Capítulo 8. Nueva normalidad
De vuelta a nuestra nueva normalidad, volvimos a despertar otro día más en el juego. Esta vez estábamos bastante desubicados. Izan se levantó y no paraba de mirarme, mientras yo seguía dormida.
—¡Luna despierta!
—¿Qué quieres Izan? Déjame dormir un rato más, total ...
—Luna, tenemos que seguir con el juego. ¿Por cierto dónde estamos? Ya no me acuerdo de nada, solo que nos seguían los del bando negro y acabamos aquí.
—Mmm... Espera que miro en el mapa. Estamos en Villa Plateada.
—¡Ah sí!¡Es verdad, ya me acuerdo!¡Menos mal que tenemos el dichoso mapa!
—Sí, es verdad. Deberíamos intentar hacer más misiones, buscamos alguna misión que haya por aquí, las guardamos en el libro de misiones y vamos al monte del ocaso, para poder subir mejor de nivel y poder acceder a otro mundo. Aquí, por esta zona, había poco que hacer en el juego, si no me equivoco.
—Me parece perfecto—dijo Izan, con una cara de cansancio, que decía todo lo contario.
—¿Qué te pasa Izan? — le pregunté preocupada.
—No puedo más, estoy harto de este juego, es demasiado cansado ya, no sé que va a pasar con nosotros... ¿Y si acabamos el juego, matamos al Señor de los Mundos y seguimos aquí atrapados? No me imagino vivir aquí para siempre, si lo piensas es aterrador.
—Lo sé Izan. ¿Y qué quieres que hagamos? ¿Nos rendimos? ¿Vamos al encuentro del grupo del bando negro que nos estarán buscando todavía y nos entregamos, que nos maten y a ver qué pasa?
—Dicho así suena bastante estúpido, pero no puedo más, en serio...
—Somos nivel quince, podemos hacer lo que te he dicho para subir de nivel.
—No puedo más Luna, lo siento. Hoy, necesito un descanso.
Izan estaba tirado en el suelo, podía ver la desesperación en su rostro, de repente se puso a llorar, quizás de rabia, no sabía cómo consolarlo, la verdad es que no había forma de consolar a nadie en este maldito juego. No podía mentirle y decirle que pronto saldríamos de aquí, no tenía las agallas suficientes para mentir de esa forma tan despiadada a alguien que me importaba. Por desgracia yo también estaba cansada y no sabía que decir, pero uno de los dos tenía que ser más fuerte que el otro para apoyarnos en estos momentos y poder continuar vivos.
—Izan, no te preocupes, nos tenemos el uno al otro. Habrá jugadores que ni eso.
De repente Izan se levantó y se puso de pie, se le notaba bastante tenso. Fue entonces cuando necesito desahogarse de verdad conmigo, mientras no paraba de llorar.
—Me da tanta rabia Luna ... Sé que lo que voy a decir quizás vaya a sonar como una especie de monólogo de un hombre mayor cansado de la vida, pero me da igual. Siento que lo poco que he vivido no he sabido aprovecharlo, he hecho mucho el tonto sí, me he reído, me he divertido; pero nada de todo eso me ha llenado siempre lo suficiente. Desde que te conocí he sido un maldito cobarde, hace tiempo que debí haber hablado con Bruno y decirle que estaba locamente enamorado de ti, y que no me parecía muy normal la forma en la que te trataba, pero más serio de lo que me he puesto hasta ahora, y decirle que si seguía así, intentaría todo lo que fuera para que estuvieras conmigo...
Izan consiguió dejarme a cuadros con su confesión, yo también sentía algo muy fuerte por él, me di cuenta el día que salió detrás de mí, y en el juego parecía que se había convertido en un gran apoyo, y esos sentimientos se habían magnificado. Pero lo único que pensé en ese momento, como otras tantas veces, es en que si queríamos sobrevivir no podíamos descentrarnos teniendo una relación, a mí por lo menos una relación me dejaba un poco atontada, y aquí no te podías permitir relajarte, así que como pude intenté cortarle el rollo, muy a mi pesar.
—¡Izan! Ahora eso no importa....
—No, me digas eso. Sí importa. No sé si vamos a morir y no he tenido la oportunidad de mandar a la mierda a Bruno e intentar algo contigo fuera...
—Izan, déjalo ya, en serio ...—le dije bastante cansada.
—¿Te da igual lo que sienta? — dijo él en un tono bastante triste.
—¡Izan joder! Estamos en un maldito juego, céntrate. Siento decirte esto, pero ahora mismo culpándote de todo no vas a llegar a ningún sitio y más de algo que has hecho fuera de aquí. ¿Sabes cuanto tiempo nos queda aquí? ¿Sabes si vamos a conseguir salir? ¿Qué importa lo que este en el exterior, o lo que haya pasado antes en el exterior? No entiendes que ahora mismo, todo eso es absurdo— dije bastante enfadada.
—Pero ... ¿No piensas en el exterior?
—Arrrgg. Esto es ridículo, no podemos darle mil vueltas siempre a lo mismo. ¿Quieres morir aquí a ver que pasa? Pues hazlo... ¿O quieres vivir igual que haces en la vida real por si no existe nada después o si existe el mundo real volver a él? En tus manos está, pero o dejamos de quejarnos o nos comerá todo esto— dije a gritos mientras caía rendida de cansancio mental al suelo.
—Luna...— dijo Izan, con voz temerosa.
—¿Qué Izan? ¿Qué? En serio... ¿No ha quedado claro lo que te he dicho ...? — dije malhumorada.
—Luna, la ventana...
Me levanté medio mareada, y al mirar por la ventana estaba mi peor pesadilla. El elfo rojo estaba mirándonos, nos había seguido y esperaba que abriéramos la puerta.
—¡Hombre!¡Si está aquí mi bruja preferida! ¿Ya me has olvidado y estás con un guerrero de cuarta? No me esperaba eso de ti, mi querida bruja. ¿Por qué no sales y lo hablamos...? — decía él con un tono muy persuasivo, esperando que cayera en su trampa.
—Lo que me faltaba— dije yo.
—¿Por qué dice eso? ¿Pasó algo entre vosotros en la cueva? — dijo Izan.
—¿Ahora con celos? —dije yo, viendo lo absurdo de la situación.
—No, no... Es que no entiendo qué quiere decir, y no me terminaste de contar como conseguiste escapar de la cueva ...
—Izan, no me dejaste contarte nada, cuando te lo iba a contar, estabas más interesado en el hecho de que no había hecho nada con Bruno, y no me dejaste hablar de otra cosa.
—¿Contar? ¿Qué me ibas a contar?
—Bueno ... En resumen, escapé pidiéndole un beso.
—¿Un beso Luna? ¿No pudiste hacer otra cosa que no fuera pedirle un beso?
Izan del cabreo, subió las escaleras de la posada a toda prisa y yo fui corriendo detrás de él, se paró en seco y me choqué con él. Ahí estábamos los dos mirándonos, como si se hubiera detenido el tiempo, sin pensar en nada más.
—Lo siento Izan, fue lo único que se me ocurrió ...
—¿No pensaste que me iba a sentar mal?
—¡Izan en serio! Tenía que ponerme a salvo ... Si no lo entiendes, es problema tuyo. No siento nada por él.
Izan esbozo una sonrisa, mientras se quedó aterrado mirando la ventana. El elfo había conseguido levitar, y nos estaba viendo a través de la ventana.
—¿Y ahora qué hacemos ...?
—¿Qué quieres hacer? No sé ... Siento haberle besado.
—No hablo del beso ahora ... Luna, mira la ventana.
Me giré, miré hacia la ventana y estaba el elfo saludándonos muy efusivamente, con su mano alargada rojiza.
—Me preocupa que este mirando en la ventana... ¿Qué hacemos? ¿Y si llama a los demás, y si consigue abrir...? — me dijo Izan en voz baja.
—Estoy ahora mismo desubicada Izan, me duele todo el maldito cuerpo, de haber dormido en el suelo. ¿Qué pasa? ¿Qué tengo que estar pensando todo el rato que podemos o no podemos hacer? — dije yo cabreada, sabiendo que Izan esperaba que pensara algo y actuara por los dos.
—No sé Luna, pero me preocupa que este ahí— dijo Izan asustado.
—Miremos en las otras habitaciones, lo mismo hay algo que podamos usar para escapar...— dije yo.
