Capítulo 11. Entre la vida y la muerte
Izan estaba llegando al punto donde se encontraba Hugo, que no paraba de sujetar mi cuerpo, sin saber qué hacer. Desde lejos veía como algo no marchaba bien, yo estaba tirada en el suelo en brazos del elfo, y él corría desesperado hacia nuestro lado.
—Luna, aguanta, se me ocurrirá algo, ya lo verás—no paraba de repetir Hugo, aunque yo era incapaz de creerlo en mi estado.
—No sé si podré— decía yo, mientras veía como me apagaba lentamente.
Izan llegó a nuestro lado, estaba exhausto de la paliza que se había dado corriendo, cuando contempló la escena, no sabía que decir.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho? —le dijo Izan a Hugo.
—No he sido yo... ¿Cómo puedes pensar que la puedo hacer daño? Ha sido un orco de mi bando, ya se ha llevado su merecido, no creo que vuelva por aquí, o por lo menos no a molestarnos a nosotros.
—No tiene apenas vida... Aparta— dijo Izan enfadado, mientras empujaba a Hugo.
—¡Joder Luna, que mala pinta tienes! —dijo Izan.
—Claro que sí, lo mejor en estos casos es dar ánimos— dijo Hugo enfadado.
—Déjame, no te metas en lo que te llaman— dijo Izan.
Yo seguía muy mal, a ratos cuando conseguía estar despierta sin desmayarme, podía oírlos discutir, sus voces conseguían chirriar en mis oídos, y molestaban bastante, estaba muy grave y no aguantaba ni un solo ruido.
—Dejad de discutir por favor, no puedo con esto ahora— dije yo con la voz entrecortada, sin apenas poder hablar.
—Lo siento Luna—dijo Hugo.
—Yo también lo siento, pero esto me desborda y estás así por culpa de uno de su maldito bando— dijo Izan, sin dejar de soltarme.
El elfo se levantó y se puso de pie, se quedó pensando en que podía hacer, moviéndose de un lado a otro, muy deprisa, viendo a ver si se le ocurría algo, parecía una fiera encerrada en una jaula, estresada, y tramando algo para poder salir del sitio donde estaba atrapada.
Hugo no sabía que pensaba Izan de todo esto, tampoco Izan me soltaba, por lo que no podría hablar conmigo a solas, y él no quería hablar con Izan delante de mí. Por desgracia sabía que lo tenía muy difícil, que esta vez, lo mismo no lo podría contar. Hugo veía imposible que saliera adelante después de la gran paliza que me había propinado el orco, y más siendo un personaje que doblaba mi nivel, con una fuerza atroz propia de un monstruoso orco y lo peor de todo, es que yo era una humana debilucha que sin sus hechizos no servía para nada y había conseguido golpearme en todas las partes del cuerpo.
De repente, me volví a desmayar, Izan seguía sentado a mi lado, y me empezó a dar golpecitos en la cara.
—¡Luna joder, despierta!
Pero yo no conseguía reaccionar, de hecho no se sabía muy bien lo que pasaba. Esta vez mi fantasma se resistía a aparecer, era todo bastante raro; hasta yo, si hubiera sabido lo que me pasaba (ya que quedé inconsciente y no podía percatarme de nada) me estaría preocupando, pensando que no conseguiría salir ya nunca del juego.
Mientras tanto Izan y Hugo iniciaron una conversación, o una discusión mejor dicho para rato, menos mal que no me estaba enterando de nada, si no les hubiera parado los pies rápido, ya que no era el momento adecuado para discutir, mientras me debatía entre la vida y la muerte, ellos perdiendo el tiempo con sus tonterías.
—¿Por qué la has dejado sola? — recriminó Hugo a Izan.
—Estabas hablando con alguien de tu bando tramando algo, fui a advertir a Luna, nos enfadamos por otra cosa y salió corriendo—le dijo Izan.
—¿Y antes de hablar con ella y preocuparla, no podías haber hablado conmigo? Me podías haber preguntado directamente a mí, con quien estaba hablando...
—¿Para qué? Mira elfo sé que no eres de fiar, y con eso me basta ...
—¿Qué no soy de fiar? Sabrás tú si soy o no soy de fiar ... No te incube, pero estaba hablando con mi hermano, él entró también a jugar con nosotros, es un elfo también a nuestro nivel podemos hablar a través de un hechizo, me preocupa, él y otra chica se han separado al igual que yo del bando donde estábamos metidos, le pregunto de vez en cuando para saber que está bien. Tenía pensado decíroslo, porque queríamos ir todos a Entremundos.
—Estáis locos, si creéis que llegareis allí con vida, y más sabiendo como se la gastan los de tu bando.
—Bueno dejemos ese tema, ya hablaré con Luna más adelante de ello y contigo si te da la gana.
—No creo que la interese y a mi menos ...
Hugo seguía dando vueltas de un lado a otro como un loco, intentando buscar una solución a mi problema. Pero de repente, la rabia le invadió y tuvo que recriminar a Izan su actitud.
—No sé cómo la pudiste dejar sola ... Se supone que estabais juntos tú y ella, tenías que haber cuidado de ella. Yo no puedo saber donde estáis, no estoy en vuestro maldito grupo, y no puedo, soy de otro bando. ¡Tenías que haber cuidado mejor de ella joder!
—Cállate, si no puedes hacer nada, no sé qué hacemos discutiendo. ¿Tú no eres un brujo, igual que ella? ¿No tienes ningún maldito hechizo para resucitar? — dijo Izan gritándole.
—No, no de momento, solo un nivel cincuenta y nueve, me queda nada para llegar a sesenta. De todas formas voy a mirar en el listado de hechizos.
Hugo comenzó a buscar en el libro de hechizos, pasando páginas y páginas con la pantalla táctil. Descubrió que a nivel sesenta le daban el hechizo de resurrección, nunca lo había usado en el juego, y la verdad es que no era necesario, había hechizos más interesantes para cogerte, y más sabiendo que en el juego, solo se permitía a cada nivel un número determinado de hechizos, y había que saber elegir bien. Aparte, no lo veía necesario, ya que en su bando (o por lo menos era lo que ocurría en el juego de pc) siempre se cubrían las espaldas unos a otros, aunque en la realidad virtual habían cambiado demasiado las tornas.
Pocos brujos tenían el hechizo de resurrección, ya que a un nivel superior podías conseguir el "insuflo de vida" y no merecía la pena este, aparte, el "insuflo de vida" era un hechizo que despertaba a cualquiera hasta de la muerte más agónica en cuestión de segundos. Pero lo peor de todo del hechizo de resurrección, es que tenias que conseguirlo en la ciudad a la que pertenecías, por lo que Hugo necesitaría ir a Ciudad Oscura para recogerlo, solo allí podría conseguir el maldito hechizo que podría salvarme la vida. La Ciudad oscura, era para el bando negro, lo que era Ciudad Azul para el bando azul, un punto de encuentro de todos los jugadores, que para Hugo supondría un peligro bastante grande, después de haber quedado de traidor, delante de los de su bando. Pero por desgracia, tenía que ir si o si a Ciudad Oscura si me quería ayudar, era el único sitio donde podría comprar el hechizo; no se le podía dar más vueltas.
Hugo estaba temeroso de ir a Ciudad Oscura, pero lo iba a hacer por mí, se dirigió a Izan para hablar con él y contarle sus planes, y aconsejarle que podía hacer en su ausencia.
—¿Tienes algún tipo de transporte terrestre de dos personas?
—No, no tengo medio de transporte para mí, mucho menos para dos personas, que es más caro, no tengo dinero.
—¿Cómo es posible que no tengas transporte?
—Me gasté las monedas en el equipamiento joder. Debería de haber comprado un medio de transporte ya lo sé, por eso discutí con Luna y se fue.
—Pues sinceramente, no sé que podemos hacer. Tengo que ir a Ciudad Oscura, para conseguir el hechizo de resurrección. A penas le queda un hilo de vida, si la movemos, va a morir. Si se queda aquí, y vuelven los de mi bando a atacar, o viene cualquier "boss" morirá de inmediato al más mínimo roce. Tendrías que haber tenido un medio de transporte, joder...
