Capítulo 9. Subiendo de nivel
Seguimos haciendo misiones para poder subir de nivel. La verdad es que estábamos consiguiendo subir el nivel de nuestros personajes (o de nuestras propias vidas más bien) demasiado rápido, estábamos en nivel treinta y cinco. Se nos estaba dando todo excesivamente bien, no sabíamos nada del grupo del bando negro, y seguíamos camino hacia Ciudad Azul, para que Izan pudiera coger el "punto de encuentro".
Cuando íbamos de camino a Ciudad Azul y quedando poco para llegar, apareció un "boss" de la nada, el "boss" debía tener como mínimo un nivel sesenta (por la zona en la que estábamos, eran de ese nivel), era una especie de gigante de un solo ojo, tipo ogro, bastante paliducho y llevaba una especie de arma bastante rara, un hacha por un lado y espada por otro.
No sabíamos qué hacía ahí, Izan y yo nos miramos con caras raras, no podíamos creer lo que veían nuestros ojos, en el juego no le habíamos visto nunca. El "boss" se estaba acercando demasiado a nosotros, tanto como para que su radar pudiera encontrarnos. A Izan no se le ocurrió mejor idea que cogerme de la mano, corriendo me tiró debajo de un tronco muy grande que había tirado en el suelo, y estaba completamente hueco, es el único sitio que encontró para escondernos. No entrabamos bien, así que tuvimos que permanecer en silencio y pegados, podíamos sentir la respiración él uno del otro, en nuestra propia cara.
Parecía que todo lo que a priori en la vida real podía ser un momento romántico perfecto, aquí se convertía en un momento de tensión fuera de lo común.
—¿Crees que esto es buena idea? — dije yo.
—¿Y qué querías que hiciéramos? ¿Nos enfrentamos a él mejor? — dijo Izan hablando bajito.
—Sabes de sobra Izan, que si este "boss" anda por aquí, no se moverá hasta dentro de una hora o dos. ¿Quieres que esperemos todo ese tiempo?
—Bah ... Ya salió doña listilla, y sus conocimientos del juego...
—No hace falta que te pongas así conmigo— le dije yo bastante enfadada.
—No, si no me pongo de ninguna forma, lo que no sé es como no hemos acabado el juego con lo lista que eres ...
—¡Oh Izan! Vas por mal camino ... ¿Qué te ha sentado mal? ¿Qué no quiera nada contigo aquí o qué? Porque parece que es algo de eso...
—Luna, en serio ...
Izan me miró con cara de querer matarme con una de sus hachas, al mismo tiempo que me miraba tiernamente a los ojos, a punto de hacer lo que yo no quería que hiciera.
De repente, comenzamos a notar que el suelo vibraba, parecía que el "boss" se estaba acercando.
—Estás hablando muy alto— me dijo Izan, tapándome la boca.
—No, si ahora la culpa va a ser mía ... ¿Qué tengamos que retroceder a Ciudad Azul porque a alguien se le olvidó el punto de encuentro, es culpa mía claro? — dije quitándole la mano y gritando sin darme a penas cuenta.
Sin poder remediarlo, yo me encontraba delante de Izan, y una mano gigantesca paliducha y llena de cicatrices probablemente de tantas guerras ganadas en el juego, se acercó a mi insignificante cuerpecito, mientras Izan intentaba sujetarme como podía con sus manos, pero no pudo evitar que acabará en manos del "boss".
—¿Qué haces en mis tierras intrusa? — dijo gritándome el maldito ogro, pude notar su mal aliento en mi cara, me daban ganas de vomitar.
—¿Sabes qué vas a morir? — siguió diciendo él.
Izan estaba en el suelo mirando perplejo, sin saber que podía hacer.
—¿Puedo hablar contigo? —le dije al ogro gigante.
Izan desde abajo se empezó a hacer el listo, a pesar del miedo que le invadía en ese momento todo el cuerpo.
—Luna, los "jefes" solo repiten frases, no vas a poder hablar con él.
—¡Ya lo sé Izan!¡Era para ver si era diferente aquí!
—Pues no le digas nada, solo puedes empeorar las cosas...
—¿Y qué se te ocurre? ¿Me lo explicas por favor? — le gritaba mirándole desde arriba, con cara de pocos amigos, mientras sentía como cada vez más me aplastaba con su mano.
—No lo sé Luna, no lo sé... — gritó Izan desesperado.
El "boss" no paraba de repetir una y otra vez lo mismo.
—¿Qué haces en mi tierras intrusa? ¿Sabes qué vas a morir? — seguía diciendo...
Hasta que paró de hablar y comenzó a actuar, yo como siempre no podía hacer nada, solo esperar a que alguien que no fuera Izan pudiera venir a salvarme, ya que me tenía totalmente agarrada del cuerpo, y no podía lanzar ningún tipo de hechizo con las manos.
De repente abrió su mano, y antes de que pudiera lanzarle un hechizo, había cogido con su otra mano, y me había torcido el brazo para atrás.
—¡Joder!¡Creo que me ha roto el brazo! — grité llena de dolor.
Izan no podía mirar, aun así intentaba darle con sus hachas y la espada, cosa que al gigante lo único que le hacía era cosquillas.
Comencé a lanzarle hechizos de todo tipo, sin poder descender de su mano, estaba tan alto, y tan lejos del suelo, que seguramente si caía de mala forma moriría al instante. Me empecé a poner bastante nerviosa, sin saber qué hacer y con un brazo prácticamente colgando.
Ese monstruo gigantesco estaba a punto de matarme. Me cambió de mano, para poder espachurrarme mejor con la otra mano. Cuando vi la escena, y su cara de satisfacción a punto de matarme, percibí que era mi fin; se me pasó toda mi corta vida por la mente como si nada, cerré los ojos me agazapé en su mano y esperé lo peor. Cuando de repente se escuchó una voz que me resultaba bastante familiar.
—¡Quita!¡No le estás haciendo ni cosquillas! — dijo la voz, mientras empujaba a Izan y conseguía tirarlo al suelo.
De repente apareció el elfo rojo, yo me temía lo peor. Aunque para mi sorpresa, parecía que estaba ahí para ayudarme, empezó a levitar hasta ponerse justo delante de mí, en la mano del ogro para protegerme. Yo estaba presenciando ingenua la escena sin entender nada. Él comenzó a humear, y de sus ojos salieron dos rayos al igual que de sus manos hacía el ogro, que comenzó a tambalearse.
Por suerte el elfo me cogió antes de que cayera al suelo o fuera aplastada por él y me dejó en el suelo al lado de Izan, mientras seguía luchando contra el ogro.
Izan me cogió rápido de la mano, y me hizo seguir el camino hasta Ciudad Azul.
—Corre Luna, esto me huele muy mal...
—Me acaba de salvar la vida deberíamos ayudarlo... Y además ves más despacio, me molesta mucho el brazo, tardará un rato en sanar bien ... — dije yo, todavía dolorida.
—Luna, te querían a ti y a mi vivos para que nos matara su líder, o eso fue lo que dijiste; corre hazme el favor...
No sabía que pensar, pero Izan tenía parte de razón. Antes de que consiguiéramos llegar a Ciudad Azul, apareció de nuevo el elfo cortándonos el paso, iba en un medio de transporte aéreo, una especie de fénix azul y verde. El elfo estaba herido y magullado por todos lados, no tenía muy buen aspecto; pero aun así nos impidió que entráramos en Ciudad Azul.
—¿Dónde vais? ¿Te salvo la vida y así me lo pagas? — dijo él muy enfadado, al mismo tiempo que se quejaba de un dolor muy fuerte.
—Izan, deberíamos ayudarlo— dije yo, al verlo con ese mal aspecto.
—Ni se te ocurra Luna, pasa de él, si muere bien merecido se lo tiene.
No podía creer las palabras de Izan, aunque sabía que nunca nos llevaríamos bien con el elfo rojo, al ser de dos bandos diferentes, y viendo que iba a entregar nuestras cabezas a su bando. Aun así, algo me decía que podíamos ser aliados.
Si lo pensábamos bien, el elfo rojo consiguió escabullirse del "boss", por lo que si era nuestro aliado, nos podría salvar de más de un apuro. Por desgracia, estaba bastante cabreado ante las palabras de Izan, de hecho los ojos del elfo comenzaron a tornarse rojo sangre, mientras que la pupila se le ponía de color amarillo, como una especia de luz parpadeante, daba auténtico miedo.
—¿Luna que hacemos? —gritó Izan preocupado, al ver así al elfo.
Yo lo miré, estaba bastante nerviosa, pero aun así conseguí acordarme en ese momento de que conseguí un hechizo para poder respirar en el agua, creaba una especie de máscara acuática que te permitía no ahogarte, hice una para mí y otra para Izan, y nos metimos en el rio Azul, el efecto duraba diez minutos. El elfo nos había seguido y le teníamos ahí mismo, así que poco tiempo podíamos estar en el agua sin que él pudiera hacernos nada con esos ojos inyectados en sangre.
—¿Vais a salir de una vez? ¿Tú crees que te conviene este mierdecilla? Si no ha sabido ni protegerte frente a un monstruo... — dijo el elfo a gritos, para que le escucháramos bien.
—No vamos a salir, hasta que no te vayas— le gritó Izan con fuerzas, aunque creo que no le entendió nada.
—¡Vete!¡Gracias por salvarme!¡Pero déjanos en paz, no os vamos a molestar a ti y a los tuyos, de verdad ... — dije yo.
—¡Bruja! — dijo el elfo.
—¿Qué quieres elfo? — dije yo.
—Me he separado de los de mi bando, me estaban aburriendo, además como os escapasteis me pegaron una gran paliza, tengo heridas corruptas que no soy capaz de curar, aparte de las que me ha infligido el ogro por ayudarte — dijo el elfo.
—¿Heridas corruptas? Tengo un hechizo que las sana. Voy a salir del agua, pero no me hagas daño por favor— dije yo temerosa, ya que desconfiaba un poco de él.
De repente, Izan me sujeto con su mano para que no se me ocurriera salir, e inició una conversación conmigo en bajito, que no podía entender muy bien, ya que yo si podía hablar en el agua de forma correcta, pero él al ser un guerrero y no disponer del hechizo no se le entendía muy bien.
—No, no se te ocurra, no salgas del agua...No...— decía Izan.
Lo único que podía entender era no.
—Izan, en serio, si me hubiera querido matar ya lo hubiera hecho y a ti también. ¿Crees que el escudo de protección que he proyectado encima de nosotros a su nivel no podría romperlo? Por favor ... Tranquilo, tendré cuidado — le dije para calmarlo.
Salí del agua como pude con la túnica empapada, en el juego hubiera salido completamente seca, era un error un poco engorroso la verdad, si salía de esta, pondría una hoja de reclamaciones por ello.
—¿Qué tal bruja? Y tu amigo .... ¿No piensa salir? No sé cómo estáis durando tanto en el juego, y más con ese pringado— dijo él.
—Tampoco hace falta que insultes, hacemos lo que podemos ... ¿Qué quieres? — le dije sorprendida, de que todavía no hubiera usado alguno de sus hechizos para matarme.
—Quiero ir con vosotros— dijo él.
—¿Perdona?
—Sí, quiero ir con vosotros, unirme a vosotros en el juego.
—Eso es imposible, además sabes de sobra, que al ser de otro bando...
—¿Al ser de otro bando qué? No me puedo meter en vuestro grupo, pero tengo ya ciertos poderes a mi nivel, el "hechizo de apariencia" por ejemplo, que me permite poder entrar en vuestras ciudades y descansar, con la apariencia de un jugador de vuestro bando.
—Ah, interesante ... No me acordaba de eso ... También nos puedes matar cuando te plazca ...
—No lo haré bruja ... Desde luego... ¿Eres así de desconfiada en la vida real?
—Pues .... En este caso creo que debería serlo sin duda querido elfo.
—Bueno... ¿Qué? ¿Me puedo unir?
—Explícaselo tú al guerrero, cuando salga claro ...
—Se lo tendré que explicar entonces.
—¿Quieres que te cure las heridas corruptas? Tienen muy mala pinta, has visto esa, tiene un color verde negruzco que eso en la vida real sería una infección fijo, que te llevaría derecho a la muerte — dije yo señalándole el brazo.
—La verdad es que me duele bastante, no sé porque este tipo de herida no sana como las de los demás monstruos ...
—No tengo ni idea, será algún tipo de error, o será una "herida de traición" que tardan más en curar, y nada tiene que ver con el "boss" ...
—Puede ser, los de mi bando, me atacaron por todos lados... Como si fuera mi culpa, que fuerais tan escurridizos vosotros dos ... Aunque ya te digo, este, está vivo por ti bruja, él solo no hubiera durado ni el primer día ... — me dijo el elfo en bajito.
Mientras esperábamos a que se pasaran los diez minutos, que Izan parecía que usaba como si fueran los últimos en su vida, antes de salir y que le rebanara la cabeza el elfo con una de sus miradas; aproveché para curarlo.
Era realmente reconfortante usar el "hechizo sanador", podía sentir en mis manos un poder que emanaba de lo más puro del alma, mis manos brillaban, se apagaban y se encendían mientras conseguía ir cerrando las heridas del elfo.
—¡Joder! — gritó el elfo.
—¿Te duele? ¿Como es posible, que nos molesten aquí las cosas? Es alucinante, es todo tan realista... Menos mal que a mí por lo menos el brazo se me está recuperando bastante bien, pensé que me lo había roto el maldito ogro ese —dije yo.
—Sí, me molesta bastante, pero parece que están cerrando... Tu brazo se ve mejor, que cuando vi cómo te lo rompía el ogro... De todas formas, muchas gracias, me está haciendo efecto el hechizo — dijo él mirándome con esos ojos rojos que enloquecían a cualquiera.
De repente no podíamos dejar de mirarnos. El elfo, parecía que en agradecimiento quería acercarse y besarme. Nos acercamos los dos, la verdad es que sus ojos rojos embelesaban a cualquiera, y eran bastante bonitos, cuando parecía que íbamos a besarnos; apareció de repente Izan, rompiendo toda la magia, saliendo del agua muy orgulloso.
—¿Qué estás haciendo? ¿Y qué narices quieres? — dijo molesto Izan.
—Izan, cálmate. Se quiere unir a nosotros de buenas ...
—¿Qué dices Luna? Nos va a llevar con sus amiguitos lo sé ...
—¡Izan, para ya! Estamos en este lio por tu culpa, si no hubiéramos tenido que volver a Ciudad Azul ... Ahora te aguantas, se viene y punto, somos dos contra uno ...
—Ya lo sabes guerrero de cuarta, haz caso a la bruja, me voy con vosotros ...
—¿Vas a seguir así de graciosillo siempre? ¿O se acabará en algún momento? —dijo Izan molesto.
—Pues no lo sé, guerreo de cuarta.
—Mira no me hagas hablar, elfo traidor.
—¿Traidor yo? No querrás que te traicione a ti ...
No me lo podía creer, estaban peleando como dos niños pequeños, estábamos en un juego en el que no sabíamos si íbamos a salir vivos, y se ponían a pelear así.
El elfo se acercó a mí, y se presentó.
—Me llamo Hugo. ¿Y tú nombre es Luna no? — dijo el elfo mientras me daba dos besos intentos en las mejillas.
—Sí, correcto. Y él es Izan.
—Bueno a ver, ya sabemos como nos llamamos todos, los nombres aparecen al lado de nuestros personajes— dijo Izan mosqueado con el acercamiento del elfo.
—Solo quería presentarme, y ser educado— replicó el elfo.
—Bueno ya, no vamos a discutir más. Vamos a ponernos en marcha hacia Ciudad Azul, que queda un largo camino por delante...—dije yo, intentando poner orden.
Izan se tuvo que resignar y tuvo que hacerme caso.
Partimos los tres a Ciudad Azul, para descansar, y para que Izan pudiera coger de una vez el maldito "punto de encuentro", que nos permitiera seguir avanzando en el juego ...
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