
No sabían a quién me dirigía, sin embargo, fue Caruso quien me respondió.
—Tu madre me invitó cuando paso por el instituto esta tarde —explico. Me miró de arriba abajo y alzó una ceja—. Podrías resfriarte.
—Alguien robó mi bicicleta — expliqué caminando hacia las escaleras.
—Está en el porche —intervino Marcello.
—¡Ya lo sé! —grité subiendo los escalones de dos en dos.
Los italianos suelen decir que la venganza es un plato que se sirve frío, ¿lo dicen los italianos? No lo sé, pero yo tengo poca paciencia y preferiría lanzarle el plato caliente a la cara de mi querido profesor Luka Caruso.
Odiaba a este hombre y no sabía en qué términos nos encontrábamos ahora. Pensé que podríamos mantener una relación adecuada de profesor y alumna, pero está claro que no.
Me di una ducha caliente y me vestí con unos pantalones de algodón sueltos y una camisa ancha, cuando baje con mis medias de rayas estilo abeja, mi mamá me miró con una cara de desaprobación, pero ya estaban todos en la mesa así que era imposible que me enviara a cambiarme otra vez.
Estaba sentada junto a Caruso, Greta y Marcello estaba frente a nosotros, mientas que mis padres ocuparon cada extremo de la mesa. Era horrible tenerlo a mi lado.
—¿Vino? —le ofreció mi papá a Caruso.
—No gracias, no bebo —respondió este.
—Psicópata —susurré.
—¿Qué dijo señorita Abbey? —me pregunto Luka con los labios apretados y un ligero brillo en los ojos.
—Que yo si quiero vino —mentí.
El mismo sirvió mi copa y al resto en la mesa. Mis padres lo admiraban, lo notaba en su sonrisa y no dejaban de hablar con el de todo tipo de tema. Yo creí que Greta y Marcello se sentirían incómodos con su presencia, pero ocurrió todo lo contrario, charlaron animadamente los cuatro.
—Estaba pensando en un nuevo proyecto para subir nota —hablo Caruso a toda la mesa.
No podía creer que estuviera hablando de eso en la cena. Este hombre no descansaba, parecía que su propósito era molestarme y quizás era el propósito de todos los profesores, solo que ninguno se lo tomaba tan en serio como él.
—La próxima semana tendremos un proyecto de filosofía, vendrán representantes de algunas universidades y el tema es el amor —todos lo miraban con entusiasmo, en especial Greta.
—Aburrido —murmuré.
Él me lanzó una mirada un tanto pícara para mi gusto y una sonrisa apareció en su rostro —Tú y Greta deberían hacer equipo y exponerlo.
—Sí, sería genial —aplaudió Greta.
Abrí muchos los ojos y lo piqué con mi dedo en el muslo mientras él seguía hablando y Greta se entusiasmaba cada vez más.
—Entonces está hecho, le avisaré a la directora de mi elección —apretó mi mano por debajo de la mesa.
Ahogue un gemido de dolor.
—¿No estás feliz, Grace? —pregunto mamá.
Mis dedos dolían bajo el apretón que me estaba dando con su mano.
—¡Sí! Es la emoción —respondí.
Cuando me dejó la mano libre solté un enorme suspiro.
«Idiota.»
Después de la cena tuvimos otra charla en el salón y la tormenta no paraba. No veía la hora de que dejara de llover y todos se fueran.
—Deberían quedarse esta noche —sugirió papá.
—Puedo llevar a los chicos en el coche —dijo Caruso. Lo único inteligente que había dicho en mucho tiempo.
Mamá negó con la cabeza —Los caminos están muy mal, ya ha habido muchos accidentes. Quédense los tres.
Almohadas y mantas por aquí, almohadas de mantas por allá.
Mamá lo había acomodado todo para que mi profesor y mis dos amigos pasarán la noche aquí.
Marcello estaba durmiendo sobre un montón de mantas que colocamos en el suelo de mi habitación a los pies de la cama. Greta y yo compartimos la cama, ya habíamos dormido juntas antes, solo que en su cama que era más grande y ahora me sentía como una sardina con ella en mi pequeña cama personal. Luka estaba en el salón, le había tocado el sofá.
Llevaba una hora intentando dormir, una hora en la que me había dado cuenta de que Marcello hablaba dormido y de que Greta respiraba un poco fuerte al dormir.
Un nuevo estruendo me sacudió, me levanté tan rápido que casi caigo de la cama, por suerte no desperté a nadie. Necesitaba alcohol, una copita de vino me ayudaría a dormir.
Estire mi camiseta para que cubriera mis muslos desnudos y salí de la habitación sin hacer ruido. Me dirigí directamente a la cocina, lo único que me faltaba para agregar a mi lista de desastres era despertar a Luka.
Tome la botella que aún estaba sobre la encimera y la removí molesta en el aire, estaba vacía.
—¿También eres alcohólica?
Grite y casi lanzó la botella al verlo detrás de mí. Luka parecía un fantasma apoyado en el marco de la puerta, la piel blanca, los ojos oscuros y los brazos cruzados.
—¿Vienés a llevarme al más allá? — pregunté.
—No, sírveme agua, tengo la garganta seca —pidió.
—Por favor y gracias —me crucé de brazos imitando su posición.
Se acercó a mí y se recargó en la encimera a mi lado.
Soltó un suspiro de cansancio —¿Por favor Grace, me sirves agua?
—Claro —comencé a servirle agua en un vaso—. ¿Ya no me dices Abbey?
—¿Quieres que te llame así? —pregunto caminando por la cocina.
Negué con la cabeza —Grace está bien ¿Te puedo llamar Luka?
—No.
Me giré y lo encontré cerca de mí, me asusté tanto que moje un poco su camisa con agua. Él soltó un gruñido, se tomó el agua y dejo el vaso en la encimera.
Comenzó a desabotonar su camisa y yo miré instintivamente al suelo.
—Tengo una camiseta debajo —explico como si fuera necesario.
Aclaré mi garganta y lo volví a mirar —¿Tomaste mi bicicleta?
—Así es —respondió dejando la camisa sobre una silla—. Porque tú habías ocupado mi plaza con ella y no era su lugar.
Era un descarado, lo decía así sin más. Cierto que yo ocupe su plaza, pero por culpa de él termine caminando bajo la tormenta.
—No sé hablar, caminar o respirar en público, así que ya estás cancelando eso del proyecto —le advertí.
Él mostró una sonrisa —Ya lo sabía, lo decía en tu expediente, por eso lo harás.
Me acerqué a él, lo señalé con mi dedo golpeando con el su pecho.
—¿Por qué lo haces? Terminaré con una mala nota igual por quedarme sin habla frente a esa gente —le dije molesta.
El tomo mi mano, la alejo de su pecho y la coloco a un lado de mi cuerpo para darle un apretón no tan fuerte como el que me dio durante la cena, este era solo una advertencia.
Me miró fijamente a los ojos —Quizás sea venganza o quizás realmente estoy interesado en ayudarte ¿Que crees Grace?
Le mantuve la mirada, no quería mostrarme débil —Creo que me odias, pero no te preocupes, el sentimiento es mutuo.
—¿Lo es? —insistió él.
«¿Lo era?»
¿Estaba diciendo que no me odiaba o que tal vez yo no lo odiaba a él? Su tonta pregunta me había confundido por completo.
—Solo quiero hacer mi trabajo —dijo él, acabando con el silencio que se había instalado entre nosotros—. Quiero ser tu profesor, así que sé mi alumna.
—¿Qué propones? —solté su mano y me volví a cruzar de brazos.
Él negó con la cabeza —Nada es lo que hay, de mí depende que aprendas y de ti que termines en una buena universidad.
Suspiré —¿Eres mi Nanny McPhee a caso? Me enseñarás las cinco normas.
—No sé qué es eso —respondió él.
—Como sea, voy a dormir.
Camine a su lado para volver a mi habitación, él me detuvo tomándome del brazo.
—La exposición es importante, Grace, ¿lo harás? —volvió a insistir con eso.
La última vez que hablé en público fue en un proyecto escolar cuando tenía doce años, me había puesto tan ansiosa la noche anterior que termine abarrotando mi estómago de chocolate y durante la exposición estuve tan nerviosa que al momento de hablar vomité en el micrófono. Todos se rieron de mí y yo me aseguré de que nunca más me tocará hablar en público, no podía controlar mis nervios, nunca podía.
Caruso sabía que no podía, pero no esperaba que conocieran la historia. No es algo que pongan en un expediente o al menos eso espero
—No lo sé, hazlo posible Nanny McPhee.
Me miró de arriba abajo
—Primero vístete Grace.
Agrande mis ojos y estire mi camiseta para salir corriendo a mi habitación.
Dos días seguidos teniendo tutorías con Luka y en compañía de Greta. Ella amaba las tardes de estudio con él, yo las odiaba.
Me había quedado dormida al menos dos veces mientras él nos ayudaba a preparar nuestro discurso, dos veces él había golpeado en mi mesa para despertarme.
—¡Grace! —me llamo—. ¿Qué has entendido?
Suspiré y me levanté de mi lugar —No he entendido nada y dudo que los representantes lo hagan.
Se cruzó de brazos —¿Qué propones?
Gire en mis talones —¿Algo más animado?
Él endureció su mirada. Sacudió el reloj en su muñeca, un extraño hábito que tenía antes de ver la hora.
—Greta hemos terminado por hoy, estudia tu parte en casa —le dijo a mi amiga.
—Vale, nos vemos mañana —se despidió.
Guarde mis cosas para seguirla, pero él me detuvo —Contigo no he terminado.
Greta hizo una mueca y se despidió con un gesto de la mano antes de desaparecer del salón.
Golpee la mesa con el libro —Ya son las seis, estoy cansada y esto no tiene sentido.
La mirada de Luka se oscureció, su mandíbula se apretó y se acercó dando grandes zancadas.
—¿Por qué eres tan insoportable? Esto es importante y no solo para ti, también lo es para todo el instituto. Pude darle la oportunidad a alguien más y te la di a ti ¡Solo por ayudarte! —dijo Luka en un tono brusco.
Apreté mis puños a cada lado de mi cuerpo. Yo podía gritar más alto que él.
—¡Pues dale tu estúpida oportunidad a alguien más! —le grite de vuelta.
—No lo hago por ti, se lo prometí a tus padres y a la directora, así que céntrate o me harás quedar mal —se sentó en mi lugar—. Ve al frente y di tu parte.
Camine molesta al frente del salón. Por alguna razón los ojos me picaba, se habían acumulado algunas lágrimas en ellos. Este idiota me había hecho llorar.
—¿Qué es el amor? —pregunto Caruso desde mi sitio.
Cerré los ojos con fuerza e intenté controlar mi respiración.
—No lo sé —respondí—. Por qué debería saberlo, nadie lo sabe.
Se levantó tirando la silla y camino hacia mí.
—Filosofía, tu punto no importa —me respondió este—. ¿Qué esperas de tu futuro Grace? Si sigues así no obtendrás nada.
Sonreír —Dime señor perfecto ¿Qué conseguiste tú? Un bonito coche en el que solo tú pones el culo y un apartamento vacío.
Su rostro se desencajó algo de lo que dije no le había sentado bien.
—Te sacaré del proyecto Grace, no sufras más —tomo su bolso y salió del salón.
«Maldición ¿Ahora que hiciste Grace?»
Corrí detrás de él una vez me di cuenta de mis palabras. La había cagado, pero bien. Había algo extraño en la vida Luka, lo supe desde qué lo vi, tanta perfección no podía ser normal y uno raras veces sabe lo que esconden otros bajo esa imagen perfecta. Quizás si era un psicópata o quizás una víctima, no lo sabía y estaba molesta por juzgar su estilo de vida.
—¡Luka! —le grité cuando salí y vi su coche pasar frente a mí.
Necesitaré muchos pasteles de limón y canela para que me perdone esto.
Toque dos veces, estaba llamando a la puerta de su oficina temprano en la mañana, nunca antes había llamado.
—Adelante —lo escuché decir.
Abrí la puerta y sonreír al verlo sentado detrás de su mesa. Llevaba una camisa negra, chaleco gris y pantalones del mismo color. Era como una sombra, todo oscuro y todo misterioso. Lo único que brindaba un poco de alegría a ese rostro amargado eran sus lentes de Harry Potter que le quedaban fatal.
—No te mande a llamar —aseguro.
Claro que no. Me senté frente a él y puse la caja de pastel en la mesa.
—De limón y no tiene canela, me asegure de eso —le informe mostrando una tierna sonrisa.
—¿No tienes alguna otra clase? —pregunto aun sin mirarme a la cara.
Suspiré. Era agotador tratar con él —Estoy faltando a una clase por ti, siéntete privilegiado —dije y este me miró por encima de sus lentes—. Perdón por lo que dije ayer.
—Eres mi alumna, no mi amiga —respondió.
Quizás esa era su manera de decir «está bien, te perdono» no me dejaba satisfecha. Me incliné hacia el frente apoyando los codos en su mesa.
—¿Puedo volver a la práctica?
Se levantó y me asustó. Camino hacia el estante y tomo algunos libros de él. Los dejo frente a mí, ni siquiera entendía el título, así que no sabía lo que quería que hiciera con esto.
—Platon, Dante y Anendt —explico.
Abrí los ojos y negué con la cabeza —No hablo, tacataca.
Suspiro frustrado —Son grandes filósofos, hablaban del amor, moral, política y religión en sus escritos, si quieres volver tienes que estudiarlos —ordeno.
—¿No puedo buscar en Google? — pregunté.
Negó con la cabeza —Comienza a la de ya.
—Vale, me iré.
Me levanté con el montón de libros en las manos, me detuvo con su voz antes de que abriera la puerta.
—En realidad, ya que faltaste a una clase, será mejore que te quedes aquí y estudies.
«Genial, ahora tendría que fingir estar leyendo.»
Era imposible que leyera tres libros en una tarde a penas llegue a la mitad de uno y fingir fue imposible porque Luka me hacía preguntas a cada rato. No logré tampoco dormir, su mirada me incomodaba, en realidad me incomodaba estar en la misma habitación que él, se levantaba y hacía que mi sangre y mi estómago se revolvieran.
—Y bien, ¿Qué es el amor? —pregunto pasándome una taza de café.
Suspiré —¿Si Platon, Dante y Anendt no lo sabían cómo esperas que yo lo sepa? ¡Soy una adolescente! —exclamé irritada.
El oculto, su sonrisa al beber de su café —Los adolescentes son los que más rápido se enamoran, casi todos a tu edad tienen una cursi referencia sobre el amor.
—Pues yo no, es feo, inestable y doloroso —respondí dejando el amargo café a un lado.
Solo un muerto podría beber lo que Caruso bebé. Le faltaba azúcar a su vida y entonces se me ocurrió devolverle la pregunta.
—Dime Luka ¿Qué es para ti el amor?
Él se sentó frente a mí y apoyo sus codos en sus rodillas, inclinándose hacia adelante con la taza en las manos.
—Es vida —respondió.
Un capítulo más ¿Del 1-10 que nivel de maldad creen que tenga Grace?
Se avecina capítulos llenos de fuego entre todos estos personajes no solo los principales tienen cosas que contar.
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