—Ya, lo siento... Ya no hay vuelta atrás ... Joder, todo es mi culpa...
—Deja de hacerte la víctima, vaya guerrero...Así no vamos a ningún sitio. No sé, mira el mapa de tu zona, esta no es mi zona no sé dónde están situadas las cosas aquí, y tampoco puedo verlo, quizás la podamos trasladar andando a alguna posada para que su cuerpo pueda descansar, pero no tiene que estar muy lejos, o su cuerpo se debilitará.
Izan comenzó a mirar el mapa, estábamos entre Villa Azul y Ciudad Azul, era complicado encontrar un sitio intermedio. Izan comenzó a ampliar el mapa, mientras yo yacía en el suelo, sin poder moverme, y echando sangre por la boca. Lo peor de todo, es que mi fantasma no aparecía, como la primera vez. De repente, Izan parecía que había encontrado algo.
—Aquí hay una casita entre medias de Villa Azul y Ciudad Azul, está relativamente cerca, no sé si se podrá descansar, creo que no, es de unos agricultores, que tienen un contrato con la familia real de Ciudad Azul. Pero está a unos pasos prácticamente.
—Con eso nos vale, hasta que vuelva yo— dijo Hugo.
Hugo se acercó a mí y me cogió en brazos, estaba bastante preocupado, sabía muy bien que seguramente no podría salir de esta, temía por mi vida, me veía muy débil mientras me llevaba en brazos, no me movía para nada, y lo peor de todo temía que mi acompañante no iba a servir de mucho para protegerme en una casa en la que podía entrar cualquiera, matar a los inquilinos y en la que para colmo de males no podía descansar y recuperar aunque fuera un hilo de fuerza, que lo estaba necesitando.
Estuvimos andando unos minutos. A lo lejos podíamos ver la casa. Tardamos poco en acercarnos a ella. Pero el elfo, tuvo que dejarme ya en brazos de Izan para entrar. Si no los inquilinos, le intentarían atacar, y él tendría que matarlos. Y los inquilinos de la casa eran muy importantes también para protegernos a Izan y a mí de cualquier enemigo que viniera a molestarnos.
—Os dejo aquí, me voy a Ciudad Oscura, espero que se me de bien. Cuídala mucho, evita que entre cualquier enemigo, si ves que se acerca alguien de mi bando esconderos, aunque sea debajo de una cama o un armario. Con solo un golpecito que la puedan dar, la podrían matar sin más.
—¿Crees que no la voy a cuidar? La conozco mucho antes que tú, elfo— dijo Izan bastante molesto.
—No digo que no la puedas cuidar... Mira no es momento para discutir. Solo quería ayudar. Me voy, espero que nos veamos lo antes posible.
El elfo, partió en su fénix metálico hacia Ciudad Oscura. Mientras Izan le miraba muerto de envidia y condenado, preguntándose porque no me habría hecho caso y se habría comprado algo más útil que un equipamiento, como un medio de transporte para estos casos en los que tan importante era, ya que yo no podía andar.
Izan entró por la puerta de la casa de los agricultores. Era la familia Garner. A la entrada estaba la mujer dándonos la bienvenida. Estaba ella sola, no había nadie más, aun así nos podría ayudar en el caso de que algún enemigo se acercara a la casa a invadirla o para hacernos daño a nosotros simplemente.
—Bienvenidos a la casa de la familia Garner— repetía la mujer a la entrada de la casa, una y otra vez. Parecía que tenia una especie de trastorno obsesivo-compulsivo, por ser excesivamente amable con sus invitados, que no se podía contener.
Izan por un momento consiguió respirar tranquilo, pensando que por lo menos había aunque fuera un personaje que estaba a su favor y era de su bando.
Entró por la puerta, y subió las escaleras conmigo en brazos. Sabía bien, que las habitaciones donde se podía descansar, se encontraban arriba. Para nuestra desgracia, nuestros personajes en las casas que se encontraban aisladas sin formar parte de ninguna villa o pueblecito, no permitían descansar, algo muy importante para subir el nivel de vida que habías perdido en cualquier pelea. Solo servían para ocultarte en algún momento, de hecho no tenían ni comida, ni bebida, otro punto negativo en nuestra contra, ya que si bebía y comía tenía más posibilidades de recuperarme antes.
Izan me dejó en una habitación, que tenía una cama muy grande. No paró de mirarme en ningún momento, triste e inquieto, sin saber que sería de los dos, si sería verdad que podría curarme el elfo, si volvería, sin saber si me podría proteger, dadas las circunstancias; miles de ideas se le pasaban por la cabeza atormentándolo.
De repente, aunque ahí no pudiera descansar, parecía que iba recuperando un poco de vida, pero muy lentamente. Pude ver como mi fantasma salía de mí, eso era bueno, y malo al mismo tiempo, quería decir que estaba muriendo, pero que podría recuperar mi cuerpo y volver a emparejar mi alma con mi cuerpo, como conseguí hacer la otra vez.
Cuando mi fantasma podía ver mi cuerpo, me pegué un susto enorme, esta vez no fue como la anterior, el maldito orco, me había dado una paliza de escándalo, sus dedos estaban en mi cuello marcados de tal forma, que se veían como una especie de ronchas rojas y moradas en mi cuello paliducho y en otras zonas del cuerpo. Por suerte, no me llegó a clavar el cuchillo, pude haber muerto tanto de los numerosos golpes que recibí del orco como pudo ser asfixiada, y todo apuntaba a que fue de asfixia.
Izan comenzó a llorar, veía que mi energía no subía como subió la otra vez, veía que mi final estaba a punto de ocurrir. Todo era tan caótico para él, no sabia que pensar, ni a lo que se podría atenerse a partir de ahora. Solo veía que su mejor amiga, su gran amor a escondidas, podría partir, y dejar este mundo de un momento a otro, sin haber tenido si quiera la oportunidad de haber tenido una vida mejor, fuera de lo que era este maldito juego absurdo.
Sin darse cuenta, cayó rendido en la cama, a mi lado. Aun a sabiendas, que si se dormía podría ser un peligro para ambos. Su cuerpo, y su mente principalmente tuvo que decir basta, hasta aquí hemos llegado, y necesitaba urgentemente descansar.
—Izan, ¿pero que haces? — le gritaba yo, pero él no podía oír a mi fantasma claro.
Estaba tan enfadada con Izan, que hubiera conseguido dormirse en un momento así, conmigo en esa situación, que no sabía si le iba a necesitar en cualquier momento, o iba a morir sin tener a alguien en el que apoyarme en el último momento.
Mis sentimientos hacia él, estaban cambiando de una forma asombrosa, ya no le veía de la misma manera, solo cuando pensé en mis sentimientos, me acordé de lo que había dejado fuera, si mi novio estaría preguntando por mí, mi familia, estarían todos bastante preocupados, nos abemos si el tiempo se había detenido para nosotros en la vida real o seguirían pasando días y días y todos estarían preocupadísimos al ver que no aparecíamos.
Quise desterrar todos los pensamientos negativos que me venían a la mente en ese momento, siempre decían que un cuerpo sano se forjaba en una mente sana, y el estrés ahora mismo no me serviría de mucho para recuperarme, al contrario me vendría mal.
De lo que no me había dado cuenta era de algo, mi fantasma miraba de un lado a otro buscando algo, o mejor dicho a alguien, no veía a Hugo, y la última vez recuerdo que si no es por él me hubiera rematado el maldito orco. Supongo que Izan cuando consiguiera despertar, me explicaría donde se había metido Hugo.
Estaba bastante preocupada viendo toda la situación. Me temía lo peor para mí, no sabía muy bien que estaba pasando, y hasta mi fantasma parecía que tenía que ponerse también a dormir, para poder tener energías para vagar por este maldito mundo. Mi fantasma se apoyó en una silla y mirando mi cuerpo magullado se quedó dormido, dejando descansar a mi mente.
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