7. Novios
Frunce el ceño cuando se apoya en la barandilla del balcón, notando que está caliente. Maldice en voz baja y entrecierra los ojos por culpa del sol. ¿En qué momento se ha dejado convencer de esto? Si lo piensa detenidamente, sabe que, aunque ame el frío, y no le guste demasiado el calor, le gusta estar donde está. Vale, este no era su sueño cuando tenía siete años, pero el tiempo le ha hecho entender que, conforme creció, su sueño cambió.
Su sueño pasó a ser el siguiente: estar a su lado, signifique eso vivir en el Sáhara o en la Antártida.
No puede quejarse. De cierto modo, le gusta esta vida "nómada". Cada semana es una aventura, y aunque pensaba que esa vida la iba a consumir, le gusta muchísimo. Ver países nuevos, comer comidas típicas de estos, aprender sobre sus culturas... Le encanta poder ver mundo. Pero lo que más le gusta es poder acompañarlo y verlo competir. Quizá no sea el mejor coche, está bien. Pero está en la F1, cosa que este año, 2025, no parecía posible. Por suerte, la temporada ha sido una locura y antes del parón de verano ha logrado sentarse en un auto.
A pesar de todo, Valentina agradece que él no consiguiera el puesto antes. Han tenido tiempo para conocerse de nuevo, para descubrir lo que es estar en pareja. Han mantenido una relación a distancia todo el tiempo que Franco no ha tenido asiento fijo, y no les ha ido mal. Pero en el momento en que consiguió ese asiento, ambos lo supieron: había llegado el momento. Valentina se mudó a Europa ante los llantos y protestas de su familia, aunque realmente ella y Franco viven en todos lados menos en Inglaterra.
Aún así, detesta el calor. Y la humedad de Singapur lo hace aún más insoportable. Una parte de ella se preocupa (quizá en exceso) por él. ¿Cómo va a competir con el calor tan horrible que hace? Sabe que esa será una de esas carreras en las que él se queda muerto al tocar la almohada.
No hace nada cuando escucha pasos por habitación, y tampoco dice nada cuando él sale al balcón y la abraza desde atrás, apoyando la barbilla en su hombro, ambos disfrutando de las vistas de la hermosa y moderna ciudad de Singapur, con sus altos y lujosos rascacielos y sus transitadas calles y carreteras.
- ¿No podés dormir? – Le pregunta él al rato. – Es re temprano, Valen.
- El jetlag es una mierda – contesta, suspirando. – No tengo nada de sueño. Apenas dormí un par de horas.
- Yo dormí genial – replica él, sonriente.
- ¿Te pensás que no lo sé? Roncaste y todo, boludo – se burla, riendo.
- Yo no ronco – protesta.
- Entonces mirá debajo de la cama, igual hay alguien abajo durmiendo – dice con ironía, girándose, aún entre sus brazos. – Roncás, Fran. Y yo odio eso. La próxima te voy a asfixiar con la almohada, ¿entendés?
- Yo no lo controlo, boluda.
- Lo que vos digas...
- Callate un poquito, Valen. Ni siquiera desayunamos y ya andás rompiendo las bolas.
- Infumable que sos – susurra ella antes de besarlo.
Ambos sonríen en el beso, estrechándose el uno contra el otro. Desde que son novios, se han dado cuenta realmente de lo obvios que eran sus sentimientos. Como si se tratara de una revelación divina, comprendieron que toda su vida se han querido y han estado esperándose el uno al otro. Suerte que Franco se atrevió y fue a buscarla en Nochevieja, y que Valentina cedió y le dio otra oportunidad. A la tercera va la vencida, dicen, ¿no?
- ¿Pedís que traigan el desayuno a la habitación? – Pregunta ella, sus labios aún rozando los de él.
- Después – replica el chico, tomándola por los muslos y llevándola dentro de la habitación.
- ¡Fran! – Se ríe cuando la suelta en la cama. – Tenés que guardar energías para la carrera.
- De acá al domingo tengo mucho tiempo para descansar.
- Tengo hambre, Fran – sigue protestando, viendo que él se empieza a quitar el pijama. – Hambre de comida – aclara.
- Un rapidín – pide él, juntando las manos.
Valentina se lo queda mirando con una sonrisa divertida. Lo tiene delante de ella, con tan solo los bóxers puestos, y claramente con ganas. Sus rizos son un desastre y tiene los ojos muy abiertos, nerviosos. Sabe que cuando está así, no hay Dios que lo calme. A veces piensa que es hiperactivo. Y sabe que hasta que no follen no va a dejarla tranquila.
No se queja tampoco. Ella es peor.
- Dale, pero si lo vas a hacer, lo hacés bien – le advierte, muy seria.
- Nunca lo hice mal, no tengo idea de lo que hablás – replica, arrogante y seguro.
- Bue, eso podemos discutirlo – sigue ella, molestándolo.
Por suerte, Franco se da cuenta de que lo quiere distraer. Y hoy le importa más el sexo que tener razón.
- Después. Ahora tengo mejores cosas que hacer.
Valentina se ríe a carcajadas cuando se le echa encima sin ningún tipo de cuidado. Está juguetón, y siempre disfruta mucho cuando está así. Es cuando más gracioso es, además de tierno. Ya se ha acostumbrado a las mil facetas de su novio, que dependen totalmente de su estado de ánimo, y debe admitir que las ama a todas.
- Sos un bruto, Fran – se ríe, mientras él la desviste.
- Dejá de llorar, me vas a desconcentrar – murmura, intentando desabrochar su sujetador, que tiene el cierre delante. – ¿Cómo mierda se saca este coso?
- Es a prueba de pelotudos – contesta ella, riendo. Él la mira mal, y para disolver el ceño fruncido de su rostro le basta con un movimiento: con una sola mano, desabrocha su sujetador, que se abre y deja sus pechos al descubierto. Como buen hombre que es, Franco se olvida de todo y sonríe. – No era tan difícil, ¿eh?
- Te voy a coger hasta que te quedes sin voz – masculla, haciendo que la chica comprenda que va muy en serio.
Se acabó el Franco juguetón, al parecer. Bienvenido sea el Franco cachondo. Valentina no se va a quejar por el cambio.
★★★
Hace tiempo que sabe que está jodido. Muy, muy jodido. Pero de una manera maravillosa. Al menos, de momento, lo es. Claro que, si algo sale mal...
Franco podría jurar que ella es la cosa que más quiere en el mundo. Sabe que moriría por ella si se diera la ocasión. Es su novia, su chica, su amiga, su Valentina. Es suya y no hay nada que le guste más en el mundo. Ama cada parte de ella, tanto de su físico como de su personalidad. La ama cuando es alegre y cuando es antipática. La ama cuando parece una modelo y cuando parece un trol. La ama de cualquier manera porque es ella.
Y sabe que está jodido porque, si la pierde, sabe que no lo soportará. Preferiría morir a vivir una vida sin ella, es algo que incluso le ha confesado a la chica en voz alta. La vida que tiene es plena porque Valentina forma parte de ella, y es consciente de que sin su amada novia, lo demás valdría una mierda.
Pensar que alguien tiene tanto poder sobre ti, que alguien te importa tanto, a veces da vértigo. Mucho depende de esa persona, y es peligroso poner tantos huevos en esa cesta, porque si esa cesta se cae, todos los huevos se rompen. Pero cuando esa persona es buena, cuando a esa persona le importas tanto como ella te importa a ti, el vértigo mengua. Franco se siente así a menudo. A veces, teme cagarla y perderla, o teme que ella lo abandone por cualquier motivo. Pero le basta con mirarla a los ojos para entender que eso es absurdo. Ambos se pertenecen, ambos aman, ambos se necesitan. Y por suerte, lo hacen de forma sana.
Por eso les va bien. Se respetan, se dan espacio, se miman el uno al otro. Son capaces de dividir su vida en dos partes principales: la pareja y el individuo. Pasan muchísimo tiempo juntos, sí, pero cada uno tiene sus amigos, sus hobbies, sus preferencias. En algunas ocasiones, Franco va a un Gran Premio, y Valentina, en vez de acompañarlo, se queda en Inglaterra. Viaja a alguna zona nueva y explora la vieja Bretaña. En otras ocasiones, ella sale con sus amigas, y él aprovecha para practicar algún deporte que le guste. Y luego, cuando se encuentran de nuevo en casa o en algún hotel, hablan por horas sobre lo bien que se lo han pasado, hacen planes juntos y disfrutan de su compañía.
Lo más bonito de su amor es que es uno sano.
Se conocen el uno al otro mejor que nadie, ventaja que nace del hecho de que se conocen desde que son muy pequeños. Saben sobre sus problemas familiares, sus inseguridades, sus gustos, sus metas... Saben cómo es el otro y cómo tratarse. Y cuando lo piensan detenidamente, nada ha cambiado. Siguen siendo esos dos niños, siempre juntos. La única diferencia es que ahora no tienen que esconder sus sentimientos, ni sus ganas del otro.
A Franco no le gusta simplificar las cosas. Es decir, describir algo con pocas palabras. Cree que eso no le hace justicia a nada. Pero si tuviera que explicar brevemente su relación con Valentina, diría que es perfecta, porque confían en el otro, se respetan, y el sexo es increíble. Lo de que se aman lo puede obviar, claro. Para él eso no hace falta ni mencionarlo, porque para ellos eso es tan natural como el simple hecho de respirar.
- Es precioso – susurra ella, acurrucada contra su pecho, mientras miran al amanecer a través de la ventanilla del avión. – ¿No te parece?
- Casi tanto como vos – responde, estrechándola entre sus brazos. – Te amo, Valen.
- Te amo, Fran.
Él sonríe, como siempre hace cuando la escucha decir esas palabras. Su corazón se acelera como si fuera la primera vez, y no puede negar que le encanta eso. Le encanta que Valentina siempre le haga sentir así, como un chaval enamorado. Algo en él tiene la certeza de que cuando estén viejitos y arrugados, su corazón seguirá reaccionando así a ella.
Y ese pensamiento... Ese pensamiento es el más hermoso que jamás ha tenido.
- Sí, pero yo te amo más – insiste él, y ella suspira, hastiada.
- ¿Ya vas a empezar?
- ¿Empezar el qué? – Murmura, haciéndose el loco.
- Dejá de competir por todo, Fran – suspira, conteniendo una sonrisa. – Igual yo te amo más, no sé qué decís.
- Cerrá el orto, Valen. Yo te busqué en Quebec y en Córdoba, ¿te acordás?
- Vos me rompiste el corazón. Dos veces. Yo decidí perdonarte, el mérito es mío.
- Andate a la mierda.
- La tengo al lado mío – se burla, mirándolo directamente.
- No te soporto.
- Yo a vos tampoco.
- Yo te soporto menos.
- La concha de la lora, esta conversación no se va a terminar nunca – se queja ella entre risas, haciéndolo reír también.
- Uno de los peligros de estar de novia con tu mejor amigo...
- Me caes mejor cuando te tengo entre las piernas – susurra, provocándolo.
Pero Valentina parece olvidar que está hablando con el bocazas impulsivo de su novio, que no se calla nada nunca.
- Y vos a mí cuando tenés mi pija en tu boca.
Lo siguiente que se escucha en la cabina, en el golpe que Valentina le da a Franco, que comienza a protestar y a acusarla de abusadora. Al final, como siempre, terminan muertos de risa.
El avión tarda poco en aterrizar, y cuando bajan, los asistentes de la escudería del piloto ya lo están esperando. Así que, tomando con una mano el asa de la maleta y con la otra la mano de la mujer de su vida, se dispone a iniciar el siguiente Gran Premio.
Su vida es perfecta tal y como es, y eso es así porque Valentina está en ella. Aquel tiempo en el que pensó que ella no formaría parte de él, ha quedado tan atrás que apenas recuerda la angustia de no tenerla, lo cual agradece. Agradece ser tan feliz que ni siquiera pueda imaginar de nuevo sufrir por no estar con ella. Y cada día reza para no tener que vivir sin ella.
★★★
Vuelve a ser Nochevieja, pero esta vez, los dos están juntos y en Buenos Aires. La Nochebuena y la Navidad la pasaron con la familia de ella y ahora, el resto, les toca con la familia de él.
Pero tienen un problema: no se ponen de acuerdo sobre la fecha de su aniversario.
- Me preguntaste antes de la medianoche, boludo. Nuestro aniversario es el 31.
- No importa cuándo te pregunté, lo que importa es cuándo contestaste vos. Y contestaste después de la medianoche. Nuestro aniversario es el 1.
- Estoy empezando a creer que usás este vacío legal como excusa para explicar que no tenés regalo para mí el día de nuestro aniversario – dice entonces, con el único motivo de molestarlo.
Menuda novedad en ellos.
- Sí tengo regalo, pero no te lo voy a dar hasta que pase la medianoche, el 1 de enero, en nuestro aniversario.
- Mirá que sos pesado – se queja ella, negando con la cabeza. – Vamos a preguntarle a tu mamá.
- Ella se va a poner de tu parte. Como siempre.
- Porque yo siempre tengo razón.
- No. Ella siempre quiere joderme. Te quiere más a vos que a mí, y soy su único hijo.
- Sos un exagerado, Fran – se ríe, levantándose de la cama y cambiándose el pijama por algo de ropa cómoda para estar por casa. – Te ama más que a nada. Igual que yo a vos.
- Sí, sí, lo que vos digas – murmura del modo más dramático posible.
Valentina sonríe y vuelve a la cama, besándolo lenta y profundamente. Cuando se separan del beso, ya no está enfurruñado. Siempre funciona.
- Dale, vamos a desayunar, lindo – le dice mientras sale de la habitación.
La chica no lo espera y baja a la cocina, encontrándose con sus suegros. Esa casa siempre ha sido como un segundo hogar, y ellos como unos segundos padres, por lo que no se siente extraña ni fuera de lugar. Cuando decidieron que se iban a quedar en Buenos Aires durante una semana, no dudaron en quedarse en casa de los padres de Fran. Ambos se sienten cómodos ahí, y los padres del piloto son encantadores.
- Buen día, Andrea. Buen día, Aníbal – los saluda alegremente, besándolos en la mejilla y abriendo la nevera.
- Buen día – responden los dos.
Decir que adoran a su nuera es quedarse cortos. Ella es la única chica que han querido que Franco llevase a casa. Y saben que después de ella no va a haber nadie. Es cuestión de tiempo que se casen y tengan hijos, y pensar que su hijo y una chica tan dulce y maravillosa como ella unan sus vidas para siempre, los hace sentir muy felices y tranquilos como padres.
- ¿Cómo durmieron? – Pregunta Andrea, dándole un sorbo a su mate.
- Fran bien, nada altera su sueño, es increíble lo de este pibe – se ríe, agarrando algo de fruta de la nevera. – Yo todavía no me acostumbro al colchón.
- Tendremos que buscar uno que te guste para cuando vengas – sugiere el hombre.
- No hace falta, tranquilo – sonríe con dulzura, y entonces Franco irrumpe en la cocina.
- Ya llegó el rey de la casa – anuncia, abriendo los brazos, como si esperara aplausos. Los tres se lo quedan mirando como si fuera idiota. – Amanecimos amargos, ¿eh?
- No. Vos amaneciste más hincha pelotas de lo normal – se burla su novia. Él va a protestar, pero ella tiene un debate que ganar. – Andrea, Aníbal, Fran y yo tenemos una discusión sobre nuestro aniversario.
- ¿Por qué? – Se interesa ella. – ¿Pasó algo?
- Él me pidió ser su novia el 31. Pero yo le dije que sí el 1. ¿Qué día es el aniversario?
Los dos mayores se miran el uno al otro. Primero habla ella.
- Que él pregunte no importa, lo importante es la respuesta.
- Yo pienso que deberían contar su aniversario desde la primera vez que cogieron como pareja.
Franco, que le había robado el mate a su madre, casi se atraganta con la bebida, y sin querer mueve la bombilla y termina tragando hierba. Valentina se empieza a reír a carcajadas, tanto por las palabras de su suegro como por cómo su novio tose y escupe.
- Entonces ganás vos de las dos maneras – cede ella, riendo. – Nuestro aniversario es el 1.
- No perdonás una – le dice Aníbal a su hijo, dándole una palmada en la espalda.
Franco está tan rojo que parece que le va a estallar la cara, y a Valentina eso le parece divertidísimo, tanto que ni siquiera siente vergüenza.
- Che, Valen, no tenés que decirles a mis viejos cuándo cogemos y cuándo no – se queja, abochornado.
- No tiene que decir nada – murmura su padre.
- Ustedes no saben hacerlo en silencio – añade la madre. – Los escuchamos ayer.
- ¡Ma!
- Y antes de ayer...
- La puta madre, Franco – se muere de la risa Valentina.
El piloto quiere que la tierra lo trague, mientras los otros tres se ríen a carcajadas.
- Los odio – susurra, tapándose la cara.
Y aunque se muera de la vergüenza, aunque cada vez que Valentina se junta con sus padres se dedican a meterse con él sin parar, no cambiaría eso por nada. Que su novia se lleve así con sus papás le parece maravilloso. La familia es algo clave en su vida. Y que las personas que lo han criado adoren a la mujer de su vida, es importante para él.
A pesar de que eso implique que los tres le hagan bullying.
★★★
Valentina nunca ha reído tanto en su vida. La familia de Franco es increíble, no sólo sus papás. Sus abuelos, sus tíos y sus primos son todos geniales. Empieza a entender de dónde saca ese carácter y humor su novio.
La noche ha sido perfecta. Divertida, llena de alcohol y de bailes, y emotiva. Valentina ha planeado cómo darle su regalo a Fran cuando dé la medianoche. No es nada complejo, pero quiere que sea especial. Por otro lado, se pregunta qué le habrá preparado él. Hasta el momento, cuando se han hecho algún regalo ocasional el uno al otro, ha sido algo simbólico, un detalle más que nada. No necesitan cosas caras, lo más valioso que tienen es la compañía del otro, y eso es más que suficiente.
Aún así, está nerviosa. Espera que le guste. Le ha costado mucho conseguirlo. Es un detalle tonto, su valor es meramente emocional. Tiene más regalos aparte, pero el que le quiere dar cuando pase la medianoche es el que cree que más va a apreciar.
Cuando estuvieron en casa de sus padres, Valentina aprovechó una tarde que Franco salió con su papá para buscar en el garaje el álbum viejo de fotos. Sabía dónde buscar, así que tardó poco en encontrar la foto que buscaba. Puede parecer una tontería, pero sabe que para él será muy emotivo. La foto en concreto es una de ellos dos con la madre y la abuela de Fran, que murió hace algo más de un año. Estaban en la finca de ella, de vacaciones en verano. Debían de tener once años. Cada uno estaba sentado en una rodilla de la mujer, que los agarraba por las orejas como si les estuviera regañando, mientras la mamá de Franco miraba con los brazos cruzados, aunque los cuatro estaban sonrientes o riendo. Valentina lloró cuando encontró la foto, porque ella también adoraba a esa mujer, y saber que había fallecido fue algo difícil de digerir.
Franco ama a su abuelita. Ella era la que le decía que sería piloto de Fórmula 1, la que lo alentaba, la que le daba dinero para sus karts. Y él siempre le ha estado muy agradecido. Su muerte fue un durísimo golpe. Y Valentina sabe que esa foto va a significar muchísimo para él.
Casi no cabe en sí de emoción cuando empieza la cuenta atrás. Todos tienen sus copas en la mano, listos para brindar por el año nuevo. Franco tiene un brazo alrededor de su novia, mientras con la otra sostiene la copa. Él también está ansioso.
- ¡3...2...1... Feliz Año Nuevo!
Valentina brinda con Franco, y ambos se besan después de tomar un trago.
- Feliz aniversario, lindo – le susurra cuando se separan del beso.
Espera su respuesta, pero no es la que ella cree. Observa confusa cómo él deja su copa en la mesa mientras todos siguen brindando y bebiendo.
Su corazón se detiene en el pecho cuando lo ve arrodillarse mientras rebusca algo en su pantalón. Se aferra a la idea de que le va a gastar una broma para no desmayarse ahí mismo, pero cuando ve que saca un anillo, siente que se marea.
- Valentina, ¿le harías el honor a este hombre de ascenderlo de "novio" a "prometido"?
Ella se ríe, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. A esas alturas, toda la familia está observando con emoción la escena, pero ellos sólo piensan en ellos mismos, en el momento tan especial que están viviendo.
- Obvio que sí, Fran.
El piloto respira aliviado cuando escucha esas palabras. Se pone en pie de nuevo y le ponen el anillo con cuidado, viendo que le queda perfecto.
- Es hermoso, mi amor.
- Como vos – susurra él, juntando sus frentes y besando sus labios castamente. – Feliz aniversario, Valen. Esta vez pregunté después de la medianoche, para que no hubiera problema – bromea, haciéndola reír.
- Te odio – susurra ella entonces, llorando. – ¿Cómo vas a pedirme que nos casemos enfrente de toda tu familia? ¡Ahora me van a ver llorar!
- Valen, te están escuchando – le recuerda, riendo. La abraza, viendo que no tiene intención de dejar de llorar. – Digan algo, empieza a resultar incómodo esto – bromea, y todos comienzan a aplaudir y vitorear.
Pasado el momento de emoción inicial, cuando todos les han felicitado y Valentina ha dejado de llorar, ella decide darle su regalo a él.
- Yo también tengo algo para vos – le dice, apartándose de su pecho, donde estaba muy cómodamente recostada. – Cerrá los ojos.
Él obedece, y siente que ella le pone un sobre en las manos.
- Ya podés mirar.
Cuando abre los ojos, lee la inscripción en el sobre y sonríe enternecido.
"Para el hombre de mi vida. Este regalo es la prueba de que el tamaño no importa. (A veces)."
- ¿Qué es? – Inquiere.
- Abrilo y vas a ver.
Con mucha cautela, rasga el cierre del sobre y saca su contenido: la foto. Cuando toma la foto en sus manos y la mira detenidamente, Valentina observa como sus ojos se cristalizan.
- Oh, Valen... Esto es... Esto es lo mejor que pudiste darme – susurra, con el labio tembloroso. – En esta foto están las tres mujeres de mi vida: mi abuela, mi mamá, y vos.
Ella sonríe y besa su mejilla.
- Las tres estamos muy orgullosas de vos y te amamos.
Se abrazan con fuerza y con cariño, y cuando se separan, a Franco sólo se le pasa una cosa por la mente.
- ¿Sabés qué estoy pensando?
- Sorprendeme.
- Ya sí me gusta el frío – anuncia, como si se tratara de algo importantísimo.
- ¿Qué tiene que ver eso? ¿Y por qué? – Pregunta con verdadera curiosidad, sonriendo.
Los ojos de él brillan cuando contesta.
- Porque por el frío, ahora sos mi prometida. Pude convencerte de dejarme volver a tu vida porque nos quedamos atrapados en la nieve.
Fin.
♤
Nota de la autora:
Ya hemos llegado al final de este especial, y sólo quería desearos a todos unas felices fiestas y sobre todo feliz año. Ojalá 2025 esté lleno de alegría y cosas bonitas para todos ustedes.
También quiero agradeceros a todos por leer este especial navideño, y espero de corazón que hayáis disfrutado leyéndolo tanto como yo escribiéndolo.
Me gustaría dedicárselo a Rosenrot_alo, que ha sido mi lectora beta y, como argentina que es, me ha ayudado a que los diálogos estuviesen bien hechos. De no ser por ella, las conversaciones serían mucho más lamentables (y menos argentinas) de lo que lo han sido. Así que muchas gracias, corazón, y todo el crédito para ti, porque te lo mereces.
Y dicho todo esto... Nos vemos el año que viene, con suerte nos seguiremos leyendo.
Os ama,
A💛.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro