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La tortura

Salí corriendo de la casa como de costumbre por haberme levantado tarde, por suerte estaba en chofer muy puntual, así que me subi a la camioneta.

Al acercarnos al lugar aprecie la asombrosa vista del edificio en el que iba a trabajar, muy hermoso a decir verdad. El chofer me dio algunas indicaciones que necesitaba y use el ascensor para llegar a mi lugar de trabajo.

Cuando llegue al 5 piso lo único desagradable que pude observar fue la cara molesta de mi jefe.

Este se acercó dando grandes pasos hacia mi y al estar a cierta distancia...

— ¿Donde está mi café? — bufó molesto. — ¿Donde está mi maldito café? — Gritó y algunos de los trabajadores se asomaron a ver que sucedía.

— Yo, Yo Y-Yo, no lo traje. — dije tartamudeando mientras daba pasos hacia atrás.

—Ese era tu primer labor y no lo hiciste, por malcriada. — me miró serio y se acercó a mí rápidamente.

Por instinto, solo daba pasos hacia atrás hasta que me topé con una pared.

El, al estar cerca de mi puso su mano en la pared, teniéndome acorralada totalmente.

— ¿porque no trajiste mi café, Mari? — preguntó molesto.

— Yo, Y-Yo lo sien-siento mucho... — dije con las lágrimas apunto de salir.

— Su rostro se relajó un poco, ahora solo estaba con un semblante serio. Se acercó lentamente a mi oído. — Esta bien, pero recuerda, jamás debes olvidar mi café. — susurró, luego retiró su mano y se dirigió a su escritorio.

Quedé en la pared como un insecto, a punto de llorar.

El, antes de llegar a su escritorio, giró sobre sus talones.

— Entrégame tu celular. — dijo mientras extendía la mano.

— dejé salir una lágrima, metí la mano a mi bolsillo y lo puse en su mano. — ¿que harás con el? — dije casi entre sollozos.

— El lo apagó y lo guardo en su bolsillo. — no quiero que te distraigas, ya fue suficiente con que hayas llegado tarde y sin mi café. — se sentó frente a su escritorio con las manos cruzadas.

Presionó un botón del teléfono para llamar a la secretaria del primer piso.

— Sabrina, por favor envía a alguien para que me compre mi café de siempre. — colgó.

Me miró fríamente y después suspiró pesadamente.

— ¿Crees que la pared te ayudará a conseguir las telas? — lo mire incrédula. — Así es, tu labor el día de hoy es seleccionar 300 códigos de algunos rollos de tela para que sean seleccionados y usados para la elaboración de un nuevo prototipo de camisas. — se levantó del asiento. — debes seleccionarlas antes de 7 de la noche, pues no querré dejarte sola acá arriba. — sacó un manojo de llaves de su bolsillo.

— Está bien. — me limpié las lagrimas con mi suéter.

Ambos subimos en el ascensor al piso 9, donde está la bodega de telas.

El lugar es inmenso y había cientos y cientos de telas con diversos colores y diseños.

— ya sabes, 300 rollos antes de 7 de la noche, y que ni se te ocurra seleccionar los primeros 300 que veas... deben ser como escoger tu estilo, ya sabes... solo lo mejor de lo mejor. — dijo y se retiró a paso lento.

Tragué saliva por los nervios, y me adentré en aquella bodega a realizar mi trabajo.

Pasaron las horas y apenas tenia 127 rollos escogidos, eran los que a mi criterio lucían mejor en camisas debido a su textura, color y diseño.

Se hizo la hora de almorzar, pero aunque tenía hambre, solo pensaba en terminar temprano para ir en busca de Alya.

(...)

Son las 3 de la tarde y ya tengo 216 rollos seleccionados, olvidaba contarles que mi labor en si, es anotar cierto código que tienen las telas para que así ya sepan cuáles deben seleccionar, para luego transportar en una máquina y ser transformadas en camisas.

— Oye, ¿porque no has almorzado? — cierto rubio me sacó de mis pensamientos.

— no es de tu incumbencia. — dije entre dientes y seguí anotando un código en el iPad que me fue asignado.

Oh si, me entregaron un iPad para que registre los códigos.

— Claro que si, si te llegas a desmayar por falta de alimentos la labor no será terminada y eso arruinaría la elaboración de las camisas...así que si. — dijo mientras sacaba de una bolsa plástica un empaque de comida.

— No tengo hambre. — dije sin mirarlo, mientras caminaba en busca de otro diseño.

— me tomó del brazo y me jaló hacia el, quedando yo junto a su pecho. Mi corazón latía a mil, y con muchos nervios subí mi mirada para encarar la de él. — Debes comer, no quiero que te pase nada malo. — me soltó, mientras yo solo me perdí en el verde de sus ojos.

Dejó el recipiente en una pequeña mesa de la bodega y se fue a su oficina.

Oh Dios, ¿que carajos acaba de pasar?

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