Mientras mirábamos en otras habitaciones, corriendo a toda prisa, el elfo rojo nos seguía a cada una de ellas, mirando por las ventanas y gritando.
—¡Bruja! ¿A dónde vais? No vais a poder salir, y ahora vienen unos amiguitos míos que son capaces de atravesar paredes, estáis perdidos... — dijo el elfo maldito.
Izan se estaba asustando por momentos, al escuchar que vendría parte del grupo del elfo o quizás todo el grupo. Estábamos en la parte de arriba y no sabíamos que hacer.
—¡Joder Luna! ¿Estás escuchando lo que dice? — preguntó Izan asustado.
—Izan, en serio, cálmate ... Déjame que piense ... Tú tienes unas armas que no sirven para nada, mis hechizos son una porquería ahora mismo si viene un grupo bastante grande a atacarnos... No tenemos nivel para enfrentarnos a ellos ...
—Luna...
—¿Qué Izan?
—¿Puedes pensar en bajo? Me estás asustando, según tú no tenemos escapatoria ...
—Izan, en alto o no, por lo menos estoy pensando y no me estoy quejando todo el rato... ¿Te sirve de algo quejarte? ¿Quejarte nos va a teletransportar en una burbuja lejos de aquí?
—No, pero ...
De repente, al repetir la palabra teletransportar en mi mente, me acordé de algo, el "punto de encuentro". Este punto, permitía teletransportarte a la ciudad donde lo hubieras creado y así poder zafarte de tus enemigos en cualquier momento.
—¡Izan! Nos podemos teletransportar a Ciudad Azul, como no se me ha ocurrido antes, seleccionamos el punto de encuentro y acabamos allí.
Algo no me cuadraba, mientras yo tenía una sonrisa de felicidad enorme, Izan me miraba con cara de asustado, me estaba temiendo lo peor, y efectivamente, no iba mal encaminada.
—¡Izan! — intenté llamar su atención cabreada.
—Sí. Luna ... Sí, efectivamente es lo que estás pensando, no lo hice ...— dijo él bastante asustado, no sabía si le iban a matar los de fuera o yo en ese preciso momento.
—¿Me estás diciendo, lo que me estás diciendo? ¿Qué estuviste en Ciudad Azul, que lo primero que hay que hacer es señalarla como el "punto de encuentro", para poder ir allí en este tipo de casos principalmente y tú decidiste ir a comprar armas que no te van a servir para otros niveles, y vestimentas nuevas que también se te quedarán obsoletas y que no hiciste el maldito punto de encuentro Izaaaaaaaaaaaaan? — grité con todas mis ganas.
—Lo siento— dijo Izan con la voz entrecortada.
—¿Lo siento? Que error de principiante, parece mentira, como si un lo siento nos fuera a salvar ahora ...
—¿Puedes dejar de mortificarme Luna? Ya está hecho...
—Sí, por desgracia sí. Bueno... ¿Ahora que hacemos? Me lo explicas Izan ...
—Vete tú y déjame aquí, ya me las arreglaré...
—¿Qué estás diciendo? Como pretendes que te deje aquí. Si me voy de aquí, me voy contigo.
—Luna por favor, no seas tonta, ha sido error mío, y no quiero que lo pagues tú, hazme el favor y vete, ya encontraré la forma de llegar a Ciudad Azul.
No podía dejar a Izan allí, aunque había cometido el error más grande de su vida, que quizás nos podía costar la vida a los dos, estaba sintiendo algo bastante fuerte por él. Así que me puse a dar vueltas como una loca por todas las habitaciones de arriba, mirando por todos lados, a ver si podía conseguir algo para que pudiéramos escapar de alguna forma. Encontré varias sábanas, y cuando bajé abajo, sigilosa por la escalera, ya que el elfo rojo estaba sentado apoyado en la puerta, en un cuarto al lado de la puerta de entrada encontré unas cuerdas. Subí todo lo deprisa que pude las escaleras, y no consiguió verme.
—¡Brujita, te estoy escuchando!¡Queda poco para que lleguen mis amigos, y os saquemos a patadas! — gritó furioso el elfo aporreando la puerta.
Por suerte había conseguido subir antes de que viera que estaba abajo. Le enseñe a Izan las cuerdas y las sábanas. Él me miró con cara de no saber que quería hacer con todo eso.
—Luna ¿Qué quieres hacer con eso? —preguntó inquieto.
—Sencillo, atamos todo esto y salimos por la ventana antes de que vengan los demás del bando negro. Corremos a Villa Azul, descansamos allí y luego volvemos a Ciudad Azul, donde allí sin falta, me haces el favor de crear el maldito "punto de encuentro".
—A mí no me parece tan sencillo Luna...
—Arrrgg.... ¿Y que propones? No hay otra escapatoria...
—Bueno haz lo que quieras... No sé si ir yo antes por si se rompe que me pase a mí lo que sea, o tú, para que escapes cuanto antes por si nos pillan...
—Izan piensa. Estamos en un juego, si te rompes algo te recuperas prácticamente al instante, al no ser que te partas las piernas y no puedas caminar, claro... Pero bueno, para eso tenemos las cuerdas y las sábanas, para protegernos de la caída, y por supuesto para hacer el menor ruido posible y que el elfo no nos pueda oír.
—Tienes razón, no se me habría ocurrido eso nunca, si no llegas a estar aquí, no sé que sería de mí la verdad ...
Anudamos todo. Izan bajó primero, ya que pesaba más y en el caso de romperse todo después, yo podría saltar sin llamar tanto la atención. No pasó nada, pudo bajar bien, y no se rompió el lio de cuerdas y sábanas. Me tocaba ahora, bajar a mí.
Cuando estaba bajando, Izan me sujeto de la cintura para que bajara mejor. De repente nos estábamos mirando de frente otra vez y se podía notar como los dos sentíamos algo muy especial el uno por el otro. Pero la magia duró poco tiempo.
Sin darnos a penas cuenta, teníamos al elfo al lado. Comenzó a mirar a Izan usando sus poderes con los ojos y lo estampó contra un árbol, él no podía reaccionar, cayó al suelo sin poder moverse. Antes de que yo pudiera ir a ver que le había pasado, tenía ya delante de mí al elfo.
—¡Maldita bruja!¡Me has cambiado por este guerrero insignificante! — dijo el elfo señalando a Izan.
—¡Eres un bruto!¡Y un abusón! ¡Deja que nos vayamos!¡Debería darte vergüenza, abusar así de niveles inferiores al tuyo!
—¡Me tienes fascinado bruja!¡Me encanta que seas así!¡Hasta en los peores momentos sacando tus verdades a relucir! Sí, tienes razón, soy un abusón y me encanta jajaja — el elfo no podía dejar de reírse a carcajadas.
El elfo se abalanzó sobre mí y consiguió tirarme al suelo de un empujón, caí sin más, quedándome tumbada y mirando petrificada desde el suelo al maldito elfo, que se encontraba de pie a mi lado, sus ojos estaban inyectados en sangre, eso no era nada bueno. De repente, se abalanzó sobre mí, y me agarró el cuello con una de sus manos.
—¡Me debes tantas cosas bruja! — dijo él.
—¡No te debo nada! —grité yo.
Se acercó a mí, me sujetó mientras yo seguía en el suelo y comenzó a mirarme de forma despiadada, mientras yo intentaba quitármelo de encima como podía, pero no lograba apartarlo. Izan lo estaba viendo todo, y en un arrebato pensó en ir a matarlo, clavándole una de sus espadas en la espalda.
El elfo se levantó y comenzó a chillar como un loco, mientras intentaba quitarse la espada y no podía, se le había quedado incrustada en su espalda. Izan cogió mi mano, me levantó y nos adentramos en el bosque corriendo.
—¡Izan, no es buena idea! — le dije aterrorizada, mientras conseguía tirar de mi mano.
—¡Corre Luna, por favor...! — dijo él.
Los dos corríamos como si nos fuera la vida en ello. Y la verdad, es que sí se nos iba la vida en ello.
Tuvimos que salir del bosque e ir pegados al camino, por el mismo camino no podríamos ir por si nos encontrábamos con el maldito bando negro, que supuestamente venían de camino, si era verdad lo que decía el elfo. Los monstruos que nos encontrábamos eran de un nivel más bajo, pero en ese momento lo único que hacían si teníamos que parar a matarlos para que no nos persiguieran era estorbar y hacer más lento nuestro camino.
Andadas unas horas, llegamos a Villa Azul, nos instalamos en la misma posada en la que estuvimos la otra vez, cerrando la puerta y todas las contraventanas de madera para que no nos vieran.
—Luna, ¿estás bien?
—Sí ... ¿Por qué no iba a estarlo?
—El imbécil ese se abalanzó sobre ti, por eso.
—¡Déjame Izan! — le dije malhumorada, no me apetecía para nada recordar ese momento.
Subí las escaleras y me tumbé en la cama. Izan me seguía.
—¿Quieres que te deje sola?
—Quiero que se acabe esto ya, no lo aguanto. Es más, creo que no te aguanto ni a ti, no me aguanto yo tampoco, no sé, es un cúmulo de cosas. Y lo que me parece más alucinante, es que gente que ha entrado con nosotros, que deberían estar asustados como nosotros, ya que están en nuestra misma situación y no saben que nos va a pasar, vayan en contra nuestra de esa forma, así sin más.
—Lo siento Luna. Si quieres me bajo...
Yo seguía hablando, sin hacer ningún caso a lo que decía Izan.
—Es más, esto parece que lo he vivido otra vez, casi la misma conversación, solo que con un elfo loco siguiéndonos, en el mismo lugar y casi a la misma hora, ya que se está haciendo de noche. Y sin poder darte una ducha, ¿has visto cómo estoy? Esto es un desastre.
Izan no sabía que decir, pero sentía que debería actuar, quizás una cena romántica, intentar preparar un baño, me ayudaría a relajarme un poco.
Caí rendida en la cama durante un tiempo. Para entonces otra vez se había hecho de noche en este mundo absurdo. Izan vino a despertarme, había comprado un bebedero de caballo, y lo había llenado calentando agua en unas tinajas en la cocina de abajo, había echado una especie de aceite de plantas que olía bastante bien, seguramente lo habría comprado a algún alquimista de la villa, y me llevó de la mano, con los ojos cerrados a la habitación donde había montado aquel baño improvisado para que pudiera relajarme un poco. Todo estaba lleno de velas en plan romántico, pero la tensión del momento me impedía decir o hacer algo más que simplemente dar las gracias por lo que había preparado, pero Izan parecía entenderlo todo.
—Gracias Izan, no te tenias que haber molestado—dije sonriéndole.
—De nada, no he tardado mucho; bueno en realidad sí, pero te vi muy agobiada, y te debo la vida ya más de una vez ...
—Pero que dices ... Si has sido tú quien me has salvado la última vez del maldito elfo... — respondí.
—Bueno, intenta olvidarte un poco del mundo y luego baja que tengo otra sorpresa.
Disfruté del baño como pude y más tarde bajé. Había preparado una cenita romántica con sus velitas, y un jarrón (más bien una jarra de cerveza de barro) con flores silvestres, y había verduras y fruta de todo tipo para comer.
—Izan no te tenías que haber molestado...
—No es nada Luna, necesitaba hacer algo especial por ti, y me diste tú la idea. Siempre he soñado con un momento así contigo.
Yo no sabía que decir, estaba demasiado abrumada por todo y precisamente no era el mejor momento, no sabía ni donde estaría el elfo maldito; y como en la vida real, había muchas veces que otras cosas malas que te pasaban, te impedían disfrutar de los buenos momentos.
—Bueno, gracias Izan.
—Gracias a ti, por estar conmigo— dijo él sin decir nada más, pareciendo entender todo lo que se me pasaba por la cabeza.
Él me notaba un poco extraña pero no quiso preguntar, quizás por el miedo a que dijera algo que no quería, ya me había venido yo demasiado abajo, como para que él se permitiera el lujo de hacerlo también.
Los dos terminamos de cenar sin decirnos a penas nada, había cierta tensión que se mascaba en el ambiente, parecía que ambos sabíamos que por mucho que hiciéramos para tener un momento de relajación, no podía ser así en ningún momento.
Caímos rendidos, y acabamos dormidos al lado de la lumbre que había hecho Izan, él me abrazó muy fuerte, y nos dormimos.
Cuando se hizo de día, nos propusimos ir a hacer misiones, hasta poder subir un poco más de nivel, y así fue como empezó el nuevo día.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro